miércoles, 18 de noviembre de 2015

DOSSIER THEO ANGELOPOULOS (4)

LAS MAYORES OBRAS MAESTRAS
 
ELENI (2004)


 "Eleni" (nombre de la mujer protagonista que no es sino la propia Grecia) es le primera parte de una trilogía concebida por el maestro Angelopoulos para contarnos la historia de los últimos 50 años de su país tomándose las licencia que a todo artista le son permitidas. Quizá sea la obra cumbre de uno de los cineastas esenciales de esa cincuentena a la que me he referido y, por supuesto, el más importante director griego de todos los tiempos. El grito desgarrador con que concluye esta pieza magna cultural y artística es impresionante. Pero lo que vino despues fue una historia muy triste. Angelopoulos filmó la segunda parte de "Eleni" en 2008 con el título de "The dust of time" (El polvo del tiempo) con un presupuesto holgado y reparto internacional: Irene Jacob como Eleni, Bruno Ganz, Michel Piccoli, William Dafoe.... pero el resultado fue un terrible fracaso comercial que no artístico. En varios paises europeos, entre ellos España, ni siquiera llegó a estrenarse. En 2011 Angelopoulos inicia la tercera parte de su trilogía, "El otro mar" que iba a versar ya sobre la Grecia de ese año y los gobiernos de Samaras. Pero a principios de 2012, en el mes de enero el director es atropellado por un motociclista cuando se dirigía a filmar exteriores en un barrio de la periferia de Atenas. Tenía ya 76 años y era muy corto de vista. Pero el hombre de la moto, que resultó ser un policía, no se molestó en avisar ni a urgencias ni a ambulancia alguna. Cuando por fin fue atendido ya era tarde y falleció prácticamente desangrado. ¿Muerte a asesinato de Estado?. La incógnita permanece en el aire. El Gobierno griego arrojó innumerables cortinas de humo a los investigadores y Angelopoulos fue enterrado con mucho oropel y boato. A día de hoy todo esto está olvidado......no para todo el mundo. Theo Angelopoulos fue un cineasta a la altura de un Bergman o un Antonioni,con un estilo propio caracterizado por la ucronía temporal y el uso de largos y maravillosos planos secuencia. Sus películas fueron multipremiadas en todos los Festivales habidos y por haber. En 2008 acudió en persona al Festival de Cine de Huesca, solo por el honor que, segun sus palabras, suponía recibir un premio que llevaba el nombre de Luis Buñuel. Tuve la oportunidad de charlar con él, en francés, durante una media hora gracias a los buenos oficios del hombre que consiguió que fuese a Huesca y que fue íntimo amigo mío ya fallecido. Era un hombre bajo de estatura, absolutamente calvo, educadísimo y que tuvo el detale de dedicarme un libro dedicado a su figura. Naturalmente tengo la cinta de esa conversación y la guardo como uno de mis más preciados tesoros. Grande, grande Angelopoulos.

