El cine Avenida se había inaugurado en 1968 con "Golfus de Roma" (R. Lester). Ocupaba el lugar que dejó vacío el cine Alhambra, aunque esto no sea del todo exacto. Se recordará que el antiguo Alhambra tenía un largo pasillo que conectaba por su extremo con el Paseo de la Independencia, y por el otro con una especie de hall en el cual se hallaban propiamente las puertas del cine. Pasadas las mismas se accedía rápidamente a la sala por un pequeño pasillo que rodeaba a la misma. Debido a un pleito de lejanos y oscuros orígenes la empresa, al derribar el cine Alhambra, no podía volver a edificar otra sala de cine en el lugar donde estuvo la destruida. Tras una suspensión de obras de muchos meses, se decidió construir el nuevo cine sin emplear un metro del solar que sostuvo el Alhambra. En consecuencia el cine Avenida se levantó ocupando parte del antiguo pasaje - ¡aquel que servía de portavoz a las novedades cinematográficas de la empresa Parra! - y el vestíbulo de acceso; o sea, que el Avenida plantó sus reales en los terrenos situados antes de la antigua sala del Alhambra.
La marcha del cine en cuestión no fue ni carne ni pescado, como su decoración. Algún retoque modernista por aquí y por allá algunos cuadros que recordaban a Orús o a Viola, mármoles en el suelo, paredes de arpillera y madera. Un conjunto funcional agradable pero sin fuerza para ser recordado. Ningún toque pintoresco. Su itinerario como Sala Especial se caracterizó por empezar con cierta furia - "El cuchillo en el agua" (Polanski), "Freud" (Huston) - para perder gas progresivamente hasta presentar una programación que unía el despiste con el intento de nuevas "Helgas". Se proyectaron films de abierto carácter minoritario como "Las margaritas" (Chitylová), lo cual resultaba sorprendente en quienes tanto se habían pensado la apertura de un local para la modalidad que nos ocupa. El desconocimiento del asunto les hacía dar una de cal y otra de arena, hasta que los tiempos trajeron más arena que los desiertos. Al igual que el Elíseos, el Avenida tenía la gentileza de ofrecer un programa de mano que se caracterizaba por contener comentarios poseídos de la más extrema ignorancia. Mezclaban gacetillas de publicidad, críticos del jaez del increíble sr. Martinez Tomás (La Vanguardia, de Barcelona), bestia negra de los chistes sobre la incultura cinematográfica (el Boyero de aquellos años) y, llanamente, el argumento de la película. Algunas veces añadían fotos y otros dibujos de propaganda para prensa. Su nulo valor como recordatorio - en ocasiones fúnebre - les limpia del pecado.
Allá por 1972 la empresa Parra pensó que dedicar tan flamante local a proyectar semejantes chorradas era excesivo. Y volvió a los films de siempre normales y doblados, decían, en contraposición a la supuesta "patología" de los otros. Resultados medianos. Su nota más distintiva durante cierto tiempo fue su llamemosla especialización en los estrenos de películas españolas de "calidad": "Furtivos" (Borau), "Canciones para despues de una guerra" (Martin Patino), "El desencanto" (Chávarri)........Pero quedaba en pie el problema de que hacer con las sucesoras de "Helga" que se empezaban a amontonar, y pusieron el Actualidades al servicio de la "cultura". Inauguración: "El derecho a la vida", una "Helga" de imposible nacionalidad (española, je, je). Durante la corta vida del Actualidades como Sala Especial - aproximadamente un año - batió el record de proyectar estupideces ginecológicas y partos sin cuento. Pero las cosas - la taquilla - no fueron bien. Se recurrió hasta el programa doble. Los desatinos se sucedían y en su despiste llegaron a proyectar films que el cine Elíseos - que ya tenía donde elegir - había desechado por su previsible fracaso taquillero, caso de "Los carabineros" (Godard) por ejemplo. Al fin, no una pulmonía como a don Guido, sino una suma de resfriados acabó con él. Era el otoño de 1973 y el Actualidades, ya sin la marquesina y el hall naranja y verde de antaño, volvía a ser cine de reestrenos. Las aguas, limpias de impurezas muy diversas, volvían a su cauce.
El sábado de Gloria de 1976 el cine Palacio presentaba "El conformista" (Bertolucci) y con ello su adscripción a las cadenas de cine de Arte y Ensayo. La empresa Parra había llevado tal encomienda como los penitentes peregrinos. Del citado Palacio al Avenida, de éste al Actualidades y ahora se volvía a la casa madre. Pero entre el otoño de 1973 y la primavera de 1976 - interregno en que esta empresa juzgó ininteresante el proyectar films en versión original - el mundo había dado muchas vueltas. En este período existe la fecha clave del 20-N-1975, que marcó en el campo de la exhibición cinematográfica , como en tantas cosas más importantes, un cambio absoluto. A partir de esa fecha la censura da muestras de abatimiento y neurosis, antes de entrar en un larguísimo estado de coma. Cuando se estrena "El conformista" se apuesta sobre seguro.....aparentemente. Llegar tarde y mal suele tener un justo castigo. Sin duda lo que animó a la conservadora empresa a tomar esta decisión se debió a que la censura toleraba títulos clave del cine-espectáculo de los últimos años. Los films que constituyeron la base para los viajes a Francia estaban llegando. "La naranja mecánica" (Kubrick) batía records. Había que buscar otra naranja, pero se llegaba con demasiado retraso a la cosecha.
Lo cierto es que el Palacio, con idénticos equipos de proyección y sala que estrenara en 1963 la inefable "El valle de las espadas" (J. Setó) se aprestó a la cultura con éxito decreciente. Se vieron buenos films porque ello era inevitable teniendo en cuenta el material que las distribuidoras ofrecía. Junto a ellos bodrios aceptados con ignorancia superlativa. En 1977, las Salas Especiales y de Arte y Ensayo desaparecen oficialmente, pero surge la posibilidad de proyectar películas porno - calificadas "S", pueden herir la sensibilidad del espectador, que risa tía Felisa - de forma horrible, bajo unas oscuridades que avergonzarían al extinto cine Iris (ver post "los coliseos de las ratas"). El Palacio prodigue su zigzagueante sendero con films espantosos que tantos años de represión hacen rentables. Un auténtico "palacio de los horrores". Lógicamente los años no pasan en balde y las cazadoras han sustituido a los blusones y las alpargatas. Desde "El pescador de coplas" (Antonio del Amo, 1954) a "Fiebre del sábado noche" (John Badham, 1977) han sucedido muchas cosas, pero, desgraciadamente no de un calibre que impida resumirlas en un pechos y un sexo "a poil".
Luis Betrán
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