El próximo 23 de marzo se cumplen 100 años del nacimiento de Akira Kurosawa, aquél gran cineasta cuyas películas fueron las primeras que abrieron los ojos occidentales al vigor imaginativo y la belleza del cine japonés.
Akira Kurosawa: El sable del samurai y la compasión por los desheredados
El impacto causado por "Rashomon" (1950) en el Festival de Cine de Venecia de 1951 fue enorme. La película se alzó con el León de Oro y fue un triunfo de inconmensurables proporciones, hasta el extremo de que su influencia todavía es perceptible en el cine contemporáneo, tanto de Oriente como de Occidente. Kurosawa fue el primer director japonés que conocimos. Luego vendrían los excepcionales Mizoguchi y Ozu y Gosho, Ichikawa, Kinoshita, Naruse, Inagaki, Shimizu, Kobayashi, Nomura, Uchida, Suzuki, Kinugasa (el primero en estrenar una película en España, "La puerta del infierno", "Jikosumon" 1953), Shinoda, Yamada, Oshima.... hasta los actuales Kawase, Suwa, Iwai, Kitano, Mike, Aoyama, Kore-Eda....y y Kurosawa (Kiyoshi). Parece increíble que una industria que había nacido con el siglo XX hubiese permanecido prácticamente inédita para Occidente durante 50 años.
En "Rashomon", película sobrevalorada en mi discutible opinión, aparecen muchos de los aspectos del cine de Kurosawa: su maestría en el manejo de una narrativa compleja, el asombroso uso de las luces y las sombras (más tarde del color), los bosques que ya serán eternos en el cine japonés - antes y despues del autor de "Los siete samurais" (Shichinin no samurai, 1954) -, el virtuosismo en el uso de la cámara.
La historia de este hombre inusualmente alto es muy simple. De jóven quería ser pintor, pero al parecer pronto se dio cuenta de que carecía de talento para ello. Entró en el mundo del cine como ayudante de Kajiro Tamamoto (hoy olvidado) y debutó como director y guionista en 1943 con "Sugata Sanshiro". El éxito de "Rashomon" en todo el mundo hizo que su obra anterior tambien fuese prontamente conocida en Occidente (no en España). Ejemplos que van desde la insufrible - y afortunadamente corta - "Los hombres que pisan la cola del tigre" (Tora no o, 1945) hasta la potente "El angel ebrio" (Voidore teushi, 1948). De hecho esta última fue un gran éxito en Japón y nos presentó al actor para siempre unido al cine de Kurosawa: el apabullante en todos sentidos Toshiro Mifune (1). El citar estas dos películas es deliberado por mi parte ya que otra de las características fundamentales de la filmografía de Kurosawa es su acusada irregularidad, lo que le distancia de los dos maestros supremos del cine nipón: Yasujiro Ozu y Kenji Mizoguchi, así, en este orden.
El fulgor de "Rashomon" (en Europa y U.S.A.) y de "El ángel ebrio" (en Asia) concedió a Kurosawa una gran libertad artística: el resultado inmediato sería "Vivir" (Ikiru, 1952) que nos ofrece la otra cara del cineasta. La del humanista un tanto simplón que constituye uno de los aspectos más discutibles del cine de este gran artista. En efecto: esta película abre la vía al sermoneador exento de poesía. Al hombre que parece predicar desde su pulpito cual sacerdote en homilía lo que es bueno y lo que es malo. Los pecadores, los arrepentidos, los egoìstas. El burócrata de edad madura (Takashi Shimura) que se entera de que padece un cáncer , repasa su vida estéril y vacía y escucha una conversación que deja bien claro que a su familia solo le interesa su dinero, va a un barrio pobre y ayuda a unos niños a convertir un solar abandonado en campo de juegos con el fin de justificar su mala conciencia, me emociona poco dado su elemental "mensaje". La larguísima segunda parte de esta - para muchos irrepetible y grandiosa- obra en la que asistimos a los funerales del protagonista, lejos de aportar nuevas perspectivas es particularmente tediosa. Kurosawa reincidirá en estos menesteres en "Los bajos fondos" 1957) donde se libera no poco del setimentalismo y se mantiene fiel al espiritú - que no la letra - de la novela de Gorki. Es una excelente película, como lo es "El idiota" (Hakuchi, 1951), insólita adaptación de Dostoivski, y un poco menos "Barbarroja" (Akahige, 1965) o la historia del "medico social" (magnífico Mifune) a la que le sobran muchos minutos y deslumbra el portentoso uso del scope (2).
En 1954 nuestro hombre realiza la que - junto a "Los canallas duermen en paz" - considero su obra mejor y más representativa "Los siete samurais" (Shichinin no Samurai). En esta monumental película de cerca de 4 horas de duración y fuertemente influenciada por John Ford según afirmó siempre Kurosawa, el realizador mezcla con total fortuna la épica y la lírica, cosa que no sucederá en los apéndices de este magno film: "La fortaleza escondida" (Kakushi toride no sun akumin, 1988), "Yojimbo" 1961 - divertida y poco más - y la muy mediocre "Sanjuro" (Tsubaki Sanjuro, 1961). Todas ellas con un excesivo Mifune dando cuenta, eso si, de una excelente forma física..