VIAJE A CITERA (Taksidi sta Kythira), 1984

Tan solo 137 min. dura esta maravillosa película en la que Angelopoulos se abre al presente sin dejar por ello de tener en cuenta el tiempo pasado sobre el que reflexionó en las portentosas "El viaje de los comediantes" (O thiassos) y "Alejandro el Grande", films que rozan las 4 horas de duración. "Viaje a Citera" propone la descripción de una crisis de conciencia en los 80, tan estrictamente contemporánea de aquellos años como abrumada por un pasado que no puede olvidar. Aquí el presente y el pasado se entrelazan simbólicamente, conviven en una complementaria dureza, se contemplan e intercambian razones y desdichas, se dan luz y amargura el uno al otro, se conjugan en una sinfonía precisa, reveladora, extraordinaria. Junto a la crisis de una conciencia sumida en la incertidumbre, la desesperanza y la resolución propias de un presente adormecido, estupefacto e inmóvil, atenazado en la incredulidad de las soluciones, replegado sobre si mismo y absorto en la languidez de los titubeos, "Viaje a Citera" expone con inusitada lucidez el pasmo de una conciencia heredera de las luchas e ilusiones de otro tiempo político no tan lejano pero ya eclipsado definitiva e inexorablemente. Solo un poeta de la inteligencia como Angelopoulos fue capaz de visionar la Grecia del presente y, aún, el de Europa incluida España. Cuando camina ensimismado en sus preocupaciones por realizar una película, un director de cine - evidentemente el propio Angelopoulos - se encuentra por la calle ("La ciudad te seguirá y en cada una de sus esquinas te harás viejo", Kavafis) a un anciano que se le antoja el actor ideal, el cuerpo idóneo para representar el papel de un ex-partisano que retorna a su país natal despues de 30 años de exilio en la URSS. Decide seguirle y empieza a imaginar con él la película que desea hacer. Su film soñado deviene desde ese instante real y configura la práctica totalidad de "Viaje a Citera". A través de él , el maestro griego nos desvela un día a día poco menos qu insoportable. Sólo una mujer, la hermana de este cineasta en trance, es capaz de verbalizar una respuesta en contra del vértigo de la indeterminación de todas las abstracciones ideológicas que han generado su infierno íntimo, una respuesta impregnada de dolor y enunciada a modo de agresiva justificación con escasas palabras: "Veo con horror y alivio que ya no creo en nada. Por eso retorno a mi cuerpo. Es lo único que hace que me sienta viva" Si bien "Viaje a Citera" es una película más asequible que ls precedentes ya que su desarrollo es lineal y transparente, no por ello Angelopoulos ha renunciado a su peculiar, tensa y bellísima escritura. La elección del actor italiano Giulio Brogi, ninguna estrella a lo Mastroianni, no es casual. Fue el protagonista de "La estrategia de la araña", discutible y hermosa película de Bernardo Bertolucci basada en el cuento de Borges "Tema del traidor y el héroe". Y es que el fabuloso universo borgiano no anda muy lejos de las metáforas poéticas y políticas de Theo Angelopoulos. "Viaje a Citera", sostenida por una fotografía impresionante en color de Yorgos Arvanitis y una música excepcional de Eleni Karaindrou, es una obra maestra insoslayable.

