Parece necesario dedicar unas líneas al compañero infatigable de tareas de Berlanga en el inicio de la carrera de ambos. Los susodichos se llevaron unas veces bien y otros no tanto, debido probablemente al carácter rígido y serio de Bardem. De hecho este director, de conocida e irrenunciable militancia comunista, despreciaba a Buñuel al que consideraba de derechas y entre él y Ricardo Muñoz Suay le hicieron la vida imposible al gran cineasta argentino Leopoldo Torre Nilsson (el mejor de la historia de esa cinematografía) cuando vino a España a rodar la excelente "La mano en la trampa" (1961). Juan Antonio Bardem no tuvo una despedida clamorosa como Berlanga. Murió con 80 años. Recuerdo su patética figura cuando le dieron el Goya de Honor y pidió humildemente dinero para poder seguir haciendo cine. Aunque en su filmografía tan solo son salvables 4 o 5 películas, es de justicia reconocer que el tándem Bardem/Berlanga cambio para siempre el cine español con su primer film conjunto "Esa pareja feliz" (1951) y con "Bienvenido mr. Marshall" en la que uno ofició de coguionista y otro de director.
JUAN ANTONIO BARDEM
Nacido en Madrid en 1922, ingeniero agrónomo. Su interés por el cine se debe al descubrimiento de los grandes maestros rusos, pioneros en el análisis intelectual del montaje y al encuentro con el neorrealismo italismo. Primero trabaja como guionista en algunos proyectos que no llegan a consumarse. Uno de ellos, sin embargo, una historia escrita con Berlanga, será llevada a la pantalla: "Esa pareja feliz! (1951) de la que ya he escrito en el primer post dedicado al recién fallecido Berlanga. Con él y con Miguel Mihura escribirá el guión de la estupenda "Bienvenido mr. Marshall" (1952), Nace la empresa productora UNINCI en cuya constitución participa el propio Bardem.
En 1953 dirige la excelente "Cómicos", film sobre el intrincado mundo del teatro en el que la felicidad y la desdicha son todo: un mundo que el cineasta madrileño conoce perfectamente, dados son antecedentes familiares - sus padres eran actores: Rafael Bardem y Matilde Muñoz Sampedro, de hecho el clan Bardem se perpetúa sin dar signos de extinción, hoy el más famoso es el actor Javier tan consagrado como mediocre (le regalaron un Oscar por poner cara de malo bajo un ridículo peluquín en una de las naderías en las que se mueve desde hace años el cine de los hermanos Cohen, "No country for old men" 2001). La película , narrada en términos personales, es la más apasionadamente suya, aquella en cuyas imágenes deja entrever sus más íntimos sentimientos. "Felices Pascuas" (1954), historia que describe en tono puramente neorrealista el sórdido ambiente de los barrios humildes de las afueras de Madrid, es una decepción. Una obra nada satisfactoria, un pequeño film de autor frustrado y decepcionante que no tuvo ningún éxito.
1955 es el año de las Conversaciones de Salamanca en las que Bardem define al cine español como "políticamente ineficaz, socialmente falso, intelectualmente ínfimo, estéticamente nulo e industrialmente raquítico". "Muerte de un ciclista" se realiza entonces y es la película con la que el cineasta se consagra con su Premio de la Crítica Internacional en el Festival de Cannes. Es una historia de tesis protagonizada por Lucía Bose y Alberto Closas (se le ha reprochado a la película influencias del Antonioni de "Cronaca di un amore", 1950). Aunque posee secuencias potentes, el afán mensajístico de Bardem la perjudica. Carlos Casaravilla (actor insufrible) exclama "yo soy la cultura", y otras frases altisonantes como esta abundan no poco. Hoy está un tanto desacreditada, lo que no me parece justo. Fue y es un film importante en la historia del cine español. Guste más o menos.
De esta solemnidad se desprende en su obra maestra "Calle Mayor" (1956). Versión libre de "La señorita de Trévelez" de Arniches, sus intenciones trascienden por encima de la pura anécdota argumental. Parte de un trazo temático para luego indagar, con sobrio realismo, en el trasfondo humano de la sociedad que describe, que no es solo la de la provincia española sino la de la España del momento histórico, de esa pequeña burguesía, cansada y anodina, que vive eternamente en el hastío sin saber como escapar de él. La solterona Isabel (magnífica Betsy Blair) y el canalla Juan (adecuado José Suárez) protagonizan una tragedia humana que deviene drama social. La película volvió a conseguir el mismo galardón que "Muerte de un ciclista", esta vez en Venecia, y se erige no solo como la más conseguida muestra del modus operandi bardemiano, sino que entra por derecho propio en lista de las mejores del cine español de cualquier época. De nuevo le detectaron pequeñas copias del excepcional film de Federico Fellini "I vitelloni", 1953. Es posible, y al igual que en "Muerte...." con Antonioni, irrelevante.
