jueves, 27 de abril de 2017

AKI KAURISMAKI (3)



LAS PELÍCULAS DEL GRAN FINLANDÉS

HAMLET SE VA EN VIAJE DE NEGOCIOS (1987)

De nuevo Kaurismaki en una distopía que no es tal. Es asombroso cómo el gran cineasta finlandés puede despachar el "Hamlet" de Shakespeare en menos de hora y media, llevarlo a su terreno, atacar al capitalismo, mezclar en la banda sonora a Shostakovich y el más agresivo rock, resolver de forma genial el suicidio de Ofelia, traer a escena al fantasma del papi de Hamlet - que en el film se llama Hamlet - y le informa a su gordezuelo y feo retoño por teléfono de la manera en que se lo cargaron su esposa (mamá de Hamlet) y...

Pero el problema radica en que Hamlet solo hereda el 51% de las acciones de la fábrica de patitos de plástico del progenitor apiolado. El Hamlet kaurismakiano tomará, no obstante, cumplida venganza, a tiro limpio o bien sirviéndose de una curiosa arma: una radio antigua muy adecuada para empotrarla en la cabeza de un mafioso. Porque en esta película también se habla de la mafia y todos son gánsteres salvo la infeliz Ofelia. Otra Vez Kaurismaki recurre al film noir y, naturalmente, en explosivo blanco y negro y con su troupe habitual de intérpretes.

Este universo que nos resulta tan cercano y en el que parece que lo único que importa es el vil metal, logra no traicionar a Shakespeare y ser fiel a su poética mutando la metafísica por la rapiña. Tan ingeniosa como "La vida de Bohemia", tan bressoniana como "Crimen y castigo", tan seca como "Las manos sucias" (pieza teatral de Jean-Paul Sartre), tan cómica como trágica, este "Hamlet" que es Hamlet aunque no lo parezca es otro logro absoluto de este fascinante director al que no toda la crítica la he hecho la justicia que merece. Y es que a nuestro hombre le importa un pimiento el cine del "nuevo Hollywood" y el de los "herederos" de la "nouvelle vague" que ni fue nueva ni fue ola. Y eso no lo perdona "Cahiers du cinéma" y las revistas clónicas españolas.

ARIEL (1988)

Inmediatamente después de Sombras en el Paraíso, Aki Kaurismaki volvió a adaptar un texto clásico (como lo había hecho con su debut de 1983, Crimen y Castigo), trayendo un tinte noir a Shakespeare con su sátira en blanco y negro del crimen corporativo: Hamlet se va en viaje de negocios (1987). Para su próximo proyecto, sin embargo, el director anunció que haría una secuela a "Sombras en el paraíso", que había sido un éxito, ganando el premio Jussi (el equivalente finlandés del Oscar) para la mejor película. Ariel (1988), recuerda "Sombras en el paraíso" en su caprichosa relación central, su enfoque infalible en la gente que busca una vida mejor, y su retrato de las medidas desesperadas que toman para escapar de su aislamiento.

En cierto sentido, el director finlandés se acerca al neorrealismo clásico. Pero en las manos de Kaurismaki, la búsqueda de un trabajo seguro que proporciona el drama para "Limpiabotas" y "Ladrón de bicicletas", las obras maestras de Vittorio De Sica junto a "Umberto D", se convierte en una comedia breve, divertida, aunque igualmente compasiva. Al igual que "Sombras en el paraíso", Ariel comienza con un marco inmóvil en el que los trabajadores marchan, esta vez, siendo un grupo de mineros del carbón subiendo una escalera. Taisto (Turo Pajala) acepta algunas palabras finales de sabiduría y el regalo de un Cadillac convertible usado de su padre y compañero de trabajo, de quien luego se separa y deja su Laponia para viajar a Helsinki, con la vaga esperanza de algo mejor. La suerte la tendrá de otra manera, sin embargo, y Taisto se encuentrará como un pequeño pez en un gran estanque fangoso.

