miércoles, 25 de noviembre de 2009

Cineastas que tuvieron algo que decir en 1964: Nicholas Ray

Se estrenó Rebelde sin causa en el Cine Palafox


NICHOLAS RAY

"Si todo estuviese contenido en el guión, ¿para que hacer la película?" (Nicholas Ray)

Sentencia que Ray traicionó varias veces en películas infumables en las que “todo estaba contenido en el guión” y él ejerció de profesional a sueldo, porque pasaba por allí y le venían bien unos cuantos dólares. O sea, lo mismo que John Huston con la salvedad de que éste cuando fue AUTOR hizo películas memorables, en tanto que Nick (como le llamaban en Film Ideal) o “el cineasta bienamado” (como le llamaba Godard) en sus films más personales no fue siempre infalible.

Nicholas Ray fue un hombre problemático. Su figura y su carrera ejemplifican una de las cuestiones más debatidas por la crítica de cine: ¿hasta que punto puede considerarse artista a un director sometido al sistema comercial de Hollywood? En revistas como Positif o Sight and sound, esto resulta imposible. Por el contrario en Cahiers du Cinéma ensalzaron su figura hasta el delirio (1). Posturas irreconciliables que el tiempo ha suavizado y que en su momento resultaron evidentemente exageradas y erróneas.

Ray merodeó en su juventud por las cercanías de Hollywood y por Broadway. Se hizo amigo de gente comprometida como Elia Kazan, del que fue ayudante de dirección en Lazos humanos (A Tree Grows in Brooklyn, 1945). Tambien conoció a John Houseman y Dore Schary que le llevaron a la televisión hasta que la RKO le contrató para Los amantes de la noche (They Live By Night, 1948). No fue un mal debut. Los amantes de la noche trazó ya todo el marco de referencias al que se acogen las posteriores películas de Ray con signos autorales. En lo bueno y en lo malo. La película es la historia de la desgraciada relación amorosa entre Farley Granger y Cathy O’Donnell. De hecho el personaje de Granger es el primero de los jóvenes marginados de Ray, hombres solitarios y angustiados en guerra con la sociedad y con ellos mismos. Aquí se trata de un recluso que acaba de escaparse de la cárcel, donde se encontraba injustamente acusado de asesinato, y que cree que atracando bancos podrá conseguir el dinero suficiente para conseguir un gran abogado que le defienda. Primera ingenuidad en las que Ray se mostrará recalcitrante. Lo que permanece del film, como sugiere su título, es el mundo del que huyen los protagonistas, un entorno oscuro y sórdido en el que encuentran el amor y la libertad que les había negado la luz del día. Siete años después, en la película más famosa de Ray, Rebelde sin causa (Rebel Without a Cause, 1955), los tres adolescentes (no tan físicos como mentales) interpretados por James Dean, Nathalie Wood y Sal Mineo comparten momentos similares de paz y ternura (y de arrebatos "gay") en una mansión abandonada que, durante un breve tiempo, se convierte en su propio universo (ver texto dedicado a esta hermosa película).

Esa existencia pesimista, solitaria y condenada reaparece una y otra vez en la desestructurada filmografía del director. Bien en el mundo duro de los circuitos profesionales de rodeo de Hombres errantes (The Lusty Men, 1952, con Robert Mitchum, como siempre magnífico), o en el "saloon" de Johnny Guitar (1954) donde Sterling Hayden dice "aquí soy un extraño". Por el contrario en las peores películas de nuestro hombre (que en penosa decadencia tuvo un bar en Madrid y se lió con la hoy olvidada cantautora ¡¡¡Mari Trini!!!), nada de estas características presuntamente autorales están presentes: Un secreto de mujer (A Woman Secret, 1949), Nacida para el mal (Born to be Bad, 1950), Infierno en las nubes (Flying Leathernecks, 1951), Sangre caliente (Hot Blood, 1956), Los dientes del diablo (The Savage Innocents, 1960), Rey de Reyes (King of Kings, 1961), 55 días en Pekín (55 Days at Peking, 1963)..., terribles obras que van desde pequeñas producciones RKO hasta superproducciones en Madrid made in Bronston. Más interesantes eran Llamad a cualquier puerta (Knock on Any Door, 1949), Busca tu refugio (Run for Cover, 1955), Bigger than Life (1956), The True Story of Jesse James (1957), Chicago año 30 (Party Girl, 1958) o Across the Everglades (1958); films que van desde sermones sobre los problemas de la juventud (el infausto John Derek de chico malo), westerns idealistas ajenos a la realidad, melodramas histéricos sobre drogadictos, thrillers vistosos de imposible guión, hasta fábulas ecologistas de tres al cuarto. Todos ellos impregnados de cierta dignidad y en ocasiones de convencimiento pero sólo aptos para fans irreductibles de Nicholas Ray. El paso del tiempo los ha dejado en ampulosos, fatuos y fallidos (2).

