EL MELODRAMA
ROMANTICO
Tuvo una base literaria y, en algunos casos, cierto cariz
intelectual. Podría agrupar las historias de “amour fou”, escasamente
abundantes en el cine U.S.A y bastante más presentes en el europeo. Algunas
películas procedieron, por tanto, de novelas europeas del siglo XIX y los
directores que se sirvieron de ellas y las transformaron en films tambien
fueron oriundos del viejo continente, tal y como se ha indicado en los casos de
Stroheim, Murnau, Sternberg o Wyler los cuatro eminentes cineastas de
características y estilo totalmente disímiles. Este portentoso cuarteto merece
un estudio profundo en cada una de sus individualidades, digamos simplemente
que Murnau no llegó al sonoro y que antes de “Amanecer” o “Tabú”, en su
Alemania natal había realizado joyas como “Nosferatu” (el primer e insuperado
film basado en el “Drácula” de Bram Stoker), “Tartufo” (Moliére) o “Fausto”
(Goethe). Von Stroheim escapa a cualquier intento clasificatorio; su
mordacidad, crueldad, desmesura y osadía se anticiparon en tantos años al cine
del futuro que su filmografía devino miserablemente corta, no alcanzó al sonoro
y bien puede considerársele como uno de los cuatro o cinco cineastas tan
geniales como malditos, y en cuanto al “amour fou” tan solo le interesó en su
portentosa e inacabada “Queen Kelly”. De Von Sternberg y Wyler se
hablará obligatoriamente en este texto.
Los planteamientos nos fueron más allá de de lo señalado en
los originales literarios (exceptuemos, desde luego, “The devil is a woman” la
suprema extravagancia de
Sternberg/Marlene sobre el mismo texto de Pierre Louys con el que Buñuel
cerraría su trayectoria, iniciada justamente con los ramalazos de “amour fou”
de las tremendas “Un perro andaluz” y “La Edad de Oro”. En la esencia
melodramática, la versión de “Cumbres borrascosas” de Wyler no iba más lejos
que la novela y esto podría generalizarse al resto de las películas, lo que no obstaculiza
que siga siendo la mejor adaptación de la obra maestra de Emily Brönte, ni que
Laurence Olivier fuese el Heatcliff insuperado.
Fue éste el tipo de films en que se generalizaría el melo romántico de
Hollywood. Fue, asimismo, claro ejemplo del grupo de películas en que con más
nitidez se manifestó la primacía del
mundo de los sentimientos, mientras en otros melodramas menos “ilustrados” la
brújula del llanto era condicionante y a veces guía de unos personajes sometidos a problemas de
raíz no necesariamente sentimental. En los que nos estamos ahora centrando, el
arrebato es eje inamovible de la historia e impulsor de cualquier acción de los
protagonistas, por encima o con independencia de aspectos económicos, políticos
o sociales. Ello hace a los personajes detentadores de un universo onírico y
fantástico, desgajados de una realidad que no entienden si no es en función de
su furia amorosa y desclasados de
cualquier estrato social al que se acercan - o se alejan - solamente en caso de
que esa sociedad puede proporcionarles alguna utilidad para sus exaltados
fines.
Dentro del cine sonoro americano, estas historias de “amour
fou” – melodrama purísimo - aun habiendo dado algunas obras importantes, no
fueron un habitáculo demasiado frecuentado. Carecía del sentido positivo y
utilitario que tanto gusta al cine yanki. Criaturas de valores absolutos con
razones por encima del tiempo y el espacio, fueron, a la postre, considerados como
“outsiders” en Hollywood; gentes de regusto literario y de conducta extraviada.
