Gustav Mahler (Kaliště, Bohemia, actualmente República Checa, 7 de julio de 1860 - Viena, 18 de mayo de 1911)
En las primeras décadas del siglo XX, Gustav Mahler era recordado como uno de los más importantes directores de orquesta y de ópera de su momento. A mediados de ese siglo, una creciente valoración por la interpretación de sus obras y el estudio de su vida lo reconoció entre los compositores más destacados en la Historia de la Música. Además de sus nueve sinfonías terminadas (diez, si se incluyen los bosquejos de la Décima), sus principales obras son: Lieder eines fahrenden Gesellen ("Canciones de un camarada errante"); las composiciones sobre los textos de Des Knaben Wunderhorn ("El muchacho del cuerno mágico"); Kindertotenlieder (o "Las canciones a los niños muertos"), con Ruckert-lieder, basándose en ambos casos en los textos y el mismo título de los escritos por el poeta alemán Friedrich Rückert; también, la renovadora síntesis de sinfonía-ciclo de canciones Das Lied von der Erde ("La canción de la Tierra"), con letra de poemas traducidos del chino al alemán.
(Ver Biografía en Wikipedia)
MAHLER
Cuando se estrenó en España "Muerte en Venecia" (Morte a Venezia, Luchino Visconti 1970) el memorable comienzo del film con una bellísima estética a lo Turner acompañada de una exquisita música, fueron muchos los que se preguntaron a quién pertenecía esa hermosísima melodía. Se trataba del "adagietto" de la 5ª sinfonía de Gustav Mahler. A partir de entonces muchos españolitos, más o menos mediáticos, se convirtieron al "mahlerismo" sin que antes se les conociese aficiones musicales tan delicadas. El más notorio fue el que era Vicepresidente del Gobierno, el impresentable Alfonso Guerra, que se autoproclamó amante de la música de Mahler de toda la vida. Que rostro.
Honestamente confieso que yo tambien llegué a Mahler gracias a Visconti, y poco a poco fui conociendo la totalidad de la obra - más bien escasa - del compositor bohemio hasta que desde hace años se convirtió en uno de los músicos "clásicos o cultos" que más he amado y amo, por supuesto. Los restantes, con algún olvido probable, serían Bach, Bach, Bach.......Haendel, Vivaldi, Mozart, Beethoven, Schubert, Chopin, Brahms, Wagner, Verdi, Bruckner, Debussy, Ravel, Satie, Albéniz, Stravinsky, Richard Strauss etc.
Mahler: retrato por Egon Schiele
En vida el drama de Mahler consistió en ser más famoso como director de orquesta que como compositor. En efecto, en aquella mágica Viena de finales del XIX y comienzos del XX (hasta la Primera Guerra Mundial) se podían cruzar por sus calles y saludarse (o no) Sigmund Freud, Stefan Zweig, Gustav Klimt, Egon Schiele, Oskar Kokoschka, Arthur Schnitzler, Carl Jung, Max Reinhardt....y Mahler en su condición de director (el único titular que tuvo en su fabulosa historia la mítica orquesta) de la Filarmónica de Viena. Cuenta Harold Schonberg (1) que hasta era una atracción de un menos que incipiente turismo, ya que los cocheros de la capital austríaca indicaban a los visitantes el lugar en el que se ubicaba su casa.
Alma Mahler-Werfel fotografíada por Man Ray
Mahler era judío, amante de los deportes de montaña y poseedor de un carácter inestable e hipersensible. Se casó con la famosa Alma por cuyo lecho ya habían desfilado Klimt y Kokoschka. Luego, durante su matrimonio, continuaría alargándole la cornamenta a Gustav, y a su muerte escribiría un librito de memorias - que he tenido el placer de leer y es asaz divertido - en el que acusaría al músico difunto de autoritario, de no haberle dejado publicar sus propias composiciones (hecho que parece ser cierto) y de que había sido muy poco feliz en sus años de casada. Bueno; la señora luego repetiría cónyuge con el arquitecto Walter Gropius y el novelista Franz Werfel. Ya era mayorcita y parece que sus furores uterinos se calmaron. Conviene advertir que los lieder de Alma Mahler-Werfel (como firma su libro) carecen por completo de interés.