No obstante, Kaurismaki le da a Taisto una gracia salvadora, una relación amorosa: la madre soltera divorciada Irmeli (Susanna Haavisto). Taisto e Irmeli se encuentran en los extremos opuestos del espectro del empleo: mientras que el primero no puede mantener un trabajo, ella está viviendo de una serie hilarante e infinita de ellos, desde la limpieza del metro a la ama de llaves o a la guardia de un banco. El propio Kaurismäki proviene de una familia obrera y tiene su propia lista cómicamente larga de oficios de su juventud - cuarenta en total asegura, entre ellos el encargado del puerto, el trabajador de mantenimiento y el lavaplatos, sin mencionar su eventual trabajo como crítico de cine y guionista - haciendo de los asuntos difíciles de Taisto e Irmeli, un relato con tintes autobiográficos.

Al igual que en "Sombras en el paraíso", Kaurismäki dirige "Ariel" con una mezcla de austeridad y calidez que otorga una potencia y una franqueza casi increíbles, a pesar de la reticencia emocional de sus personajes. Cuando "Ariel" toma un giro a la izquierda en territorio noir, la película nunca se rompe: un sudor manteniendo su encanto inmóvil incluso en medio de las muertes por disparos y fugas de la prisión. La elegante combinación de idiosincrasia visual de la película (una imagen tardía de la tapa del convertible que se cierra lentamente sobre un cadáver es a la vez humorística y desgarradora) y los tropos narrativos fiables ayudaron a que sea un gran avance para su director. Ganó los premios del festival y de la crítica en Moscú y los Estados Unidos. "Ariel" probó la sensibilidad pop sorprendentemente traducible de Kaurismaki. Su banda sonora de los estándares americanos ("Over the Rainbow" en finlandés) y la música indígena (tango finlandés) es exótica y familiar, al igual que su historia de la lucha humana. Otra obra maestra de este grandísimo cineasta.

Luis Betrán

jueves, 20 de abril de 2017

AKI KAURISMAKI (2)




LAS PELÍCULAS DEL GRAN FINLANDÉS

Crimen y castigo (1983), el inicio

Son muchas las versiones cinematográficas de "Crimen y castigo", y ninguna de las que yo he visto es satisfactoria, con dos excepciones: Woody Allen y Aki Kaurismaki. El judío neoyorkino consigue con "Delitos y faltas" quizá su mejor película, que luego repetiría en Londres menos complejamente en la excelente "Match Point". El maestro finlandés, en su primer largometraje lleva al genio ruso a su terreno y logra un film duro, áspero, en el que nunca sabremos si el asesino es víctima de la culpa o no. No acabará bien. Pero ¿acaso no es eso lo que desea? Film de una precisión y capacidad de síntesis admirables. Kaurismaki despacha el tremendo, en todos los aspectos, novelón en hora y media. No necesita más. Primera película, primera obra maestra

Esta es, en efecto, la primera película del cineasta finlandés Aki Kaurismaki, y ya se están desarrollando algunos de sus temas y preocupaciones más reconocibles en preparación para las películas más icónicas que aún están por venir. No me atrevería a llamar a esta adaptación particular de la obra histórica de Dostoievski un clásico, ya que hay algunos bordes ásperos y una sensación general de las sensibilidades europeas genéricas familiares del drama televisivo. Pero todavía la recomendaría encarecidamente como una experiencia digna, especialmente a cualquiera familiarizado con el trabajo posterior de Kaurismaki, como una oportunidad para ver cómo su estilo único y completamente personal se ha desarrollado y evolucionado. En un sentido particularmente impresionante de la dirección, la película se abre con una foto en primer plano de la mosca arrastrándose sobre un zócalo salpicado de sangre en alguna casa de matanza anónima de Helsinki. Una cuchilla baja y corta la mosca en dos (homenaje a Buñuel vía "Un perro andaluz"). Inmediatamente, la música ominosa comienza a jugar y estamos sometidos a un ataque de matanza repetitiva y sin emoción.

