sábado, 30 de octubre de 2010

¡¡¡Ay de mi¡¡¡





"El tabaco es un placer en todos los sentidos: de la vista (es bonito ver bajo el papel de plata los cigarrillos blancos, alineados como para la revista), del olfato, del tacto... Si me vendaran los ojos y me pusieran entre los labios un cigarrillo encendido, me negaría a fumar. Me gusta sentir el paquete en el bolsillo, abrirlo, palpar la consistencia del cigarrillo, notar el roce del papel en los labios, gustar el sabor del tabaco en la lengua, ver brotar la llama, arrimarla, llenarme de calor. Además el tabaco casa admirablemente con el alcohol (si el alcohol es la reina, el tabaco es el rey), es un amable compañero con el que afrontar todos los acontecimientos de una vida. Se enciende un cigarrillo para celebrar una alegría o ahogar una pena. Estando solo o acompañado." (Luis Buñuel, "Mi último suspiro"). Murió a los 83 años de una enfermedad coronaria.





Mi adorado Anton Chejov escribió un corto relato para ser declamado titulado "Sobre el daño que causa el tabaco". Con su refinada ironía el gran escritor ruso, que fumaba como un carretero, se burlaba de aquellos que le tenían miedo a los cigarros de finales del siglo XIX y entones no se trataba de problemas de salud sino de dinero que parece ser que los buenos costaban un pastón.

"De dinero y de bondad, la mitad, de la mitad, de la mitad" (Refrán popular)
"Todo los bueno de la vida sienta mal, engorda y es pecado" (Idem)





Mi sincero homenaje a Don Santiago Carrillo, que con 94 años a sus espaldas y una vida ajetreada, enciende un cigarrillo con la colilla del anterior.

Mi desprecio a los "conversos", aquellos que han fumado más de media vida, lo han dejado, y parece que van a fallecer si están en presencia de un fumador activo.

"Fumar es un placer genial, sensual. Fumando espero al hombre que más quiero...." (Sara Montiel en "El último cuplé", Juan de Orduña, 1954 ) hoy esa escena de aquella infame película de enorme éxito la cortaría la censura "democrática" de un modo u otro).





En la oficina, cuando trabajaba en algo parecido al patio de Monipodio (la D.G.A. continuará), entro un día, me siento en mi mesa y enciendo un cigarrillo (eran épocas permisivas, los putos yanquis no habían dictado órdenes al respecto) y una gentil compañera que estaba en una mesa no contigua a la mía exclama ¡¡¡Luis, por favor apágalo no hay oxigeno!!!, creo que mi respuesta fue la correcta "si no hubiera oxígeno estarías muerta".

No me creo para nada la historieta esa de los "fumadores pasivos" y me parto de risa cuando por la tele dicen: "este año han muerto en España 6000 personas de cáncer de pulmón, de ellos 4123 eran fumadores pasivos". Magnífica estadística propia de magos, nigromantes, adivinos o idiotas. Pienso que sobre todo lo último. Kant decía que "no discutas nunca con idiotas en público, te tomaran por uno de ellos". Y Schopenhauer en "El arte del buen vivir" escribe: "no discutas nunca con un necio, te llevará a su terreno y encima te ganará siempre". Así, que llevo años sin que yo recuerde el más mínimo pleito oral con exfumadores, hipocondríacos, obesesos de la salud (la suya, obvio) y demás patulea. ¿Porqué los Gobiernos no cierran las tabacaleras?, ganan mogollón con los impuestos que pagan los fumadores. Cerdos hipócritas. En el fondo desean que no desapareza esa raza.





Mi largo y prolongado idilio con la planta maldita comenzó en 1960 aprox. a los 13 años y en el Instituto Goya de Zaragoza, en el que cursaba 3º de bachiller. Allí me iniciaron en sabores y olores tan exquisitos como el Peninsulares y los Celtas cortos sin filtro. Mejor no indagar en la nicotina y alquitrán que contenían tan horrendos cigarrillos. Pero uno llegaba a fumarse hasta las "pavas" (colillas) que otros a lo mejor las desdeñaban. Encima de aspirar mierda, cochinos. Al año siguiente fuime a vivir a la noble Osca y a proseguir mis estudios en el Colegio de San Viator, 4º y reválida nada menos. Y descubrí el exótico sabor azucarado del Antillana, compañero y sin embargo amigo durante todo 1961. Hay que aclarar que en casa nuestros vigilantes papás no nos dejaban fumar, por lo que el placer de lo prohibido, como siempre, ayudó no poco a mi entusiasmo por el fumeque.