El hecho que desató la progresiva depresión de Mahler fue la prematura muerte de su primogénita María a los 5 años de edad. Alban Berg le dedicó a la niña su maravilloso concierto para violín conocido como "concierto a la memoria de un ángel". Nuestro compositor se psicoanalizó con Freud quién anota en sus diarios: "hoy me ha visitado herr Mahler, un genio, pero como es posible que me pregunte cosas tan ingenuas como de donde venimos y adonde vamos". La frase de Freud ejemplifica muy bien la cultura - elevada pero poco asimilada - e incluso la dicotomía de la música de Mahler.
Portada de cd de la Sinfonía nº 4 de Mahler ilustrada con cuadro de Gustav Klimt
La obra de Mahler podemos dividirla cómodamente en dos categorías: 1ª: Las sinfonías, 2ª Los lieder. Es en las sinfonías donde mejor observamos dicha dicotomía. A pasajes de refinado y extraordinario lirismo suceden o interrumpen crescendos orquestales atronadores. Mahler, un supersticioso, compuso 9 sinfonías pero en vida se negó a denominar a la última con ese número que el consideraba conducía directamente a la muerte. Nueve sinfonías legaron Beethoven, Schubert y Bruckner antes de morir. La postrera de Mahler se publicó despues de su muerte, y aún dejó inacabada la décima. Mahler procede de Richard Wagner vía Anton Bruckner del que nuestro compositor fue alumno y al que admiraba - con razón - hasta casi la idolatría. Las construcciones catedralicias brucknerianas determinaron la estética de su alumno y su mayor originalidad fue incluir lieder y coros enormes, siguiendo la pauta marcada por Beethoven en su 9ª sinfonía. Mahler, un cardiaco de herencia fuertemente romántica, parece querer cambiar el mundo con estas orgías musicales de colosales pretensiones. Lo que le lleva a resultar, en más de una ocasión, pomposo y mesiánico.
La 1ª sinfonía ya lleva el sobrenombre de "Titán" y, aun siendo estrictamente instrumental, hace honor a su calificativo en un 4º movimiento en el que parece que Atlas ya no ha soportado más el peso de la esfera terráquea y todo ha saltado por los aires. En cualquier caso es una excelente pieza, en la que lo que más me gusta son las ingeniosas variaciones que el compositor incluye en en movimiento 3ª sobre la canción infantil francesa "Frère Jacques". Versiones referenciales: Walter, Kubelik, Neuman, Bernstein, Haitink, Barbirolli...Recomiendo la del inmenso checo Rafael Kubelik. Muy interpretada en los últimos años, a partir de la fiebre Mahler.
Sinfonía nª 2 "Resurreción". Una indudable obra maestra a pesar de su ampulosidad. Mahler añade el bellísimo lieder "Ulricht" y un finale optimista y grandioso con participación de soprano, contralto y gran Coro Mixto. Dada su duración, sobre 70 minutos, se suele interpretar en solitario en los programas. Y con gran frecuencia a pesar de las dificultades y el contingente humano que precisa. Aquí no hay duda posible: Otto Klemperer - "el augusto" , uno de los 4 0 5 más grandes directores de orquesta de todos los tiempos y discípulo de Mahler - se lleva la palma en cualquiera de sus interpretaciones, en vivo o en estudio.
Sinfonía nº 3.- Irregular, con una maravillosa canción a cargo de una soprano (tambien se escuchaba en "Muerte en Venecia"), funde pasajes hermosamente poéticos con "tuttis" atronadores. Sin menoscabo alguno de su evidente calidad, no figura entre mis favoritas. Interpretación más recomendable los de siempre: Walter, Bernstein, Kubelik, Neuman, Ancerl, Horenstein......y entre los que están vivos Abbado. No se ejecuta con demasiada frecuencia.
Sinfonía nº 4.- Otra obra maestra maravillosa que se sitúa en las antípodas de la "Resurrección". Aquí todo es juguetón, de aire hasta infantil, alegre, sin dramatismo ni pretensiones trascendentales. El finale consiste en una deliciosa canción cargada de ironía en la que se cuenta como se divierten los santos en el cielo. Interpretadísima, y con razón. Al igual que la 2ª debe figurar con justicia en el catálogo de las mejores sinfonías jamás escritas. Aquí me quedo con Barbirolli o Bernstein.
