Guste o no, Cannes es el mayor acontecimiento cinematográfico que se produce en el mundo del cine. Mucho más allá de la entrega de los Oscars, los Goya y demás sandeces. De Cannes surge el cine mas importante del año. Los demás Festivales viven de las migajas que no llegan a tiempo a su enorme programación, dividida en varias secciones.
Tambien un circo para que hagan gracias los famosos y famosas y un mercado del film en el que se compra, se vende e incluso se regatea. La última palabra la tienen los distribuidores a la hora de adquirir películas. Y como en este año, apenas ha habido presencia estadounidense me temo que pocas películas llegarán a las pantallas españolas. Si acaso a Madrid y Barcelona. A Zaragoza, nos podremos dar con el canto en los dientes se llega en VOSE la Palma de Oro de 2010, otorgada nada menos que una cinta tailandesa y de un director no precisamente fácil.
Palmarés del certamen francés
Palma de Oro: Lung Boonmee raluek chat, de Apichatpong Weerasethakul.
Gran Premio del Jurado: De hombres y de dioses, de Xavier Beauvois.
Mejor dirección: Mathieu Amalric, por Tournée.
Mejor actor: ex aequo, Javier Bardem, por Biutiful, y Elio Germano, por La nostra vita.
Mejor actriz: Juliette Binoche, por Copie conforme.
Mejor guión: Lee Chang-dong, por Poetry.
Premio del Jurado: Un hombre que grita, de Mahamat-Saleh haroun.
Premio de la crítica internacional (Fipresci): Tournée, de Mathieu Amalric.
Premio Cámara de Oro de la Quincena de realizadores: Año bisiesto, de Michael Rowe.
Mejor película en la sección Una cierta mirada: Ha ha ha, de Hong Sangsoo.Premio del Jurado en Una cierta mirada: Octubre, de Daniel y Diego vega.
Premio de la crítica internacional (Fipresci) en Una cierta mirada: Todes vós sodes capitans, de Oliver Laxe.
Grotesca Palma de Oro, incontestable Bardem
CARLOS BOYERO 24/05/2010 El País
Algunos espíritus simples, pero también los publicistas con un lema que vender, definieron al cine desde sus comienzos como el mayor espectáculo del mundo, algo transparente que las cámaras de los creadores más incontestables se han empeñado en asegurar a través de la historia. Esa gente nunca descuidó al público, un ente absolutamente real por mucho que los criterios elitistas le intenten definir como una abstracción, una masa en la que se dan cita los espíritus ingenuos y los cultivados, los espectadores que buscan exclusivamente un entretenimiento o un escape y los que paladean un ensueño conmovedor que puede tener mucho o poco que ver con la realidad. El espectáculo, cuando es bueno está dirigido por la inteligencia y la sensibilidad, puede ser muy complejo pero su lenguaje es comprensible para todo tipo de público. Posee una norma ante todo y es que está prohibido aburrir.
CARLOS BOYERO 24/05/2010 El País
Algunos espíritus simples, pero también los publicistas con un lema que vender, definieron al cine desde sus comienzos como el mayor espectáculo del mundo, algo transparente que las cámaras de los creadores más incontestables se han empeñado en asegurar a través de la historia. Esa gente nunca descuidó al público, un ente absolutamente real por mucho que los criterios elitistas le intenten definir como una abstracción, una masa en la que se dan cita los espíritus ingenuos y los cultivados, los espectadores que buscan exclusivamente un entretenimiento o un escape y los que paladean un ensueño conmovedor que puede tener mucho o poco que ver con la realidad. El espectáculo, cuando es bueno está dirigido por la inteligencia y la sensibilidad, puede ser muy complejo pero su lenguaje es comprensible para todo tipo de público. Posee una norma ante todo y es que está prohibido aburrir.
El nombre del director tailandés Apichatpong Weerasethakul se pronuncia con veneración en el tantas veces ridículo gueto de los festivales y entre una crítica de cine cuyos presumibles lectores son los firmantes, los colegas de al lado y los que buscan iniciación intelectual en las Bellas Artes donde sólo hay impostura. La Palma de Oro a la última película (o lo que sea) de este invento exótico al que la consigna de los vanguardistas se ha propuesto colocar de clandestina y efímera moda, confirma que los exquisitos de la nada no están solos, que un jurado cuya obra particular merece como mínimo respeto, también comparte la fascinación hacia el hermetismo rebuscado, la inencontrable poética, el patético lenguaje expresivo del ya consagrado Weerasethakul. La legitimación en el mercado que le proporcionará a este cuento absurdo y eres vivos que conviven en un bosque con su reencarnación en monos ataviados con faroles en los ojos, fantasmas de andar por casa y añoradas imágenes de su pasado, logrará que la curiosidad de los espectadores ante el nuevo genio que ha consagrado Cannes sea saciada en el cine de arte y ensayo de su barrio por el aceptable precio de la entrada. No tendrán que hablar de oídas, constatarán por ellos mismos la exquisitez o el espanto de lo que el galardón del festival más importante del mundo acredita como el cine actual más imprescindible. Si no se llena el libro de reclamaciones prometo plantearme la súplica para ser internado en un frenopático, aceptar trágicamente que mis gustos ya no pertenecen a este mundo.
