MIKLOS JANCSÓ
Su nombre va unido en mi memoria al inolvidable Cine-Club
Saracosta y al imprescindible Alberto Sánchez – y bien que ha notado su ausencia la cinefilia aragonesa
- , dado que allí, en el C.M.U. Lasalle, fue cuando hice mis deberes con este
gran cineasta húngaro quizá uno de los tres pilares fundamentales del cine de
ese país desde el advenimiento del sonoro (los otros serían Zoltan Fabri y Bela
Tarr). No he leído en ningún medio la noticia alguna de su fallecimiento, ni mucho
menos texto sobre su obra. Normal, era húngaro (¡ay! si hubiese nacido en
Wisconsin), estaba demasiado olvidado y apenas recuerdo que en éste desdichado
país – el nuestro – se estrenase película alguna suya en una sala de estreno. Sí
en Filmotecas y circuitos alternativos como el mencionado cine-club. Alberto
tenía debilidad por las cinematografías del este de Europa – Polonia, la antigua
Checoslovaquia, la escindida Yugoeslavia…..y Hungría - y entre sus directores
de cabecera figuró Miklos Jancsó. Alli vimos, los que estamos frisando la setentena,
“Los sin esperanza” (1965), “Silencio y
grito” (1968), “Siroco de invierno” (1969)…... Su gran obra maestra, “Rojos y
blancos” (1968), la vi en Paris. El
resto – no conozco film alguno posterior a 1990 – acá, allá y acullá. Facturó
películas también en Italia, pero su tema fue Hungría y su historia. Bela Tarr
dijo de él que le admiraba sin reservas. El gran maestro griego Theo
Angelopoulos, en el Festival de Huesca, que no, que no habían influido en su cine sus larguísimos
planos-secuencia, pero que le consideraba un eximio realizador y un gran amigo
personal. Tenía razón, porque el autor de “Eleni” y tantas obras maestras
utilizaba suntuosos planos-secuencia, pero no a la manera de Jancsó. “Rojos y
blancos” consta tan solo de doce planos. Angelopoulos se quedó en límites más
cortos, aunque él también narrase la Historia reciente de Grecia.
En sus películas en blanco y negro podía resultar
ciertamente tedioso – “Silencio y grito” o “Siroco de invierno” – y sus films
italianos no tuvieron demasiado interés. En la revista “Nuestro Cine” le
adoraban, en Film Ideal le ignoraron. Poco a poco fue evolucionando a una
suerte de ritual en el que no estaban ausentes ni el color, ni las coreografías
ni las canciones. “Salmo rojo” (1971) y “Szerelmen Elektra” (1974) fueron
maravillosas, más la crítica y los festivales ya le eran adversos. Pensaban,
erróneamente, que frivolizaba innecesariamente su eterna “Rapsodia húngara”,
justamente el título del que ya solo pudo filmar la primera parte – allegro
barbaro – en 1978. Hoy, Miklos Jancsó probablemente será poco homenajeado en
las revistas clónicas de “Cahiers du Cinéma”. Quizás lo sea en la francesa
“Positif”. Y ello, de cumplirse, manifestará una supina ignorancia por un gran
cine de otrora y un autor decididamente importante.
EDOARDO COUTINHO
Su muerte, acuchillado por su propio hijo, parece evocar el
“novo cinema” de los Glauber Rocha, Ruy Guerra, Roberto Farias, Carlos
Diegues….muy dados a terminar sus films por las bravas. Pero no, Coutinho nada
tenía que ver con ellos. Ni con el exótico Julio Bressane, ni con el llamado
“cine de la retomada”. El fue un documentalista y en el instante de su atroz deceso
era uno de los mejores del mundo. Ignorado en España, salvo en Festivales
primordialmente consagrados al documental. Su filmografía comenzó en 1968 con
“O homen que comprou o mundo” y finalizó en 2011 con la formidable “As
cançoes”.
