CHARLES CHAPLIN
Con
el siguiente cambio de Chaplin, sus honorarios ascendieron a 10.000 dólares a
la semana, con gratificaciones extra. Dedicó 16 meses a las doce películas de 2
bobinas que rodó en los estudios Lone Star para la Mutual. Las tramas eran más
elaboradas y las películas estaban plagadas
de gags inspirados por una situación o un escenario natural, como
sugieren los propios títulos: “Charlot encargado de bazar” (The floorwalker,
1916), “Charlot bombero” (The fireman, 1916), “Charlot tramoyista de cine”
(Behin the screen, 1916), “Charlot héroe del patín” (The rink, 1916) y “Charlot
en el balneario” (The cure, 1917), “Charlot en la calle de la paz” (Easy
street, 1917). Algunas de ellas son verdaderas muestras de virtuosismo: por
ejemplo, “Charlot a la una de la madrugada” (One a.m.1916) es prácticamente un
“solo” en el que Charlot vuelve a casa borracho y se enfrenta con una cerradura
que se niega a abrir, una cama plegable, una piel de tigre, un temible reloj y otros peligros domésticos.
Por su parte, “Charlot prestamista” (The pawn shop, 1916) incluye una larga
toma ininterrumpida de la “autopsia” del despertador del cliente. Otras
películas, incluyendo “Charlot músico ambulante” (The vagabond, 1916) y
“Charlot inmigrante” (The Inmigrant, 1917), exploraban más bien la capacidad de
Chaplin para el patetismo y el drama. Todos estos films constituyen auténticas
joyas, y en el caso de “One a.m.” y “The inmigrant”, verdaderas obras maestras
de opuesto registro. Una calificación, la de obra maestra, que no me gusta demasiado
aplicar pero que en este dossier inevitablemente aparecerá con frecuencia.
Un
nuevo acuerdo de distribución con la First National, permitió a Chaplin ver
cumplida su ambición de contar con un estudio propio, en el que trabajaría
durante los 24 años siguientes. El contrato le exigía realizar ocho películas
en el plazo de 18 meses. En lugar de ello, tardó cinco años en rodarlas, pero
entre ellas – casi mediometrajes – hay al menos tres obras maestras. La
primera, “Vida de perro” (A dog’s life, 1918) agudizó el elemento de sátira
social, ya presente en films anteriores, trazando un claro paralelismo entre la
vida de Charlot y la de su fiel perro callejero. Luego Chaplin se vio acusado
de mal gusto por retratar de forma cómica la vida en los frentes durante la
Primara Guarra Mundial; pero los hombres que realmente la padecieron se
sintieron conmovidos y encantados con la portentosa “Armas al hombro” (Shoulder
arms, 1918), y, hoy en día, la metamorfosis cómica que hace Chaplin de la
guerra proporciona una idea más nítida de cómo debieron ser aquellos tiempos
que otros films más dramáticos. “Al sol” (Sunnyside, 1919) es una suerte de
comedia pastoral poco representativa del estilo de Chaplin y que no tuvo
demasiado éxito, ni comercial ni artístico. Pero “Un día de juerga” (A day’s
pleasure, 1919) es, no obstante, un más que divertido retrato de las
desventuras de un hombre sencillo que lleva a su familia de excursión en un
Ford T. Uno de los hijos era interpretado por Jackie Coogan, cuyo talento y
espontaneidad inspiraron en parte la maravillosa “El chico” (The kid, 1921).
Esta
inmortal obra, ya cercana al largometraje, es un melodrama sobre una madre
soltera y su hijo abandonado, que permitía la risa con la involuntaria adopción
del niño por parte de Charlot, y llorar con las desventuras de ambos y la entrañable
y profunda relación que se desarrolla entre el niño y el adulto. Chaplin
reencontraba a Dickens y a sí mismo. La repercusión popular fue enorme y, tras
su estreno, Chaplin decidió hacer turismo por su país natal y una gira por toda
Europa. Fue quizá el momento culminante de toda su carrera, pues, hasta
entonces pocas celebridades habían despertado tanta expectación y entusiasmo
como él, viéndose además adulado por famosos políticos y estadistas europeos.