Sinfonías nº 5, 6 y 7.- Estas tres obras suponen un importante cambio en el estilo mahleriano. La 5ª es la del celebérrimo adagietto que supone 10 minutos de paz y sosiego entre el estrépito reinante. La 6ª y la 7ª son las más difíciles de su autor. Con todo logro entrar en el misterioso universo de la 6ª pero me quedo indiferente ante las "músicas nocturnas 1 y 2" de la 7ª. Surgen en estas piezas - las tres instrumentales, sin coros ni cantantes - fuertes disonancias que influirán decisivamente en el dodecafonismo y en el serialismo como han reconocido a lo largo de los años Schoenberg, Berg o Boulez hoy director mahleriano sin demasiada consistencia. Probablemente la 6º sea una obra maestra. No sabría pronunciarme sobre la 7ª. Intérpretes de referencia: Barbirolli para la quinta y la sexta, Klemperer, Kubelik y Bernstein para la séptima.
Sinfonías nº 8 y 9.- La octava supone un retroceso a un romanticismo tardío y es la desmesura misma. Totalmente cantada, su primera parte es el himno "Veni creator", la segunda las escenas finales del "Fausto" de Goethe. Precisa de un coro inmenso y 8 solistas nada menos. Sus escasas representaciones suelen ser acontecimientos musicales. A mi, personalmente, no me estimula demasiado tanto aparato - es conocida como la Sinfonía de los Mil, nº de ejecutantes que demandaba Mahler - aunque la grandeza de su concepción no deja de ser admirable. La interpretación referencial sigue siendo la muy antigua de Bruno Walter. Luego, si acaso, vendrían Georg Solti y Lorin Maazel directores muy dados al ruido y la furia.
La sinfonía póstuma de Mahler - instrumental - es otra abrumadora obra maestra que el compositor nunca llegó a escuchar. Aquí se funde en perfecta simbiosis lo mejor de las quinta, sexta y séptima. Fue poco interpretada hasta hace algo así como diez años en los que han sentado cátedra Claudio Abbado y hasta el jovencísimo (29) años venezolano Gustavo Dudamel. Ninguno de ellos ha logrado igualar al gran Jascha Horenstein en su mejor interpretación mahleriana.
La canción de la Tierra (Das lied von der erde)
Los lieder
Mahler es un liederista excepcional que no desmerece de los grandes maestros de la canción de concierto en alemán: Schubert, Schuman, Brahms, Wolf. Y a eso añade la virtud de no parecerse a ninguno de ellos. Tanto los Lieder eines fahrenden Gesellen ("Canciones de un camarada errante"); las composiciones sobre los textos de Des Knaben Wunderhorn ("El muchacho del cuerno mágico"); Kindertotenlieder (o "Las canciones a los niños muertos"), con Ruckert-lieder, basándose en ambos casos en los textos y el mismo título de los escritos por el poeta alemán Friedrich Rückert constituyen ciclos que son ejemplos supremos de la sabiduría del compositor en este género, acaso en el que consiguió - junto a "La canción de la tierra" - alcanzar lo verdaderamente inefable. En ellos está el amor, el dolor, la pasión y hasta el humor por raro que parezca. No sabría muy bien por cual de ellos decantarme, si hubiese de elegir tan solo uno este sería el integrado por las lacerantes "Canciones a los niños muertos", simplemente estremecedor.
Los lieder de Mahler han sido todo un regalo para los máximos cantantes - masculinos o femeninos y en cualquier tesitura - de cámara. La interpretación insuperable será, como es habitual en el lied, la de Dietrich Fischer-Dieskau que los grabó varias veces y le acompañaron toda su larga carrera, incluso desde el principio a finales de los 40 cuando Mahler cotizaba a la baja. Dígase lo mismo de de las escasas y apabullantes muestras dejadas por Kathleen Ferrier con Bruno Walter al piano. Y a continuación Janet Baker, Christa Ludwig, Birgitte Faessbander, Anton Dermota, Alexander Kipnis, Ernst Haefliger, Dietrich Henschel, Matthias Goerne, Herman Prey....y el barítono norteamericano Thomas Hampson, el único que ha podido acercarse al inconmensurable Fischer-Dieskau. Suelen interpretarse con acompañamiento pianístico u orquestal. Mahler los concibió, no todos, para voz y orquesta sinfónica, lo que exige un esfuerzo suplementario al cantante.
