jueves, 18 de febrero de 2016

A PROPÓSITO DE “EL RENACIDO


EL CINE COLONIZADO




Como bien sabemos España no pasa de ser una colonia usaca, y ello afecta también al cine. A mí, que personalmente, el llamado Nuevo Hollywood me interesa poco o nada – con las consabidas excepciones, entre las que no se halla mr. Spielberg – estoy hasta las narices de que ponga cualquier cadena de tv e inevitablemente aparezca propaganda tan solo de cine yanqui o español. Que lea un diario y me digan: campaña de apoyo para que Leonardo Di Caprio obtenga su Oscar, o que abra sus páginas y se caiga al suelo una hojita coloreada en la que se escribe: LA FUERZA HA VUELTO. Y a mí que coño me importa, vi la dos primaras entregas hace muchos años del serial galáctico y juré no repetir. Uno es mayorcito para castigarse con memeces para niños. Pero donde la propaganda yankuza alcanza cotas extravagantes es en todas las revistas que tratan de cine. Es la mar de curioso que en el ejemplar de Caimán de enero se hable maravillas de “El renacido”, y en el de febrero se digan pestes de ella para, ahora, loar las excelencias de “Carol”. Hum, mi olfato me avisa de que tate aquí hay tomate. Y el tomate no es rojo sino que es de papel en formato diezmos y primicias. Esta “indecencia” supone que tanto en las salas como en las cadenas de tv el cine europeo, y no digamos el asiático, esté proscrito. Toda una invitación a la piratería si se desea ver buen cine.


EL RENACIDO (THE REVENANT), de Alejandro González Iñarritu
La nueva película de Alejandro González Iñárritu puede ser uno de los estrenos con más qualité de 2016, y un posible trampolín para ese Leonardo DiCaprio hambriento de Oscar. Pero no es la epopeya sobre el antagonismo entre lo natural y lo humano que afirma ser en cada fotograma. Aunque Leonardo DiCaprio no se merezca el Oscar al Mejor Actor Principal (mediano al lado del inmenso Fassbender de Steve Jobs), está claro que sí es digno de un trofeo a la perseverancia en pos de la estatuilla. Pero otra cosa son los medios para alcanzarla: mientras que El lobo de Wall Street (2013) era una gamberrada envenenada que servía para descubrir lo vivaracho que se mantiene Martin Scorsese a su venerable edad, El renacido sólo confirma aquello que algunos ya sospechamos, y sufrimos, viendo Birdman en 2014. Es decir, que Iñárritu es un virtuoso organizador de sus medios técnicos, un cineasta de enorme ambición y, también, un vendedor de humo que parte de buenas ideas para acabar entregando trabajos cuya presunta ‘profundidad’ suele resultar pura superficie. 


Al igual que en Birdman, con su plano secuencia recosido y su disertación sobre la vida, el arte y la fama, las buenas ideas que muestra El renacido son tanto de índole estética como argumental. Por un lado, Iñárritu echa mano otra vez del operador Emmanuel Lubezki (cuyo trabajo a lo largo de la película es, y lo digo sin ironía ninguna, irreprochable) para marcarse un filme de esos que aspiran a emborracharnos de grandiosidad paisajística. En lo que toca al guion, la película se basa en las auténticas andanzas de Hugh Glass (DiCaprio), uno de esos montañeros legendarios de EE UU a los que uno se imagina barbado, malhumorado y tocado con un gorro de piel de mapache. De un mapache que, vista la calidad particular del sujeto, el propio Glass habría matado y desollado a mordisco limpio antes de hacerse la prenda. Partiendo de esta materia prima, en la que también tienen un lugar la música de Ryuichi Sakamoto y una trama de abandono, voluntad y venganza (a la cual un incauto podría aplicar el adjetivo “primordial”, dada su apelación a los instintos más brutales), esta película podría haber sido, bien un buen western con pioneros, bien un ejercicio contemplativo. 


Diríase que poseído por el deseo de hacer Historia, con mayúsculas, Iñárritu aspira a entregar un híbrido de ambas cosas y, como suele suceder, acaba ofreciendo un ejercicio esteticista, embebido de su propia solemnidad y que acaba reuniendo muy pocas de las virtudes a las que pretende aspirar. El naturalismo al que aspira Iñárritu en El renacido apenas se nos aparece como otra cosa que artificio. Véase, por ejemplo, la tan cacareada anécdota de que Emmanuel Lubezki sólo ha usado luz natural para captar las imágenes de esta película: el resultado de esta técnica no es, un estremecimiento nuevo, o una forma inédita de captar paisajes vírgenes. Es una hazaña que sin duda le reportará una estatuilla al director de fotografía, pero cuya importancia queda en nada cuando se pone en relación con lo esencial: aquello que vemos en la pantalla. 