Cómo hombres jóvenes, impasibles, en ropa de trabajo, limpian la carne de los huesos, ven a través del nervio y la manguera por los charcos de sangre recogidos bajo una procesión de cadáveres de cerdo. Con este tipo de introducción vemos a Kaurismaki estableciendo las imágenes de un asesinato de corazón frío y una brutalidad total y sin precedentes que seguirá hacia la escena siguiente. También funciona como una hábil introducción a nuestro personaje central Rahikainen, un ex abogado convertido en carnicero, todavía atormentado por la pérdida de su prometida algunos años antes. Al igual que con el libro, la interpretación de Kaurismaki de Crimen y Castigo examina el intento hecho por el personaje central de "matar un principio", así como las nociones conflictivas de rectitud y culpabilidad. Esto es obvio desde el principio, con la escena en el matadero estableciendo la atmósfera continua y los elementos más amplios de la interpretación encontrados en todo. Significa que cuando finalmente veamos a Rahikainen ir al despacho de un hombre de negocios de mediana edad y dispararle matándole. La falta de emoción y cálculo frío robótico presente en su lenguaje corporal y personalidad es como un eco de la escena en la que mató la mosca o cuidadosamente rompió la caja torácica de carne cruda.

Mientras Rahikainen se sienta en silencio contemplando - pensando en sus acciones mientras su víctima está muerta en el suelo -, una joven entra en la habitación y desencadena una cadena de eventos que obligarán al personaje a pensar con más detenimiento sobre por qué decidió cometer un crimen. Así como arrojar elementos de duda sobre su noción de asesinato. Obviamente, hay tonalidades mucho más profundas de drama: soledad, desesperación apática, el deseo de escapar (no sólo de sus circunstancias, sino también de su yo) y las especulaciones sobre el crimen y el castigo. Lo que significan para el individuo. Estas ideas se dan con un peso adicional por las actuaciones verdaderamente grandiosas, con Markku Toikka creando un personaje inquietante cuyas verdaderas creencias, sentimientos e intenciones permanecen vagas y enigmáticas, mientras que Aino Seppo como la niña presenta el aspecto más esperanzador y tierno. 

Aunque la ironía fría y el humor de las películas posteriores de Kaurismaki está quizá menos formado de lo que eventualmente se convertiría, todavía hay rastros de él que comienzan a tomar forma. Sin embargo, este "Crimen y castigo" es ya una fascinante muestra de la mente creativa de Kaurismaki. Una impresionante primera película de un cineasta increíblemente talentoso.

Luis Betrán

martes, 11 de abril de 2017

AKI KAURISMAKI EN ESPAÑA


DOS ENTREVISTAS
Begoña Pina pregunta a Aki Kaurismaki

MADRID.- Prepararse para hacer una entrevista a Aki Kaurismäki, uno de los más grandes cineastas vivos, heredero del cine humanista de Ozu, Renoir, Ford, Chaplin…, pone un poco los pelos de punta. Impone su descomunal talento, pero, honestamente, da casi miedo por la fama que arrastra. Bebedor, arisco, de pocas palabras –“la gente habla demasiado, sobre todo en las películas”-, imprevisible… ¿Cómo es ello posible siendo el autor de obras maravillosas, tan profundamente humanas y emotivas? ¿no es casi ridículo llevar cuarenta años retratando con inmensa ternura y sensibilidad a los trabajadores, ahora también a los refugiados, y no empatizar con otros seres humanos?

“Soy un hombre sensible, aunque no lo parezca”. Este finlandés alto, grande, con 60 años recién cumplidos, es especial. Sentado en una terraza de un bar de Vigo —la barbilla pegada al pecho y mirando siempre desde abajo—, espera que termine la proyección de su nueva película, "El otro lado de la esperanza". Otra ración de gran cine, de cine único, de conmovedoras relaciones humanas, de un sentido del humor y un absurdo bravísimos y puros, y, también, de pesimismo y desaliento.

No quiere hablar de trabajo hasta que no llegue el momento de la entrevista. Su vida en Portugal, cómo llegó allí, sus perros, el vinho verde, el albariño, el cine mudo de Lubitsch, Laurel and Hardy, una proyección de Roma città aperta en la que cortaron las cabezas de Anna Magnani y Aldo Fabrizi, la lógica del idioma finés, el ancho de las vías de tren en España y Portugal, la inquina hacia los noruegos, la tristeza de vivir sin sol, la guerra civil de Finlandia… Aki Kaurismäki es un ser humano entrañable, divertido y un colosal artista.

Después de La chica de la fábrica de cerillas, Un hombre sin pasado, Ariel, Leningrad Cowboys Go America, Luces al atardecer, Le Havre… Ahora El otro lado de la esperanza, por la que ha merecido el Oso de Plata a la Mejor Dirección en Berlín. Historia de Khaled, un joven sirio que llega a Helsinki, y de Wikhström, un comercial que cambia de negocio y abre un restaurante sin mucho futuro. Este encuentra al chico, que ha huido del centro de refugiados, al lado de los contendores de basura de su local y le ofrece techo, comida y trabajo.

