En 2009 se cumplió el centenario del nacimiento de Elia Kazan. Pasó desapercibido, entre otras cosas porque no parece que la figura de este controvertido cineasta interese demasiado a quién no pertenezca a la tribu cinéfila o haya rebasado al menos la cuarentena. La Filmoteca de Zaragoza ha proyectado durante este mes de octubre un ciclo dedicado a Kazan. En el último post de vergerus se hacía un comentario sobre su obra maestra "América, América". Razones, más o menos suficientes, para dedicarle un dossier en dos partes.
"Considero las películas como una forma de autoexpresión, como medio de decir lo que pienso y siento. Para gritar mis dolores, para cantar mis alegrías, para dar rienda suelta a la ira, los anhelos y emociones de mi vida" (Elia Kazan)
ELIA KAZAN.- LA MEMORIA DEL DELATOR
Elia Kazanjoglou nació en Estambul el 7 de septiembre de 1909. Emigró a los Estados Unidos cuando tenía solo cuatro años, y tanto él como su nombre sufrieron un proceso de americanización. De hecho, los modelos de Kazan (siempre consideró a John Ford como su ídolo) y sus valores le convierten en un director inequívocamente americano y quizás ningún otro cineasta ha mostrado mayor reverencia hacia las características y particularidades de su país de adopción sin renunciar por ello a la crítica. El origen étnico de Kazan (armenio) y el trauma que a un niño puede representar el abandono de su Turquía natal parecen haberle convertido en particularmente sensible hacia los problemas de su sociedad adoptiva y a los grupos e individuos marginados y desplazados. Las tensiones entre sus puntos de vista esencialmente izquierdistas y sus aspiraciones a la respetabilidad y el status social han contribuido asimismo a enriquecer su obra. Pero la gratitud de Kazan por la movilidad social de USA (parte esencial del llamado "Sueño americano") estuvo en conflicto con su conciencia de que no funciona para todo el mundo ni en todos los casos.
Los dos primeros cortos en los que participó, "Pie in the sky" y "People of teh Cumberland" (1934 y 1937), fueron trabajos de equipo que según Kazan (nunca los ví) reflejan más el fermento intelectual de los 30 que sus propios puntos de vista personales. Durante este periodo fue miembro de Group Theatre dirigido por Lee Strasberg. Fue actor y luego director y en sus inicios en Hollywood trabajó como intérprete (malísimo, por cierto) en dos películas de Anatole Litvak no muy relevantes (City for conquest, Blues in the night, 1940). En 1945 se paso a la dirección en la Fox donde debutó con el mediocre folletín "Lazos humanos" (A trree growns in Brooklyn, 1945). De todo este período, y pese a obtener el Oscar a la mejor película y al mejor director por "La barrera invisible" (Gentlemen's agreement, 1947)), Kazan echa pestes en en su larga entrevista con Michel Ciment (1), manifiesta su odio hacia "Pinky" (1949), "Mar de hierba" (Sea of grass, 1947, su peor película probablemente) y el oscarizado film (cebándose en la nulidad actoral de Gregory Peck) y solo salva en parte "El justiciero" (Boomerang, 1946) por la libertad que le dio Louis de Rochemont (productor muy responsable de la llamada "era del director" en la Fox) y "Panico en las calles " (Panic in teh streets, 1950), una muestra de cine negro con unos escenarios perfectamente elegidos y momentos de lo que Kazan entendía por "auténtico cine". Tiene toda la razón en sus palabras, se trata de las dos únicas películas estimables. Tambien en la extrema ridiculez de "Pinky" (chica blanca que es negra, toma ya) un proyecto pensado para su amado John Ford que el gran clásico del mejor cine americano abandonó en cuanto pudo.
La obra teatral de Tennesee Williams "Un tranvía llamado deseo" (A streetcar named desire) es una de las mejores escritas por el célebre dramaturgo (si no la mejor). Kazan la dirigió en teatro y luego la llevó al cine en 1951 con un reparto inigualable (Vivien Leigh - su segundo oscar tras Scarlett O'Hara -, Marlon Brando, Karl Malden y Kim Hunter todos ellos magníficos, con mención sobresaliente para Leigh y Brando). Por primera vez el cineasta armenio-turco-estadounidense consiguió una gran película insoslayable, una sapientísima mezcla de teatro y cine con regustos histéricos y barrocos. Un film muy personal que resiste el paso del tiempo sin una sola arruga y en el que Kazan encuentra ya su definitivo estilo cinematográfico que reaparecerá en obras posteriores. El director por entonces ya había renunciado a su anterior militancia militancia en el Partido Comunista Americano, aduciendo "que no sentía libre ni estaba dispuesto a aceptar directrices provenientes de la U.R.S.S.". Se le puede creer o no. Lo cierto es que el éxito del tranvía de Nueva Orleans, con Blanche Dubois y Stanley Kowalski de pasajeros, le había ubicado en un lugar de privilegio en Hollywood. Lo peor aún estaba por venir.
