Algo para no recordar
El pasado día 23 se cumplieron 29 años del
más serio intento de cargarse la incipiente democracia española. Lo que quiere decir que con tan infausto motivo en 2011 se cumplirán 30 años de aquel esperpéntico golpe de estado que nos condujo a una auténtica noche de terror.
Dicen que el Rey fue nuestro salvador, pero uno que recuerda muy bien ciertos acontecimientos tampoco olvida que se tomo su tiempo en aparecer en una televisión que había visto bruscamente interrumpida su programación. Tambien me acuerdo que los Estados Unidos dijeron que era un asunto interno de España, que a nuestro país se le llamó
República Bananera (¿no hubiera sido más justo
Monarquía Platanera?). Que los tanques se pasearon por Valencia.
Que el Capitán General de la entonces V Región Militar (Aragón) estuvo cercanito a los golpistas. Que el nombre del general
Armada tardó en ser pronunciado. Que el infame
Tejero cuando dijo aquello de ¡¡¡al suelo todo el mundo¡¡¡ tenía la voz idéntica a Fofó (si el de los cómicos de la tele de la época: Gaby, Fofo y Milito). Que se hablo de una trama civil más importante que la militar (y una mierda).
Que el único diario que se la jugó fue "El País" con su nocturna edición y el titular "El País con la Constitución". Que "
El Mundo" guardo silencio hasta que se vio la causa de los golpistas perdida. Que
Suárez, Gutiérrez Mellado y Carrillo mantuvieron en todo momento la dignidad y la gallardía. Que todo se derivó del valor de
Adolfo Suárez al legalizar el Partido Comunista. Que.......
El cine español, con repugnante oportunismo, está haciendo una película sobre esos atroces sucesos y que naturalmente la piensa estrenar el 23 de febrero de 2011. Desde ya, jamás veré esa película. Dicen que recordar es volver a vivir. No me vale en este caso. Será volver a la España del sablazo y la cobardía. Frente a eso reivindico y reivindicaré siempre la España de la rabia y de la idea (Antonio Machado).
Un libro y un discurso
Me ha prestado un amigo un excelente libro titulado "Las armas y las letras". Está escrito por Andrés Trapiello quién se ha provisto de extenuante información. Trata del comportamiento y actitudes de los intelectuales españoles antes, durante y despues de la Guerra Civil. No es un libro de cotilleos. No es un ensayo. Es historia pura y dura en un texto que no es exactamente de Historia. Creo que los personajes que lo habitan no interesan hoy demasiado a una juventud a la que las nuevas leyes de enseñanza van, poco a poco, privándoles de todo aquello que suene a Filosofía, Cultura, Arte e....Historia. Los protagonistas de "Las armas y las letras" son los grandes escritores, poetas y pensadores de las llamadas generaciones del 98, de 1914 y de 1927. El pesimismo de Trapiello se evidencia en un pasado lleno de vergüenza (en los intelectuales) y del genocidio de la Dictadura Franquista y en un futuro con interrogantes de difícil solución.
Pero hay - entre tanta estulticia, cobardía, traición, salvajismo - hay un momento en el que asoma una emoción en verdad imperecedera. Es el discurso completo que
Unamuno le espetó a la bestia tuerta aquella de
Millan Astray. Pienso que
Unamuno no interesa hoy a nadie. Peor para ellos. A mi nunca me convencieron las cristianísimas y conservadoras posiciones de
don Miguel, Y "
Agonía del Cristianismo" me pareció hace muchos años un mazacote insufrible. Más me interesó la "
Vida del Quijote y Sancho" y "
Del sentimiento trágico de la vida", su
magnífica poesía y sus excelentes nívolas "
Niebla", "La Tia Tula" ,"San Manuel Bueno martir" y "
Abel Sánchez".
Unamuno comenzó de furibundo republicano y hasta quiso ser el Presidente obteniendo 1 voto (el suyo) frente a los más de 250 de don
Niceto Alcalá Zamora (otra figura imprescindible en la España del siglo XX sobre la que se cierne oninoso silencio). Gozaba en aquellos años de un enorme prestigio dentro y fuera de España. Fue exiliado a Fuerteventura por la
Dictadura del General Primo de Rivera. Al comenzar la Guerra Civil se pasó a la causa franquista. Pronto se arrepintió. Y a él y a nadie más que a él, le corresponde el máximo acto de valor de un intelectual en el año de 1936.
Unamuno fue siempre de derechas y conservador. No más que
Ortega y Gasset (su acérrimo enemigo) y
Joaquín Costa. He aquí "
el discurso de Salamanca " de 12 de octubre de 1936 , en su integridad.
Antes de él habían tomado la palabra
el general Millán Astray, José María Ramos, el dominico Vicente Beltrán de Heredia, Francisco Maldonado de Guevara y José María Pemán. El silencio se hizo profundo en el
Paraninfo de la Universidad de Salamanca.
Palabras de Unamuno:
"Estáis esperando mis palabras. Me conocéis bien y sabéis que soy incapaz de permanecer en silencio. Callar, a veces, significa mentir porque el silencio puede interpretarse como aquiescencia. Había dicho que no quería hablar pero se me ha tirado de la lengua y debo hacerlo. Se ha hablado aquí de guerra internacional en defensa de la civilización cristiana; yo mismo lo he hecho otras veces. Pero no, la nuestra es una guerra incivil. Nací arrullado por una guerra civil y se lo que digo. Vencer no es convencer y hay que convencer sobre todo, y no se puede convencer con el odio que no deja lugar para la compasión; el odio a la inteligencia, que es crítica y diferenciadora, inquisitiva, más no de inquisición. Quisiera comentar el discurso (por llamarlo de alguna forma)
del profesor Maldonado. Dejemos aparte el insulto personal que supone la repentina explosión de ofensas contra vascos y catalanes. El obispo, quiera o no, es catalán, nacido en Barcelona, para enseñaros la doctrina cristiana que no queréis conocer, y yo, que, como sabéis, nací en Bilbao, soy vasco y llevo toda mi vida enseñándoos la lengua española, que no sabéis. Esto si es Imperio, el de la lengua española, y no....."