“Es, hasta cierto punto, una película tendenciosa que intenta influir sin el menor escrúpulo en las perspectivas y opiniones de los espectadores, al mismo tiempo que manipula las emociones para conseguir su objetivo. Y dado que estos esfuerzos fracasarán, espero que al menos quede una historia recta y melancólica con toques de humor, una película casi realista en torno a algunos destinos humanos en el mundo de hoy en día”.
Siempre ha contado historias de trabajadores, ahora también de refugiados…

Con su cine, usted se revela como cronista de su tiempo, pero lo hace con historias atemporales…

La atemporalidad quizá surja de la juventud. Mi padre era vendedor puerta a puerta, íbamos de ciudad en ciudad, hacíamos unos amigos y ¡paf! nos mudábamos. De joven yo también pasé unos meses trabajando de lavaplatos, en la construcción… Solo fui a la Universidad tres meses, porque me aburrí. No descubrí la verdad en la Universidad. El único trabajo que me gustó de verdad fue el de peón de albañil, preparando la masa del cemento… bueno, y el de lavaplatos.

¿Qué tiene de especial ser lavaplatos?

Trabajaba en el Gran Hotel de Estocolmo. Había unas máquinas lavaplatos de sesenta metros. Un hombre se ponía en una puerta y otro, en otra. Mi compañero era de Marruecos y un día me dijo que salía cinco minutos y que si me podía ocupar yo de su lado también. No volvió y yo me quedé con las dos puertas. El capitalista se dio cuenta de que un hombre podía hacer el trabajo de dos y nunca contrató a otro.

¿Chaplin en ‘Tiempos modernos’?

Chaplin en ‘Tiempos modernos’. A mí me daba igual estar encima, a un lado, a otro lado de la máquina y, de vez en cuando, sacaba la cabeza y sonreía. De 7 de la mañana a 5 de la tarde trabajaba en el hotel. Luego iba a lavar platos a otro restaurante de 5,30 a 12 de la noche. En los dos libraba un día a la semana y coincidía el día, así que ese día iba a trabajar a otro restaurante a lavar platos. Así estuve cuatro meses, trabajando 17 horas diarias 7 días de la semana. Era una forma de mostrarme a mí mismo que era capaz de hacer un trabajo así antes de empezar a hacer este trabajo deshonesto que es el cine.

Y ¿después de esos cuatro meses?

Volví a Helsinki. Entonces cuando veía a alguien en la calle pidiendo le daba 100 marcos finlandeses, como 100 euros. Me quedé sin dinero en dos semanas. Y volví a la construcción. Por eso no he perdido aun ningún pulso, siempre gano. Aunque ahora ya estoy viejo y hago músculo cortando leña. En una película solo estás diciendo “haz esto, haz lo otro” y el bíceps se vuelve palito, claro. En este momento no me atrevo a hacer un pulso ni con mi ahijado que tiene ocho años. Y antes de esto…

¿Antes de la construcción y los trabajos de lavaplatos?

Sí, antes de Estocolmo. Estaba en Finlandia en una planta de papel. Era un edificio grande y estábamos solo tres trabajadores. Dos estaban en una especie de vitrina dando a los botones y yo corriendo de una máquina a otra, y cuando una paraba, la limpiaba. Siempre estaba mirando todo, controlando todo… ‘Tiempos modernos’.

Habla de Chaplin, pero ¿no se siente usted más heredero del cine humanista de Ozu, Renoir…?

Ozu es humanismo y arte, un gran artista del cine. Y con esto no estoy diciendo que el cine sea arte. En ‘El otro lado de la esperanza’ he intentado copiar al gran maestro Chaplin, por eso la película es tan torpe, porque yo no soy un gran maestro y nunca lo voy a ser.

En este momento de la entrevista, en la azotea de un hotel en Vigo, Aki Kaurismäki se queda callado y de pronto dice: “Cuando veo tu reflejo en la mesa me recuerda el final de ‘Nazarín’ (Buñuel), cuando aparece la piña y suenan los tambores de Calanda”. Otro silencio y, también repentinamente, se disculpa: “Lo siento, me he ido de la pregunta”.

