domingo, 8 de febrero de 2015

DOSSIER CARL THEODOR DREYER (II)


CARL TH. DREYER, LA LUZ DEL ALMA 



En ocho años, desde 1918 a 1926, dirigió otras tantas películas en Dinamarca, Noruega y Alemania. Ese fue su aprendizaje, su preparación para el abordaje de las grandes obras maestras posteriores, encabezadas en 1928 por la “La Passión de Jeanne d’Arc”. Entre su realización y la que pone punto final a su carrera en 1964, Gertrud, solo dio cima a cuatro joyas, una de las cuales, “Tva Människor” (Dos seres, rodada en Estocolmo en 1944-45) y ejecutada en condiciones pocos favorables para su libertad de expresión. Es, con todo, una buena película pero queda a considerable distancia de “Vampiyr” (1930), “Dies irae” (943), “Ordet” (1954) y “Gertrud”. Cinco obras de enorme magnitud artística que jalonan cuarenta años de historia delo cine y que desatendiendo a todo cuanto signifique concesión a lo superficial, a las modas del tiempo en que cada una fue realizada, suponen una coherencia y continuidad deslumbrantes. Siendo mínima, la obra de Dreyer es completa.














Las perlas que he destacado del gran danés son asimismo feroces críticas a la intolerancia y se adentran sin manierismos en las complejidades del alma humana. Dreyes es un ci8neasta con una luz especial. “La pasión de Juana de Arco”, “Dies irae, “Ordet” y Gertrud” parecen aureoladas por una misteriosa iluminación que no se debe a la calidad de su fotografía  en blanco y negro. Dreyer quiso filmar la vida de Jesucristo. Nunca encontró productores. Lástima y vergüenza que ese film se quedase en proyecto. Dreyer escribió su epitafio con las dos palabras latinas que cierran “Gertrud”: “amor omnia”

                                             












Con este conflicto Dreyer desarrolla un de los temas que pueblan su filmografía , el fanatismo religioso y la intolerancia como elemento de opresión. Recuérdese el juicio al que se ve somentido "el rostro" de Falconetti en La pasión de Juana de Arco (1928) o la acusación de brujería de Kristen Andreasen en Dies Irae (1943). Un personaje de gran importancia en la película es el de la nuera de Borgen, Inger , casada con el hijo ateo, Mikkel. Inger es una mujer embarazada (algo que no sólo era cierto en la ficción) con fuertes convicciones religiosas, que esta apunto de dar a luz. Cuando Inger se ponga de parto , sufrirá graves complicaciones que acabarán con la vida de su hijo y con la suya propia.

                              










Cuando uno vuelve a cineastas como Dreyer,Tarkovsky, Kieślowski, Zanussi o Passolini entre otros, se acaba formulando la misma pregunta ¿Qué tipo de vigencia pueden tener las obras de estos cineastas en una sociedad que ha perdido la creencia en "lo trascendental"?. “Ordet” parte de una obra teatral del pastor y dramaturgo danés Kaj Munk , con la que Dreyer había quedado fascinado en su entreno en Cophenague en 1932. “Ordet” se desarrolla en el seno de una familia campesina luterana a principios del siglo XX. El patriarca Morten Borgen ha empezado a tener problemas de fe ya sus tres hijos se han separado del camino que el tenía premeditado para ellos.El hijo mayor Mikkel tiene una visión agnóstica de la vida ; Johannes que iba para futuro teólogo ha enloquecido por culpa de la lectura de Kierkeggard , y ahora se cree Jesucristo; el pequeño ,Anders, está enamorado de Kristine , la hija de Peter el sastre. Algo que Morten Borgen no puede consentir ya que el sastre y él tienen grandes disputas por su diferente concepción de la fe cristiana. El cristianismo de Borgen es (en teoría) mas alegre y espontáneo que la fe fría y sufridora de Peter.











A lo largo de toda la película Johannes creyéndose Jesucristo hará apariciones en las que recitará versos de la Biblia o premoniciones sobre lo que ocurrirá , sin embargo los que le rodean no harán caso de lo que dice , ya que lo consideran un pobre loco. Sólo su sobrina creerá en sus palabras. Como en esa estupenda escena , prodigio de la técnica, en la cual la cámara realiza una giro de 360º alrededor del tío y de la sobrina , mientras éste le dice que resucitará a su madre si los demás le dejan. El punto álgido de la película será cuando vayan a dar sepultura a Inger. Todos los personajes que han aparecido a lo largo de la obra se encuentran reunidos en una sala de la casa, alrededor del ataúd en la que se encuentra la nuera de Borgen. Seguidamente es cuando hará de nuevo su aparición Johannes, que poco después de la muerte de Inger había dejado una nota:me voy y me buscaréis, pero donde voy no podéis venir. Johannes entrará en la sala , como si hubiese recobrado la cordura , se colocará enfrente del cadáver de Inger y preguntará :¿ Alguno de vosotros habeís rogado a Dios para que nos devuelva a Inger? , ¿Por qué no hay entre los creyentes ninguno que crea?.... Su sobrina le cogerá la mano y "La palabra " le será dada, y finalmente el milagro de la resurrección se realizará frente a los incrédulos ojos de aquellos que decían creer.