No usaron a los actores y actrices sino
como parte de un ejército divino y buscaron la coherencia entre todos los
elementos para tratar de hallar ese absoluto. A recordar siempre la obra
maestra “Carta de una desconocida”, donde Max Ophüls (otro grandísimo, y no
poco maldito, llegado de Austria, Alemania, Italia y Francia) desde la base
literaria de Stefan Zweig, propuso una historia de amor que sin salir de las
coordenadas reales alteraba la vida de sus protagonistas justamente en el espacio y el tiempo con igual o mayor fuerza
e infinita superior exquisitez que el magnífico “Petter Ibbetson” de Hathaway.
Y es que a pesar de la producción “Carta de una desconocida” es una película
europea y “Petter Ibetson” americana. Y el correcto artesano Hathaway jamás
rozó siquiera los talones del gran Max.
Estas historias de “amour fou”, adoradas por surrealistas y
otros esotéricos de la literatura “amorosa”, fueron la clave del melodrama
romántico, pero junto a ellas surgieron pequeños relatos contados con menos
pasión que dieron lugar a films más digeribles por estar, supuestamente, más
conectados con la realidad. La mezcla de lo fantástico y lo real, tan
fuertemente presente en algunas películas románticas, estaba suavemente
realizada, y en muchas ocasiones lo fantástico era presentado como pura
anécdota ligada al destino que podía dar lugar a la fatalidad o a la felicidad.
Fueron historietas narradas en voz baja que buscaron el lado rosa de las
inclinaciones sentimentales de los espectadores. Algunas derivaciones
terminaron en el cine musical y otras en el melodrama familiar. Dentro de este
estilo la presencia del “fantastique” iluminó “Milagro bajo la lluvia” o
“Cartas a mi amada”, y no digamos “Jennie” que tambien entusiasmó a Luis Buñuel
porque en esta gran obra de Dieterle el surrealismo asomaba su faz pero para
nada el “amour fou”. Lo normal, sin embargo, es que fueran asuntos a ras de
tierra. La irrupción de la II Guerra Mundial avivó la realización de tales
films. Las andanzas de soldados y sus amantes de retaguardia se prestaban a
toda clase de variaciones sobre el tema de la ausencia.
Como ¿novedad? del cine romántico existieron desde la mitad
de la década de los 40 una serie de melodramas algunos de los cuales resultaron
obras maestras sustentadas en furiosas odas de amor y violencia, llenas de
color y con un sentido de la locura como rara vez ha vuelto a darse en el cine
U.S.A. Otra vez el absoluto y además con inexorable fe. Cine que jamás desconfiaba
de lo que estaba haciendo porque lo tomaba siempre como verdad total. Este
cine, protagonizado por mujeres como Barbara Stanwyck o Jenifer Jones (con lo
mala actriz que era mrs. O’Selznick), tuvo un director que experimento un
resurgimiento mayestático: King Vidor que en estos años distorsionó el
melodrama hasta convertirlo en un guiñol
vivo y palpitante. Historias hipertensas que desembocaban en finales plenos de fulgor
y sangre, deudores de las viejas tragedias aunque filtradas por un sustrato a
veces infra cultural.
Luis Betrán
El acierto e inteligencia con los que Luis Betran trata los temas tanto cinematograficos como musicales demuestra una gran cultura informacion y dedicacion dignos de reseñar Merece la pena seguirlos
ResponderEliminarGracias Jorge por elogio notablemente exagerado. En la parte VII de este dossier puedes leer, ver y escuchar a la mismísima Marlene Dietrich. Creo que te gustará.
ResponderEliminarAbrazos
Luis ya sabes que Jorge es MariettaGonzalvy por problemas tecnicos no se poner mi correo pero mi opinion sobre tus publicaciones y opiniones sigue siendo la misma Gracias
EliminarEstupendo Marietta. Ya lo sabía y mi agradecimiento a madre e hijo por tanta alabanza, a todas luces luces excesiva.
EliminarAbrazos
Como siempre interesantes y didacticas las opiniones de Luis Betran Encontramos temas interesantes tanto en sus vivencias y opiniones que nos hacen seguirle
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