Le preguntaba si no se siente heredero del cine humanista de Ozu, Renoir, Ford…

Espero no parece vanidoso si digo que alguien tenía que ser el heredero. ¡No se puede perder una herencia así! Incluso el humanismo no hay tanta gente que sea capaz de trasladarlo al cine. Aun así, el humanismo tiene que existir incluso en las películas malas. Nunca fui a una escuela de cine, era demasiado cínico. Todo lo que sé fue de ver cine. Ford, Ozu, Lubitsch, Renoir, Howard Hawks… Hace cincuenta años proyectaban Una mujer de París (Chaplin) en Múnich, hice autoestop hasta allí para verla. Era un apasionado total.

En ‘El otro lado de la esperanza’ vuelve, una vez más, a implorar ternura y solidaridad.

La maquinaria es fría y sin solidaridad no tenemos nada. Creo que la última esperanza de los seres humanos es la solidaridad, pero por desgracia cada vez hay menos. Siempre queda el mañana… aunque aún es más horrendo que el hoy. Pero nunca hay que rendirse.

Cuando sus personajes ayudan al refugiado sirio están cometiendo una ilegalidad, el Gobierno no permite que unos seres humanos ayuden a otros. ¿Es una llamada a la desobediencia?

No hay nada sorprendente en hacer algo que está bien. En el centro de refugiados, la mujer que trabaja allí durante un momento es un ser humano. Cualquier cosa contra el sistema es legal, porque el sistema es ilegal. Está basado en el capital. Y el capital nunca llega legalmente, el dinero crece gracias a la ilegalidad. Por tanto, estar en contra del capital es moralmente legal. Equilibramos las cosas. Con el problema de los refugiados hoy hemos despreciado completamente el pasado, la memoria, el tiempo… nos olvidamos de la ayuda de otros países ante en la Historia. Finlandia hoy no es peor que otros países europeos. Por lo menos, Finlandia finge, pero no es peor. Los peores países hoy en Europa son Hungría, Polonia y Chequia. No acogen a nadie. Finlandia los acoge, aunque luego los devuelve.

Los neonazis aparecen en esta película. Es la respuesta de esta Europa a la llegada de refugiados. ¿Usted cree en la Unión Europea?

Debería haber otra forma desde la Unión Europea. Mientras los europeos respetemos a los gobiernos que no tienen derecho moral a gobernar, estaremos perdidos. Si no alzamos la voz como europeos, estamos perdidos. Europa, si todavía existe, no acepta a los refugiados. Tenemos que empezar a comportarnos como seres humanos de verdad. La idea de Europa, de hecho, está más o menos perdida. Y es, como siempre, por el capital.

‘El Capital’, de Karl Marx.

Karl Marx, Das Kapital, nunca ha tenido tanta razón como hoy. La idea de Marx del comunismo donde todos aman al prójimo es muy optimista, pero la teoría da en el clavo. Sea como sea, hemos perdido la partida. Lo siento, soy un hombre muy sensible, a pesar de no parecerlo.

Su sentido del humor le delata.

No sé si es humor finlandés, no sé si se consigue jugando al ping pong, pero la vida es aburrida, todos deberían tener sentido del humor. Como cineasta intento hacer reír, pero la verdad es que cuando veo una película mía, lloro… Y tengo mis razones.

Lo dijo con su anterior ‘Le Havre’ y vuelve a decirlo ahora, que es su última película. ¿No le da el mundo y el ser humano razones suficientes para seguir haciendo cine?

Ha sido una muy buena razón los últimos cuarenta años. En el 68 yo era un jovencito, pero hay un tiempo para todo. Ahora me gustaría vivir, aunque no sé cómo, siempre he trabajado. Llevo el trabajo en mis venas, en mi sangre.

Begoña Pina

Está claro que Aki Kaurismäki es un director de ideas fijas. Los ingredientes que lleva tres décadas usando para hacer su cine -humor impasible, deliciosos anacronismos visuales, desarmante sencillez narrativa y personajes que hacen cosas muy absurdas muy en serio- son los mismos que contiene su nueva película, por la que obtuvo el premio al mejor director en la pasada Berlinale. Segunda entrega de una trilogía sobre el drama de los inmigrantes, 'El otro lado de la esperanza' convierte las tribulaciones de un refugiado en Helsinki en un canto a la solidaridad y la decencia.

