miércoles, 11 de diciembre de 2013

ANIVERSARIOS, EFEMÉRIDES Y UNA PELÍCULA

ANIVERSARIOS Y EFEMÉRIDES

CARMEN AMAYA 

 
Guardo un lejanísimo recuerdo de Carmen Amaya. Era yo un niño cuando mis padres me llevaron al desaparecido Teatro Argensola de Zaragoza a ver a Carmen Amaya, la genial bailaora de Bagur aunque gitana. En mi memoria solo persiste la imagen fiera de una mujer de baja estatura, con chaleco y pantalones negros y que propinaba furiosos zapatazos a una enmaderada tarima. Soy un amante tardío del flamenco. Pero debo ser muy clasicón porque este amor, que persiste cuando escucho a Poveda y poco más, termina cuando apareció Camarón y su ininteligible desgarro. “La leyenda del tiempo” me parece uno de los discos más horrorosos “de fusión” que he escuchado. Pero si, me emociono cuando el que canta es Manolo caracol, La niña de los Peines, El Beni de Cádiz, Chano Lobato o Tïa Anica la Piriñaca. Y respeto a Mairena pero me aburre. Anatema. Con el baile mi goce mengua considerablemente, excepto con Antonio Ruiz – a veces - , Antonio Gades – a veces – el abuelo Farruco –siempre – y la inconmensurable Carmen Amaya.


Conservo un viejo VHS grabado hace ya varios años y emitido por la cadena Arte que comienza con palabras como éstas. “la más genial artista que nunca vi en un escenario” . Charles Chaplin, Pablo Picasso etc. En la película “María de la O” (1938), una joven Carmen Amaya me deslumbra ya en su baile todavía con bata. Y en “Los tarantos” – estimable película de Rovira Beleta que bebía de “Romeo y Julieta” según Alfredo mañas y……de “West side story”, las dos intervenciones de Carmen Amaya, una en el desaparecido Somorrostro de Barcelona y otra en una simple tasca, me erizan los vellos. Más aún que la bellísima coreografía de Antonio Gades en unas Ramblas regadas por mangueras. Soy profano en la materia, pero Carmen Amaya siempre me recordó a una diosa llena de ruido y de furia. Una trágica del baile. Con sus pantalones negros, su chaleco negro, su pelo negro y sus zapatones negros voy a escribir acaso una barbaridad. La Maria Callas del baile. Flamenco, claro.

ANNA MAGNANI

“Pongo su nombre entre exclamaciones porque es la mejor forma de reflejar lo que pienso de ella. Puede permanecer inmóvil totalmente y callada en una habitación llena de gente, Y uno seguirá percibiendo la tensión creada por su presencia, un estremecimiento y vibración en el aire como los creados por una corriente eléctrica. Estar delante de Anna es como estar delante de una reina” (Tennessee Williams)
 
Anna Magnani fue tanto una inmensa actriz – la mejor de toda la historia del cine europeo, en mi opinión, y las hubo magníficas – como un fenómeno de la clase  que solo es capaz de producir un medio como el cine. Debe figurar entre los grandes nombres del Séptimo Arte porque fue la vívida imagen icónica del neorrealismo. La Magnani había estudiado en la escuela dramática de Eleonora Duse, nada menos, pero su reputación en Italia parecía destinada a verse limitada al music-hall, e incluso a revistas mugrientas que eran las que triunfaban en la Italia de los años 20. Es posible que no hubiera salido nunca de allí de no ser por un genio del cine, que tuvo la inteligencia necesaria como para darle un papel dramático en la película que estaba rodando. Se trataba de la historia de un miembro de la resistencia y de un sacerdote asesinados por los nazis en la Roma ocupada de 1944. La película fue “Roma cittá aperta” (1945) y el cineasta Roberto Rossellini.