Hoy este grande de la gran música figura - desde hace ya mucho tiempo - en los atriles de los directores de orquesta de todo el mundo. Mahler ya ha llegado merecidamente a la estratosfera en la que moran los artistas que están por encima del bien del mal. No siempre fue así: los dos más grandes directores sinfónicos del siglo XX (lo que equivale a la historia) Wilhelm Fürtwangler y Sergiu Celebidache ignoraron toda su vida la música de Mahler, ellos fueron apóstoles genuflexos - sobre todo el segundo - de Anton Bruckner. En el tercer milenio y en el año de 2010 el mayor director vivo Claudio Abbaddo es el máximo mahleriano y, como antes escribí, la sorpresa del mediático Gustavo Dudamel y su orquesta "Simón Bolivar" no le anda muy a la zaga.
Luis Betrán
1) Harold Schonberg: crítico musical durante más de 50 años del New York Times y, posiblemente, el mejor escritor-musicólogo. Cualquiera de sus libros son de fácil adquisición y reunen las dos virtudes de la amenidad y del enseñar deleitando. Falleció hace un año aproximadamente con más de 90 años.
En cine el auténtico Mahler no es otro que Ashenbasch-Bogarde de "Muerte en Venecia". En 1974, el británico Ken Russell realizó su film "Mahler" estrenado en Zaragoza en el extinto cine Rex. A pesar de la justamente pésima reputación de Russell, se trata de una estimable película
Portada de cd de la Sinfonía nº 4 de Mahler ilustrada con cuadro de Gustav Klimt
La obra de Mahler podemos dividirla cómodamente en dos categorías: 1ª: Las sinfonías, 2ª Los lieder. Es en las sinfonías donde mejor observamos dicha dicotomía. A pasajes de refinado y extraordinario lirismo suceden o interrumpen crescendos orquestales atronadores. Mahler, un supersticioso, compuso 9 sinfonías pero en vida se negó a denominar a la última con ese número que el consideraba conducía directamente a la muerte. Nueve sinfonías legaron Beethoven, Schubert y Bruckner antes de morir. La postrera de Mahler se publicó despues de su muerte, y aún dejó inacabada la décima. Mahler procede de Richard Wagner vía Anton Bruckner del que nuestro compositor fue alumno y al que admiraba - con razón - hasta casi la idolatría. Las construcciones catedralicias brucknerianas determinaron la estética de su alumno y su mayor originalidad fue incluir lieder y coros enormes, siguiendo la pauta marcada por Beethoven en su 9ª sinfonía. Mahler, un cardiaco de herencia fuertemente romántica, parece querer cambiar el mundo con estas orgías musicales de colosales pretensiones. Lo que le lleva a resultar, en más de una ocasión, pomposo y mesiánico.
La 1ª sinfonía ya lleva el sobrenombre de "Titán" y, aun siendo estrictamente instrumental, hace honor a su calificativo en un 4º movimiento en el que parece que Atlas ya no ha soportado más el peso de la esfera terráquea y todo ha saltado por los aires. En cualquier caso es una excelente pieza, en la que lo que más me gusta son las ingeniosas variaciones que el compositor incluye en en movimiento 3ª sobre la canción infantil francesa "Frère Jacques". Versiones referenciales: Walter, Kubelik, Neuman, Bernstein, Haitink, Barbirolli...Recomiendo la del inmenso checo Rafael Kubelik. Muy interpretada en los últimos años, a partir de la fiebre Mahler.
Sinfonía nª 2 "Resurreción". Una indudable obra maestra a pesar de su ampulosidad. Mahler añade el bellísimo lieder "Ulricht" y un finale optimista y grandioso con participación de soprano, contralto y gran Coro Mixto. Dada su duración, sobre 70 minutos, se suele interpretar en solitario en los programas. Y con gran frecuencia a pesar de las dificultades y el contingente humano que precisa. Aquí no hay duda posible: Otto Klemperer - "el augusto" , uno de los 4 0 5 más grandes directores de orquesta de todos los tiempos y discípulo de Mahler - se lleva la palma en cualquiera de sus interpretaciones, en vivo o en estudio.