Millán Astray que llevaba un rato nervioso golpeaba con su única mano la mesa e interrumpió con impertinencia: "¿Puedo hablar? ¿Puedo hablar?". Hizo entonces uso de la palabra. Pronunció un breve discurso , dictado por el histerismo, incoherente, en defensa de la rebelión militar, nos dice un cronista.Se dio suelta a bufidos, voces, vítores, y
Unamuno pudo, a su vez, retomar el hilo de sus palabras:
"Acabo de oir el grito necrófilo y sin sentido de
¡Viva la Muerte!. Esto me suena lo mismo que ¡
Muera la Vida!. Y yo, que me he pasado la mía creando paradojas que provocaron el enojo de los que no las comprendieron, he de decirles, como autoridad en la materia, que esta ridícula paradoja me parece repelente. Puesto que fue proclamada en homenaje al último orador, entiendo que fue dirigida a él, si bien de una manera excesiva y tortuosa, como testimonio de que él mismo es un símbolo de la muerte. ¡Y otra cosa¡. El general
Millán Astray es un inválido. No es preciso decirlo en un tono más bajo. Es un inválido de guerra. Tambien lo fue
Cervantes. Pero los extremos no sirven como norma. Desgraciadamente hay hoy en día demasiados inválidos en España. Y pronto habrá más si Dios no nos ayuda. Me duele pensar que el general
Millán Astray pueda dictar las normas de psicología de las masas. Un inválido que carezca de la grandeza espiritual de
Cervantes, que era un hombre (no un superhombre) viril y completo a pesar de sus mutilaciones. Un inválido , como dije, que carezca de esa superioridad del espíritu, suele sentirse aliviado viendo como aumenta el número de mutilados alrededor de él.
El general
Millán Astray no es uno de los espíritus selectos, aunque sea impopular o, quizá por esa misma razón, porque es impopular. El general
Millán Astray quisiera crear una
España nueva (creación negativa sin duda) según su propia imagen. Y por ello
desearía ver a España mutilada, como inconscientemente dio a entender".
En este punto interrumpió
Millán Astray al grito de "¡
Muera la inteligencia!", matizado por
José María Pemán que intentaba restañar lo irrestañable con el de
"¡No! ¡Viva la inteligencia! ¡Mueran los malos intelectuales!". Sabía
Pemán de lo que hablaba. 1935: conferencia en
Acción Española"; título
"La traición de los intelectuales"; destino: la futura política franquista, represaliados los
Unamuno del mundo.
Es imaginable la pita que se armó entre falangistas, profesores y público, frente a un viejo que se había atrevido a decir lo que nadie en España, en aquellas circunstancias, había sido capaz de espetarle a un ser moralmente tan repulsivo. Cuando la grita remitió y se hizo de nuevo el silencio,
Unamuno pudo proseguir:
"Este es el templo de la inteligencia, y yo su sumo sacerdote. Vosotros estáis profanando su sagrado recinto. Yo siempre he sido, diga lo que diga el proverbio, un profeta en mi propio país.
Venceréis, pero no convenceréis. Venceréis porque tenéis sobrada fuerza bruta. Pero no convenceréis, porque convencer significa persuadir. Y para persuadir necesitáis algo que os falta: razón y derecho en la lucha.
Me parece inútil pediros que penséis en España".
Sería redundante, porque es de sobras conocido (o no) que
Unamuno salvose de ser linchado allí mismo gracias a
Carmen Polo y al propio Pemán. Jamás podría salir de
Salamanca donde estaría convenientemente vigilado. Murió el 31 de diciembre de 1936. Poco antes de su óbito dejó escritos estos versos:
Cual sueño de despedida
ver a lo lejos la vida
que pasó, y entre brumas y en el puerto
espera muriendo el muerto
que fui yo.
Todos los párrafos que interrumpen el discurso de
Unamuno están extraidos del libro citado de
Andrés Trapiello. Salvo la nota final que es mía.
El cine español que nos ha fatigado con mil películas irrelevantes sobre la
Guerra Civil, podría alguna vez acordarse de la enorme, riquísima y fascinante
Historia que posee nuestro país. Pero no, continuando con su pertinaz estupidez va a exhumar el recuerdo de la España de
cruz, fusil y pandereta. Esta publicación del
unamuniano discurso de Salamanca va dirigida a estudiantes de una Universdidad aletargada, jóvenes y no tan jóvenes. Y recuerda que una vez, y más de una, habitaron España verdaderos hombres indidualistas y valientes. ¿Donde están ahora?. No va a haber en España otra Guerra Civil ni otro intento de golpe de estado. Probablemente. Pero frente a la globalización y el pensamiento único reivindico la libertad de expresión y de opinión. O lo que es lo mismo, una Democracia Constitucional que se haya librado del todo de los fantasmas franquistas.
Luis Betrán
Las fotografías corresponden respevtivamente a Andrés Trapiello, Millán Astray, José María Pemán y Miguel de Unamuno. La de arriba que la investiguen los que nunca la hayan visto.