Esta película y las otras que de él he visto – “Cabra marcado para
morrer” (1985), “Boca de lixo” (1993), “Edificio master” (2002) y “Jogo de
cena” (2007) – certifican con sobresaliente la calidad no ya de un
documentalista sino de un gran cineasta sin adjetivos. Probablemente este magnífico
director brasileño también tuvo su lejano – en el tiempo – referente en el
inmenso Humberto Mauro y el excelente Nelson Pereira do Santos de “Rio, zona
norte” (1958) o “Rio 40 graus” (1955). Yo no lo creo. Coutinho no se parecía a
nadie en el país de Guimaraes Rosa y Caetano Veloso. Solo a él mismo. No será
extraño que se le catalogue de posmoderno observacional. Es el metalenguaje de
nuestros días aplicado al Arte. Con perdón, una solemne tontería. Que me la
expliquen.
PHILIP SEYMOUR
HOFFMAN
Podía reír pero evitaba las carcajadas, sollozar pero nunca
gimotear, siempre austero en su histrionismo, parco en cualquier aspecto de
exhibicionismo. Poseía una profunda voz de barítono y articulaba el inglés como
si hubiese interpretado a Shakespeare en el Old Vic. Con motivo del estreno de
“El lobo de Wall Street”, escribí que Leonardo di Caprio tal vez era el mejor
actor estadounidense. Fui injusto, no lo era. Ahora quizá sí. Porque ha muerto
el gordo, y en circunstancias de crónica
de negra. No, no era el Gordo de Minnesota. Era Philip Seymour Hoffman y a ese
nadie le quitaba el puesto de nº 1 de Hollywood. Su físico le hubiese negado el
acceso al estrellato, paro nadie emocionaba, entristecía, divertía, conmovía
como él. Demasiadas películas en tan solo 45 años de vida.
Demasiado en todo.
“Too much, too soon”, como el penúltimo film que interpretó un ya destrozado
Errol Flynn dando vida al dipsómano más contumaz de la fábrica de sueños: John
Barrymore. En unos años, no muchos, se perpetrará un ignominioso biopic sobre
este ACTOR extraordinario, y algún actorcillo de tres al cuarto comerá y comerá
para asemejarse lo más posible al finado. No hubo una sola película en la que
me decepcionará. P.S.H. estaba bien, muy bien o genial. Si acaso algo
despistado en las marcianadas de Paul
Thomas Anderson: “Punch drunk love” (horrible), “Magnolia” (llovían ranas en
vez de planchar conejos, ¡oh, que virulento el surrealismo yanqui!), “The
master”, enfrentado a otro – Joaquim Phoenix – que tampoco sabía muy bien a
quién coño interpretaba. Le dieron el oscar por su excelente mimetización de
Truman Capote, pero a mi donde me arrebata este grandísimo de la actuación – y
de los pinchazos – es en el desgraciado de la formidable “Antes que el diablo
sepa que has muerto” o en el cura pedófilo de la inquietante “La duda”. Le
vimos por última vez, dando vida a un segundo violinista algo envidiosillo en
un Cuarteto de Cuerda que las pasaba canutas – como todos – al acometer el Opus
132 de Ludwig Van Beethoven. Como dijo John Huston en el funeral de Bogart “no
debemos llorar por él sino por nosotros que le hemos perdido”. Lo demás a las
redes sociales y al telecinquismo casposo que recorre los hemisferios y
paralelos, de “El Mundo” a “Vanity fair”.
