miércoles, 4 de diciembre de 2013

EL CINE ESPAÑOL DURANTE EL FRANQUISMO (III)

UN CINE SOCIAL CON VOCACIÓN POLÍTICA

Hasta 1936 el cine español no cuenta para nada, prácticamente – una excepción “El gato montés” (1935) de Rosario Pi – no existe. Su trayectoria puede resumirse en breves palabras: un intento malogrado de cine social, “La aldea maldita” (1929, Florián Rey, notable película pese a lo dicho), “Las Hurdes o Tierra sin pan” (1932) de Luis Buñuel, una obra maestra salvo que……su producción es francesa malgré el billete de lotería premiado de Ramón Acín y además fue prohibida por la censura republicana, “La pícara molinera”  (1934) de Henri D’Abbadie d’Arrast – un intento de cine popular realizado por un director francés y protagonizado por una actriz norteamericana; una productora que intenta consolidar una industria cinematográfica a base de folklorismo  y comedia internacional, Cifesa, y una labor cultural e industrial  que inicia otra productora, Filmófono (en la cual se hallan integrados Luis Buñuel, Ricardo Urgoiti, Pepín Bello etc.), cuyo propósito era crear un cine popular republicano, al tiempo que importaba películas de calidad, consideradas no comerciales y programadas en las sesiones de cine-club. Destaquemos de entre ellas “La Dolorosa” (1934) de Jean Grémillon, magnífico cineasta francés.

Durante la Guerra Civil, en la zona republicana se llevan a cabo dos intentos de cine político: “Tierra de España” (The spanish earth, 1937 Joris Ivens) y “Sierra de Teruel” (L’espoir, André Malraux 1938). Excelente la primera por las imágenes de Ivens que chocan frontalmente con el pomposo texto recitado por Hemingway; obra maestra insoslayable la segunda. Durante los años 40 y 50 la sociedad española aparece completamente deformada en su cinematografía. En “Mariona Rebull” (1947) Sáenz de Heredia utiliza el clima de las luchas sociales en Barcelona  entre la burguesía industrial y la clase obrera según la clásica versión paternalista; la lucha de clases, levemente insinuada, tiene una mera función ambiental-histórica. La bomba del Liceo es una deflagración bíblica que castiga un adulterio. “Las aguas bajan turbias” (1948) del mismo director, es un lamento contra la industrialización de Asturias que supone el fin de una vida campesina feliz y patriarcal: se inicia incluso con la frase “et in Arcadia ego”. Ambas son, por otro lado, rescatables en tanto que su caligrafía en imágenes es muy buena.


Con “Día tras día” (1951), de Antonio del Amo, se inicia “el neorrealismo español”, meramente formal; la cámara sale a la calle para contarnos las historias de siempre, problemas morales y conflictos sentimentales. En esta ocasión giran en torno a un joven que comete pequeños hurtos  y un sacerdote le devolverá al buen camino y su novia le perdonará. Los escenarios naturales  se usan en función de decorado pero en la película no aparece reflejada ninguna realidad española. En “Cerca de la ciudad” (1952), de Luis Lucia, otro cura practica la caridad en las barracas del suburbio. Y en “Un día perdido” (1952), de José María Forqué, unas monjitas logran que un padre desnaturalizado repare su falta y que una familia de realquilados pueda disfrutar de mayor espacio, tres baldosas más, con lo cual se resuelve su problema de habitación. De Antonio del Amo se puede reivindicar “Sierra maldita” (1954) y recordar que fue el cineasta de Joselito; de José María Forqué “La noche y el alba”(1958), “Amanecer en Puerta Oscura” (1957), “Maribel y la extraña familia” (1960), la gran comedia “Atraco a las tres” (1962), “Un millón en la basura” (1967) y “El monumento” (1970). Fue un buen y competente artesano. De Luis Lucia “Un hombre de negocios” (1945), “La lupa” (1955) y “La vida en un bloc” (1956), fue el director por excelencia de Marisol y Rocío Durcal.