Perplejo ante este disparate que también me enerva, intento consolarme con la justicia a los premios de interpretación. Es imposible desviar la mirada ni los sentidos de lo que hace y dice, sugiere y muestra, siente y malvive, desea y sufre el impresionante Javier Bardem en esa complacida pornografía de la sordidez que es Biutiful , esa crónica del dolor falsamente atormentada, con una estética tan cuidada como inútil, a la que el talento y la entrega de Bardem otorga veracidad y sentimiento. Que esa actuación grandiosa comparta premio con la neorrealista y eficiente interpretación del actor italiano Elio Germano en La nostra vita huele a estratégica componenda, a reparto sin sentido. La preciosa Juliette Binoche, esa dama tan francesa, está admirable en el complicado ejercicio de mantener el interés y el enigma en una conversación que dura 105 minutos entre un matrimonio roto que intenta recomponer su pasado.
El Gran Premio del Jurado a De hombres y de dioses, reconstrucción de una barbarie real que ocurrió en Argel y en la que integristas se cargaron a ocho monjes franceses, no ofende a nadie medianamente cuerdo. Tampoco la obligatoria cuota de reconocimiento a cinematografías poco asequibles en el acceso al espectador occidental, como la película de Chad Un hombre que grita, que describe la angustia a perder su trabajo de un viejo portero de hotel en un país continuamente devastado por la guerra civil, o el atractivo guión del director coreano Lee Chang-dong retratando el conflicto interior de una anciana entre su deseo y su realidad. El reconocimiento como mejor director al francés Mathieu Amalric por Tournée, retrato sin mínima gracia de unas crepusculares strippers estadounidenses tirando a frías que hacen una gira por Francia, me parece una broma de gusto dudoso.
Por desgracia, mantengo mi eterno gafe en los pronósticos sobre los premios de los festivales. Las dos películas que más me han gustado en la sección oficial, la inglesa Otro año y la francesa Fuera de la ley, han sido consecuentemente despreciadas en el artístico palmarés. Son las únicas que revisaré con placer cuando se estrenen comercialmente. El recuerdo más trascendente y estúpido de este Cannes inmediatamente olvidable va a ser el triunfo de esa lírica inane, de ese inexplicable embaucador tailandés. Que sus exegetas asuman la responsabilidad de seguir disfrutándolo por mucho tiempo.
Carlos Boyero
Carlos Boyero
No he podido resistir la tentación de copiar la reseña de "mi amigo Boyero" en "El País". Es que este hombre que a si mismo se llama crítico me despendola de risa. No ha habido en el "funesto" Cannes 2010 más que una peli de Hollywood y de poca acción y, claro, lo ha pasado fatal. El ¿escritor? que considera que "Muerte en Venecia" de Visconti es la peor película de la historia del cine o que ante la chorrada esa del cantante country viejo y perdedor por el que le regalaron un oscar a Jeff Bridges (Crazy heart) titula su crítica "ese actor, ese hombre", para luego desparramar su lírica aldeana al citar a Robert Mitchum y demás machos del Imperio, por ejemplo, no pinta nada ni en Cannes ni en ningún otro festival en el que aparezcan pelis de autores europeos y asiático. Que son todos los que se celebran en el mundo mundial. Pero el diario global más vendido en España se empeña en mantenerlo como gran figura, y no solo del cine ¡horror!, y lo envía a todos. Y el analfabeto más mediático de la crítica cinematográfica pues va y se duerme (aunque le pagan) e insulta a todos aquellos que no participan de sus "populares" gustos. Pero hombre Carlos ¿Porque no te vas a Telecinco que es lo que corresponde a tu cultura?. A programas como el desaparecido "aquí hay un tomate" o como diablos se llame el que lo haya sustituido. Y de paso ilustras al personal contándoles los tiros y el sexo que tienen las novelas de James Ellroy, y lo injusto que es el mundo. Y lo desgraciado que eres. Bueno, algun whisky que otro, según dicen y dices, te alegra la vida. Además allí o en una revista del corazón podrás insultar a los putos intelectuales que no leen ni ven lo que deberían. ¿No te parece?, Carlos, Carlitos, Charly.