¿Qué le impulsó a querer dedicar una trilogía al drama de los refugiados en Europa?

Yo nunca he creído ser muy listo pero ahora, por culpa de los líderes políticos, me siento un idiota. Nací en Europa y fui educado como europeo, pero hoy me avergüenzo de ello. La democracia occidental ya no sigue las reglas básicas de la auténtica democracia. Hemos olvidado que los refugiados son gente que ama y necesita ser amada, que tiene una historia y unos sentimientos, y que sufre. Y sufre sobre todo a causa de nuestra indiferencia, y al trato inhumano que les damos.

Tras situar 'Le Havre' (2011) en Francia, en la nueva película ha vuelto a Finlandia. ¿No es mejor allí el trato a los refugiados?

Todo el mundo cree que los países nórdicos son un paraíso del bienestar, y eso es una patraña. En mi país actualmente a los inmigrantes se los trata como si fueran basura. Ojo, la gente de a pie es magnífica y se esfuerza para ayudarles, pero el Gobierno y los funcionarios hacen lo que pueden por evitar que entren o echarlos. Si mi Gobierno sigue así pienso quemar mi pasaporte finlandés.

Se le suele considerar un director misántropo, pero en realidad su cine está lleno de humanismo. ¿Cómo se definiría usted?

Parezco un tipo frío, pero soy un sentimental. Cuido mucho de los demás, aunque de mí mismo no cuide nada. Sin solidaridad nuestra vida está hueca. Yo llegué a pensar que mis películas podrían cambiar el mundo, o al menos cambiar Europa. Ahora me conformo con que cambien a tres o cuatro personas. En todo caso, quiero creer que la humanidad puede enderezar su rumbo a pesar de que hasta los perros tienen más bondad que nosotros. ¿Cómo? No veo otra solución para salir de este pozo de miseria que matar a esa minoría que posee toda la riqueza del mundo. Hay que exterminarlos, a los ricos y a los políticos que les lamen el culo. Ellos nos han llevado a esta situación en la que los valores humanitarios no valen nada. Si no lo hacemos, nos matarán ellos a nosotros.

Suena usted apocalíptico.

Nunca había sido tan pesimista como lo soy ahora. Supongo que tarde o temprano acabaré suicidándome. Después de todo, suicidarse es algo muy finlandés. Nuestro problema es que no tenemos suficientes horas de luz solar. Nos falta vitamina D, y eso nos deprime.

Una vez dijo que, mientras hace una película, la mitad del tiempo está sobrio y la otra mitad, borracho. ¿Lo mantiene?

Es que cuando bebo no soy capaz de escribir, así que durante el proceso de guión estoy sobrio, y durante el montaje también. Pero puedo dirigir y beber a la vez, así que cuando dirijo, bebo. Pero cada vez menos.

La de los refugiados es la tercera trilogía de su carrera. ¿Por qué esa costumbre de agrupar su cine en tríos?

Porque soy un vago, y necesito hacer planes futuros para mantener la energía. Dicho esto, a lo mejor esta trilogía tendrá solo dos películas. Eso no lo ha hecho nadie nunca antes, ¿no? Sé que esto ya lo he dicho en el pasado, pero ahora va en serio: es posible que no haga más películas. He pasado demasiado tiempo haciendo cine, y estoy cansado. Prefiero pasar los días recogiendo setas. Al fin y al cabo, mis películas son una mierda.

Nadie más parece compartir esa opinión.

Como siempre digo, aunque la frase no es mía, en el mundo de los ciegos el tuerto es el rey.

¿No hay ninguna de sus películas que le guste?

Algunas no me parecen odiosas, pero no he hecho ninguna que me pareciera satisfactoria. De lo contrario, me habría retirado justo después de hacerla. Y ahora ya llego tarde, porque estoy hecho una birria física y mentalmente. Aun así, si dentro de cinco años sigo vivo, es posible que haga otra película. Incluso puede que sea la comedia más optimista de toda mi carrera.

Nando Silva

Traido por Luis Betrán