LA ETERNIDAD Y UN DÍA 

(Mia aioniotita kai mia mera, 1998)
”Una vez te pregunté: ¿cuánto dura el mañana? Y me respondiste: La eternidad y un día”. Un escritor enfermo (Bruno Ganz) al que le queda poco tiempo de vida, conoce por casualidad a un pequeño refugiado albano (Achileas Skevis) con quien establece una bonita relación de amistad. No hay mayor misterio en la vida que el de la muerte. Enfrentarse con ella es un acto que todos debemos emprender tarde o temprano. Ella nos arrebatará lo que un día fuimos y nos impedirá ser lo que ya nunca seremos. Nada condiciona tanto al ser humano como precipitarse hacia su propio final. Es curioso que sea con su llegada cuando más sintamos la vida. Mirarla a la cara supone también mirarnos a nosotros mismos. Saber lo que nunca haremos nos invita a reflexionar sobre lo que hemos hecho. En esa tesitura se halla Alexandre, protagonista de Mia aioniotita kai mia mera, una de las mejores películas de Theo Angelopoulos. Ganadora de la Palma de Oro de Cannes en 1998. Resulta difícil encontrar a un director cuya escritura se asemeje tanto a las teorías de espacio y tiempo de Henri Bergson como Theo Angelopoulos. En el autor de Paisaje en la niebla, al igual que en el filósofo francés, la concepción del tiempo es unitaria. El pasado forma parte del presente, y el ayer es tan real como el ahora. Con un simple movimiento de cámara, el cineasta griego es capaz de pasar de un siglo a otro con naturalidad, sin que ello parezca abrupto. Sus transiciones temporales son sublimes y sutiles. En ese sentido, el filme que nos ocupa quizá sea el que mejor ilustra lo expuesto. Hay una secuencia en la que Alexandre escucha a su hija leer una carta escrita tiempo atrás por Anna (Isabelle Renauld), su difunta esposa. Mientras lo hace sale a tomar el aire a la terraza del edificio. De repente, ya no está en el piso de su hija, sino en la casa junto a la playa donde se crió. El presente se ha convertido en pasado. Él continúa siendo viejo, pero todo a su alrededor ha rejuvenecido. Las palabras de su esposa han pasado del papel a su propia voz. Alexandre conversa con ella. La finalización de la lectura de la carta por parte de su hija, pone fin al recuerdo vivido. Alexandre vuelve al presente. Lo mismo ocurre en otras ocasiones: el pasado penetra en el presente sin aviso. Algo similar sucede con la historia del poeta comprador de palabras que Alexandre va narrando al niño albano durante la película: “Érase una vez un poeta en el siglo pasado. Un gran poeta. Era griego, pero creció y vivió en Italia. Un día, supo que los griegos, entonces bajo el yugo otomano, habían tomado las armas para reconquistar su libertad. Entonces sintió despertarse en él su país perdido, sus años de infancia en la isla, el rostro de su madre que siempre vivió allí. Ya no pudo descansar, caminaba, deliraba. Cada noche, veía a su madre en sueños con su vestido blanco de novia que le llamaba…”. En La eternidad y un día el pasado no sólo se rememora; se hace realidad. Por ello no sorprende ver al poeta, ataviado según la moda del siglo XIX, subir al mismo autobús que el protagonista y su pequeño acompañante han tomado previamente. Alexandre incluso se dirige a él; quiere encontrar las palabras que le faltan para completar su obra inacabada. Aquellas que el mismo poeta compraba entre la gente pobre para escribir sus versos en una lengua tristemente olvidada. Esa es su última misión antes de partir hacia la otra orilla. El actor suizo Bruno Ganz ofrece una de las grandes interpretaciones de su carrera. Junto a él destaca la ingenuidad de Achileas Skevis, uno de esos ángeles sin hogar a los que la barbarie bélica ha obligado a emigrar a edad temprana. Los dos conforman una de las parejas más singulares y entrañables de la historia del cine europeo. La hermosa música de Eleni Karaindrou envuelve la sucesión de largos planos secuencia que definen cualquier trabajo del cineasta griego. Una vez más, Angelopoulos sienta cátedra con su medida puesta en escena. Concluyo señalando que la acción de la película se desarrolla en un solo día. El resto….  es eternidad…

ALEJANDO EL GRANDE 


(Magalexandros, 1980)
"Magalexandros" puede considerarse como la clausura de la primera época del cine de Angelopoulos.La Historia deja paso a la leyenda y la política, de izquierdas, hace su entrada de forma inequívoca. Esta es una soberbia película a la que solo perjudica la formidable lentitud de su tiempo. El espectador está sometido a una desmedida exigencia. Las coordenadas que la inspiran son básicamente dos: un acontecimiento histórico consistente en la la captura y masacre de un grupo de diplomáticos y aristócratas ingleses a finales del siglo XIX. Luego la figura de Alejandro el Grande, pero no la del mítico conquistador macedonio hijo de Filipo y alumno de Aristóleles, sino la de su caricatura: un presunto libertador incapaz de hablar pero que no duda en matar y al que sus paisanos divinizan. Lo real se subsume así en lo imaginario. Lo concreto en lo abstracto, y lo abstracto adquiere cuerpo de alegoría sobre el poder. El personaje viene servido por un hierático Omero Antonutti, un actor muy ligado al cine de los hermanos Taviani en general y a una de sus mejores películas en particular: "Padre padrone". Con anterioridad Angelopoulos había mirado políticamente a la derecha, el fascismo polarizaba toda su atención. Ahora mira a la izquierda. Su reflexión acomete lo que genéricamente puede comprenderse como socialismo. Abre su relato en la noche de San Silvestre de 1900, precisamente porque considera que el proyecto de transformación socialista s el gran sueño del siglo XIX. Pero a finales del XX, donde se ubica la realización de "Megalexandros", se ha tornado pesadilla. De esta deriva trata esta película fundamental y clave en la filmografía del maestro griego. El falso Alejandro representa el comunismo dogmático, el estalinismo. En mi conversación con Angelopoulos, el cineasta declara odiar el comunismo pero se autodefine como marxista como y freudiano. Tampoco me disipó la duda de si ese bandido y/o partisano fue real o imaginario. Me llevó tres visionados - y es una labor ímproba - tratar de comprender todo el alcance de "Megalexandros". La conclusión del relato me ayudó muchísimo.