Elia Kazan allana el camino con la reaccionaria "¡¡Viva Zapata!!, con guión de John Steinbeck. El Premio Nobel estaba ya muy lejos de "Las uvas de la ira" y ejerció un didactismo según el cual todas las revoluciones son traicionadas y el mismo revolucionario puede perder su condición de tal en cuanto toca poder. Tema que no deja de ser de permanente actualidad y que la historia ha ilustrado con abundantes ejemplos. Pero ideológicamente tanto el guión de Steinbeck como la película de Kazan hunden sus raices en la América conservadora. Brando mantiene su magnetismo en un papel que no le va en absoluto y Anthony Quinn (actor habitualmente execrable) recibió un oscar de regalo. Tan solo Jean Peters, siempre minusvalorada, lleva a cabo una composición sentida y notable. Es un film ambiguo, con secuencias antológicas como aquella en que cuando Zapata es detenido los campesinos se le van uniendo poco a poco y un final maravillosamente planificado, con el símbolo del caballo tomado de Eisenstein al que la obra algo debe estéticamente. Aquí si que el tiempo ha dejado cicatrices.
Para despejar de una vez todo tipo de dudas, a la notable "Zapata" siguió el panfleto anticomunista "Fugitivos del terror rojo" (Man on a tightrope, 1953). "Un tropezón en mi carrera y una mala película a causa de su guión", confiesa Kazan que no hace ni la más mínima alusión al contenido político del film. A continuación vinieron sus sonadas declaraciones ante el Comité de Actividades Antiamericanas, en donde denunció a viejos camaradas y a otros colegas del oficio que sufrieron, algunos por no poco tiempo, las consecuencias de su actitud. Kazan careció de escrúpulo alguno - nunca se arrepintió . con tal de mantener su statu quo de gran director plenamente consagrado y aplaudido. No por aquella tontería que dijo Orson Welles de que muchos delataron con tal de salvar sus piscinas.
La historia de "La ley del silencio" (On the waterfront, 1954) roza el surrealismo. El dramaturgo e intelectual de izquierdas Arthur Miller había sido muy amigo de Kazan. En la década de 1950 fue víctima de la caza de brujas. Acusado de simpatías comunistas por el cineasta, rehusó revelar los nombres de los componentes de un círculo literario sospechoso de tener vínculos con el Partido Comunista ante la Comisión de Actividades Antiamericanas en 1956, acogiéndose a la protección constitucional. A pesar de las presiones que sufrió (le fue retirado el pasaporte, no pudiendo viajar a Bruselas para asistir al estreno de una de sus obras), Miller no dio ningún nombre, declarando que, aunque había asistido a reuniones en 1947 y firmado algunos manifiestos, no era comunista. En mayo de 1957 se le declaró culpable de desacato al Congreso por haberse negado a revelar nombres de supuestos comunistas. Sin embargo, en agosto de 1958, el Tribunal de Apelación de los Estados Unidos anuló la sentencia, de forma que no tiene que ingresar en la cárcel. La atmósfera de aquel tiempo se plasmó en "Las brujas de Salem" (The crucible).
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La ley del silencio" obtuvo varios oscars (actor y director entre otros) y contiene una memorable interpretación de Marlon Brando. Es una muy buena película que consagró definitivamente el mito Brando.....y un alegato en favor del delator. Miller le retiró la palabra a Kazan y le contestó con su drama "Panorama desde el puente" (2) en el que la acción más vil que un hombre puede realizar es.....la delación. Lo curioso del asunto es que el enfado les duró muy poco tiempo a ambos y el cineasta volvió a dirigir en los escenarios obras del autor de "La muerte de un viajante". Pelillos a la mar.
Y aquí termina la primera parte de este dossier. El mejor Kazan estaba por llegar y, cosas de la vida, la izquierda europea (la americana había dejado de existir prácticamente trás Mac Carthy y sus secuaces, Parnell Thomas y Nixon como temibles inquisidores). La delación quedaba atrás, aunque muchísimos años despues se comprobaría que no se había olvidado.
Luis Betrán
1) Estos textos no estan extraídos pero si han consultado el libro de Michel Ciment (redactor primero y director actual de la revista cinematográfica "Positif" ,escorada desde siempre a la izquierda en claro contraste con "Cahiers du Cinema") "Conversaciones con Elia Kazan", una larguísima entrevista de más de 300 páginas. Ciment, el escritor en cuestiones de cine que más respeto junto a Jonathan Rosenbaum, es asimismo responsable de la programación cinematográfica de la cadena Arte y pertenece a la Fundación Murnau y otras organizaciones dedicadas a la búsqueda y restauración de films del período mudo.
2) "Panorama desde el puente" (A view from the bridge), fue llevada al cine por Sidney Lumet en 1961 con un reparto demencial encabezado por Raf Vallone. Fue/es una mala película. De "Las brujas de Salem" solo destacaría el film francés, tambien de 1961, dirigido por Raymond Rouleau y protagonizado por la pareja Montand-Signoret. De los más recientes mejor olvidarse.
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