El inolvidable Antillana se alternaba, cuando no lo encontraba, con el 46, el Rex y hasta el Celtas largo con filtro. Hasta que un buen día vino al mundo el egregio producto de Tabacalera Española: el Ducados. Aquella cajetilla azul y blanca, dura. de cartón (luego ya fue puto plastiquillo) que prometía maravillas sin cuento.  Los Ducados marcaron una época como antes lo habían hecho los Celtas y en la generación de mi padre el Ideales (al que denominaban "caldo"), que tenía el inconveniente que había que liarlo con el indispensable papel Smoking. Con que belleza describe este ritual Miguel Delibes en su preciosa novela "La hoja roja". Alguna vez lo probé y me pareció asqueroso, sobre todo en comparación con el todo blanco y con boquilla Ducados: el rey.





Y ¡¡¡¡bravo¡¡¡. El rubio que era, evidentemente, mucho mejor que aquel infecto negro. Adoré el Chesterfield sin filtro, el Lucky Strike, el Camel (que precioso diseño el de su cajetilla), el LM, el Winston, el Marlboro, el Pall Mall (el largo sin boquilla era de aúpa), el Salem (mentolado, una mariconada para de vez en cuando). La repera. Los clérigos de San Viator habían conseguido a base de misas, rosarios, triduos y hostias (como decían al principio en radio La Habana en el primer año de la Revolución triunfante - cuando Fidel era un dios y no un demonio como ahora - ¡¡¡consuma hostias Plim, contienen más dios!!!) hacer que perdiera la fe y me volviera ateo de por vida, pero tambien fueron días que recuerdo con agrado y conservo amigos de aquél pleistoceno. Y los curas aquellos de zarrapastrosas batas - unos pederastas, otros no - van ligados a los primeros placeres del mocear, el alcohol y el mejor tabaco. No me olvido de aquellos ingleses que colocaban como ninguno: Senior Service, Players, Dunhill, Castan....




No voy a contar la historia de mi vida, que el diablo me lleve. Pero siempre el tabaco estuvo presente en ella. Marcas variadas según las oscilaciones del bolsillo. Y fui feliz, con mi amigo, con mi hermano. Hasta que llegaron los americanos y clamaron Vade Retro Satanás, el tabaco mata. Y los españoles y europeos en general, como buenos súbditos, a obedecer. Entonces llegó lo "light". Me la envainé y a fumar horrorosos cigarrillos que no sabían a casi nada. Me hice mayor, más mayor, muy mayor y para acabarla de joder me puse malito, muy malito. Todos me miraban con buena o mala cara: déjalo de una vez, estás loco. Yo fumaba West extrasuperlight que me dejaba la lengua estropajosa, tenía dolores de cabeza, expectoraciones. Quemaba las sábanas porque siempre me ha encantado leer en la cama acompañado del cigarrillo y un vaso de agua. En una ocasión mi señora de la limpieza - en fabla, mandadera - me gritó: ¡¡¡ te vas a quemar los huevos!!!. Que bruta.





Una amiga me cuenta que en el pasado mes de agosto estuvo en Nueva York y salió a fumarse un cigarrillo a la calle. El portero del hotel en que estaba alojada le pidió que se alejara ¡¡¡1 metro!!!. Estos paranoicos de mierda que con todo su poder en su vida han ganado una guerra (1) y son la metrópoli, y Europa occidental sus colonias. Dentro de nada no se va a poder fumar "in Spain" más que en casita. Y para colmo los doctores, tras insistentes amarillas me han sacado la  tarjeta roja definitiva. Lloro por mi desdicha. ¡Ay de mi!. Como te voy a echar de menos. Yo no he sido amante ni de los puros habanos ni de la pipa, pero el cigarrillo, el inofensivo y querido cigarrillo. Que así se escriba y así se cumpla. Adios para siempre adios. Ni gin-tonics ni ostras. Solo insípidos vegetales. ¿Sobreviviré?.

No obstante en estas líneas grito por última vez: ¡¡¡vivan todos los vicios¡¡¡, ¡¡¡¡abajo la virtud!!!. ¡¡¡muera lo politicamente correcto!!!.


Luis Betrán

1)  Ni la de Corea, ni la de Vietnam, ni la de Irak, ni la de Afganistán. La II Guerra Mundial la ganaron los rusos, no se olvide, y buena tajada que sacó Stalin.

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