WILLIAM SHAKESPEARE
Para
Harold Bloom, en su célebre canon literario, primero Shakespeare, segundo
Shakespeare y tercero Shakespeare. Yo, que no soy Harold Bloom, me apunto a la
opinión de que el bardo de Strafford ha sido el mejor escritor que jamás haya
existido. O, con más propiedad, el más grandioso autor teatral (y sublime
poeta). Su permanencia a través de los siglos es cada vez más acusada. Las
representaciones de sus tragedias y de sus comedias no han cesado de prodigarse
con una abundancia que sobrecoge. Y así será para toda la eternidad. Porqué
nadie escribió como el genio inglés sobre los mil y u un aspectos de la
condición humana. Con tanta hondura, tanta ironía, tanta violencia, tanta
sabiduría. W.S. ha inspirado a pintores, músicos…..y a gran número de
cineastas.
Pronto
escribiré sobre la relación entre Shakespeare y el cine. Y, sin un adarme de
originalidad, cierto es que no ha existido ni existirá guionista de mayor
envergadura. Como adelanto a esa próxima entrega de “vergerus”, ya aviso a navegantes que, para mí, la más
extraordinaria película realizada partiendo de Shakespeare, se filmó en España,
la produjo Emiliano Piedra, la dirigió Orson Welles, se estrenó mundialmente en
Zaragoza en 1965 y en el desaparecido Coliseo Equitativa. Se tituló “Campanadas
a medianoche”. Y era/es en blanco y negro. Muy al contrario, no saldrá a escena
“El padrino”, siempre tildada de “shakespeareana”. Ni “Rey Lear”, ni narices.
Los diálogos de las dos primeras entregas de la mafia glamourosa de Hollywood
son de Mario Puzo, burdo escribidor de best-sellers de nula calidad literaria.
De la tercera silencio administrativo.
GABRIEL GARCÍA MARQUEZ
En
mí ya larga vida, nunca he visto un tinglado, de los que ahora se llaman
mediáticos, como el que se ha formado con motivo del fallecimiento del escritor
y Premio Nobel colombiano. No le llamaré nunca Gabo porque jamás le conocí, al
revés de los que les sucede a escritores, políticos, Papas, curas y militares
(con o sin graduación) que si debieron cenar con él para nombrarlo con tal
confianza. El entierro en México ha sido un espectáculo más o menos circense.
Obama le bendijo (y eso tiene más valor de ley que el
urbi et orbe de Francisco y el Emérito).
Explicación
a tal desmesura: García Márquez no fue molesto para nadie, ni a izquierda ni a
derecha (al revés que Omar Torrijos). Porque el “realismo mágico” era/es un
castillo de fuegos artificiales con mucho ruido y pocas nueces. De jovencito
corrí como un loco a comprar “Cien años de soledad”, la devoré casi de un tirón
y levité. El problema fue que unos veinte años después – como “Los tres
mosqueteros” – retorné a Macondo y…..bajé del cielo a la tierra con fenomenal
trompazo. Así que confieso, y espero ser absuelto de mi escaso interés por esta
literatura de traca y floripondio.
No
hay un solo libro de García Márquez que me guste, con la excepción de su novela
“El amor en los tiempos del cólera” y su cuento “El coronel no tiene quién le
escriba” (correctamente llevado al cine por Arturo Ripstein). Y textos como “El
otoño del patriarca”, “La cándida Eréndira y su abuela desalmada”, “Los
funerales de la mamá grande” o ”las putas tristes” rozan la abyección. Tan solo
un mérito, y es muy grande, le reconozco “al mejor escritor en castellano del
siglo XX” (juajuajua). Gracias a él y al Macondo de los…….conocimos al primero
y mejor Vargas Llosa, a Cortázar, a Bioy Casares, a Roa Bastos, a Guimaraes
Rosa, a Onetti (que me aburre), a Rulfo (que poquita cosa es en todos los
sentidos), a Fuentes (un coñazo) e incluso a geniales narradores, poetas y
“relatores” que procedían de una generación anterior latinoamericana: Alejo
Carpentier, Octavio Paz y Jorge Luis Borges respectivamente; “el “boom pasará”,
el “boom pasó”.