De la misma manera, la voluntad que empuja al protagonista a sobrevivir para vengarse de un Tom Hardy traidor resulta inocua, porque, argumentalmente, no lleva a nada más que a su conclusión. Sus ordalías sucesivas, sus efusiones de dolor y sus encuentros con las injusticias del colonialismo, por no hablar de esas iluminaciones místicas que el héroe vislumbra en su estado febril, están lejos de tener el significado de un vía crucis (proceso éste cuyo destino, recordemos, es la resurrección). Diríase, en cambio, que estos accidentes están ahí para que los sufrimientos de DiCaprio convenzan a los señores académicos de que se merece el Oscar, y para que Iñárritu nos demuestre lo bien que se le da dirigir imágenes viscerales en la forma y artificiales en el fondo.


Porque la naturaleza que acosa al protagonista de esta película durante su viaje no parece en ningún momento una entidad brutal, incontrolable, frente a la que sólo cabe conocer sus recovecos o morir. La puesta en imágenes es tan alambicada, tan clara es la voluntad de impresionarnos, que esas montañas de Dakota del Norte resultan un parque temático del torture porn con pretensiones filosóficas. En este infierno nevado no hay nada que no obedezca a la voluntad del director y del coguionista Mark L. Smith por dejar claros una serie de puntos. Eso no es malo de por sí. Tampoco es malo el que se note. Lo que sí es malo, o malísimo, es que El renacido trate todo el tiempo de disimularlo. De la misma manera que Birdman pretendía ser el asalto definitivo a la cultura de masas en favor de un Arte De Verdad, Sincero Y Comprometido, para a continuación echar por tierra su discurso en un tercio final deleznable, 


El renacido se empeña en hablar en nombre de la Supervivencia, la Espiritualidad y otras cualidades que (visto lo grandilocuente de su tono) hay que nombrar con la inicial en mayúsculas. Incluso ese momento en el cual el héroe y su aliado circunstancial, un nativo americano (Melaw Naheh’ko), atrapan copos de nieve con la lengua parece calculado para demostrar que la Solidaridad también tiene hueco en ese panteón. La secuencia del oso es ridícula, Di Caprio es un superhéroe americano que no puede volar pero da igual, es prácticamente inmortal. Iñarritu dijo todo lo que tenía que decir en "Amores perros" en la que era un cineasta sencillo y directo. Luego se creyó, o se lo hicieron creer, que era un genio metafísico y poético. Con su pan se lo coma, en esta, para mí, mediocre e incluso mala película. Dicho esto con el mayor respeto a los que opinen lo contrario. ¿Tarkovsky?. Dejadme que me ría, remake estiradísimo de la mediocre “El hombre de la tierra salvaje”, de Richard Serafian.

Luis Betrán

jueves, 11 de febrero de 2016

EL TRANVÍA DE ZARAGOZA



Cuando muchos nos oponíamos diciendo que el proyecto presentado era mentira, que todo es un sacaperras, que no iba a funcionar, que nos daban gato por liebre, la gente tiró en masa a apoyar lo que evidentemente era un fraude.  Pues ahora igual, se les queda la misma cara de atónitos cuando, una vez que ya es tarde para echarse atrás, ven que han sido totalmente engañados y ya no tienen más remedio que tragar con lo que hay o incendiar las calles. Belloch (Juanito Tranvías) a éste ya hay millones desando darle una colleja bien dada, yo sigo con los destrozos locales, que de esos no se habla tanto. ¿Os imagináis pues de qué puedo hablar en este blog en un alarde de originalidad? ¡Sí! ¡Del tranvía! ¿Cómo lo habéis podido adivinar? No me lo explico.



Pues sí, vamos a hablar de esa chatarra-manojo de hierros con ruedas inservible. Y del pobre coche, también. Como imagino que os habréis enterado, la concepción del tranvía que tiene la gente está empeorando por momentos. Desde hace 5 años, cuando la idea del tranvía era sólo un feliz proyecto que muchos pensábamos "no serán capaces de hacer esa mierda", ya era de sobra conocidos los problemas que trae un tren por la ciudad. No sólo por las valoraciones de los expertos, sino porque da la casualidad que hasta no hace tantos años había un montón de líneas, que se quitaron por ser una puta basura que no hacía más que entorpecer. Y eso que esos no tenían prioridad semafórica ni un carril para ellos.