“Surcos” es capítulo aparte. Vayamos ahora con “Sin la sonrisa de Dios” (1955), de Julio Salvador, ambientada en el “barrio chino”. Es la historia de un viudo con hijo que vive con una mujer que le engaña. Las carencias afectivas del hogar empujan al niño a reacciones antisociales, lo que repercute directamente en sus relaciones con el maestro. El problema que se plantea superficialmente es de orden moral, el único que puede resolver el maestro. Y se insiste en el viejo tópico de presentar el “barrio chino” desde el mismo ángulo, cuando lo cierto es que su existencia, como la de todos, solo se explica por una determinada estructura social y la solución es exclusivamente política. El problema pedagógico en gran parte es consecuencia de la discriminación, toda vez que media un abismo entre la instrucción que reciben los alumnos de las escuelas municipales “de balde” y la impartida en los colegios de los barrios residenciales a los alumnos “de pago”, extremo éste que ni siquiera merece una alusión. De julio Salvador siempre será recomendable el policíaco “Apartado de Correos 1001” (1950).

“El sol sale todos los días” (1955) de – otra vez – Antonio del Amo, es una película confusa, retórica, planteada con unas pretensiones intelectuales que nunca llegan a justificarse. Intuimos que sus protagonistas asumen una función simbólica. Según esta presunción, el personaje insolidario sería el anarquista; Teresa, propietaria de la tienda, encarnaría a la seguridad material burguesa para acceder a la cual hay que sacrificar los valores humanos y la libertad personal; los titiriteros personificarían la vida libre presentando al pueblo espectador un nuevo horizonte. Conforme los usos antes apuntados, los escenarios naturales y sus habitantes solo sirven para situar geográficamente la acción que de realidad nada tiene. “El sol sale todos los días” podría interpretarse como una tesis espiritual consistente en renunciar al egoísmo para derramar la felicidad – espiritualizada – sobre los pueblos abandonados de la nación.


“Mi tío Jacinto” (1956), de Ladislao Vajda, es una apología de la caridad y no de la limosna. En los suburbios de Madrid vive un borracho con su sobrino, su sueño sería encumbrarse como torero y relata fantasías al niño para mantenerle la ilusión de una vida mejor. Jacinto interviene en una novillada burlesca que resulta un fracaso y el chico, consciente de la frustración de su tío, simula creer en sus triunfos. El pretendido realismo se limita a algunas escenas filmadas en los suburbios donde aparecen unos arrapiezos rebuscando entre los montones de basura, pero cualquier visión fidedigna  de la vida de estos barrios está descartada de antemano ya que se trata de destacar al niño prodigio Pablito Calvo, puesto de moda por el mismo Vajda en “Marcelino pan y vino” (1954). Al comentar esta película, de enorme éxito popular, volveremos sobre el muy buen director que fue, a veces, este húngaro de nacimiento. “Mi tío Jacinto” es, pese a los reparos expuestos, una buena película de considerable calidad fílmica.

Y termino con el enigma de “Llegaron siete muchachas” (1957), de Domingo Viladomat. Por el equipo con que viajan esas chicas y por su actuación, uno sospecha que pertenecen a la Sección Femenina. Pero cuando se enfrentan al cacique para que éste restituya un caudal de agua a la comunidad creí que estaba equivocado de institución y de país. Al final cuando se van del pueblo (una de ellas volverá para casarse con el médico), concluyo en que es un cuento moral o quizá sería mejor decir una espacie de tomadura de pelo al espectador y a las buenas gentes del lugar elegido – que sí, es la España una, grande y libre – para la filmación que cooperaron con su presencia. Un indescriptible espanto y es que de Viladomat mejor olvidarse.

Luis Betrán

Pdta: no hace mucho tiempo leí en un foro de la red que el franquismo “era y es una ideología tan respetable como cualquier otra”. Yo las otras “tan respetables como el franquismo” pienso que son el nazismo, el comunismo estalinista, el maoísmo, el fascismo musoliniano, el falangismo……..y aquellos nacionalismos que asesinan. Sabido es, por otra parte, que el PATRIOTISMO es el último refugio de los canallas. Lo dijo el sabio. Samuel Johnson Solicito, pero no me la van a conceder, la dignidad del apátrida. La España actual, y más aún con la reciente ley “mordaza” y “las cuchillas de Melilla”, se aproxima muchísimo al franquismo sin Franco. Y, en consecuencia, si Buñuel resucitara comprobaría que el surrealismo tiene plena vigencia. España, o Choricistán, es el único país en la Historia en el que acaso gobierne un muerto.

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