Hace un montón de años Arthur Penn (27/9/1922- 28/9/2010) consiguió poner de acuerdo a tirios y troyanos. Su llegada al cine, como uno de los abanderados de la generación procedente de la televisión americana (1), en 1958, puso de acuerdo a Cahiers du Cinéma y a Positif, a Film Ideal y a Nuestro Cine. Era un gran director influenciado por la "nouvelle vague", que usaba gafas oscuras como Godard, y que fue saludado como cineasta de la violencia. Con el paso de los años su figura fue ensalzada en menor medida cuando no abiertamente criticada, para caer en el más absoluto de los olvidos del que será rescatado levemente por la triste noticia de su fallecimiento. ¿Que queda en nuestros días del autor de "Bonnie and Clyde?. Echemos un vistazo a lo más relevante de su filmografía.
1958.- El zurdo (The left handed gun)
Película manierista hasta la exasperación que ni antes ni ahora resulta de interés. Supuesta biopic del pistolero "Billy, the kid", Penn lo convierte en un personaje violento de un romanticismo añoso. La escena en que dispara nada menos que ¡¡a la luna!! define a le perfección la cursilería del director. Fue recibida con un entusiasmo que siempre me resultó incomprensible. Para acabarla de rematar, un inadecuado (por edad) Paul Newman ofrece todo un recital de tics Actor's Studio que en una entrevista en Fotogramas, allá por los ochenta, avergonzaban al mismísimos actor, sin que por ello dejase de estar orgulloso del film y de expresar su admiración por el cineasta. Más aún, se autoproclamaba culpable de los pequeños errores de la cinta. No, querido Paul, allá donde estés puedes estar tranquilo. Tan solo fuiste uno más de los responsables del bienintencionado desaguisado.
1962.- El milagro de Ana Sullivan (The miracle worker)
Penn había llevado esta pieza teatral a la televisión con gran éxito. Conocía perfectamente el material con el que trabajaba antes de embarcarse en la filmación. Y se nota. Entiendo que esta fue, es y será la mejor obra de su irregular y, a la postre, decepcionante filmografía. Aquí la violencia estalla en el mismo rostro del espectador, gracias a la portentosa interpretación de una Anne Bancroft - tambien en menor medida Patty Duke - ambas galardonadas con justísimos Oscars. Con un blanco y negro tan feroz como el propio film, Penn narra con un estilo nervioso que no histérico esta historia de aprendizaje que llega a ser apasionante, a pesar de tratarse en el fondo de un melodrama teatral para plateas impresionables. Una gran película, en todos los aspectos. Siempre excelente cuantas veces se vea.
1963.- Acosado (Mickey One)
La más "nouvellevaguera" de sus películas y aquella, en la que además de las gafas, se sintió algo así como el Godard americano (mala cosa...). El film fue presentado en Venecia en 1964, donde hubo de competir con "Vaghe stelle dell'Orsa" (Luchino Visconti, 1964, León de Oro) y "Gertrud" (Carl Theodor Dreyer, 1964 obra maestra que no ganó el gran premio pero lo mereció más que la notable de Visconti). Fue abucheada y con razón ya que se trata de una obra aquejada de intelectualismo "a lo Kafka" y perfectamente críptica e insoportable. Naturalmente, en Film Ideal escribieron que había sido lo mejor del certamen italiano.
1966.- La jauría humana (The chase)
La más ambiciosa de las películas de Arthur Penn y presunta disección de la paranoica (antes, entonces y ahora) sociedad americana en un modesto villorrio. El film tiene prestancia, un magnífico cinemascope y un reparto que reune a Marlon Brando (excelente y masoquista que era lo suyo en sus buenos tiempos), Jane Fonda, Robert Redford, Angie Dickinson, Janice Rule (malísima), E.G. Marshall (el cacique corrupto).......Fue recibida, casi con total unanimidad, como obra maestra. Tambien a mi me lo pareció. Pero el paso del tiempo ha dejado en evidencia lo banal y previsible de su carga crítica, sus exageraciones, su nulo sentido del humor. Vista hoy es una buena y discutible obra.