Pero bueno, la masa del rebaño, una vez más, se creyó la propaganda del mesías psoero y se lanzaron a apoyar incondicionalmente el proyecto que traería durante años problemas muy graves de movilidad, la ruina a muchos negocios en época de recesión y un desembolso brutal de dinero público cuando el sentido común pedía a gritos exactamente lo contrario. Exactamente igual que con la Expo o los barquitos. Aquí nos engañan como a memos y la gente tan contenta. Bueno, pues se salieron con la suya, y cuando vieron el tren chuchú, la gente muy contentica. ¡Que mira que trenecico nos han puesto mañooooo! Hasta que se extendió la línea completa y llegaron inmediatamente los problemas como era de esperar.


Y era de esperar por estadística pura. El doble de recorrido, más tranvías, un sistema nuevo de ir sin catenaria que tiene probabilidad de estropearse, el doble de cruces, etc... No es "el doble" de probabilidad de fallo, sino que esa probabilidad se multiplica tanto que hemos llegado al punto de que la probabilidad de que un tranvía tenga un fallo en el día sea prácticamente 1, ya que además los fallos pueden ser de infinitos tipos.  Que esa probabilidad no sea tan alta es un trabajo muy complicado. Eso no es ninguna novedad. Eso se sabía ya, y es algo totalmente normal, fijaos que con los autobuses esa probabilidad es exactamente 1, todos los días pasa alguna pequeña incidencia sea del tipo que sea, lo que pasa es que al ser un medio de transporte mucho más avanzado, las afecciones son mínimas. Pero el tranvía es rígido y cualquier minucia tiene la misma consecuencia: la anulación del transporte público de media ciudad.


Entonces, por muy eficientes que sean los técnicos arreglando inmediatamente el problema (20 minutos en ir y arreglarlo está muy bien),  por problema de concepto las consecuencias son catastróficas para la ciudanía. Cuánta gente habrá llegado tarde al trabajo, a una reunión importante o donde sea por culpa del trasto este. Llevamos semanas viéndolo. Hay averías prácticamente a diario. Si no se engancha un pantógrafo falla una batería. O se encuentra con esa incívica ciudadanía que no hace más que cruzar semáforos en rojo y se lanza a lo kamikaze a las vías para provocar retrasos (o al menos esa es la versión oficial). Que esa es otra de traca. Conforme pasa el tranvía a todo trapo, el semáforo te cambia en ese mismo segundo, con lo que oficialmente el tranvía nunca tiene la culpa de nada. Así que si te atropella, encima prepárate porque no sólo no vas a recibir un duro sino que además vas a pagar tú el destrozo y tu ambulancia. Luego que hay accidentes, si no hay más que insensatos que se dedican a invadir las vías.


El día 1 de agosto además se quitan las líneas de autobuses del Actur, con lo que aparte del efecto lata de sardinas, las averías van a tener muchas más consecuencias. Coño, que ni las huelgas de Ausza causan tantos problemas a la ciudadanía. Y ahora que los nombro, mentar también la brutal cantidad de autobuseros que se fueron a la calle gracias al tren chuchú. Caro, de mala calidad y que quita puestos de trabajo. Anda, pues como lo que hicieron con la recogida de basuras. ¡Queremos la línea dos ya! ¡Queremos la línea dos ya!. Pues hale, el rebaño está servido. Un servicio con menos líneas forzando lentos transbordos, saturado de gente y que falla como una escopeta feria, que es peligroso, que destruye puestos de trabajo, que ha dejado un agujero tremendo económicamente y cuyo precio sube y sube y sube y sube. Lo triste de todo esto es que aún haya monos con platillos pidiendo a gritos la línea dos. La gente no aprende ni a hostias. ¿Y ahora qué? Ya es tarde para echarse atrás. ¿Qué solución hay? ¿Quitarlo? ¿Jodernos unas décadas? Un perder-perder en toda regla. No me creo que los responsables sean tan tontos e incompetentes. Si saliera un Bárcenas local que cantase ópera las cosas me cuadrarían mucho mejor, la verdad.