Las
dos películas que rodó a su vuelta, “Vacaciones” (The idle class, 1921), basada
en una típica situación de “slapstick” y en la que interpretaba dos papeles, y
“Dïa de paga” (Pay day, 1922) otra comedia sobre la vida real en la que se veía
a Charlot con un trabajo, un hogar y una esposa gruñona fueron tan solo logros
moderados, pero con “El peregrino” (The pilgrim, 1923) su reputación crítica
volvió a subir como la espuma. Con toda la razón. Esta nueva obra maestra
cuenta la historia de un preso que se fuga de la cárcel, roba las ropas de un
sacerdote que se está bañando, y es confundido con el recién nombrado pastor de
una pequeña comunidad del Midwest americano. Este argumento ofrecía a Chaplin
numerosas oportunidades de burlarse de la beatería, la hipocresía y los buenos
modales.
Luis Betrán
Este
texto ha consultado las “Memorias” de Charles Chaplin.
EL INMIGRANTE
También
titulada en España “El emigrante” o “Charlot emigrante”. Escrita y dirigida por
Charles Chaplin. Su primera obra mayor.
“The inmigrant” (1917) es, probablemente, la primera
película esencial de Chaplin y la que demostró de manera concluyente que su
talento como director no tenía nada que envidiar a su capacidad como mimo.
Desde el primer plano hasta el último, la labor de Chaplin como realizador es
un acierto total. Las secuencias rítmicas y rápidas se alternan con las más
relajadas y sosegadas. Los primeros planos son siempre eficaces. Los gags están
perfectamente ensamblados en la narrativa, utilizándose muchas veces con efectos
retardados, como cuando Charlot se apodera de la propina dejada por un cliente
para pagar su propia cuenta, lo que provoca un divertido gesto de incredulidad
y desprecio en el rostro del camarero-jefe (el inefable Eric Campbell), al
final de la escena del restaurante. Chaplin evita también el exceso de
sentimentalismo, y los comentarios sociales resultan doblemente eficaces por
estar rigurosamente controlados.
La
narrativa de la película es de una maravillosa austeridad. Hay solo cuatro
decorados: la cubierta del barco, el comedor del mismo, un exterior de calle y
el restaurante. Y pocos actores. Chaplin logra crear la impresión de un barco
repleto de inmigrantes cuando en realidad las “masas” de la película están
formadas por solo unos 15 intérpretes, pero cuidadosamente utilizados, como en
el caso de Henry Bergman que da vida al artista del restaurante y, disfrazado
con un gorro y un delantal, a la señora gorda del barco. La mímica del propio
Chaplin es de lo más efectiva. El balanceo de la nave dota de una nueva
dimensión a su característica forma de andar. La partida de póquer da lugar a
un gag extraordinario, aquel en el que Charlot le quita la pistola al tahúr, se
agacha para recoger su sombrero pero sin dejar de apuntarle….con el arma entre
las piernas. Al final de la película, la escena en la que teme tener que
enfrentarse al monstruoso camarero-jefe del restaurante, constituye una
combinación perfecta de los sentimientos de rebeldía, desafío y desesperación.
La
dura suerte de los inmigrantes no es olvidada en ningún momento. Primero
permanecer echados sobre cubierta, mareados y enfermos, mientras Charlot
realiza sus divertidas acrobacias. Luego, tras la aparición de la Estatua de la
Libertad, se ven contenidos y empujados hacia atrás por medio de sogas.
Finalmente descienden del barco para enfrentarse a una gran ciudad, extraña y
hostil, características bellamente subrayadas por Chaplin en la escena del
restaurante, en la que se olvida de que debe quitarse el sombrero y es incapaz
de leer el menú.
Los
inmigrantes necesitan dinero, y éste desfile burlonamente ante sus ojos sin que
puedan conseguirlo nunca. El dinero que Charlot entrega a la chica es en
realidad el dinero de su madre que el tahúr le ha robado y ha perdido luego en
una partida de póquer. Charlot utiliza una moneda que le ha caído al camarero-jefe para pagar su cuenta y, como
resulta ser falsa, se apodera de la propina que dejado un cliente. Los dos
dólares que le pide prestados al artista se destinan a adquirir la licencia de
matrimonio. No se sabe adónde han ido a parar las ganancias de la partida ……ni
tampoco importa. No. Chaplin ya sabía que Estados Unidos no era la tierra de
promisión sino el reino del capitalismo salvaje. “The inmigrant” fue su primera
carga de profundidad contra el país que le había hecho millonario. Pronto
llegarían “Una mujer de Paris” (A woman of Paris, 1923) y “La quimera del oro”
(The gold rush, 1925). Faltaban muchos años, y el advenimiento del sonoro, para
el ataque ya frontal de “Monsieur Verdoux” (1946), la película que a la postre
supondría la expulsión de Chaplin de su tierra de adopción.
Luis Betrán (26 de
febrero de 2014)
Escrito
tras ser revisado el film.
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