PETE SEEGER
¡¡Qué bonita bandera, que bonita bandera, que bonita bandera
es la bandera portorriqueña!!. Así y esto cantó Pete Seeger en San Juan, cuando
todavía en esa isla del Caribe había grupos opositores al Estado Libre Asociado
de U.S.A. En Barleona cantó el “Ay Carmela·” de las tropas republicanas. En
Zaragoza no cantó nunca. En la España franquista solo en Catalunya e invitado
por su amigo, el valenciano Raimon. En mi juventud le escuchábamos o, más bien,
le descubríamos a la par que a Woody Guthrie, Cisco Houston, The Weawers,
Leadbelly….y pronto muy pronto Bob Dylan, Johnny Cash, Peter&Paul&Mary,
Joan Baez, Buffy St. Marie, Julie Felix (¿Qué habrá sido de ella?), Judy
Collins…Y no nos gustaba aunque comprábamos vinilos de rasposo sonido
provenientes de sus grabaciones para Folkways Records. Decíamos que tenía “voz
de cabra”. Éramos terriblemente injustos….porque esa voz nasal era más
llevadera que la del gran Woody Guthrie. Mis recuerdos van ligados a una
entrevista que Jaime Gaspar Auría (profesor mío de Historia del Arte y que
luego llegaría ser el primer Vicepresidente, por el P.S.O.E., de la Comunidad
Autónoma de Aragón) y servidor hiscimos. Sucedió que el que cantaba en el
Teatro Principal (imposible recordar la fecha, pero fue antes, bastante antes,
de la celebradísima muerte del “Generalísimo”) no era el norteamericano Seeger
sino el sudamericano Atahualpa Yupanqui. El gran poeta y cantautor argentino
ofreció un recital en el que lo que más me impactó fue una canción llamada
“Meta bala”. A su conclusión, Jaime Gaspar y yo que escuchamos el concierto juntos
nos dirigimos (el profesor no tenía la desventaja de la timidez) al camerino de
don Atahualpa y le hicimos una breve entrevista para una pequeña revista de la
Universidad. Una pregunta fue: ¿Qué piensa usted de Pete Seeger, le conoce?, a
lo que Yupanqui respondió: claro que sí, es un extraordinario y viejo luchador,
le admiro profundamente, no hay persona más valiente que él en los amos del
Norte.
Progresivamente fui sabiendo de su vida, de sus mil batallas
libradas defendiendo la libertad, de sus años de militancia en el Partido Comunista
Americano. Y le pude ver actuando en directo aunque, naturalmente, gracias a la
televisión. Compré más discos suyos y ya me entregué a su música, su voz y su
mensaje sin cortapisa alguna. “Were have all the flowers gone” fue/es la
canción más bella que se compusiera contra la Guerra de Vietnam. Por supuesto,
conservo los LPS, tengo CDS y hay uno del que se ha hablado poco o nada en
estas fechas de su muerte que es el más que gusta y el más preclaro ejemplar de
la “canción de protesta”. La grabación – ahora para CBS y estéreo – es muy
buena y Pete Seeger no se acompaña en ningún tema con el banjo sino que lo hace
con guitarra acústica e incluso escueto respaldo orquestal. Allí está la
impresionante “Last train to Nuremberg” (¡¡todos a bordo!!), “Who killed Norma
Jean” (Marilyn, claro), “Uncle Ho” (divertido y serio a la vez homenaje a
Ho-Chi-Minh)……
Tampoco he leído u oído en medio alguno que Pete Seeger intervino
en una película. Pues sí, lo hizo. Fue en una breve secuencia de la malhadada,
y olvidada, “Alice’s Restaurant” (1969), de Arthur Penn cuando este cineasta
era el más progre de Hollywood. Allí, el gran folksinger irrumpía en una
habitación de hospital en la que, es un suponer, agonizaba Woody Guthrie y le
cantaba un fragmento de una de sus canciones. La muerte de este hombre “imprescindible” - los hay que luchan
toda la vida, esos son los imprescindibles (Bertold Brecht) – es la muerte del último
rojo de EE.UU, del único izquierdista incorruptible que restaba en el
orwelliano Gran Hermano. Me jode que alguien como Bruce Springsteen se apuntase
tardíamente a homenajearle.. Ël, “Born in the U.S.A.” Al igual que con Philip
Seymour Hoffman será más que probable una biopic de Pete Seeger. ¿Quién la
dirigirá?, ¿Quién la protagonizará?. Sorpresa, porque en el Hollywood de los
bloquebusteres a lo más que se llega es a “liberales” votantes de Obama.
Luis Betrán
Esperemos - jejeje - que la Filmoteca de Aragón programe ciclos a Miklos Jancsó y a Coutinho.
ResponderEliminar