miércoles, 29 de octubre de 2014

LAS MAGGIORATTAS


LAS QUE NO FUERON LA MAGNANI PERO MÁS GUAPAS


Aquí no se va a tratar de grandes actrices sino de grandes bellezas que en tan solo un caso – Silvana Mangano (pronúnciese en italiano Mángano) – fue asimismo una excelente intérprete cuando le alcanzó la madurez. Guapas y exuberantes mujeres que fueron causa de adoración – y de otro menester poco religioso y que tambien acaba en on – de adolescentes, jóvenes y maduros caballeros en las décadas de los 50 y 60. Fueron legión aunque la mayoría no haya superado la prueba del tiempo y estén olvidadas:Silvana Pampanini (el más robusto trasero), Marisa Allasio (el segundo gran trasero), Lorella di Luca, Maria Fiore, Lea Padovani, Giovanna Ralli, Antonella Lualdi (guapísima), Rosanna Schiafinno, Rossana Podestá, Stefanía Sandrelli, Gianna Maria Canale (que mala era en los peplums), Gina Lollobrígida, Sylva Koscina (que muslamen), Sofia Loren, Claudia Cardinale, Laura Antonelli……hasta llegar a Monica Bellucci, la última, por el momento de las maggiorattas. Nos detendremos en las más significativas. Y que no se ofendan las damas, porque me temo que esto va a ser “solo para hombres” (divertido film de Fernán Gómez).

SILVANA MANGANO


La más excelsa de las “maggiorattas”. Lució muslos turgentes con medias rotas en “Riso amaro” (1949, furioso melodrama neorrealista de Giuseppe de Santis) y estuvo tan hermosa cuando cubría su cabeza con las tocas de monja que cuando cantaba y bailaba (muy mal) el “baiao” (“Ya viene el negro zumbón, bailando alegre el bayón”) en el enorme éxito de “Anna” (1952, Alberto Lattuada, mediocre película, por cierto). Antes ya había dado muestras de que tanta y tan poco convencional belleza, ocultaba un notable talento dramático en la estupenda “Il Lupo Della Sila” (1949, Dulio Coletti) y, más tarde, en la notable “Il brigante Mussolino” (1952 Mario Camerini). Me trastornó su Circe, no su Penélope, en uno de los mejores y más caros péplums (1954, “Ulisse”, Mario Camerini). A partir de 1963 supo reinventarse como ninguna. Abandonó su lujuriante ordinariez, se refinó, renunció al exhibicionismo y se convirtió en una gran actriz. Fue en la magnífica película de Carlo Lizzani “Il processo di Verona” (1963) , en la que interpretó con fuerza solo superable por la Magnani a Edda Mussolini, la hija del Duce y esposa del “traditore” conde Ciano.


Visconti y Pasolini la aguardaban a la vuelta de la esquina. El conde de Modrone la convirtió literalmente en su propia madre en “Morte a Venezia” (1970) en la que solo lució porte y distinción (1), pero tambien le proporcionó el excelente rol de Cosima Wagner en “Ludwig” (1972) y, sobre todo, la mimó en “Gruppo di famiglia in un interno” en la que no cedió ante el reto actoral del alter ego viscontiano Burt Lancaster. Pasolini la convirtió en una bellísima Virgen María en “Il Decamerone” (1971) y, asimismo, la acunó en su prodigiosa interpretación de la excepcional “Teorema” (1968), una de las cimas de la críptica, religiosa, marxista y freudiana poesía del autor asesinado. Y en 1967, fue una mágica Iocasta en la obra maestra “Edipo, el figlio della fortuna””, a la altura de la “Medea” de María Callas. Remató Luigi Comencini en su sobresaliente y perversa comedia “Lo scopone Scientifico” en 197 y en la que rivalizó nada menos que con Bette Davis. Fue esposa de Dino de Laurentis y murió prematuramente en Madrid en diciembre de 1989.