En la  leyenda, la Magnani se convirtió en tan romana como la Loba del Capitolio o el propio Coliseo, pero sus biógrafos no están seguros de si nació en Roma en 1908 o en Alejandría en 1903. Se indignaba siempre mucho cuando se le sugería que no era “romana de verdad”. Pero el hecho es que su padre, o al menos el marido de su madre, era egipcio. Su madre había nacido en Rímini, ciudad natal de Fellini. Nada de esto tiene importancia. En el cine las aventura de Nannarella comenzaron con un típico – y notable – melodrama: “La cieca di Sorrento” (1934). Su segundo papel le fue ofrecido por el que posteriormente sería su marido: Goffredo Alessandrini en el film “Cavaleria” (1936). 


En 1941, Vittorio De Sica, un actor famoso convertido en director, le dio un papel de artista de variedades en “Teresa Venerdi” (1942). La película hizo que se fijase en ella un intelectual y aristocrático milanés que estaba, asimismo, a punto de entrar en el mundo del cine: Luchino Visconti. El tambien genial director tuvo la intuición suficiente para darse cuenta de que la Magnani era una actriz adecuada para el nuevo estilo neorrealista que estaba empezando a  surgir en el cine de su país. Pero la actriz no pudo interpretar a la protagonista de la seminal “Ossessione” (1942): estaba embarazada del galán más guapo de la pantalla italiana: Massimo Serato, por lo que el papel fue a parar a Clara Calamai. Visconti, no por ello, dejó de amarla y años más tarde sería la empeñada y desengañada “mamma” de “Bellisima” y se parodiaría a sí misma en el memorable episodio viscontiano de “Siamo donne (1953) ,en el que demostraba un desternillante sentido del humor. Vaya, otra barbaridad, la Maria Callas del cine. Disculpas. Se cumplen 90 años del nacimiento de la Divina.

LA PELICULA: LA GRANDE BELLEZA (2013) DE PAOLO SORRENTINO
 

Ha ganado los más importantes premios de la Academia esa, o como diantres se llame, del cine europeo incluido a ese maravilloso actor y maestro de ceremonias que es Toni Servilio en el papel de un maduro Mastroianni.. Mal asunto. Imagino que la crítica canónica la pondrá a caldo. Es italiana y el otrora glorioso cine de la bota de Europa años ha que vegeta en estado semicomatoso. Tan solo los veteranísimos Bellochio y Bertolucci (éste último tan solo en la sensible “Io e te”) mantienen el tipo, y en el caso del autor de “I pugni in tasca” pero también de “Vincere” o “Bella addormentata” sostiene el tipo aún como probablemente el mejor realizador del país transalpino. Tras el vendría el todavía más vejestorio Ermano Olmi si no ha tirado ya la toalla. Algunas películas, no todas ni mucho menos, de Nanni Moretti  y….Paolo Sorrentino que ya dio muestras de su talento en “Las consecuencias del amor” y en “Il divo, pero nos maltrató con una horrenda película estadounidense y el ridículo Sean Penn. No esperaba, lo confieso, una obra de la magnitud de “La grande belleza”. Pero hela ahí, esplendorosa, cautivadora, hechizante. No ha existido, quizá, propuesta cinematográfica tan rigurosamente excepcional en el cine italiano de la última década.

Ciertamente un pastiche felliniano....en apariencia. Porque Sorrentino demuestra tener voz propia en unos diálogos de altísima calidad. Su mejor película y, probablemente, la confirmación de que hoy por hoy es el mayor cineasta italiano. Desmedida, pretenciosa, grandilocuente a veces. Tambien lo era "La dolce vita" y sinceramente creo que esta película es superior. Nunca Roma fue tan bellamente filmada. Y ¿que es "La grande belleza?. Una película tan aparatosa como lúcida. Esa gran belleza que se evapora, que se diluye merced a la globalización, a la crisis y a dirigentes políticos tan asquerosos como Berlusconi. “La grande belleza” o nuestra gran desesperación.

Luis Betrán

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