Sinfonía nº 3.- Irregular, con una maravillosa canción a cargo de una soprano (tambien se escuchaba en "Muerte en Venecia"), funde pasajes hermosamente poéticos con "tuttis" atronadores. Sin menoscabo alguno de su evidente calidad, no figura entre mis favoritas. Interpretación más recomendable los de siempre: Walter, Bernstein, Kubelik, Neuman, Ancerl, Horenstein......y entre los que están vivos Abbado. No se ejecuta con demasiada frecuencia.
Sinfonía nº 4.- Otra obra maestra maravillosa que se sitúa en las antípodas de la "Resurrección". Aquí todo es juguetón, de aire hasta infantil, alegre, sin dramatismo ni pretensiones trascendentales. El finale consiste en una deliciosa canción cargada de ironía en la que se cuenta como se divierten los santos en el cielo. Interpretadísima, y con razón. Al igual que la 2ª debe figurar con justicia en el catálogo de las mejores sinfonías jamás escritas. Aquí me quedo con Barbirolli o Bernstein.
Sinfonías nº 5, 6 y 7.- Estas tres obras suponen un importante cambio en el estilo mahleriano. La 5ª es la del celebérrimo adagietto que supone 10 minutos de paz y sosiego entre el estrépito reinante. La 6ª y la 7ª son las más difíciles de su autor. Con todo logro entrar en el misterioso universo de la 6ª pero me quedo indiferente ante las "músicas nocturnas 1 y 2" de la 7ª. Surgen en estas piezas - las tres instrumentales, sin coros ni cantantes - fuertes disonancias que influirán decisivamente en el dodecafonismo y en el serialismo como han reconocido a lo largo de los años Schoenberg, Berg o Boulez hoy director mahleriano sin demasiada consistencia. Probablemente la 6º sea una obra maestra. No sabría pronunciarme sobre la 7ª. Intérpretes de referencia: Barbirolli para la quinta y la sexta, Klemperer, Kubelik y Bernstein para la séptima.
Sinfonías nº 8 y 9.- La octava supone un retroceso a un romanticismo tardío y es la desmesura misma. Totalmente cantada, su primera parte es el himno "Veni creator", la segunda las escenas finales del "Fausto" de Goethe. Precisa de un coro inmenso y 8 solistas nada menos. Sus escasas representaciones suelen ser acontecimientos musicales. A mi, personalmente, no me estimula demasiado tanto aparato - es conocida como la Sinfonía de los Mil, nº de ejecutantes que demandaba Mahler - aunque la grandeza de su concepción no deja de ser admirable. La interpretación referencial sigue siendo la muy antigua de Bruno Walter. Luego, si acaso, vendrían Georg Solti y Lorin Maazel directores muy dados al ruido y la furia.
La sinfonía póstuma de Mahler - instrumental - es otra abrumadora obra maestra que el compositor nunca llegó a escuchar. Aquí se funde en perfecta simbiosis lo mejor de las quinta, sexta y séptima. Fue poco interpretada hasta hace algo así como diez años en los que han sentado cátedra Claudio Abbado y hasta el jovencísimo (29) años venezolano Gustavo Dudamel. Ninguno de ellos ha logrado igualar al gran Jascha Horenstein en su mejor interpretación mahleriana.
La canción de la Tierra (Das lied von der erde)
La obra mas inclasificable del genial compositor y, en mi muy discutible opinión, la cumbre de todo el opus mahleriano. ¿Es un poema sinfónico con mezzosoprano o contralto y tenor?. ¿Es, somo piensan y han escrito algunos expertos la verdadera sinfonía nº 9 que el compositor se negó a denominar con esa numeración por el fatídico presagio del 9?. Irrelevante. "La canción de la tierra" es una de las más bellas composiciones de la historia de la música, tanto en su prodigiosa instrumentación - ese perturbador uso del tam-tam en el finale -, en su hipnótico melodismo como en las extraordinarias y punzantes partes cantadas. La correspondiente al tenor posee una tesitura inclemente que tan solo Fritz Wunderlich ha sabido alcanzar. La melancólica, triste y casi con aires de adios a la vida de la contralto precisa de una voz que sepa además interpretar toda la sutileza emocional de su cometido. La irrepetible contralto Kathleen Ferrier - una de las mayores voces femeninas de la historia del canto - tan prematuramente fallecida (1912-1953), ha sentado y sentará para siempre cátedra en la interpretación de los bellísimos poemas chinos que enaltecen esta asombrosa partitura. Es por ello por lo que aquí no podemos soslayar dos registros referenciales: el de Bruno Walter con Ferrier y el discreto Patzak y el de Klemperer con Wunderlich y la gran Christa Ludwig.