A un cierto nivel, La casa de las sombras (On Dangerous Ground, 1951) resulta emotiva. La historia de un policía sádico y su relación con una muchacha ciega (Robert Ryan e Ida Lupino, ambos excelentes) hermana del asesino perseguido por la policía, retorna al sombrío mundo de Los amantes de la noche en un medio urbano. A su vez En un lugar solitario (In a Lonely Place, 1950), que narra la historia de un guionista de Hollywood (la mejor interpretación de Bogart con Ray) sospechoso de asesinato y salvado gracias a la coartada proporcionada por su vecina (Gloria Grahame cuando era esposa del cineasta), proporciona la base para uno de los estudios más vigorosos de Ray sobre un hombre aparentemente fuerte e inteligente destruido por su propia melancolía y su incapacidad de comunicación si no es mediante espasmódicos arranques de violencia. Son, junto a Hombres errantes, Rebelde sin causa, Johnny Guitar y Amarga victoria, las mejores películas de su autor. Las que merecen que el cineasta sea recordado. Las que ennoblecen su filmografía. Ninguna de ellas es una obra maestra, quede claro. Pero Ray domina en ellas la puesta en escena y el cinemascope, entre otros atributos.

Johnny Guitar es un western insólito, extravagante e irrepetible. En la película (modesta producción Republic de 1954), aunque parezca inaudito, los hombres pintan poco. Todo se centra en las tensiones psíquicas y sexuales de la relación entre dos mujeres exageradamente interpretadas por Joan Crawford y Mercedes McCambridge (no podía ser de otro modo) que desembocan en un salvaje duelo. Si en Rebelde sin causa Sal Mineo estaba obviamente enamorado de James Dean, aquí es Mercedes la que lo está de Joan, con el agravante del hecho de que la gloriosa Crawford (en el mejor papel de su declive) no sólo no le corresponde sino que se pirra por Sterling Hayden. Circunstancia que deflagra los explosivos celos de Mercedes. Planteamiento que jamás se había visto en un western (3). Además un inspirado “Nick” sacaba a relucir la vena lírica de Rebelde..., por lo que el conjunto forma un enorme como tan bello disparate.

El capitán Leith (Richard Burton) de Amarga victoria (Bitter Victory, 1957) utiliza los horrores de una campaña en el desierto durante la II Guerra Mundial para alimentar su propio masoquismo en una película maldita, ignorada y, sin embargo, llena de ruido y de furia. No se trata de un alter ego de Ray, ni mucho menos, aunque el director de Wisconsin justificase el que la película fuese alabada por cahieristas de Francia y de Estados Unidos (el inefable Andrew Sarris) con estas modestas palabras: "el papel de un poeta y de todo artista que aspira a llegar a serlo, consiste en mostrarse a si mismo ante los demás. Esa es la forma que tengo de comunicarme". Parece que el hombre de la cerveza y la ginebra (como le llamó una rijosa Maruja Torres cuando Ray presidió el jurado del Festival de San Sebastián) comenzaba por esas fechas su particular delirium tremens.

No pretendo hacer sangre con lo que sucedió cuando Ray vino a Madrid, ni cuando se prestó a experimentos semiporno. Fue homenajeado por Wim Wenders como es sabido, lo que no excluye que el director alemán no dejara de practicar el más repulsivo "snuff" cuando filmó su agonía y muerte en Relámpago sobre el agua (Lightming Over Water, 1969).

A modo de conclusión, este hombre falsamente tuerto, ídolo de los amantes de la "politique des auteurs", prácticamente desconocido para las jóvenes generaciones del segundo milenio, no fue un cineasta genial ni un artesano mediocre. Quedémonos en el siempre socorrido término medio. Y en no pocas imágenes inolvidables.


Notas

(1) Cuando Cahiers du Cinéma se inventó esa tontería de la política de los autores (prometo extenderme sobre el asunto en otra ocasión), los cinco cineastas "bienamados" fueron Howard Hawks, Alfred Hitchcock, Jean Renoir, Roberto Rossellini y Nicholas Ray. A saber porqué estos sí eran autores y otros como Billy Wilder, John Huston, Marcel Carné, Luis Buñuel o Luchino Visconti no. Hubo muchos otros en el bando de "los buenos" y el de los "malos". Naturalmente el paso del tiempo ha dejado en ridículo a los jóvenes Godard, Truffaut, Rivette, Rohmer, Chabrol...

(2) Compárese el Jesse James de Ray (Robert Wagner) con el que interpreta Brad Pitt en la reciente y espléndida El asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Ford (The Assassination of Jesse James by the Coward Robert Ford, Andrew Dominik, 2007). Del idealismo al realismo hay muchas leguas.

(3) Ni se vería hasta la total explicitud de Brokeback Mountain (Ang Lee, 2006). Antes y despues podemos observar fácilmente comportamientos homosexuales soterrados en Río Rojo (Red River, 1948) y Río Bravo (1959), ambas de Hawks (hay quién piensa jocundamente que Angie Dickinson es Hawks en persona declarándole su amor a John Wayne) y, sobre todo, en El hombre de las pistolas de oro (Warlock, Edward Dmytryk, 1960) en la que Anthony Quinn incendiaba medio pueblo y se dejaba matar por Henry Fonda porque éste se había echado novia. Ustedes mismos.

2 comentarios:

  1. Era sensacional y sus bares unicos en el mundo.Aparte de un buen director

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  2. Gracias por tu comentario y bienvenido a éste, tu blog. Es un post antiguo. Hoy quizá lo escribiría de otra forma.El cine de Nicholas Ray me interesó hasta que el hombre se perdió en Madrid con Samuel Bronston. Respecto a lo de los bares no se si te refieres a su contumaz alcoholismo, que le llevó a frecuentar innumerables bares, o al que tuvo en Madrid en compañía de la cantante Mari Trini. Cordiales saludos.

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