 












¿Cómo consigue Dreyer filmar un hecho de está envergadura y no caer en el ridículo? Con una proeza y destreza técnica asombrosa. Mediante unas tomas largas, perfectamente coreografiadas, brillantes travellings y panorámicas Dreyer consigue que nos centremos en los personajes, en sus reacciones , en sus gestos y movimientos mediante un montaje sintético y una fotografía con grandes contrastes luces y sombras ,realizada por Henning Bendsten, que acrecienta la profundidad de campo. Dreyer se plantea un teorema sobre el verdadero carácter de la fe a través de Johannes y su sobrina. Ésta representa una fe pura e ingenua alejada de cualquier cuestionamiento sobre Dios, y en cuanto a Johannes su creencia deriva de su exceso de conocimiento, a causa de sus estudios de teología. Será la fe que representan estos dos personajes los que hagan que el reloj de la vida vuelva a funcionar (objeto de detalle en la escena final) y las incertidumbres religiosas de Borgen y Mikkel desaparezcan , difuminando las separación entre lo trascendente y lo cotidiano. Y es que en una sociedad en la todo se ha hecho visible, eliminando cualquier misterio, Dreyer se hace imprescindible.














"Ordet" es una de las mejores películas de la Historia del cine y así ha sido siempre reconocida. Dreyer es uno de los cineastas esenciales en el cine considerado como arte.

Luis Betrán

miércoles, 4 de febrero de 2015

DOSSIER CARL THEODOR DREYER (I)

CARL TH. DREYER, LA LUZ DEL ALMA


Cuando falleció el 20 de marzo de 1968, se llegó a decir que con él moría el cine. La frase irreal, metafórica, contiene una verdad. Algo del cine muere con algunos hombres y uno de ellos fue este testigo y protagonista danés de la historia de la cinematografía europea. Pero, muerto el autor, su obra se renueva. Los films de Dreyer  son hoy historia viva, es decir, un ejemplo de supervivencia  del Arte por encima del cambio de sociedades, de estilos, de formas y de receptores.


Dreyer había nacido en Copenhage el 3 de febrero de 1889. Su infancia fue amarga y difícil, pues quedó huérfano a edad muy temprano. Desde muy joven manifestó vocación por el teatro, sin llegar a consumarla más que tangencialmente y desde otra profesión: el periodismo, que ejerció durante varios años y dentro del cual mostró predilección por la crítica teatral. De hecho, la influencia del teatro en la obra cinematográfica de Dreyer es, a veces (Mikäel, Ordet, Gertrud) acusadísima. Varias de sus películas están inspiradas en piezas teatrales y, en gran medida, los hallazgos rítmicos de su peculiarísimo sistema narrativo, son, de alguna manera, de origen escénico. Podría decirse que Dreyer sobrepasa las particularidades del teatro y, haciendo cine, desborda también al cine mismo, proponiendo al espectador un conjunto de escenas, de correlaciones, de imágenes, de oposiciones, sin exacto equivalente fuera de la sensibilidad personalísima de este gran poeta.


Tras sus años de periodista, tomó contacto con la industria cinematográfica, prácticamente desde sus comienzos, en el año 1913, cuando fue nombrado consejero de la Nordisk Film, empresa para la que trabajó indiscriminadamente, redactando subtítulos, escribiendo guiones, participando en el montaje de los films, y, finalmente, realizándolos. Su primera película se remonta a 1919 y se titula (Praesidenten”, El presidente). Desde esta, su primera cinta, se percibe en él algo sorprendente, sobre todo si se tiene en cuenta el medio puramente comercial para el que trabajaba: una insuperable aspiración a la perfección. En 1919, mientras preparaba su segundo film, Blade odj Satan bog” (Páginas delo libro de Satán), escribió una carta al director de la Nordisk en la que leemos: “N.F.K- pretende hacer un film de consumo, es decir, un mal film, mientras que yo me propongo hacer uno modélico”. Este anhelo de perfección no le abandonará nunca a los largo de su dilatada y azarosa carrera: sus obras son, ante todo, modelos perfectos, productos decantados de una meditación y una autoexigencia  constante. 


Hay algo en el cine sereno y convulso de Dreyer, indistintamente, totalmente inimitable: la expresión de espiritualidad ascética y apasionada que se sirve de las imágenes como de instrumentos para alcanzar algo que va más allá de ellas. Dreyer es uno de los escasos hombres de cine que compone su obra de acuerdo con leyes instintivas que le aproximan, como creador, al poeta puro.


Siendo uno de los grandes incorporadores al cine de la estética del expresionismo, Dreyer, el insondable, es no obstante, maestro de muchas generaciones de cineastas europeos que admiraron y admiran de él su fuerza para conseguir de este sistema de expresión y composición las bases de una ética e incluso de una filosofía. Directores excepcionales como Rossellini, Bresson, Straub, Rohmer, Bergman et, serían inimaginables sin el precedente de este egregio maestro danés. Pero es muy difícil transitar por el sendero de Dreyer, más recientemente Lars Von Trier o Carlos Reygadas han fracasado. Tarkowski tampoco lo logró.


En ocho años, desde 1918 a 1926, dirigió otras tantas películas en Dinamarca, Noruega y Alemania. Ese fue su aprendizaje, su preparación para el abordaje de las grandes obras maestras posteriores, encabezadas en 1928 por la “La Passión de Jeanne d’Arc”. Entre su realización y la que pone punto final a su carrera en 1964, Gertrud, solo dio cima a cuatro joyas, una de las cuales, “Tva Människor” (Dos seres, rodada en Estocolmo en 1944-45) y ejecutada en condiciones pocos favorables para su libertad de expresión. Es, con todo, una buena película pero queda a considerable distancia de “Vampiyr” (1930), “Dies irae” (943), “Ordet” (1954) y “Gertrud”. Cinco obras de enorme magnitud artística que jalonan cuarenta años de historia delo cine y que desatendiendo a todo cuanto signifique concesión a lo superficial, a las modas del tiempo en que cada una fue realizada, suponen una coherencia y continuidad deslumbrantes. Siendo mínima, la obra de Dreyer es completa.

Luis Betrán