Un narrador en off nos recuerda lo que nos dijo al principio: "una vez, en la antigüedad, un rey extranjero quiso apoderarse de las tierras donde vivían nuestros antepasados. Alejandro, que procedía de Eolia y mandaba una tribu de guerreros reunió a los mejores macedonios, expulsó al invasor y liberó a nuestros lares, venciendo pueblos y lenguas adentrándose en Asia. Una tarde mientras observaba el sol hundirse en un gran río, le invadió la melancolía. Esa noche abandonó a sus compañeros y marchó solo, en busca del principio del mundo". Dar a la derrota, la del socialismo travestido en comunismo sanguinario, no deja de ser un gesto filosófico. La melancolía es el comienzo de la filosofía, según Angelopoulos. Obra compleja, aplastante en sus dimensiones y su lentitud, "Megalexandros" es un reto al amante del gran cine de autor. El que consiga dominar a este guerrero cruel, habrá conseguido escalar una de las cimas del cine y la poesía de Angelopoulos. El que sea abrumado por las 4 horas y escasos diálogos de "Megalexandros", podrá intentar un segundo y lento visionado. Borges decía que el tiempo nos desgasa incesante. Cierto, pero lentamente. A cada cual su cine, a cada cual su película de Angelopoulos.

Luis Betrán

jueves, 12 de noviembre de 2015

DOSSIER THEO ANGELOPOULOS (3)

LAS GRANDES PELÍCULAS
 
PAISAJE EN LA NIEBLA (Topio stin omichli, 1988)


Niebla – cómo no – nieve y silencio caracterizan a esta otra cima del cine de Theo Angelopoulos. Además es una aproximación al mundo de los niños, ni autobiográfica ni nostálgica. Tampoco trata del pasado de Grecia, sino del presente y del futuro, lo que no es habitual en el gran poeta griego. ¿Es sueño o realidad lo que venos en la pantalla?, Quede al criterio del que vea la película. Hay quién piensa y ha escrito que esta es la obra más bergmaniana de su autor y, al igual que en el genio sueco, Dios anda por medio. En absoluto, lo que si explicita el film es que los niños parten en busca de un padre inexistente, inventado por la madre y que se encuentra en Alemania.“Paisaje en la niebla” es un film iniciático con algunas similitudes con la asimismo excepcional “Viaje a Citera” (1984). Casi todos las películas de Angelopoulos son viajes líricos con destino incierto y “poemas de lo desolación” como bien observó Manuel Vidal Estévez. “Paisaje en la niebla” también pudo llamarse “Paisaje con árbol”, porque esos niños alcanzar a vislumbrar el árbol de la esperanza y la sabiduría. Tengamos en cuenta que el film de abre y se cierra con sendas citas del Génesis. Igualmente se ha visto en “Paisaje en la niebla” un cuento de hadas. Especulación tremendamente disparatada. Nada hay en esta portentosa película que pueda insinuar un final feliz. Extraordinaria, una más.