1967.- Bonnie and Clyde
El mejor film de Penn tras "Ana Sullivan". Asimismo influenciado por la "nouvelle vague" (se dijo que había sido François Truffaut ,el que estaba previsto en principio como director, quién se la recomendó al cineasta americano, muy amigo del equipo redactor de "Cahiers du Cinéma"). Esta revisión del "gang film" de los años 30 "made in Warner" - nada que ver con el cine negro cuya denominación "film noir" se debe asimismo a "Cahiers" tras el estreno en Francia de "Laura" (Otto Preminger, 1944) - filtrada por el estilema godardiano se benefició de un éxito de crítica y público sin precedentes ni consecuentes en la filmografía de Arthur Penn. Tambien el paso del tiempo la ha dejado algo marchita. A pesar de ello, sigue siendo una cinta vibrante, con las numerosas escenas violentas filmadas magníficamente, con un equipo actoral formidable (con la excepción del siempre nulo Warren Beatty), con una Faye Dunaway que nunca volvió a brillar con tal resplandor. Bonnie Parker y Clyde Barrow se ganan las simpatías y la complicidad del espectador (rebosan glamour), a pesar de no ser más que un par de vulgares atracadores y asesinos. En este aspecto, prefiero la exposición, nudo y desenlace de un film tan modesto y espléndido como "El demonio de las armas" (Gun crazy, Joseph H.Lewis, 1950), con el que guarda numerosos nexos. Estamos en los años en los que la popularidad de Penn está en su más alto grado y es llamado "el cineasta de la violencia". Algo así como el nuevo Fuller.
Lo que vino despues fue consecuencia de "The chase" y "Bonnie and Clyde". Considerado como el cineasta progre de Hollywood, perpetró naderías "hippies" en "Alice's Restaurant" (1969), o westerns desmitificadores y "gauchistas" como la insufrible "Pequeño gran hombre" (Little big man, 1970) que le devolvió fugazmente el favor del público y en la que Dustin Hoffman con su cara de bobo hacía casi tantos gestos como Paul Newman en "El zurdo". El muy interesante "thriller" "La noche se mueve" (Night moves, 1975) nos hizo creer que su talento no estaba definitivamente agotado, lo que se repitió en menor medida en "Georgia" (Four friends, 1981). En ese no corto intervalo temporal filmó la horrible "Missouri" (The Missouri Breaks, 1976), western menos que mediocre con Jack Nicholson y un Marlon Brando autoparodiándose, disfrazándose (sin evitar hacer de señora) y fingiendo el payaso con vergonzantes maneras. El fracaso comercial tremendo de este fiasco determinó el futuro - ninguno - de Arthur Penn en los ochenta. Nada más se supo de él. Filmó algún film que otro que ni llegaron a estrenarse (al menos en nuestro país) y acabó refugiado en la misma televisión de donde había surgido.
Me ha chocado el texto que publica hoy Diego Galán en "El País" (muy admirador del cine de Penn en su época de crítico cinematográfico en "Triunfo" y "Nuestro Cine"). Lo reproduzco íntegro, porque sus conclusiones dejan en mejor lugar al cineasta de Filadelfia de lo que haría el responsable de este blog.
Es curioso que Arthur Penn sea considerado director de la violencia cuando en el trato personal era un hombre apacible, con aquellos buenos modales de cuando el respeto a los demás era parte fundamental de la convivencia. No se le conocieron gestos rudos, polémicas ni agresiones. Pacífico y casi siempre sonriente, hasta parecía tímido. Recuerdo una visita a su casa de Nueva York, en compañía de su buen amigo Chema Prado, cuando preparábamos para el Festival de San Sebastián un ciclo sobre la generación de cineastas de los años cincuenta que habían comenzado su quehacer en la televisión. Como había problemas para conseguir las copias, Penn sacó de un estante algunos vídeos antiguos que nos pasó por si podían resolvernos el problema, y aunque se trataba de copias únicas no insistió en que le fueran devueltos. Un tipo elegante.
Lo demostró de nuevo cuando en 2005 fue invitado por la Filmoteca Española a un coloquio sobre Don Quijote en el cine, que compartió, entre otros, con José Saramago. Qué grandes tertulias las de la Filmo. ¿Desaparecerán ahora si cambian a su director, como al parecer pretende la ministra? Penn, como tantos otros que han colaborado con la Filmoteca a lo largo de los años, seguramente estaría en contra de tal capricho. En aquella charla, Penn, gran estudioso del libro, expuso sus conocimientos sin pedantería ni exhibicionismo, descubriendo aspectos y matices. Quizás se le había quedado en el tintero algún proyecto cinematográfico en torno al Quijote y la violencia de su entorno. En los últimos años de su vida, el director de películas tan importantes como El milagro de Anne Sullivan o Bonnie y Clyde, tuvo desacuerdos con los jóvenes ejecutivos de los estudios, interesados solo en fabricar películas para adolescentes. Y lo que Penn quería reflejar en sus películas era esa honda violencia que late en su país, las contradicciones de las guerras que ha provocado, el racismo, la intolerancia, las injusticias del capitalismo... Por eso se dice que era el director de la violencia. Él se limitaba a reflejar la que existe en la vida real. Y lo hizo sin tapujos y con talento, en el cine, la televisión y el teatro. Ya no quedan muchos como él. Un clásico moderno que probablemente será revisado ahora en las filmotecas, como hace 15 años se hizo en el Festival de Valladolid. Aún tenemos mucho que aprender de Arthur Penn.
Diego Galán, "El País" (3-10-2010)
Amor de persistente fan.
Luis Betrán
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