Luis Betrán

jueves, 4 de febrero de 2016

IN MEMORIAM: JACQUES RIVETTE


Jacques Rivette (Ruan, 1 de marzo de 1928 - París, 29 de enero de 2016)


"Todas las películas son sobre el teatro; no existe otro tema". (J. Rivette)


Para muchos el padre y aún la madre de la nouvelle vague. Incluso más que Godard aunque no tan adorado como el cineasta suizo en “Cahiers du Cinéma” y sus revistas clónicas españolas. Fue redactor en la citada publicación francesa – para bien o para mal, la más influyente de toda la prensa cinematográfica escrita – e incluso director de la misma. Y como el resto de los estúpidamente llamados “jóvenes turcos” – Godard, Truffaut, Rohmer, Chabrol, Rozier, Varda, Démy y un corto etcétera – lo que le interesaba era dirigir películas. Lo consiguió en 1960 con “Paris nous appartient”, film tan fascinante como críptico y que todavía se mantiene como una de sus mejores películas. Dado su fracaso comercial, quiso armar su pequeño escandalito con “La religiosa”, basada en la obra de Diderot, y lo logró. El film fue prohibido y no se autorizó hasta 1966. Es una buena película que nada tiene de “nouvelle vague” y que, en nuestro tiempo, ni escandaliza ni provoca. Pero, ésta sí, consiguió el éxito de público y hasta llegó a estrenarse en España en las Salas de Arte y Ensayo.


A continuación vino su etapa mastodóntica, críptica e insoportable. “L’amour fou” (1969), “Out 1. Spectre” que todavía debe tener el record Guinness de la película más larga jamás filmada. Nunca la vi y eso que la Filmoteca de Zaragoza la pasó en varias sesiones parciales. Para entonces yo ya había visto suficientes obras de Rivette como para tragarme tan considerable función que, me temo, se me hubiese indigestado a la media hora. Había visto las insufribles “Céline et Julie vont en bateau” (1974) y “Duelle” (1976), ejemplos señeros , y largos, del cine de la nada.


Visto que salvo los irreductibles fans de todo lo que fuese nouvelle vague y los esclavos de “Cahiers du Cinémá”, nadie veía sus películas, Monsieur Rivette decidió reinventarse y fue, a partir de 1984, cuando llevó a cabo sus mejores propuestas alternándolas con otras completamente fallidas e incluso una obra maestra. Entre las primeras, a mi parecer, están “L’amour par terre” (1984), “Jeanne la Pucelle” (1994, su, como no, extensísima pero sobresaliente versión de Juana de Arco), “Va savoir” (2001), “Histoire de Marie et Julien” (2003) y la prodigiosa “La belle noiseuse” (La bella mentirosa, 1991) en la que exploraba a fondo el tema del artista y la modelo (luego retomado por el español Fernando Trueba) sin que la fascinación cediese un solo minuto a pesar de superar las cuatro horas de duración. Obra maestra absoluta y por la que, opino, Rivette permanecerá en la Historia del cine.


Cuando se puso literario siguiendo la estela de “La religiosa”, surgió su faceta académica y artesanal en las fallidas adaptaciones de “Cumbres borrascosas” (1985) y “La duquesa de Langeais”  de Balzac (2007), pétrea e infumable y ampliamente superada por Jacques de Baroncelli en 1942, un cineasta anatematizado por Rivette y cia. Pero aún quedaba lo peor: su despedida que no fue precisamente en “beauté”’, 36 vues du Pic Saint-Loup (2009) un rancio bodrio. Este obituario no ha pretendido ser cruel, pero si poner las cosas en su sitio – según mi entender – sobre uno de tantos cineastas sobrevalorados de la nouvelle vague. Salvemos de lo que nunca fue ni nueva ni ola a Rohmer, Chabrol y algunas obras de Truffaut. El excelso Alain Resnais siempre jugó en otro terreno. Afortunadamente.

Luis Betrán


Filmografía

Aux Quatre Coins (1949)
Le Quadrille (1950)
Le Divertissement (1952)
Coup du berger (1956)
Paris nous appartient (1960).
La Religieuse (La religiosa, 1966), siguiendo a Diderot.
L'Amour fou (1969).
Out 1 (1971).
Out 1: Spectre (1972).
Céline et Julie vont en bateau (Celine y Julie van en barco, 1974)
Duelle (1976).
Noroît (1976).
Le Pont du Nord (1982).
L’amour par terre (El amor por tierra, 1984)
Hurlevent (Cumbres borrascosas, 1985), versión de la novela de Emily Brontë.
La bande des quatre (La banda de las cuatro, 1988).
La belle noiseuse (La bella mentirosa, 1991).
Divertimento (1993), versión breve de La belle noiseuse.
Jeanne la Pucelle (Juana la virgen, 1994); sobre Juana de Arco, en dos partes: "Les Batailles" et "Les Prisons".
Haut bas fragile (Alto bajo frágil, 1995).
Secret défense (Confidencial, 1998).
Va savoir (Vete a saber, 2001)
Histoire de Marie et Julien (La historia de Marie y Julien, 2003).
Ne touchez pas la hache (2007, La duquesa de Langeais), según la novela de Honoré de Balzac: La Duchesse de Langeais.
36 vues du Pic Saint-Loup (2009).