"El paso suspendido de la cigüeña"(1991), es la película de Angelopoulos que ha recibido peores críticas y ni siquiera llegó a estrenarse comercialmente en España. Se pudo ver en Filmotecas y Circuitos Alternativos y fue editada en un magnífico DVD. Siempre se la ha comparado con "El apicultor", quizá porque ambas están protagonizadas, magistralmente, por Marcello Mastroiannni. Tras tres visionados, entiendo que "El apicultor" es ciertamente superior, pero "El paso......" ( bello título) no es en modo alguno una obra menor en la filmografía de Angelopoulos. No existen en la obra del maestro griego films mediocres o fallidos. Tan solo podría decirse que "El polvo del tiempo" es irregular, y sus dos primeras películas - "Días del 36" y "Reconstrucción" - son prolegómenos notables de lo que estallaría en la extraordinaria "El viaje de los comediantes". El político que interpreta Mastroianni en "El paso.....", en vez de abismarse en su interioridad ("El apicultor") hasta entregarse a su extinción, prefiere huir a una inhóspita ciudad próxima a una implacable frontera para difuminarse entre refugiados de diversas cataduras y nacionalidades. Pero su objetivo es similar. Renunciar almundo y desaparecer, devenir muerto, al menos civil. Al romper poéticamente con la política y apostar por la disipación, abandona toda esperanza y, con ella, todo temor. El poder no admite más que dos actitudes: la complicidad o la muerte, el elogio o el silencio. Angelopoulos no nos certifica la muerte pero si el silencio. Apuesta, en suma, por la demanda de una nueva forma de comunicación entre los hombres que la última imagen quiere mataforizar. Filmada con los habituales planos secuencia inherentes a la estética de Angelopoulos. Maravilosa la música de Eleni Karaindrou, y un cierto desaprovechamiento de la presencia de la eximia Jeanne Moreau como principal defecto. "El paso...." es cine político de gran categoría, que no cae jamás ni en el panfleto ni el adoctrinamiento. Ni sombra de maniqueísmo alguno. Las reticencias de la crítica no se deben más que a la aversión que en la única que hoy existe, la que procede de la revista francesa "Cahiers du cinéma, se tiene hacia el cine político.....de izquierdas. Un ejemplo: al poco de fallecer, o ser asesinado, Theo Angelopoulas, el inefable académico Santos Zunzunegui en la revista "Caimán" - ardiente defensor del cine sin fondo, solo forma o para ser exactos el cine de la nada al que en un futuro me referiré - crucificaba la obra maestra "La eternidad y un día".....porque el vestuario era de firma Armani.



A veces la memoria nos juega malas pasadas. He tildado a "El apicultor" de obra menor de Angelopoulos. En absoluto, esa obra menor es "El paso suspendido de la cigüeña" en la que también interviene Marcello Mastroianni. "O Melissokomos" es una película transparente y abierta. La más lineal y realista desde un punto de vista argumental. Su final, terrible, es cerrado, no suspende el tiempo para abrirlo a presuntas preguntas. Tambien se sustrae a rutilantes soluciones formales y a los numerosos planos secuencia inherentes a la estética de Angelopoulos. Aristóteles sustituye a Brecht. Es una road movie, un viaje íntimo. El de suprotagonista, Spyros (nombre del padre de Angelopoulos), un hombre ya entrado en años hijo y nieto de apicultores. En un momento decisivo que no contaré, decide abandonar a su familia, disponer de un pequeño camión y cargarlo de las colmenas. El itinerario es largo, su meta el pueblecito en el pasó su infancia. Protagonizada por un inmenso Mastroianni, secundado por un formidable Serge Reggiani. En su trayecto conocerá a una impulsiva adolescente con la que vivirá una frustrada historia de amour fou. De principio a fin, las imágenes de "El apicultor" nos confrontan físicamente con una desolada Grecia, la de la epóca histórica de la Dictadura de los Coroneles, calles vacías, gasolineras poco transitadas, cafetines desiertos, hoteles mugrientos. Todo ello en una película nocturna, con un trataminto de la banda sonora excepcional, mérito de la gran Eleni Karaindrou, interpretada brillantemente por el saxofonista noruego de jazz Jan Gabarek. Film intimista y profundamente visceral, "O Melissokomos" es quizá la película más conmovedora del gran cineasta griego. No creo demasiado atrevido, tras su revisión, considerarla una de las obras maestras de Angelopoulos. Imprescindible.