SOFIA LOREN


Hubo dos Loren: Sofia y Sophia. Quedémonos con la astuta y marrullera napolitana de “L’oro di Napoli” (1954), o de “Matrimonio all’italiana” (1964) ambas con Vittorio De Sica, su director de cabecera. De sus senos potentes surgió la no menos potente voz de Renata Tebaldi en la deliciosa “Aida” (1953, Clemente Fracassi). Le dieron un inmerecido Oscar por “La ciocciara” (1960, De Sica) en la que osó imitar a Magnani y, finalmente, brilló como actriz en “Una giornata particolare” (Ettore Scola), junto a sus tantas veces compañero Mastroianni. Esta fue Sofia, una mujerona alta, abrumadora, de hermosos ojos, boca y formidables piernas. Confieso que nunca fue mi tipo. Pero Sophia fue una permanente calamidad. Hollywood no supo muy bien que hacer con ella excepto sofisticarla, y la embarcó en una serie de pésimas películas de las que solo se salvó “Desire under the olms” (1958, Delbert Mann), una buena adaptación de la pieza de O’Neill en la que, sorprendentemente, surgió química entre ella y Anthony Perkins. Cineastas interesantes como Negulesco, Hathaway, Reed, Lumet, Ritt, Cukor, Curtiz, Asquith, Mann, Litvak, Donen y hasta el mismísimo Chaplin, le ofrecieron absurdos papeles en no menos absurdas películas. Y, finalmente, batió marcas de ridículo en España, tanto en la gitana de “The pride and the passion” (Stanley Kramer, 1957), como en su improbable Doña Jimena del horrible “Cid” perpetrado por Bronston y Mann en 1961. Aún aparece distinguida con sus inevitables gafas en algún bodriete cada vez más esporádico. Su productor, y marido, fue Carlo Ponti que, reconozcámoslo, la promocionó más que De Laurentis a la Mangano.

GINA LOLLOBRÍGIDA


No se acordaría nadie de ella sino fuese por recientes escandalillos financieros. Gozó de un éxito efímero con su bersagliera de “Pane, amore e fantasia” y “Pane, amore e gelosia” (1953 y 54, ambas de Luigi Comencini y con Vittorio De Sica, neorrealismo rosa de leve envergadura). Curiosamente se movió mejor que la Loren en Hollywood, donde la metieron tambien en malas películas aunque en una de ellas mantuviera singular empatía con Rock Hudson (1961, “Come september”, Robert Mulligan). . El tan alto y ella tan bajita. Con su corta estatura fue una bella cara que envejeció peor que la Loren. Jamás dio muestras de que podía ser una actriz. De ella se escribió que resultaba ideal en combinación.

CLAUDIA CARDINALE


A mí no me caben dudas de que fue la más hermosa de todas y, aunque luego surgirían otras, se la puede considerar como “the last but not the least” como escribía siempre el añorado José Luis Guarner. Había nacido en Túnez aunque de padres italianos y en Túnez continúa ahora haciendo alguna película, muy viejita pero con rasgos que no han perdido del todo su belleza. Su productor y marido fue Franco Cristaldi y destacó pronto por sus breves perfomances en “I soliti ignoti” (1958, Mario Monicelli) o “Un maledetto imbroglio” (1959, Pietro Germi), dos estupendas películas de opuestos registros. Su gran momento llegó con “La ragazza con la valiglia” (1960), el sensible film de Valerio Zurlini y ya nada habría de detenerla hasta que Visconti la embelleció hasta deslumbrar al príncipe de Salina en la genial “Il gattopardo” (1963), y darle el personaje de su vida en su Sandra de “Vaghe stelle dell’Orsa” (1965), en la que evidenció posibilidades de actriz. Pero eso fue todo. El resto de su carrera fue irregular y en Hollywood no brilló ni siquiera en el gran film de Richard Brooks “The proffesionals” (1966) en la que fue la esposa de Raza/Jack Palance. Y en el amplio reparto de “La pantera rosa” (The pink panther, Blake Edwards 1963) incluso resultó más misteriosa y atractiva la inquietante Capucine. Fue C.C., siguiendo el ejemplo de B.B. (Brigitte Bardot). La fama las juntó en la horrenda “Les petroleuses” (1972, Christian Jacque). Y, como no podía ser menos, hizo asimismo el ridículo en España con Bronston y Hathaway en “Circus World” (1963) en compañía de ¡¡God bless America!! John Wayne y una declinante Rita Hayworth.
Recordar es volver a vivir. Al menos para los que ya rebasamos la berrera de los 60 tacos.

Luis Betrán

1) Aunque hacía de madre del andrógino Tadzio, en realidad Visconti la vistió y maquilló con las prendas y adornos que usara su madre.
Este texto ha consultado para datos biográficos el libro de Gaia Servadio “Las diosas paganas de Italia”.

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