INTRODUCCIÓN AUTOBIOGRÁFICA
Y ya comienzan estas memorias liliputienses de mis experiencias políticas y culturales en la década 1967-1977. Para ello es imprescindible mínima autobiografía, por más que ello resulte indiscreto e impropio de un blog que no hay que confundir con "voy a contar mi vida" o un diario. No obstante, considero que sin la breve introducción de datos referentes a mi familia, la larga evocación que va a continuar de una Zaragoza viva y amada carecería del "como y el porqué" milité en partidos políticos de izquierda y llegue a representar a uno de ellos en la la Platajunta o Coordinación Democrática. Jean-Paul Sartre escribió aquello tan determinista de que "toda vida es la historia de una derrota". Prescindo, por supuesto, de la generalización pero en mi caso la pesimista frase sartriana es aplicable, no en el todo sí en fundamental parte. Sin más dilación, paso a explicar las razones de esta defección.
LA FAMILIA
En el prólogo de estas memorias incluía entre aquello que detestaba el concepto de "familia". Faltaba el adjetivo que concretase lo que sonaba a pura abstracción. "La familia española", las de antes y las de ahora aunque mis reticencias sean muy superiores a las de los años 50 y 60 que a las de las tres últimas décadas, sin que ni unas ni otras hayan perdido su hispánica esencialidad. Yo nací en 1947, hijo único de padre militar de notable graduación (se jubiló de coronel) y madre de profesión "sus labores". Puedo afirmar, ya sin odio ni rencor - dislate absurdo a mis casi 65 años - que mi progenitor cercenó lo que se aproximaba a mi vocación que nada tenía que ver con sables, botas ni color caqui. Mis recuerdos de infancia no son especialmente gratos pero si de algo desconfío es de toda mítica de "infancia feliz". Los destinos que ,sucesivos ascensos de estrellitas en la gorra y puños de la guerrera de mi padre, me llevaron de Zaragoza a Gerona, de Gerona a Huesca, y de Huesca de nuevo a Zaragoza. Examino brevemente las 3 etapas que incluyen niñez y adolescencia.
GERONA
Era, y hoy lo es mucho más, una bella y original ciudad. Allí estudié en el Colegio de los Hermanos Maristas aquello del Ingreso, Primero y Segundo de Bachiller. No era un chico aplicado ni que hiciese codos con fruición. Me sobraba con mi excelente memoria para sacar buenas notas, aunque ya empezaba a notarse que la Aritmética - luego Matemáticas - me interesaba más bien poco. Prescindo de asuntos ajenos a la memoria histórico-política. Recuerdo muy bien que mis padres tuvieron como principales amigos al Capitán de la Policía Armada y esposa. Aquel individuo contaba con asquerosa mofa que él y un par de subordinados recorrían de vez en cuando, vestidos de paisano, los bares de Gerona, pedían al camarero "un vas de vi" y si oían hablar en catalán procedían a la detención y posterior apalizamiento en los calabozos de su cuartel a aquellos insensatos que habían osado utilizar su idioma de toda la vida. Eran finales de los 50, yo tenía 10, 11 y 12 años. Mi padre le reía la "gracia". Yo no.
HUESCA
Fundamental el Colegio de San Viator donde cursé 3º, 4º, 5º y 6º de Bachiller. En Huesca me divertí gracias a que enseguida forme parte de una pandilla de amigos que aún hoy, en 2011, lo siguen siendo salvo uno recientemente fallecido y a quién tuve, y tengo, en el recuerdo. No importa que nos hayamos visto de pascuas a ramos, ellos se interesaron por mi cáncer y hasta Antonio Carmona y José Luis Latorre vinieron a visitarme desde Valencia. Pero fueron otras personas treintañeras las que ejercieron sobre mi una influencia capital y contribuyeron no poco a alejarme definitivamente de la ideología paterna.
Colegio de San Viator de Huesca
Don José Luis Acevedo era clérigo, no sacerdote, de la orden de San Viator y fue mi profesor titular los tres postreros años. Tenía costumbres peculiares además de ser una excelente persona. En los exámenes semanales traía un tocadiscos de maleta y mientras discurríamos los problemas de matemáticas, física y química, escuchábamos música clásica - inolvidable la impresión que me produjo la Sinfonía del Nuevo Mundo de Antonin Dvorak - y, más adelante, a gloriosas cantantes como Edith Piaf o Mahalia Jackson. Tambien era un aficionado al cine y los lunes nos preguntaba sobre la película que, obligatoriamente, nos habíamos tragado el domingo en el salón de actos. Mi "feeling" con él surgió con "Tu, Kimi y yo" que había gustado a toda la clase excepto a mí y al Acevedo, dado que nos repugnó Jerry Lewis. Luego me llevó a ver al cine Olimpia "El séptimo sello" de Bergman e incluso a Madrid al teatro, la obra de Alejandro Casona "La barca sin pescador". No fui yo únicamente el afortunado. La cabeza más grande y mejor amueblada de la clase - Juan Herrero - completó el trío. Por cierto que hará unos 10 años volví a verlo pasando de todo y es que además de inteligente fue el úncio viatoriano que derivó a la extrema izquierda, sufriendo por ello cárcel y exilio. En 6º el Acevedo se despidió de nosotros organizando en una aula una suerte de guateque - sin baile, no había zagalas - pero generoso en comida....y bebida. Tres de seis amigos que lo fueron para siempre lo visitamos una vez en Madrid: Manolo Lacarte, José Luis Latorre et moi. Seguiá siendo encantador. El otro mentor era una extravagancia en aquella pequeña ciudad en la que el cotilleo era moneda de cambio. Se llamaba Pepe Pérez del Cacho, portaba pelo largo y era completamente afrancesado. El me hizo conocer las canciones de Georges Brassens, Leo Ferré y Jacques Brel, determinantes entonces y ahora en el curso de mi vida, los poemas de Verlaine, Valery, Baudelaire y Rimbaud y la primera novela importante que leí - obviamente antes fueron Jules Verne, Emilio Salgari, Mark Twain, Fenimore Cooper, el Dumas de "Los tres mosqueteros"......y tebeos muchos tebeos - "Rojo y negro" de Stendhal que no entendí pero me deslumbró y que él me explicó pacientemente. Termino este apartado oscense con el hecho irrefutable de que en San Viator, a base de misas, rosarios, te deums, triduos, bendiciones y hostia santa, hostia pura, hostia inmaculada, clausuraron mi fe católica. Con 16 años Dios ya me importaba un pito. Y la confesión; ¡¡que indecencia eso de contarle intimidades a un cuervo!!.