Luis Betrán

jueves, 5 de noviembre de 2015

DOSSIER THEO ANGELOPOULOS (2)


THEO ANGELOPOULOS EN MEXICO

La última mirada a Theo Angelopoulos
Condolencias, complacencias e irreverencias por Theo
Por José Antonio Monterrosas Figueiras el 10 febrero, 2012

Theo Angelopoulos fue uno de los cineastas de una generación que pretendió cambiar el mundo, de aquellos realizadores de los que cada obra suya era una épica fílmica: física, simbólica y política.

I. La eternidad y un día en Theo Angelopoulos

Theo Angelopoulos

Un pequeño papel pegado en las puertas del Centro de Capacitación Cinematográfica anunciaba lo siguiente: “27 de septiembre Theo Angelopoulos en México”. Era mediados del año 2004 y ésta sería la primera ocasión que el cineasta griego, uno de los más importantes realizadores fílmicos de la segunda mitad del siglo XX, visitaría nuestro país. Ahora sabemos que fue la última al enterarnos de su fallecimiento, a los 76 años de edad, sucedido el 24 de enero. Una hemorragia cerebral y varias heridas ocasionadas por la embestida de una motocicleta en la periferia de la capital griega acabó con una de las miradas más complejas y particulares de la historia del cine en el mundo. Angelopoulos (o mejor dicho Angelópulos) se encontraba filmando El otro mar, en el que la grave crisis económica que sufre actualmente su país era eje temático de la última parte de su trilogía (que conforman Parte I: Eleni, 2004, y Parte II: El polvo del tiempo, 2009). Ironías de la vida son que el ganador de la Palma de Oro del Festival de Cannes en 1998, con La eternidad y un día, terminara muerto así, en un encuentro infortunado entre un vehículo que corría velozmente a las afueras de Atenas y el cuerpo del maestro de la contemplación y de los largos planos secuencia, quien en ese momento buscaba locaciones para lo que ahora es una película inacabada; que sucediera, además, con una motocicleta montada supuestamente por un agente de policía fuera de servicio. Angelopoulos, en su filmografía (conformada por 16 cintas, un cineminuto y tres películas sin terminar) siempre acababa “escapando” de agentes policíacos o militares y durante prácticamente toda su vida tuvo encuentros de diversas formas con ellos. Era mediante la metáfora, la acusmática y la poesía la forma en que se comunicaba con sus espectadores en tiempos de la dictadura en Grecia, como lo cuenta al periodista Pere Alberó en una entrevista sobre la película Días del 36, de 1977, en la que en varias partes de la historia los personajes, por ejemplo, cuando hablan por teléfono no se escucha que dicen del otro lado del auricular, de otra manera Angelopoulos, que tenía ideas de izquierda en tiempos de la derecha en el poder, hubiese sido llevado a la prisión por los guardias que permanecían en cada una de las presentaciones de esa película: “Jugar al escondite con el poder es como una guerrilla. ¿Cuál es el principio de las guerrillas? […] Apareces, desapareces, atacas. Esto es una guerrilla. Así das algo, pero lo que muestras es una desaparición. Algo que no pueden ver. Es un golpe que se da para que los otros comprendan”. El cine para Theo Angelopoulos fue el sitio donde reinventó la Grecia que siempre le faltó, ya que fue un niño que abrió los ojos en tiempos difíciles, un año antes, el 27 de abril de 1935, de la dictadura de Ioannis Metaxás. “Mi vida son mis películas. En todas ellas hay una intensidad, una realización y es ahí donde está mi casa”, así me lo dijo en esa visita a México, en el año de 2004.