Macondo,
los Buendía, Remedios “la bella” y el tropicalismo a lo Carmen Miranda solo que
sin bailes ni sombreros de frutas, fueron responsables de que el falangista
reconvertido – y excelente escritor – Gonzalo Torrente Ballester nos espantara
con tanto J.B. en su insufrible “saga-fuga”. Mea culpa. Los territorios
imaginados por ciertos escritores no los voto pero los transité (recuerdo al
Tatu que, cómo decían en “Triunfo”, sabía callar): Santa María, Región, Comala,
el condado de Faulkner……y Macondo.
Y
deseo evocar a un hombre que escribió largos años de cine en “Heraldo de
Aragón”, y que pocas simpatías despertaba: Joaquín Aranda. Yo hacía crítica
cinematográfica en la radio y él en la prensa. Nunca le gustó el cine, y en los
estrenos en que coincidíamos rara era la vez en la que no se largaba antes de
la mitad de la proyección. Falleció hace pocos años y, según las lenguas
viperinas, debido a que su hígado andaba encebollado por sus excesos
alcohólicos. Yo jamás le ví borrachuzo, aunque intermitentemente en otra
dimensión: te saludaba o no según le daba el aire. Fue poca cosa en cine…….pero
bastante en literatura aunque pertinazmente desaprovechado.
Como escribí antes,
fui poseído por neurótica ansiedad a comprar “Cien años de soledad” y me dirigí
a la hoy fenecida librería Hesperia (Plaza de los Sitios, antes de José Antonio
Primo de Rivera. Me permito una digresión: ¿a qué espera el gobierno
autonomiérdico a devolverle el nombre del fundador de la Falange?; ay, ay, ay
que tu cabeza delira, en el P.P./P.A.R.
los falangistas no pintan nada, es coalición del Opus Dei y del Virrey
Turolense) en la que topeme con Joaquín Aranda, quién al oír que yo demandaba
el “boom de boomes” me espetó cariñosamente: “Luis, no te compres esa tontería
prueba con “El siglo de las luces” de Carpentier. Qué razón tenía. A día de hoy
– y de ayer y de antes de ayer – circulan por Zaragoza (y parte de Aragón)
tipos/ tipas que ni de cine, ni de literatura, ni de música ni de la hostia en
verso. Son de “aquí y allá” (quiero decir que allende mares y océanos también
cotizan), consumados/as charlatanes y compulsivos/as parlanchines. Lo peor de
todo es que son tomados/as en serio. ¡¡Ay, si levantara la cabeza el “tío
Alberto”. Rápidamente volvería a su tumba.
No
podía faltar: Voilá mi canon de las obras imprescindibles del “boom.
Obras completas de Jorge Luis Borges
Obras completas de Jorge Luis Borges
Obras completas de Octavio Paz
El
siglo de las luces, de Alejo Carpentier
Conversación
en la catedral, de Mario Vargas Llosa
Gran
sertao, veredas, de Guimaraes Rosa
Los
pasos perdidos, de Alejo Carpentier
La
casa verde, de Mario Vargas Llosa
La
invención de Morel, de Adolfo Bioy Casares
La
visita en el tiempo, de Arturo Uslar Pietri
Rayuela,
de Julio Cortázar
Yo,
el Supremo, de Augusto Roa Bastos
El
túnel, de Ernesto Sábato
Me
llevan a los brazos de Morfeo tanto Miguel Angel Asturias como Lezama Lima. Qué
le vamos a hacer. Selección personalísima, heterogénea y autista. Dedicada a
Eduardo González, Emilio Lacambra, Julio Chrystelis, Fernando Gracia y David
Giménez Mazo. Premio al que adivine lo
del Tatu.
Luis Betrán
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