miércoles, 12 de febrero de 2014

DE PELÍCULAS, EVOCACIONES Y PREMIOS


ARRAIANOS, de Eloy Enciso
 

El primer coche que tuve, ya lo he contado, fue el inevitable 600 de 2ª mano. Fue a los 18 años, cuando uno vive la insensatez y/o el placer de la aventura. Invitado por un amigo gallego y su hermano – los Prieto, buena gente, ¿qué habrá sido de ellos? – y aprovechando las vacaciones de semana santa nos largamos los tres en mi fabuloso vehículo - ¡¡adelante hombre del 600, la carretera nacional es tuya!! (canción del inolvidable grupo “Desde Santurce a Bilbao Blues Band”) – hasta la casa do vivía la madre viuda de los mentados. No recuerdo el nombre del villorrio, pero sí que se ubicaba en lo más frondoso de los bosques de la provincia de Ourense, lindando casi con Portugal. La mansión era una suerte de torre cilíndrica aislada, y de ella salió una señora completamente enlutada, con pañuelo negro cubriéndole la cabeza y anudado en su cuello. La madre solo falaba galego y comenzó a gritar al ver que su hijo mayor portaba luenga barba, y no dejó de hacerlo hasta que el primogénito se la afeitó en fulminante sprint.  Satisfecha la buena mujer nos obsequió con abundante pulpo a feira y me indicó mi dormitorio. Naturalmente orvallaba, rugía el aquilón y el frío era de aúpa, y las sábanas rezumaban humedad.


Permanecí tan solo tres días en aquella impresionante selva y, uno de ellos, me llevaron a una casa a degustar la queimada. Recuerdo vívidamente la larga habitación, la tosca mesa de amarillenta madera y el aspecto peculiar de las gentes – unas 10 personas – que se sentaban en taburetes. No había luz eléctrica y la iluminación del recinto era a base de abundantes velas. Conforme nos bebíamos la queimada, algunos/as (no todos), afirmaron ver a la Santa Companha. Yo no, ni siquiera con los lingotazos de café con orujo. Evoco esta escena, esas figuras y esos altísimos árboles cuando contemplo las imágenes de la extraordinaria película de Eloy Enciso “Arraianos”, buque insignia del llamado “novo cine galego”. 

Rostros de hombres y mujeres que recitan o canturrean versos de la pieza teatral “O bosque” de Jenaro Marinhas del Valle (1908-1999), en la misma zona, o eso me parece, en la que yo estuve. Esta suerte de agnóstica letanía no es un documental, puesto que el cineasta trabaja con actores y actrices. Las poderosísimas imágenes de “Arraianos” se conjugan admirablemente con los extraños sonidos que emiten las gargantas, dando lugar a un film de una fuerza telúrica absolutamente subyugante. “Arraianos” es obra mayor, es cine purísimo, tan alejado de Werner Herzog como próximo a la gran “Sicilia” de Straub-Huillet. Nada que ver con la estulticia de la, para mí, incomprensiblemente alabada “Gente en sitios” de Juan Cavestany, o de la aberrante, grotesca y zafia carnavalada (como siempre) de Alex de la Iglesia en “Las brujas de Zugarramurdi” ,o de la bobería engoyada que David Trueba se ha marcado con “Vivir es fácil con los ojos cerrados” (mira que era mala la peli de Richard Lester en la que salía John Lennon: “Como gané la guerra”).

LOS GOYA


Confieso mi desinterés por las alfombras rojas, sean Goyas, Oscars etc. En el caso de los Premios de la Academia Española del Cine, si es que se llama así, no obstante suelo mirar el televisor hasta el discurso del Presidente de la misma. Y en este año, el sr. González Macho esbozó, nervioso y visiblemente emocionado, un claro mensaje de adiós. Lógico en quién está muy curtido en lances de cine y sabe que para la cinematografía española – y la cultura, salvo las Salas de Exposición de Bellas Artes (asunto y negocio de ricos, que aquí mandan el P.P., el Botín y los Borbones) – 2015 será peor incluso que 2014, a su vez peor que fue 2013. El “ministro de la anticultura” (Javier Bardem, dixit), el incomprensible en cualquier democracia sr Wert no asistió y las únicas películas que me interesaban – amén del premiado corto del vasco-zaragozano Gaizka Urresti, al que tengo el gusto de conocer y estimar – “Caníbal” y “La herida” ya sabía que no serían galardonadas salvo el justísimo e insoslayable cabezón a Marian Alvarez. 