II. La mirada de Ulises: un homenaje al cine

Días después de ver aquel papel en las puertas de la escuela de cine resultó que Angelopoulos adelantaría su visita para el 14 de septiembre y permanecería un par de días en Guadalajara y en la Ciudad de México. El realizador vendría a conversar con los alumnos del Centro Universitario de Estudios Cinematográficos (CUEC) y también con los del Centro de Capacitación Cinematográfica (CCC); antes de ello charlaría con estudiantes del Centro de Investigación y Estudios Cinematográficos (CIEC) de la Universidad de Guadalajara (UdeG). Fue la Academia Mexicana de Artes y Ciencias Cinematográficas la que logró la visita del realizador, con su estancia en México se aprovecharía para presentar un ciclo dedicado a su cine y exhibir su trabajo fílmico más reciente: Prado en llanto, con el que iniciaba una trilogía dedicada a la Grecia del siglo XX. Un trabajo realmente épico y del amor trágico entre Eleni y el acordeonista Alexis. Pulcro, estético, riguroso y muy detallado fue ese largometraje de Theo. No es de extrañarse, claro está, después de ver El viaje de los comediantes, de 1975, película de cuatro horas que trata sobre la historia de Grecia de 1939 a 1952, en el que un grupo de comediantes viaja por ese país representando una obra popular llamada: Golfo, la pastorcilla, que siempre es interrumpida durante el filme y todo esto es entrelazado con el mito de los Atridas y la dictadura de esos tiempos. En Prado en llanto se retoman tres tragedias griegas: Edipo rey, Los siete contra Tebas y Antígona. Todo indicaba que estábamos en el inicio de un cineasta que comenzaba a despedirse de este mundo. No es un descubrimiento, por supuesto, Angelopoulos estaba cerca de los ochenta años. Tan esa así que Pere Alberó, estudioso de su cine, realizó un documental, en 2009, sobre su filmografía. En el que Alberó, llama la atención, habla en pasado, como si Theo ya hubiese muerto.
El cine para Theo Angelopoulos fue el sitio donde reinventó la Grecia que siempre le faltó, ya que fue un niño que abrió los ojos en tiempos difíciles, un año antes, el 27 de abril de 1935, de la dictadura de Ioannis Metaxás. “Mi vida son mis películas. En todas ellas hay una intensidad, una realización y es ahí donde está mi casa”, así me lo dijo en esa visita a México, en el año de 2004.

Recuerdo que Theo aprovechó su estancia en México para realizar un recorrido por las pirámides de Teotihuacan. Esto me lo comentó antes de una larga conversación que tuve con él el 17 de septiembre de 2004 y otra más tres días después, el motivo: La mirada de Ulises, la cúspide de su obra fílmica. Ése fue el décimo largometraje que realizó, presentado en 1995, cuando el cine cumplía sus primeros cien años de existencia. La historia es sobre un Ulises posmoderno, interpretado por Harvey Keitel, la historia de un cineasta que tras décadas de estar fuera de Grecia y vivir en Estados Unidos retorna a su país para presentar su película más reciente, la cual produce una división en el pueblo por los temas religiosos que ahí cuestiona, y entonces debe exiliarse otra vez, aunque todo esto es un pretexto para viajar de nuevo y encontrar los tres rollos perdidos de los hermanos Manakias, los primeros cineastas griegos. El Ulises de Angelopoulos realiza un viaje doloroso, hasta llegar a un Sarajevo —una Ítaca— destruido por la guerra en donde permanecen sin revelar esos tres rollos resguardados por un anciano en la filmoteca de esa ciudad. Una mirada prisionera apunto de dar a luz un siglo después de gestada.

Recopilado por Luis Betrán