ANIVERSARIOS Y
EFEMÉRIDES
CARMEN AMAYA
Guardo un lejanísimo recuerdo de Carmen Amaya. Era
yo un niño cuando mis padres me llevaron al desaparecido Teatro Argensola de
Zaragoza a ver a Carmen Amaya, la genial bailaora de Bagur aunque gitana. En mi
memoria solo persiste la imagen fiera de una mujer de baja estatura, con chaleco
y pantalones negros y que propinaba furiosos zapatazos a una enmaderada tarima.
Soy un amante tardío del flamenco. Pero debo ser muy clasicón porque este amor,
que persiste cuando escucho a Poveda y poco más, termina cuando apareció
Camarón y su ininteligible desgarro. “La leyenda del tiempo” me parece uno de
los discos más horrorosos “de fusión” que he escuchado. Pero si, me emociono
cuando el que canta es Manolo caracol, La niña de los Peines, El Beni de Cádiz,
Chano Lobato o Tïa Anica la Piriñaca. Y respeto a Mairena pero me aburre.
Anatema. Con el baile mi goce mengua considerablemente, excepto con Antonio
Ruiz – a veces - , Antonio Gades – a veces – el abuelo Farruco –siempre – y la
inconmensurable Carmen Amaya.
Conservo un viejo VHS grabado hace ya varios años y
emitido por la cadena Arte que comienza con palabras como éstas. “la más genial
artista que nunca vi en un escenario” . Charles Chaplin, Pablo Picasso etc. En
la película “María de la O” (1938), una joven Carmen Amaya me deslumbra ya en
su baile todavía con bata. Y en “Los tarantos” – estimable película de Rovira
Beleta que bebía de “Romeo y Julieta” según Alfredo mañas y……de “West side story”,
las dos intervenciones de Carmen Amaya, una en el desaparecido Somorrostro de
Barcelona y otra en una simple tasca, me erizan los vellos. Más aún que la
bellísima coreografía de Antonio Gades en unas Ramblas regadas por mangueras.
Soy profano en la materia, pero Carmen Amaya siempre me recordó a una diosa
llena de ruido y de furia. Una trágica del baile. Con sus pantalones negros, su
chaleco negro, su pelo negro y sus zapatones negros voy a escribir acaso una
barbaridad. La Maria Callas del baile. Flamenco, claro.
ANNA MAGNANI
“Pongo su nombre entre exclamaciones porque
es la mejor forma de reflejar lo que pienso de ella. Puede permanecer inmóvil
totalmente y callada en una habitación llena de gente, Y uno seguirá
percibiendo la tensión creada por su presencia, un estremecimiento y vibración
en el aire como los creados por una corriente eléctrica. Estar delante de Anna
es como estar delante de una reina” (Tennessee Williams)
Anna Magnani fue tanto una inmensa actriz –
la mejor de toda la historia del cine europeo, en mi opinión, y las hubo
magníficas – como un fenómeno de la clase
que solo es capaz de producir un medio como el cine. Debe figurar entre
los grandes nombres del Séptimo Arte porque fue la vívida imagen icónica del
neorrealismo. La Magnani había estudiado en la escuela dramática de Eleonora
Duse, nada menos, pero su reputación en Italia parecía destinada a verse
limitada al music-hall, e incluso a revistas mugrientas que eran las que
triunfaban en la Italia de los años 20. Es posible que no hubiera salido nunca
de allí de no ser por un genio del cine, que tuvo la inteligencia necesaria
como para darle un papel dramático en la película que estaba rodando. Se
trataba de la historia de un miembro de la resistencia y de un sacerdote
asesinados por los nazis en la Roma ocupada de 1944. La película fue “Roma
cittá aperta” (1945) y el cineasta Roberto Rossellini.
En la
leyenda, la Magnani se convirtió en tan romana como la Loba del
Capitolio o el propio Coliseo, pero sus biógrafos no están seguros de si nació
en Roma en 1908 o en Alejandría en 1903. Se indignaba siempre mucho cuando se
le sugería que no era “romana de verdad”. Pero el hecho es que su padre, o al
menos el marido de su madre, era egipcio. Su madre había nacido en Rímini,
ciudad natal de Fellini. Nada de esto tiene importancia. En el cine las
aventura de Nannarella comenzaron con un típico – y notable – melodrama: “La
cieca di Sorrento” (1934). Su segundo papel le fue ofrecido por el que
posteriormente sería su marido: Goffredo Alessandrini en el film “Cavaleria”
(1936).
En 1941, Vittorio De Sica, un actor famoso convertido en director, le
dio un papel de artista de variedades en “Teresa Venerdi” (1942). La película
hizo que se fijase en ella un intelectual y aristocrático milanés que estaba,
asimismo, a punto de entrar en el mundo del cine: Luchino Visconti. El tambien
genial director tuvo la intuición suficiente para darse cuenta de que la
Magnani era una actriz adecuada para el nuevo estilo neorrealista que estaba
empezando a surgir en el cine de su
país. Pero la actriz no pudo interpretar a la protagonista de la seminal
“Ossessione” (1942): estaba embarazada del galán más guapo de la pantalla
italiana: Massimo Serato, por lo que el papel fue a parar a Clara Calamai.
Visconti, no por ello, dejó de amarla y años más tarde sería la empeñada y
desengañada “mamma” de “Bellisima” y se parodiaría a sí misma en el memorable
episodio viscontiano de “Siamo donne (1953) ,en el que demostraba un
desternillante sentido del humor. Vaya, otra barbaridad, la Maria Callas del
cine. Disculpas. Se cumplen 90 años del nacimiento de la Divina.
LA PELICULA: LA GRANDE BELLEZA (2013) DE PAOLO SORRENTINO
Ha ganado los más importantes premios de la
Academia esa, o como diantres se llame, del cine europeo incluido a ese
maravilloso actor y maestro de ceremonias que es Toni Servilio en el papel de
un maduro Mastroianni.. Mal asunto. Imagino que la crítica canónica la pondrá a
caldo. Es italiana y el otrora glorioso cine de la bota de Europa años ha que
vegeta en estado semicomatoso. Tan solo los veteranísimos Bellochio y
Bertolucci (éste último tan solo en la sensible “Io e te”) mantienen el tipo, y
en el caso del autor de “I pugni in tasca” pero también de “Vincere” o “Bella
addormentata” sostiene el tipo aún como probablemente el mejor realizador del
país transalpino. Tras el vendría el todavía más vejestorio Ermano Olmi si no
ha tirado ya la toalla. Algunas películas, no todas ni mucho menos, de Nanni
Moretti y….Paolo Sorrentino que ya dio
muestras de su talento en “Las consecuencias del amor” y en “Il divo, pero nos
maltrató con una horrenda película estadounidense y el ridículo Sean Penn. No
esperaba, lo confieso, una obra de la magnitud de “La grande belleza”. Pero hela
ahí, esplendorosa, cautivadora, hechizante. No ha existido, quizá, propuesta
cinematográfica tan rigurosamente excepcional en el cine italiano de la última
década.
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