LUCHINO VISCONTl
Su excelencia el conde Modrone
La historia del cine no registra
un caso tan extravagante como el de Luchino Visconti. Cierto que antes de él ya
había, existido - en contadas ocasiones - el intelectual subyugado por el cine
en cuanto nuevo medio de expresión, en principio distinto al suyo, que le
ofrece infinitas posibilidades de divulgar su pensamiento y estética.
Eisenstein llega al cine procedente del arte vanguardista soviético de los años
veinte (Proletkult). Cocteau desde las olímpicas alturas de la poesía, Buñuel
parte del surrealismo en tanto que movimiento literario/plástico, Sacha Guitry
incorpora al cine el teatro "boulevardier", Marcel Pagnol la comedia
de costumbres etc… Sin embargo no es hasta la irrupción de Visconti, en los
años cuarenta cuando se interesa por el universo de las luces y las sombras un
aristócrata de rancia estirpe, educado con melodías de Cesar Franck, Gustav
Mahler, Antón Bruckner, óperas de alto calado, y páginas de Shakespeare,
Dostoyevski, Mann, Proust, Verga, Chejov… Abrumador bagaje cultural en un
director de cine el del autor de "La terra trema". Y peculiar
itinerario el suyo, que va de la más clásica ilustración al más ortodoxo marxismo....para
terminar en la defensa a ultranza de la vieja cultura. Perfecta antítesis del
fabricante de películas, del primitivo o del aventurero que aprende el oficio
de realizador cinematográfico, Luchino Visconti, desde el primer momento, va a
ir directamente a lo que le interesa, justificándose, de vez en cuando, de sus
múltiples contradicciones (lógicas, por otra parte, en un cultivado aristócrata
deslumbrado por el materialismo dialéctico e irresolublemente marcado por sus
ancestros ya que en él pesarán decisivamente los fantasmas del pasado). Así, el
camarada del P.C.I.,amigo de Togliatti,
no dejará nunca de ser el conde de Modrone. Aunque le cueste asumirlo.
El extraordinario interés de la
obra de Visconti se basa pues en la confrontación de opuestos. El debate razón/pasión
como generador de todo el caudal poético que inundará sus mejores films.
Teniendo en cuenta que un cine tan dirigido a la inteligencia como el de
Visconti jamás puede ser revolucionario o popular - ni tan siquiera en la voluntarista "La
terra trema" -, resulta asimismo innegable que sí se presenta como el más
aherrojado en la aplicación de las reglas de la dialéctica. La afirmación, la
negación y la negación de la negación van a operar sobre el cañamazo habitual
de sus películas, constituido por melodramas operísticos repletos de citas
culteranas. Pero por encima del análisis dialéctico prevalecerá cada vez más
acusadamente el subjetivismo del artista. Y de este modo el muy educado hombre
de izquierdas Luchino Visconti, virtuoso intérprete del materialismo
científico, llegará al final del camino sin resolver sus contradicciones y
atenazado por el miedo a la enfermedad, la muerte y el amor desmedido a los
restos de una cultura que fue en realidad la única que le identificaba como
artista. Como un redivivo artista del Renacimiento que ya no se expresase a
través de la pintura, la escultura o la arquitectura, sino a través del cine,
el teatro o la ópera. Dilema del hombre inteligente procedente de otro siglo y
que trata de incorporarse al tiempo que le toca vivir sin conseguirlo del todo,
porque a la voluntad de la razón se opondrá la fuerza de las raíces.
Las aportaciones de un cine
planteado de esa forma se van a revelar muy sustanciosas. El director
principesco abre las puertas a un cine histórico-dialéctico de gran
personalidad y de singular belleza, del que será el primero y único
representante. El que en los últimos años ese cine haya sido
"contestado" en base a su elitismo y a un refinamiento tachado - en
ocasiones con justicia (las menos) y en otras (las más) no - de enfermizo
decadentismo no impide la validez de planteamientos y resultados en obras como
"La terra trema", "Senso", "Rocco i suoi
fratelli", "II gatopardo" o "L'innocente". Más discutibles
pueden aparecer "Morte a Venezia" o "Ludwig" en las que se
va esfumando "la dialéctica” para ser sustituida por la complacencia. Pero ¿que otra cosa, son
muchas páginas de Proust o muchas notas de Bach sin que por ello dejemos de
amarlas?.
El cine de Visconti (como el de
Buñuel, Ophuls, Ozu, Dreyer, Bergman, Fellini, Lubitsch…) seguro que murió con
su autor - por más que proliferen las estéticas "a lo Visconti” - ya que
parece difícil que puedan repetirse en otro cineasta las condiciones sociales
que se dieron en él. Pero su obra ha dejado una profunda huella en un Arte que,
pese a su juventud, parece haber dicho lo más relevante que tenía que decir y
que precisa, hoy más que nunca, de autores que abran sendas alejadas de
ridículas pedorretas "contraculturales" y de agotadores minimalismos.
Ya hemos dejado sentado que Visconti – como Antonioni, Pasolini o Fellini - es
caso aparte en el cine europeo, pero su impronta se ha dejado notar y en
algunos casos de forma tan positiva como en el mejor Bertolucci, Bolognini o
Amelio (1). Es por ello que si resulta algo embarazoso talar los árboles y
entrever el auténtico bosque viscontiano, dicha tarea deviene estimulante dada
la riqueza y capacidad de sugestión de ese mundo fulgurante en el que han
logrado convivir sin rozamientos Dostoyewski, Proust, Shakespeare, Esquilo,
Heine, Chejov, Leopardi, Mann, Lampedusa, Verga, D'Annunzio, Mozart, Bruckner,
Franck, Mahler, Wagner, Verdi, Marx, Gramsci, Togliatti y las formas del más
perdurable clasicismo cinematográfico.
Una obra única, controvertida,
polémica y de absoluta trascendencia para el cine que bien merece seguirse paso
a paso, despacio, como en el inolvidable travelling hacia la familia Salina en
el coro de la iglesia de Donnafugata, o como en la lenta y desolada agonía de
Gustav von Ashenbach en las playas sucias de Venecia.
Luis Betrán
Excelentes análisis Luis.
ResponderEliminarGracias amigo Taribo. Que bueno verte por aquí. Abrazos.
EliminarGracias, amigo Taribo. Este blog mío está ultimamente algo parco en comentarios. Creo se debe a dos razones:1) Hoy los blogs se localizan en las redes sociales que yo detesto. 2) El hecho de que expresara mis simpatías y afiliación a PODEMOS me ha costado incluso perder amigos virtuales y reales. Ya me han llamado lo de chavista, populista, castrista etc....Pues sí, y a mucha honra. Un abrazo.
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