Solo
cuando expiró su contrato con la First National pudo Chaplin rodar su primer
largometraje para que lo distribuyera la United Artist, la productora que había
fundado junto a Douglas Fairbanks, Mary Pickford y D.W. Griffith cuatro años
antes. “Una mujer de Paris” (A woman of Paris, 1923) fue su primer intento de
rodar una película dramática y seria, sin Charlot en la pantalla, y se trataba
de un proyecto largamente acariciado. Con él pretendía lanzar a la fiel Edna
Purviance como actriz dramática, y es innegable que su interpretación sobria y
elegante merecía ese esfuerzo, aunque su carrera posterior fuese más bien
efímera. Además fue literalmente aplastada por un inconmensurable Adolphe
Menjou que, él sí, se convirtió en una gran estrella. El propio Chaplin – guión
y dirección – solo apareció en un par de planos haciendo de transeúnte. El
resultado fue la segunda carga en profundidad del genio contra el sistema
capitalista, una obra maestra increíblemente adelantada a su tiempo – como los
films de un Von Stroheim – y, naturalmente, un fracaso de un público que podía
esperar cualquier cosa del largometraje menos tanta turbiedad, ácida sátira,
lubricidad y mirada radicalmente desesperanzada.
El
argumento de “Una mujer de Paris” parecía extraído de un melodrama victoriano:
la tragedia de una chica de pueblo convertida en “mantenida” e incapaz de decidirse entre un artista y un playboy.
Chaplin aplicó a esa historia sencilla un tratamiento visual extremadamente
sutil y sofisticado, que influiría, a la postre, decisivamente en la comedia
cinematográfica como género. El gran Lubitsch de Hollywood siempre reconoció su
deuda con “Una mujer de Paris”. Sin embargo, para desconcierto y humillación de
Chaplin, y a pesar de la entusiasta acogida de la crítica de entonces, “Una
mujer de Paris” fue un desastre comercial. Y luego una obra maestra tras otra,
quizá con excepción de la simplemente excelente “El circo” (The circus”, 1928).
Así, hasta la testamentaria y conmovedora “Candilejas” (Limelight, 1952).
Chaplin sería el autor total, incluyendo el músico, de toda su restante
filmografía. Y pronto recuperaría las pérdidas que le originó su osada severidad.
Sus dos películas siguientes: “La quimera del oro” (The gold rush, 1925) y “El
circo” (1928) le devolvieron al éxito.
Luis Betrán
Este
texto ha consulta “Mi autobiografía” o las “Memorias” de Charles Chaplin.
EL CHICO (THE KID, 1921)
Tras
el triunfo de la memorable “Armas al hombro” (Shoulder arms, 1918) y el
relativo fracaso de la cualquier cosa menos memorable “Sunnyside”, 1919), film
que hay que ubicar entre lo menos logrado de Chaplin, aunque no un fiasco total
como había sido su lamentable “Carmen” (1916), nuestro hombre sufrió una crisis
de carácter personal, debida al naufragio de su matrimonio con Mildred Harris.
El mismo cuenta en su autobiografía que iba todos los días al estudio, junto
con su equipo de colaboradores fijos, y esperaba en vano una inspiración o una
idea que nunca llegaban.
En
esta postración, nos cuenta Chaplin, se dirigió al teatro de variedades
“Orpheum”, en el que Jack Coogan realizaba su número de baile exótico. Su hijo
de cuatro años, Jackie, llevó a cabo una breve aparición junto a su padre, y
Chaplin se sintió tan cautivado por la personalidad del pequeño que empezó a
pensar de inmediato en un guión en el que interviniesen su famoso personaje de
Charlot y el niño. Jack Coogan acababa de firmar un contrato con Fatty
Arbuckle, pero su retoño estaba disponible. Chaplin lo contrató de inmediato,
como recuerda en la citada autobiografía el comentario del padre: “Si claro,
mr. Chaplin, puede contar con ese golfillo”. Verdadero o no, es una bonita
historia.
Jacckie
Coogan interpretó al hijo menor de Charlot en “Un día de juerga” (A day’s
pleasure, 1919), como preparación para
su papel mucho más largo e importante en “El chico”. Chaplin descubrió que se
trataba de un actor nato y que aprendía con enorme rapidez. “En el arte de la
pantomima hay unas reglas básicas que dominar, y Jackie pronto lo logró. Era
capaz de aplicar emoción a la acción y acción a la emoción, así como de repetir
una y otra vez una misma escena, sin perder por ello espontaneidad”. El cariño
real que nació entre Chaplin y el niño resulta evidente en la película. Según
Chaplin, la emocionante escena en la que Jackie llora de verdad cuando los
empleados del orfelinato se lo llevan, se logró haciendo que su padre le
amenazase con que si no lloraba se lo
llevaría del estudio y le pondría a trabajar en un taller. “El chico” empieza
con un título que reza: “una película hecha con una sonrisa y quizá con una
lágrima”. Así es.
Aunque
en sus películas anteriores Chaplin había introducido ya los sentimientos y el
patetismo, ésta fue la primera vez que en la Historia del Cine Cómico alguien se
arriesgó a combinar una historia dramática y casi trágica con las risas y la
farsa. El film era también mucho más largo
(casi 88 min.) de lo habitual. Con su acostumbrada minuciosidad y
detalle (se dice que la escena de un minuto de duración, del desayuno de
Charlot y Jackie, tardó dos semanas en rodarse), su plan de realización fue
asimismo uno de los más costosos hasta la fecha. La suma de medio millón de dólares,
otra vez según Chaplin, invirtió, era disparatada para una película cómica en
aquella época.
Se
terminó con grandes dificultades. Mildred Harris se divorció de él justo cuando
“El chico” estaba en fase de montaje. Temiendo que los abogados de su exmujer
intentasen apoderarse de la película, Chaplin se llevó a escondidas 500 bobinas
a Salt Lake City, donde se montó en la habitación de un hotel con una
rudimentaria moviola. Incluso se organizó una “preview” en uno de los cines
locales. Chaplin no había visto todavía la película acabada y proyectada en una
pantalla. Sus inevitables temores resultaron infundados: desde ese primer
visionado los espectadores respondieron con entusiasmo a la película, aceptando
sin el menor problema su peculiar mezcolanza de sentimentalismo y humor. Los
críticos no se mostraron tan convencidos y adujeron que la secuencia onírica
estaba fuera de lugar, o rechazaron la investigación de Chaplin sobre el sexo
de la criatura abandonada, las bromas sobre el pis etc. El puritanismo estadounidense
ya era entonces repulsivo. Dio igual, “El chico” es y será para siempre un
clásico inmarcesible.
Luis Betrán
Este
texto ha consultado “Mi autobiogrfía” de Charles Chaplin..,
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