ARRAIANOS, de Eloy Enciso
El primer coche que tuve, ya lo
he contado, fue el inevitable 600 de 2ª mano. Fue a los 18 años, cuando uno
vive la insensatez y/o el placer de la aventura. Invitado por un amigo gallego
y su hermano – los Prieto, buena gente, ¿qué habrá sido de ellos? – y aprovechando
las vacaciones de semana santa nos largamos los tres en mi fabuloso vehículo -
¡¡adelante hombre del 600, la carretera nacional es tuya!! (canción del
inolvidable grupo “Desde Santurce a Bilbao Blues Band”) – hasta la casa do
vivía la madre viuda de los mentados. No recuerdo el nombre del villorrio, pero
sí que se ubicaba en lo más frondoso de los bosques de la provincia de Ourense,
lindando casi con Portugal. La mansión era una suerte de torre cilíndrica
aislada, y de ella salió una señora completamente enlutada, con pañuelo negro cubriéndole
la cabeza y anudado en su cuello. La madre solo falaba galego y comenzó a
gritar al ver que su hijo mayor portaba luenga barba, y no dejó de hacerlo
hasta que el primogénito se la afeitó en fulminante sprint. Satisfecha la buena mujer nos obsequió con
abundante pulpo a feira y me indicó mi dormitorio. Naturalmente orvallaba,
rugía el aquilón y el frío era de aúpa, y las sábanas rezumaban humedad.
Permanecí tan solo tres días en
aquella impresionante selva y, uno de ellos, me llevaron a una casa a degustar
la queimada. Recuerdo vívidamente la larga habitación, la tosca mesa de
amarillenta madera y el aspecto peculiar de las gentes – unas 10 personas – que
se sentaban en taburetes. No había luz eléctrica y la iluminación del recinto
era a base de abundantes velas. Conforme nos bebíamos la queimada, algunos/as
(no todos), afirmaron ver a la Santa Companha. Yo no, ni siquiera con los lingotazos
de café con orujo. Evoco esta escena, esas figuras y esos altísimos árboles
cuando contemplo las imágenes de la extraordinaria película de Eloy Enciso
“Arraianos”, buque insignia del llamado “novo cine galego”.
Rostros de hombres y mujeres que
recitan o canturrean versos de la pieza teatral “O bosque” de Jenaro Marinhas
del Valle (1908-1999), en la misma zona, o eso me parece, en la que yo estuve.
Esta suerte de agnóstica letanía no es un documental, puesto que el cineasta
trabaja con actores y actrices. Las poderosísimas imágenes de “Arraianos” se
conjugan admirablemente con los extraños sonidos que emiten las gargantas,
dando lugar a un film de una fuerza telúrica absolutamente subyugante.
“Arraianos” es obra mayor, es cine purísimo, tan alejado de Werner Herzog como
próximo a la gran “Sicilia” de Straub-Huillet. Nada que ver con la estulticia
de la, para mí, incomprensiblemente alabada “Gente en sitios” de Juan
Cavestany, o de la aberrante, grotesca y zafia carnavalada (como siempre) de
Alex de la Iglesia en “Las brujas de Zugarramurdi” ,o de la bobería engoyada
que David Trueba se ha marcado con “Vivir es fácil con los ojos cerrados” (mira
que era mala la peli de Richard Lester en la que salía John Lennon: “Como gané
la guerra”).
LOS GOYA
Confieso mi desinterés por las
alfombras rojas, sean Goyas, Oscars etc. En el caso de los Premios de la
Academia Española del Cine, si es que se llama así, no obstante suelo mirar el
televisor hasta el discurso del Presidente de la misma. Y en este año, el sr.
González Macho esbozó, nervioso y visiblemente emocionado, un claro mensaje de
adiós. Lógico en quién está muy curtido en lances de cine y sabe que para la
cinematografía española – y la cultura, salvo las Salas de Exposición de Bellas
Artes (asunto y negocio de ricos, que aquí mandan el P.P., el Botín y los
Borbones) – 2015 será peor incluso que 2014, a su vez peor que fue 2013. El
“ministro de la anticultura” (Javier Bardem, dixit), el incomprensible en
cualquier democracia sr Wert no asistió y las únicas películas que me
interesaban – amén del premiado corto del vasco-zaragozano Gaizka Urresti, al
que tengo el gusto de conocer y estimar – “Caníbal” y “La herida” ya sabía que
no serían galardonadas salvo el justísimo e insoslayable cabezón a Marian
Alvarez.