Y VUELTA A ZARAGOZA: RUPTURA Y TOMA DE CONCIENCIA
Harrogate
Ya sabía yo la que se me preparaba. En 4ª y reválida habia que optar por ciencias o letras y fui obligado a escoger lo que menos apreciaba. Terminado el bachiller, mi padre me puso las cosas bien claras: o militar o nada. Y tres años a la odiosa Academia de Preparación Militar llamada PROA, sita en el Paseo Sagasta entonces General Mola. Miserable tiempo perdido en el que me convencí de que podía pasar el resto de mi vida sin saber lo que eran los logaritmos neperianos. Y llegó el momento de la verdad con el enchufe correspondiente. Me autosuspendi haciendo dubujitos en lugar de contestar a los exámenes. Mientras me había apañado con dos amigos un viaje a Inglaterra a fregar platos con contrato de 4 meses, de junio a septiembre de 1967. Supuso, naturalmente, la ruptura total con mi padre. Antes de la Gran Bretaña tan solo conocía Paris y sus múltiples maravillas. Ahora era otra cosa asaz distinta. Trabajé en el staff de un restaurante llamado Red Lion Inn, sito en plena carretera y cerca de Harrogate y Leeds. Allí conocí a varios inmigrantes gallegos. Sobre todo a Ramiro Romero y su esposa Dora. El buen Ramiro en una gran mesa planeaba el asalto y toma del Palacio del Pardo. Yo ya amaba el cine, me llegaba por suscripción Fotogramas. Debido a la intervención de mi madre, llegue a un acuerdo con mi padre y regresé a Zaragoza. Luego vendría mi inevitable salida del domicilio familiar, la radio, la Escuela de Turismo, el funcionariado y la frustración de la que nunca podría o sabría salir. A finales de 1967 yo ya estaba convencido de que mi padre no tenía razón y, en consecuencia, comenzó mi acercamiento a la izquierda. ¿Adolescente edípico?. No lo creo. Mi aversión profunda a todo lo que oliese a militar venía desde hacía ya diez años. El paso del tiempo hizo que perdonase pero no que olvidase. Ni aún ahora a 20 de julio de 2011. Yo conocí y sufrí a la familia española castradora. Suerte, jóvenes y menos jóvenes, que os han permitido elegir vuestros estudios.
Luis Betrán
Harrogate
Ya sabía yo la que se me preparaba. En 4ª y reválida habia que optar por ciencias o letras y fui obligado a escoger lo que menos apreciaba. Terminado el bachiller, mi padre me puso las cosas bien claras: o militar o nada. Y tres años a la odiosa Academia de Preparación Militar llamada PROA, sita en el Paseo Sagasta entonces General Mola. Miserable tiempo perdido en el que me convencí de que podía pasar el resto de mi vida sin saber lo que eran los logaritmos neperianos. Y llegó el momento de la verdad con el enchufe correspondiente. Me autosuspendi haciendo dubujitos en lugar de contestar a los exámenes. Mientras me había apañado con dos amigos un viaje a Inglaterra a fregar platos con contrato de 4 meses, de junio a septiembre de 1967. Supuso, naturalmente, la ruptura total con mi padre. Antes de la Gran Bretaña tan solo conocía Paris y sus múltiples maravillas. Ahora era otra cosa asaz distinta. Trabajé en el staff de un restaurante llamado Red Lion Inn, sito en plena carretera y cerca de Harrogate y Leeds. Allí conocí a varios inmigrantes gallegos. Sobre todo a Ramiro Romero y su esposa Dora. El buen Ramiro en una gran mesa planeaba el asalto y toma del Palacio del Pardo. Yo ya amaba el cine, me llegaba por suscripción Fotogramas. Debido a la intervención de mi madre, llegue a un acuerdo con mi padre y regresé a Zaragoza. Luego vendría mi inevitable salida del domicilio familiar, la radio, la Escuela de Turismo, el funcionariado y la frustración de la que nunca podría o sabría salir. A finales de 1967 yo ya estaba convencido de que mi padre no tenía razón y, en consecuencia, comenzó mi acercamiento a la izquierda. ¿Adolescente edípico?. No lo creo. Mi aversión profunda a todo lo que oliese a militar venía desde hacía ya diez años. El paso del tiempo hizo que perdonase pero no que olvidase. Ni aún ahora a 20 de julio de 2011. Yo conocí y sufrí a la familia española castradora. Suerte, jóvenes y menos jóvenes, que os han permitido elegir vuestros estudios.
Luis Betrán
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