"Trono de sangre" (Kumonosu jo, 1957) abre otra territorio particularmente sentido e importante en la filmofrafía de Kurosawa: las adaptaciones de Shakespere, tan brillantes como erroneas. Tanto la citada como la muy posterior, colorista y celebradísima "Ran" (1985) incurren en un error pertinaz que invalida no poco la fuerza indiscutiblble de las imágenes. En el inmenso dramaturgo inglés lo que importa fundamentalmente son los diálogos, no las historias. Justo al revés del "modus operandi" de Kurosawa. ¿De que nos sirve el argumento a palo seco de "Macbeth" o "El rey Lear", si se nos priva de todas las reflexiones del autor que mejor ha descrito en toda la historia de la literatura los mil y un recovecos de la condición humana?. De una transformación de piezas teatrales que son obras maestras imperecederas en puro y duro cine de género; de aventuras concretamente. Esto no sucede en la memorable "Los canallas duermen en paz" (Warul yatsuhodo yojo neuro, 1960), en la que el realizador japones "se inspira en "Hamlet" pero no sigue la peripecia dramática al mimético modo de la tragedia del príncipe de Dinamarca. El resultado es un apasionante "thriller" muy por encima de anteriores o posteriores empeños en este otro "género": de "El perro rabioso" ( Nora inu, 1950) a "El infierno del odio" (Tengoku no jigoku, 1963) ambas impregnadas - como los "Shakespeares" - de inusitado vigor narrativo.
A comienzos de los 70, la carrera de Kurosawa incurrió en una fase de atonía. Su primera película en color, "Dodeskaden" (1970), abordaba el tema de los vida en los barrios populares de una gran ciudad (dejá vu) y no dejaba de constituir una variante en tono menor de "Los bajos fondos" (fue un gran fracaso de crítica y de taquilla). Una propuesta para que codiriguiese la versión americana del ataque a Pearl Harbour (Tora, Tora, Tora, 1971) no llegó a buen puerto. Además la industria cinematográfica nipona se encontraba en uno de sus peores momentos y resultaba casi imposible encontrar financiación para proyectos que no fueran descaradamente comerciales. Estas fueron las causas que arguyó el cineasta como desencadenentes de su depresión e intento de suicidio. Serían los soviéticos quienes le salvarían de tan lamentables agonías. Le financiaron la tan lacrimosa como hermosísima "Dersu Uzala" (1975), un logro mayor.
Esta película examina, la relación entre dos hombres procedentes de medios culturales muy distintos. Un viejo cazador cuya vida se encuentra ligada al medio que le rodea y el capitán de una expedición rusa - Arseniev - que va a explorar las desoladas extensiones de la taiga siberiana. Dersu revela a Arseniev y sus subordinados las formas de actuar de la naturaleza o, lo que en la cinta es lo mismo, el verdadero sentido de la vida. Cuando la visión de Dersu empieza a fallarle, el capitán se lo llevará a Moscú con su familia. Un mundo en el que el anciano cazador se encuentra lastimosamente fuera de lugar. No revelaré el desenlace de ests historia, esta vez si, habitada por la sinceridad y la poesía. Conmovedor film que gozó de un merecido éxito. Oscar a la mejor película de habla no inglesa en 1975.
No menos notable es "Kagemusha" (1980) financiada en parte por la Fox, a instancias de Francis Ford Coppola y George Lucas deslumbrados por "Dersu Uzala". Aquí aparece el tema del doble en una superproducción que fue la más cara de la historia del cine japonés, consiguió la "Palma de Oro" en el Festival de Cannes (3) y diez años despues (1990) Kurosawa recibiría el Oscar a toda una carrera. En el Dorothy Chandler Pavillon, con todo el público puesto en pie aclamando al más famoso cineasta japonés y aplaudiendo incesamente, el altivo "senshei" (4) se descolgó con un inesperado y virulento discurso de marcado cariz izquierdista que sorprendió a tirios y troyanos.
Trás exte excepcional film, llegó lentamente la ominosa decadencia que no considero oportuno comentar. La misma que había aquejado a tantos directores de de Europa y Estados Unidos a los que él había amado.
(Vidor, Wyler, Ford, Renoir, Rossellini....). Fue siempre tildado de ser el más occidental de los directores de su país y era cierto.
100 años despues de su nacimiento Kurosawa sigue enhiesto y admirado. Aunque, como antes he comentado, su puesto de mayor realizador de la historia del cine japonés haya sido ocupado justamente por Yasujiro Ozu y Kenji Mizoguchi.
Luis Betrán
1) Mifune tambien hizo desafortunadas incursiones en el cine occidental
2) Fue precisamente en el rodaje de "Barbarroja" cuando Mifune y Kurosawa se tiraron los trastos a la cabeza. No volverían a dirigirse la palabra ni el actor a intervenir en película alguna del realizador.
3) "Senshei" quiere decir en japonés "Maestro. Es una de las cuatro cinco palabras que he aprendido viendo películas subtituladas del Ex-Imperio del Sol Naciente.
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