Los lieder
Mahler es un liederista excepcional que no desmerece de los grandes maestros de la canción de concierto en alemán: Schubert, Schuman, Brahms, Wolf. Y a eso añade la virtud de no parecerse a ninguno de ellos. Tanto los Lieder eines fahrenden Gesellen ("Canciones de un camarada errante"); las composiciones sobre los textos de Des Knaben Wunderhorn ("El muchacho del cuerno mágico"); Kindertotenlieder (o "Las canciones a los niños muertos"), con Ruckert-lieder, basándose en ambos casos en los textos y el mismo título de los escritos por el poeta alemán Friedrich Rückert constituyen ciclos que son ejemplos supremos de la sabiduría del compositor en este género, acaso en el que consiguió - junto a "La canción de la tierra" - alcanzar lo verdaderamente inefable. En ellos está el amor, el dolor, la pasión y hasta el humor por raro que parezca. No sabría muy bien por cual de ellos decantarme, si hubiese de elegir tan solo uno este sería el integrado por las lacerantes "Canciones a los niños muertos", simplemente estremecedor.
Los lieder de Mahler han sido todo un regalo para los máximos cantantes - masculinos o femeninos y en cualquier tesitura - de cámara. La interpretación insuperable será, como es habitual en el lied, la de Dietrich Fischer-Dieskau que los grabó varias veces y le acompañaron toda su larga carrera, incluso desde el principio a finales de los 40 cuando Mahler cotizaba a la baja. Dígase lo mismo de de las escasas y apabullantes muestras dejadas por Kathleen Ferrier con Bruno Walter al piano. Y a continuación Janet Baker, Christa Ludwig, Birgitte Faessbander, Anton Dermota, Alexander Kipnis, Ernst Haefliger, Dietrich Henschel, Matthias Goerne, Herman Prey....y el barítono norteamericano Thomas Hampson, el único que ha podido acercarse al inconmensurable Fischer-Dieskau. Suelen interpretarse con acompañamiento pianístico u orquestal. Mahler los concibió, no todos, para voz y orquesta sinfónica, lo que exige un esfuerzo suplementario al cantante.
Hoy este grande de la gran música figura - desde hace ya mucho tiempo - en los atriles de los directores de orquesta de todo el mundo. Mahler ya ha llegado merecidamente a la estratosfera en la que moran los artistas que están por encima del bien del mal. No siempre fue así: los dos más grandes directores sinfónicos del siglo XX (lo que equivale a la historia) Wilhelm Fürtwangler y Sergiu Celebidache ignoraron toda su vida la música de Mahler, ellos fueron apóstoles genuflexos - sobre todo el segundo - de Anton Bruckner. En el tercer milenio y en el año de 2010 el mayor director vivo Claudio Abbaddo es el máximo mahleriano y, como antes escribí, la sorpresa del mediático Gustavo Dudamel y su orquesta "Simón Bolivar" no le anda muy a la zaga.
Luis Betrán
1) Harold Schonberg: crítico musical durante más de 50 años del New York Times y, posiblemente, el mejor escritor-musicólogo. Cualquiera de sus libros son de fácil adquisición y reunen las dos virtudes de la amenidad y del enseñar deleitando. Falleció hace un año aproximadamente con más de 90 años.
En cine el auténtico Mahler no es otro que Ashenbasch-Bogarde de "Muerte en Venecia". En 1974, el británico Ken Russell realizó su film "Mahler" estrenado en Zaragoza en el extinto cine Rex. A pesar de la justamente pésima reputación de Russell, se trata de una estimable película
Muchas gracias por el trabajo que te tomas para compartir tus amores y por tu escritura, tan amena.
ResponderEliminarGracias a tí Mónica que estoy seguro amas la música de Mahler tanto como yo
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