Luis Betrán
APICHATPONG WEERASETHAKUL
Apichatpong
Pen-Ek
Este director thai lleva ya una temporada no corta impresionando la razón y el seso de los "cahieristas". Y sus motivos tienen. Antes de él, mi relación con el cine del alborotado país del sudeste asiático comenzó con otro cineasta llamado Pen-Ek Ratanuarang que me dejó bien contento con las pelis que de él he visto - "6/9" (1999), "Transistor love story" (2001), "Last life in universe" (2003), "Invisible waves" (2006), "Ploy (2007)-, hasta con la última presentada en Cannes 2009. "Nymph". Vamos que me gustan todas, especialmente las que subrayo en negrita.
Y, prácticamente a la vez, llegó Apichatpong y me dejó cabreadísimo con "Blissfully yours". Un caballero sale del dentista, una señorita le espera en un coche, emprenden camino por una carretera a cuyos flancos van apareciendo paisajes boscosos. Pero apenas los vemos, porque el precoz cineasta filma rato y rato las rayas continuas o no de la carretera. Apasionante, sin duda. Al final detienen el vehículo y se adentran en la maraña de árboles y caminan otro trecho menos largo sin apenas pronunciar palabra. Trepan a poco escarpado altozano desde el que se divisa una naturaleza de potente belleza. El tío se duerme, la tía no. Asi que procede a abrirle la bragueta, sacársela y comenzar a pajearlo. Fin.
La hostia. Antonioni sin misterio ni gracia. La odio y la odiaré mientras viva. Juré que nunca me pillaba en otra. Pero, como tantas veces sucede en la vida, cumplí esa vulgaridad de que el hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra.
Y el segundo ya no fue un cantazo sino una fascinación. En un ciclo de cine tailandés presentado por Toni en la Universidad vi "Tropical malady" (2004). Y lo que antes me había parecido inane se tornó - acaso por manes de Buda - en belleza pura y dura. Y escribo lo de dura, porque esta peli une a dos jovenzuelos que caminan y caminan por el infinito paisaje thai, y uno se queda y otro continua hasta realzarse con una suerte de aureola iluminada. Misterio, pero es que a mi me gusta lo ininteligible siempre que esté propuesto por un artista. Que es lo que ahora me pareció Apichatpong. Y ya, sin dudas, me dediqué a recuperar otros films suyos: "Mysterious object at noon" (2000, primeriza y sin encanto), "Aventuras de Iron Pussy" (2003, irritante chorrada) y "Sindromes and a century" (2006, de nuevo tan discutible como original y hermosa).
O sea, lo de siempre. Un director que ha ido encontrándose a si mismo poco a poco - como Clint Eastwood o Woody Allen sin ir más lejos - hasta dominar su peculiar y poético universo que ha sido consagrado en Cannes. No se si veremos en Zaragoza su Palma de Oro. Más bien lo dudo. ¿Les va a interesar a los Renoir o a los Aragonia una obra que cabe presumir de, para ellos, exótica?¿Van a poder doblarla o no?. ¿Se van a lanzar en tropel los autollamados cinéfilos de esta cateta ciudad?....Hum.
Apichatpong y Pen-Ek son los dos grandes del cine de su país, pero el laureado en Cannes ya ha denunciado las dificultades que hay en la convulsa Tailandia para hacer cine sin cortapisas. Apichatpong ha sido coproducido por Luis Miñarro (ese español que parece tomar el relevo de Paulo Branco), ya ha declarado que le gustaría quedarse en Francia como Hou Tsiao-Sien o Nobuhiro Suwa.
El caso es que el cine tailandés son estos dos hombres. Y ahora no es ya la vanguardia ni lo más interesante que nos viene de Oriente. En los últimos años domina el cine filipino y cineastas como Brillante Mendoza, Lav Diaz o Raya Martin.
Personalmente celebro esa "Palma de Oro" y se que, de algún modo, la veré.
Así que a joderse Carlitos que a mi - como dicen Woody Allen o Bertrand Tavernier o Abbas Kiarostami -, me interesesa el cine de cualquier parte salvo el infantilizado de Hollywood. Con las debidas excepciones.
Luis Betrán
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