Lo que me choca es que si pinchas
lo que dijo Bardem o la ausencia de Wert en “El País” – que será, por
Belcebú, en los diarios del Régimen: “El
Mundo”, “La Razon” o “ABC” – surgen una mayoría casi total de comentarios
elogiando al ministro del ramo e insultando indiscriminadamente a directores,
técnicos, intérpretes etc. Del ciertamente mediocre cine español. Y esas
invectivas y esas alabanzas no hacen más que aumentar, si ello fuera posible,
mi desesperanza en este atípico país que todavía algunos llaman España. Y que
nació fascista, seguirá fascista y morirá fascista. Como escribe en el
mencionado diario Manuel Rodriguez Rivero el espacio político reservado a la
derecha es territorio P.P….en estos momentos. El lepenismo francés, o los
herederos ideológicos del ya difunto
Blas Piñar, crecerá y crecerá
cobijándose bajo el paraguas del más peligroso gobernante: el ministro de
Injusticia, sr. Ruiz Gallardón.
1- Creo que fue en 2005 cuando se concedió el Goya a la
mejor película y al mejor director a “La soledad” del gran Jaime Rosales – quizá el mejor cineasta de
Celtiberia Show -. Por una vez estuve de acuerdo
NEBRASKA, CASI UNA OBRA MAESTRA
Me temí lo peor al comienzo de la
última película del gran Alexander Payne. Un anciano caminado sin rumbo por el
arcén de una carretera, un hijo del abuelete - ya cuarentón y que apenas se
trataba con su padre - dispuesto, no obstante, a llevarle en su modesto coche
de Montana a Nebraska, a cobrar un millón de dólares que es un timo ostensible.
¡Caramba!. Un ángel de la guarda a la manera de Frank Capra (director al que
admiro en varias películas, conste). Pero no. El largo itinerario o road movie
deviene en una maravillosa película, filmada en un portentoso y adecuado blanco
y negro para que destaque más la abundante nieve, impregnada de humor, de mala
uva, de humanidad, de poesía. “Nebraska” es un film con mensaje – mala cosa
para la crítica canónica – y éste no es desesperanzado aunque asistamos a una
representación de la codicia que no se anda con remilgos. Payne es un magnífico
narrador que suele partir de novelillas de escaso fuste, guiones propios o
ajenos y no de tebeuchos de la Marvel, juegos de play station, historias
“basadas en hechos reales” del todo increíbles y demás guarraditas que tanto
molan en los bloquebusteres. Sí el guión es de hierro, las interpretaciones –
todas – son extraordinarias. Bruce Dern es la punta de lanza, más pienso que
Will Forte (el hijo) y June Squibb (la malhablada y desopilante esposa), le
superan. Secundarios de lujo, con Stacy Keach (sí, el boxeador veterano y algo
sonado de la obra maestra de John Huston “Fat city”), en plan villano que
recibe su merecido.
Leo en una revista clónica de
“Cahiers du cinéma” que Alexander Payne se parece a Terrence Malick o James
Gray. ¿En qué?. El gran cineasta autor de las excelentes “A propósito de
Schmidt”, “Entre copas” y “Los descendientes”, es un claro heredero del cine
liberal de Hollywood y no un propagandista del “tea party”, asunto que
resuelven “brillantemente” los realizadores de “The tree of life” o “We own the
night”. La progresión de Payne es, para mí, evidente; cada película suya supera
a la anterior hasta llegar a este portento que es “Nebraska”, a la que únicamente
reprocharía sus últimos cinco minutos. El film debió terminar cuando el falso
premio del millón se transmuta en…..una gorrita publicitaria. Estupendo Payne,
con sus gordos/as de telón de fondo, esclarecedor Payne, clásico Payne. La
mejor película estadunidense que veo desde “Mud” de Jeff Daniels, a la que
también supera de largo. No habrá oscares para ella, que para eso están los
desagradables aullidos de los lobos de Wall Street o la supina memez de “La
gran estafa americana”.
Luis Betrán
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