"La venganza" es tan ambiciosa como fallida, amén de larguísima y tediosa. Fernando Rey aparece en un instante de la película para explicarnos, más o menos, lo que Bardem debió considerar tributo marxista y la cosa produce risa y pena. A la vista del fracaso total de este film, el director se larga a México y en 1959 realiza allí una pomposa, acartonada y simplificada versión de "Sonatas", de Valle Inclán, en la que solo deslumbra la belleza sobrenatural de María Felix y su "Niña Sole". Ésta vez le toca imitar, dicen los expertos, al Visconti de "Senso" (1954). Es la primera cinta del director con amplios exteriores y en color. Le sigue la bienintencionada "A las cinco de la tarde" (1960), según texto del tambien comunista dramaturgo Alfonso Sastre, centrado en el universo de los toros. Hace mucho tiempo que no la veo pero no creo que su revisión me cambie la menos que mediana opinión de otrora. Y, antes que le siga Berlanga, viaja a Argentina y realiza en coproducción "Los inocentes" (1962) que si dista de ser buena es por lo menos más personal y no tan inicua como "La boutique" (1967) del cineasta valenciano.
"Nunca pasa nada" no mereció las pésima críticas que obtuvo - con algunas excepciones: Jaime Picas en "Fotogramas", Jesús García de Dueñas en "Triunfo" y "Nuestro Cine" -. Se la denominó irónicamente "calle menor", y efectivamente Bardem regresa a la provincia con distinta historia pero no con muy diferentes personajes de su obra cumbre. Es una buena película y la última en la que ejercerá de autor. Con dos actores y actrices franceses (Corinne Marchand y Jean Pierre Cassel) y otros tantos españoles (Antonio Casas y Julia Gutiérrez Caba, que es la que destaca sobremanera); prácticamente nadie, salvo cinéfilos, fue a verla y ahí se extinguió el Bardem que admiramos y se reinventó en artesano al americano estilo. Al haber conseguido cierto prestigio y los antes mencionados galardones en Cannes y Venecia, su debut en este nuevo menester fue la adaptación del best-seller de Henri François-Rey "Les pianos mecaniques" (1965) ni mejor ni peor que el libro y con un reparto encabezado por "cuasiestrellas": Melina Mercouri, Hardy Kruger y el gran James Mason ya venido a menos.
Procederé igual que con Berlanga. Ni una palabra sobre las terribles películas que completaron la filmografía bardemiana. Un respeto. Llegó a trabajar con Marisol y Sara Montiel, baste con eso. E hizo alguna cosilla más personal como "El puente" (1978) o "Siete días de enero" (1982) basada en la matanza de los abogados de CC.OO. en su despacho de Atocha. A pesar del progresivo descrédito del comunismo, él nunca dejó de pertenecer al P.C.E. La Academia esa del Cine Español le homenajeó poquito antes de que se fuese al otro barrio. Hoy, en 2010, se escriben y comentan verdaderas barbaridades sobre el cine de Bardem. Allá ellos y su escasa memoria, su mala o ausente conciencia y su militancia real o virtual - a lo "Inceptión" (2009) la ridícula peli, americana claro, del inefable mr. Nolan - en la más rancia o mal disimulada derechona. Los que no levitan en lo absoluto de la imbecilidad bien saben que Juan Antonio Bardem fue/es el director de "Calle Mayor" y "Cómicos". Y que su nombre grabado queda en rubricadas letras del cine español.
Luis Betrán
"Nunca pasa nada" no mereció las pésima críticas que obtuvo - con algunas excepciones: Jaime Picas en "Fotogramas", Jesús García de Dueñas en "Triunfo" y "Nuestro Cine" -. Se la denominó irónicamente "calle menor", y efectivamente Bardem regresa a la provincia con distinta historia pero no con muy diferentes personajes de su obra cumbre. Es una buena película y la última en la que ejercerá de autor. Con dos actores y actrices franceses (Corinne Marchand y Jean Pierre Cassel) y otros tantos españoles (Antonio Casas y Julia Gutiérrez Caba, que es la que destaca sobremanera); prácticamente nadie, salvo cinéfilos, fue a verla y ahí se extinguió el Bardem que admiramos y se reinventó en artesano al americano estilo. Al haber conseguido cierto prestigio y los antes mencionados galardones en Cannes y Venecia, su debut en este nuevo menester fue la adaptación del best-seller de Henri François-Rey "Les pianos mecaniques" (1965) ni mejor ni peor que el libro y con un reparto encabezado por "cuasiestrellas": Melina Mercouri, Hardy Kruger y el gran James Mason ya venido a menos.
Procederé igual que con Berlanga. Ni una palabra sobre las terribles películas que completaron la filmografía bardemiana. Un respeto. Llegó a trabajar con Marisol y Sara Montiel, baste con eso. E hizo alguna cosilla más personal como "El puente" (1978) o "Siete días de enero" (1982) basada en la matanza de los abogados de CC.OO. en su despacho de Atocha. A pesar del progresivo descrédito del comunismo, él nunca dejó de pertenecer al P.C.E. La Academia esa del Cine Español le homenajeó poquito antes de que se fuese al otro barrio. Hoy, en 2010, se escriben y comentan verdaderas barbaridades sobre el cine de Bardem. Allá ellos y su escasa memoria, su mala o ausente conciencia y su militancia real o virtual - a lo "Inceptión" (2009) la ridícula peli, americana claro, del inefable mr. Nolan - en la más rancia o mal disimulada derechona. Los que no levitan en lo absoluto de la imbecilidad bien saben que Juan Antonio Bardem fue/es el director de "Calle Mayor" y "Cómicos". Y que su nombre grabado queda en rubricadas letras del cine español.
Luis Betrán
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