jueves, 12 de noviembre de 2009

Memorias I: 1964

Peor que la guerra, ¿qué?
¡La paz, la paz!
Esa paz que suena a tiro
y que mata sin alarma.
¡Paz, paz, paz!

Gabriel Celaya, del libro Lo que faltaba



Veinticinco años de... magníficos

¡Qué gran acontecimiento vivió Zaragoza en 1.964! Por primera vez en su historia el Real Zaragoza Club de Fútbol ganaba la Copa del Generalísimo al vencer al Atlético de Madrid por dos goles a uno. La llegada del equipo a Zaragoza fue apoteósica. Decenas de coches escoltaban el autobús furbolero, los jugadores enarbolaban la Copa y, posteriormente, saludaban a la afición desde el balcón principal del Ayuntamiento. Como obligado colofón, el “magnífico” Carlos Lapetra -el "cerebro", el "arquitecto", el "ingeniero" del balompié aragonés- ofrecía el trofeo a la Virgen del Pilar sin cuya celestial ayuda jamás se hubiera conseguido. Sí, los XXV años de paz franquista se celebraron en Zaragoza de manera deportiva, lo que constituía una forma muy adecuada de agradar a la Administración de los vencedores del Ejército Rojo (1). El Real Zaragoza C.F. era entonces el mejor conjunto de fútbol de España... aunque los títulos ligueros siguiesen siendo feudo exclusivo del Real Madrid. Era el equipo de los "magníficos", el de Canario, Santos, Marcelino, Villa y Lapetra, la delantera de oro. Ni siguiera las fanfarrias fascistas ni las demostraciones sindicales pudieron discutirle al fútbol su preponderancia en la vida zaragozana de 1964. Mucho menos el cine estrenado aquel año.

Con casi diez años de retraso vimos a James Dean en Rebelde sin causa, cuando el actor llevaba nueve años fiambre y la película de Nicholas Ray había perdido toda actualidad. El "furor de vivir" ya no se estilaba y el mítico film -es de suponer que censurado por cuestionar la institución familiar y tratar el tema de los "jóvenes airados"- había quedado en un bello y moralista melodrama, lejos de cualquier efecto provocativo. Tampoco cabe especular con que las neuronas de los sabios censores hubieran percibido la muy notoria homosexualidad de la película, en la que Sal Mineo (y N. Ray) está locamente enamorado de Dean y hay que ver la que arma el jovenzuelo cuando su hombre se acuesta con Nathalie Wood.

El gran film de 1964 en las pantallas españolas fue El gatopardo. La extraordinaria película de Luchino Visconti se estrenó en el cine Rex, en 70mm cortadísimos y tuvo un éxito discreto. Al cine Coliseo le cupo el honor de estrenar ¡Suspense! -coyuntural título español de The innocents-, la sobrecogedora película de Jack Clayton (2). A Blake Edwards -director de moda del año- se lo repartieron el Palafox (Desayuno con diamantes), el Coso (Días de vino y rosas) y el Goya (La pantera rosa). Stanley Donen también gustó en Charada, comedia-suspense con Cary Grant-Audrey Hepburn estrenada en el Palafox. De Billy Wilder vimos La tentación vive arriba y de Minnelli El noviazgo del padre de Eddie, ciertamente no incluibles entre lo mejor de sus respectivos autores. Un espía en Hollywood, El profesor chiflado, Que me importa el dinero y Un marciano en California nos propusieron machaconamente la imagen estúpida y paternalista de Jerry Lewis. Éxodo y Buenos días tristeza -la primera estrenada con enorme retraso en el Fleta- fueron dos de los peores films de Otto Preminger. John Huston dio la sensación de divertirse mucho en El último de la lista y La noche de la iguana, sus admiradores sólo compartimos ese placer en la segunda. Marnie la ladrona iniciaba la decadencia de don Alfredo y La caída del Imperio Romano confirmaba la de don Antonio (3), a pesar de los delirantes comentarios que ambas películas merecieron en Film Ideal. Semilla de maldad -otro tardío estreno- de Richard Brooks fue violenta y bienintencionada pero sólo regularmente conseguida. Además del Bronston hubo otras dos destacadas "machines": Sodoma y Gomorra de Aldrich y La conquista del Oeste de Ford, Hathaway y Marshall, sin ningún interés por otra parte.

El cine europeo se apuntó tres grandes éxitos de taquilla con Beckett, Tom Jones y La escapada. El film de Risi fue una excelente tragicomedia a la medida de Vittorio Gassman, pero el de Glenville fue un latoso drama de tesis al servicio de Burton y O’Toole, y el de Richardson un oscarizado producto muy al gusto del momento. El ingenuo salvaje fue la desalentadora tarjeta de presentación del free-cinema británico y La clave del enigma la brillante entrada de Joseph Losey en España. El testamento del dr. Cordelier era un Renoir decadente, El confidente un apreciable y campanudo “polar” de Melville. La serie Bond continuó su exitosa andadura con Desde Rusia con amor, mientras que en Francia Jean Paul Belmondo parecía querer hacer la competencia a Sean Connery con sus saltos en la fatigosa El hombre de Río. Destaquemos como merece el rosado y discutido floripondio titulado Los paraguas de Cherburgo, el bello retorno del maestro Lang a sus orígenes en La tumba india y el absurdo camelo beatle de ¡Qué noche la de aquel día!.

Los dos films "sociales" del año fueron uno americano y otro italiano. El buscavidas de Robert Rossen y Crónica familiar de Valerio Zurlini, dos propuestas importantes (la italiana indiscutible, la americana un tanto pomposa) no sólo indicadas para los amantes del cine con "mensaje". A ellas se podría unir con todos los honores El verdugo de Berlanga, la gran película española de 1964.

Los directores del año -por causas no siempre cualitativas- fueron: Blake Edwards, Stanley Donen, Otto Preminger, Jerry Lewis, John Huston, Robert Rossen, Richard Lester, Tony Richardson, Jack Clayton, Valerio Zurlini, Luchino Visconti y Luis Berlanga. Los actores: Burt Lancaster, Jack Lemmon, George C. Scott, Jackie Gleason, Alec Guinnees, Vittorio Gassman, Marcello Masstroianni y José Isbert. Las actrices: Ava Gardner, Deborah Kerr, Audrey Hepburn, Lee Remick, Piper Laurie y Emma Penella.

El himno de los XXV años de paz en Zaragoza fue el que sigue:

Porque tenemos rasmia y solera
siempre en el fútbol plantamos bandera
y nuestro equipo con sus leones
tiene detrás a la afición de todo Aragón.
Ra, ra, ra, Zaragoza chutará
ra, ra, ra, Zaragoza vencerá
que zúmbale, que zumba
que zúmbale al balón
que chútale, que chuta
que chuta y mete gol ¡¡¡gol!!!
Ra, ra, ra (al estribillo)

Himno del Real Zaragoza Club de Fútbol en la época de los cinco magníficos.
Letra: A. Molina.
Música: Mestro Tegel.
Interpretado por Pilarín Lasheras.


Notas

(1) El Ministro Secretario General del movimiento, don José Solís Ruiz (la sonrisa del Régimen) clamaba por entonces: ¡¡¡menos latín y más deporte!!!

(2) Plagiada sin el menor recato muchísimos años después por el sinvergüenza de Alejandro Amenabar en Los otros.

(3) Alfred Hitchcock y Anthony Mann respectivamente.

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