El evangelio según San Mateo (Il vangelo secondo Mateo, 1963) de Pier Paolo Pasolini
Estrenada en cine Coso
A la alegre memoria de Juan XXIII (Pier Paolo Pasolini)
“El Evangelio según San Mateo” resumió una serie de hechos políticos y culturales que habían venido produciéndose en Italia desde la desaparición del neorrealismo, en el terreno cinematográfico, y desde que el estalinismo, a partir de 1956 (invasión de Hungría por los soviéticos, discursos de Kruschev), dejó de ser moneda de cambio en el terreno cultural y político. Los nombres de miserabilismo, aggiornamiento, collage, Juan XXIII, las primeras contraculturas, forman una amalgama que a nivel popular se constata en el evangelio pasoliniano.
Pasolini rodó “Il vangelo” en un momento clave de su carrera, pero nunca en un período de crisis. Quizás 1964 marca el punto más vital de la trayectoria del italiano. Su obra, por entonces, es punzante y personal (nunca dejaría de serlo). Estilísticamente se halla entusiasmado en las nuevas formas de expresión. Sus teorías sobre el cine de poesía y el cine de prosa le hacen creer que es el artista llamado por los cielos (marxistas y cristianos, luego añadiría los freudianos) para llevarlas a cabo. Por otra parte su cine se ha refinado, su dominio de las formas cinematográficas se ha desarrollado lo suficiente como para sentirse fuerte y seguro de si mismo y, además, el radio de acción en que se mueve es lo bastante amplio como para admitir tránsitos futuros en cualquier dirección. De hecho, su obra posterior no será otra cosa más que la profundización de aspectos ya implícitos en esta gran película.
El film mezcla con singular fortuna elementos plásticos aparentemente heterogéneos, pero que luego serán de uso corriente. Una estética de lo miserable en busca de una belleza de la pobreza con una acentuación, hasta extremos circunvalantes, de los tonos supuestamente negativos en su fealdad, para configurar una emoción de signo contrario. Es el triunfo de quienes no temen saltar al ruedo de los despropósitos, porque la sinceridad de su locura les hará superar todos los factores contrarios para una cultura bienpensante y conseguirán acceder –sin renunciar a la esencia de los despreciado- a una dignidad no exenta de cierta grandeza que se supone proveniente del núcleo integrado por aquellos aspectos formales, pero que solo un trabajo de r-e-c-r-e-a-c-i-ó-n a todos los niveles ha permitido posar al descubierto. Solo así terminará funcionando la yuxtaposición de elementos que se acumulan en secuencias como la adoración de los Reyes Magos en “Il vangelo”, o todo el cine de King Vidor, o el de los directores de la vena romántica y primitiva que desde siempre han poblado el cine.
Pier Paolo Pasolini quintaesenció sus personajes, exasperó situaciones, mezcló en sus imágenes hechos culturales lo suficientemente potentes en si mismos como para que su argumento se realizara sin pérdida de su fuerza. Cada uno de ellos convive presionado por una estética de collage, pero una estética humana y poetizada. De un vigor extraído directamente de la belleza de estos elementos culturales previos y amalgamados, a los que ni dará ni quitará, pero que juntos y situados al nivel del cineasta inteligente, llevaran a éste a la consecución de una obra de dimensiones nuevas y distintas de sus raices culturales.
Es así como han pasado por “El Evangelio según Pasolini”, el propio San Mateo, Mantegna, el neorrealismo, Mahalia Jackson, la contracultura, Vittorio de Sica, Robert Bresson, Antonio Gramsci, Sigmund Freud, Karl Marx, Bach, Mozart, el Tercer Mundo……
El Cristo de Pasolini es un hombre adusto – ayudado por el rostro cejijunto del actor español Enrique Irazoqui -, severo, iracundo. En una larga secuencia se dirige claramente al espectador y no es para contarle las bienaventuranzas, sino para advertirle que “él ha venido no ha traer la paz sino la guerra” y, de paso, lanzar admoniciones como aquella de “ay de vosotros ricos” etc. No podía ser de otra forma en un poeta marxista como el cineasta de Bolonia. Jesús de Nazaret es un revolucionario en la estricta observancia de su comportamiento como tal.
“El Evangelio según san Mateo” no es una película perfecta. Chirría la buscada fusión Marx-Freud, que años más tarde conseguirá de forma satisfactoria en las muy bellas “Edipo re” (1967) y “Teorema” (1.968). De otra parte la banda sonora que junta los ilustres nombres antes citados, e incluso la Misa Luba, llega a apabullar y, lo peor, solemniza muchos instantes que tropiezan con la austeridad y realismo buscados por el artista.
Lo que esta singular y excelente película logró con la figura de Jesucristo sigue sin ser superado. Ni el “sansulpicianismo” de Zefirelli, George Stevens o Nicholas Ray pasan de ser colecciones de cromos. Aunque la polémica, y las absurdas acusaciones de haber hecho un film “gore”, pesaron sobre “La Pasión de Cristo” (2003), en mi discutible opinión Mel Gibson (sin alcanzar a Pasolini, por supuesto) llevo a cabo un más que notable trabajo dentro de sus modestas pretensiones.
Estrenada en cine Coso
A la alegre memoria de Juan XXIII (Pier Paolo Pasolini)
“El Evangelio según San Mateo” resumió una serie de hechos políticos y culturales que habían venido produciéndose en Italia desde la desaparición del neorrealismo, en el terreno cinematográfico, y desde que el estalinismo, a partir de 1956 (invasión de Hungría por los soviéticos, discursos de Kruschev), dejó de ser moneda de cambio en el terreno cultural y político. Los nombres de miserabilismo, aggiornamiento, collage, Juan XXIII, las primeras contraculturas, forman una amalgama que a nivel popular se constata en el evangelio pasoliniano.