Lo que me choca es que si pinchas lo que dijo Bardem o la ausencia de Wert en “El País” – que será, por Belcebú,  en los diarios del Régimen: “El Mundo”, “La Razon” o “ABC” – surgen una mayoría casi total de comentarios elogiando al ministro del ramo e insultando indiscriminadamente a directores, técnicos, intérpretes etc. Del ciertamente mediocre cine español. Y esas invectivas y esas alabanzas no hacen más que aumentar, si ello fuera posible, mi desesperanza en este atípico país que todavía algunos llaman España. Y que nació fascista, seguirá fascista y morirá fascista. Como escribe en el mencionado diario Manuel Rodriguez Rivero el espacio político reservado a la derecha es territorio P.P….en estos momentos. El lepenismo francés, o los herederos ideológicos del ya  difunto Blas Piñar,  crecerá y crecerá cobijándose bajo el paraguas del más peligroso gobernante: el ministro de Injusticia, sr. Ruiz Gallardón.

1- Creo que fue en 2005 cuando se concedió el Goya a la mejor película y al mejor director a “La soledad” del gran  Jaime Rosales – quizá el mejor cineasta de Celtiberia Show -. Por una vez estuve de acuerdo

NEBRASKA, CASI UNA OBRA MAESTRA


Me temí lo peor al comienzo de la última película del gran Alexander Payne. Un anciano caminado sin rumbo por el arcén de una carretera, un hijo del abuelete - ya cuarentón y que apenas se trataba con su padre - dispuesto, no obstante, a llevarle en su modesto coche de Montana a Nebraska, a cobrar un millón de dólares que es un timo ostensible. ¡Caramba!. Un ángel de la guarda a la manera de Frank Capra (director al que admiro en varias películas, conste). Pero no. El largo itinerario o road movie deviene en una maravillosa película, filmada en un portentoso y adecuado blanco y negro para que destaque más la abundante nieve, impregnada de humor, de mala uva, de humanidad, de poesía. “Nebraska” es un film con mensaje – mala cosa para la crítica canónica – y éste no es desesperanzado aunque asistamos a una representación de la codicia que no se anda con remilgos. Payne es un magnífico narrador que suele partir de novelillas de escaso fuste, guiones propios o ajenos y no de tebeuchos de la Marvel, juegos de play station, historias “basadas en hechos reales” del todo increíbles y demás guarraditas que tanto molan en los bloquebusteres. Sí el guión es de hierro, las interpretaciones – todas – son extraordinarias. Bruce Dern es la punta de lanza, más pienso que Will Forte (el hijo) y June Squibb (la malhablada y desopilante esposa), le superan. Secundarios de lujo, con Stacy Keach (sí, el boxeador veterano y algo sonado de la obra maestra de John Huston “Fat city”), en plan villano que recibe su merecido. 


Leo en una revista clónica de “Cahiers du cinéma” que Alexander Payne se parece a Terrence Malick o James Gray. ¿En qué?. El gran cineasta autor de las excelentes “A propósito de Schmidt”, “Entre copas” y “Los descendientes”, es un claro heredero del cine liberal de Hollywood y no un propagandista del “tea party”, asunto que resuelven “brillantemente” los realizadores de “The tree of life” o “We own the night”. La progresión de Payne es, para mí, evidente; cada película suya supera a la anterior hasta llegar a este portento que es “Nebraska”, a la que únicamente reprocharía sus últimos cinco minutos. El film debió terminar cuando el falso premio del millón se transmuta en…..una gorrita publicitaria. Estupendo Payne, con sus gordos/as de telón de fondo, esclarecedor Payne, clásico Payne. La mejor película estadunidense que veo desde “Mud” de Jeff Daniels, a la que también supera de largo. No habrá oscares para ella, que para eso están los desagradables aullidos de los lobos de Wall Street o la supina memez de “La gran estafa americana”.

Luis Betrán

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