Pasolini rodó “Il vangelo” en un momento clave de su carrera, pero nunca en un período de crisis. Quizás 1964 marca el punto más vital de la trayectoria del italiano. Su obra, por entonces, es punzante y personal (nunca dejaría de serlo). Estilísticamente se halla entusiasmado en las nuevas formas de expresión. Sus teorías sobre el cine de poesía y el cine de prosa le hacen creer que es el artista llamado por los cielos (marxistas y cristianos, luego añadiría los freudianos) para llevarlas a cabo. Por otra parte su cine se ha refinado, su dominio de las formas cinematográficas se ha desarrollado lo suficiente como para sentirse fuerte y seguro de si mismo y, además, el radio de acción en que se mueve es lo bastante amplio como para admitir tránsitos futuros en cualquier dirección. De hecho, su obra posterior no será otra cosa más que la profundización de aspectos ya implícitos en esta gran película.
El film mezcla con singular fortuna elementos plásticos aparentemente heterogéneos, pero que luego serán de uso corriente. Una estética de lo miserable en busca de una belleza de la pobreza con una acentuación, hasta extremos circunvalantes, de los tonos supuestamente negativos en su fealdad, para configurar una emoción de signo contrario. Es el triunfo de quienes no temen saltar al ruedo de los despropósitos, porque la sinceridad de su locura les hará superar todos los factores contrarios para una cultura bienpensante y conseguirán acceder –sin renunciar a la esencia de los despreciado- a una dignidad no exenta de cierta grandeza que se supone proveniente del núcleo integrado por aquellos aspectos formales, pero que solo un trabajo de r-e-c-r-e-a-c-i-ó-n a todos los niveles ha permitido posar al descubierto. Solo así terminará funcionando la yuxtaposición de elementos que se acumulan en secuencias como la adoración de los Reyes Magos en “Il vangelo”, o todo el cine de King Vidor, o el de los directores de la vena romántica y primitiva que desde siempre han poblado el cine.
Pier Paolo Pasolini quintaesenció sus personajes, exasperó situaciones, mezcló en sus imágenes hechos culturales lo suficientemente potentes en si mismos como para que su argumento se realizara sin pérdida de su fuerza. Cada uno de ellos convive presionado por una estética de collage, pero una estética humana y poetizada. De un vigor extraído directamente de la belleza de estos elementos culturales previos y amalgamados, a los que ni dará ni quitará, pero que juntos y situados al nivel del cineasta inteligente, llevaran a éste a la consecución de una obra de dimensiones nuevas y distintas de sus raices culturales.
Es así como han pasado por “El Evangelio según Pasolini”, el propio San Mateo, Mantegna, el neorrealismo, Mahalia Jackson, la contracultura, Vittorio de Sica, Robert Bresson, Antonio Gramsci, Sigmund Freud, Karl Marx, Bach, Mozart, el Tercer Mundo……
El Cristo de Pasolini es un hombre adusto – ayudado por el rostro cejijunto del actor español Enrique Irazoqui -, severo, iracundo. En una larga secuencia se dirige claramente al espectador y no es para contarle las bienaventuranzas, sino para advertirle que “él ha venido no ha traer la paz sino la guerra” y, de paso, lanzar admoniciones como aquella de “ay de vosotros ricos” etc. No podía ser de otra forma en un poeta marxista como el cineasta de Bolonia. Jesús de Nazaret es un revolucionario en la estricta observancia de su comportamiento como tal.
“El Evangelio según san Mateo” no es una película perfecta. Chirría la buscada fusión Marx-Freud, que años más tarde conseguirá de forma satisfactoria en las muy bellas “Edipo re” (1967) y “Teorema” (1.968). De otra parte la banda sonora que junta los ilustres nombres antes citados, e incluso la Misa Luba, llega a apabullar y, lo peor, solemniza muchos instantes que tropiezan con la austeridad y realismo buscados por el artista.
Lo que esta singular y excelente película logró con la figura de Jesucristo sigue sin ser superado. Ni el “sansulpicianismo” de Zefirelli, George Stevens o Nicholas Ray pasan de ser colecciones de cromos. Aunque la polémica, y las absurdas acusaciones de haber hecho un film “gore”, pesaron sobre “La Pasión de Cristo” (2003), en mi discutible opinión Mel Gibson (sin alcanzar a Pasolini, por supuesto) llevo a cabo un más que notable trabajo dentro de sus modestas pretensiones.
Aún me acuerdo del impacto que nos supuso ver en el difunto Cine Coso esta película. Ya nos extrañó que la dejaran estrenar -creo recordar que fue por Semana Santa- diciendo como algunos decían sotto voce que el director era más bien rojillo. Lo de que era homosexual ni se mencionaba. No la acabé de entender del todo, pero por momentos me pareció fascinante, aunque reconozco que me descolocó algo la cara de cabreado del tal Irazoqui.
ResponderEliminarCuriosamente fue un gran éxito de taquilla, lo que ahora no ocurriría y todo el mundo la vio... aunque solo fuera para opinar.
Debo decirte que hace dos años fui muy a gusto a Ostia Antica, recordando que a pocos minutos de donde me encontraba viendo las ruinas se habían cargado a Pier Paolo. Fetichismo.