13/12 – CALADITO
Caladito. Caladito hasta los huesos me he puesto hoy. A las 6 me presento en la orilla del río donde quedé con Carlos el barquero, que casi no lo conozco porque se me presenta con la cara lavá y recién peiná, y de paso me dice que la fina lluvia que está cayendo es pasajera, que no me preocupe. Obviamente no le creo, pero apechugo aun no habiéndole pagado todavía, pues me parece que la lluvia puede ser un coñazo a veces, pero no impedimento.
Y en efecto, es un coñazo. La lancha, de unos cuatro metritos de nada, tiene un tejadillo que serviría para lo vertical, pero una vez en marcha y por efecto del veloz movimiento, la lluvia se transforma en horizontal y me la como toda en la cara, en el pecho y en las piernas. Pese a lo fino de la lluvia (o debido a eso) el pantalón aguanta 10 minutos, el impermeable de 34 euros del Decathlon, media hora. Para cuando estoy ya empapado del todo, debo dar tanta pena que el barquero, que se está mojando menos porque está atrás donde el motor, me deja una de esas capas de plástico fuerte, tipo hule, que más vale tarde que nunca.
El río discurre entre orillas asilvestradas por árboles y maleza, y sus habitantes visibles, garzas y patos, salen volando al acercarnos, especialmente graciosos estos últimos, que por su torpe capacidad de vuelo salen despavoridos, aleteando a 1.000 por hora, y estirando el cuello como los corredores de una apretada final de cien metros lisos.
Llegamos al punto acordado y, tras aparcar el morro de la barca en la orilla (seguro que hay una palabra marinera para esto), Carlos me dice que apechugue pa’lante yo solito que él se queda guardando la barca, Eso significa que tengo que adentrarme por un caminillo que empieza donde hemos aparcado y se mete selva adentro. No me tranquiliza mucho que Carlos me diga que me tranquilice, y que el camino no tiene pérdida. Aquello es la selva, y yo soy de sofá y mando a distancia.
Me insiste en que no es fácil perderse en el recinto de ruinas de Aguateca, pero no sabe que yo soy especialista precisamente en eso, en perderme, que siempre he tenido desajustado mi gepeese. Pero bueno, haber elegido muerte. Empiezo a andar, a subir por un lodozal con piedras mientras sigue lloviendo, y a los 300 metros, tal como dijo el barquero, llego a una caseta que es la del centro de información. Si es que soy un desconfiado irresoluble. De lo que parece un almacén abandonado hace 40 años sale un tipo con botas de agua tipo katiuscas y me dice que me registre en un libro de visitas y luego me explica la movida, ante lo cual le digo que se deje de gaitas y me consiga un guía, al que por cierto, tendré que gratificarle con mi voluntad.
El elegido se llama Juan, es indígena y también lleva botas de goma, además de sombrero y machete. Tras presentarnos, enseguida me dice que le siga, y se adentra en la selva nuevamente, por otro caminillo bien definido, que me hace preguntarme si era realmente necesario un guía. Creo que sí, pues aunque ahora que acabó la excursión sé que la podría haber hecho a mi bola, cuando empiezas no lo tienes tan claro, y la seguridad que te da el tío machetes te permite relajarte y disfrutar de tu estancia en un entorno en principio hostil como este.
Cuando empezamos la ruta sigue lloviendo. El pequeño hombre de las piernas fuertes saca una capa de esas de plástico de bolsa del carrefour y se la enfunda, mientras vamos ganando altura entre árboles, follaje y demás vegetación como no había visto en mi vida. Al rato llegamos al mirador que permite una vista de varios kilómetros de horizonte aterciopelado de verde, y tengo la gran decepción: la niebla no deja ver nada. El hombrecillo se encoge de hombros como si yo creyera que es culpa suya, y seguimos camino.
Afortunadamente, no todo iba a ser malo, y al rato deja de llover. Lo sé porque Juan se ha quitado el plástico de bolsa del Carrefour, pues realmente la vegetación cubre nuestras cabezas, y el agua solo cae en determinados claros.
En estas llegamos a "La Grieta", flipante. Un pasillo de unos dos metros de anchura formado por dos paredes de roca paralelas de unos treinta metros de alto. La angostura es total, y si lo agreste del irregular suelo no me impidiera pensar, seguramente tendría claustrofobia. Para que os hagáis una idea, en la 3ª parte de "El señor de los anillos", Aragorn y sus amigos se meten por un sitio clavado a este cuando van a buscar a los Nibelungos para la batalla final. Siento no tener fotos, la escasa luz no se lo permitió a mi sufrica cámara.
Terminada la gran grieta, seguimos andando entre vegetación densa que alguna vez le hace a mi guía tirar de machete, lo cual me reconforta, porque andar por la selva sin usar el santo cuchillo debe ser como ponerse a mear y no echar gota.
Y así como quien no quiere la cosa, entre suelos enrejados de raíces a la vista, sapos que arriesgan su vida cruzándose por nuestro camino, y pequeños y tímidos esfuerzos del sol en disculparse por llegar tarde a la fiesta, me encuentro de repente ante unas ruinas de lo que fue una importante casa de la nobleza de aquella ciudad. Hay carteles explicativos que me ayudan a entenderlo todo, pues se me olvidó deciros que Juanito manos-machete habla español como yo hago el pino. En este enlace tenéis un vídeo, aunque la lente estaba empañada por la humedad
http://www.youtube.com/watch?v=9r1dGQn8uXg
Y justo en ese momento ocurre. Volviendo a los símiles fílmicos, ahora le toca el turno a King Kong. Unos aullidos, de verdad que aterradores, que se nota que provienen de lejos, pero que son capaces de arrugar el escroto de Iron man. Me asusto lo justito, porque veo que Juanito no se inmuta, y pienso que una de dos: o es un altavoz para dar ambiente a la cosa en pro del turismo de ciudad, o el bicho está enjaulado y de ahí la tranquilidad del hombre menudo con sombrero.
Para salir de dudas pregunto, y machete man me dice que es "El mono", así, en singular. ¿Qué, cómo se os quedaría el cuerpo? Pues no es para tanto, porque estos mayas hispano no parlantes no utilizan el plural para generalizar con los animales, y consigo entender que son monos, en plural. Pero jodo, deben ser monos XXXL, y con una caja de resonancia tipo subwoofer del 6.1 ese.
Pero bueno, como yo soy una curiosidad rodeada de pellejo, le digo que si podemos verlos, y el buen muchacho se pone machete a la obra en dirección a los aullidos, cada vez más, de diferentes proveniencias y os aseguro que sobrecogedores Os pongo el enlace a más vídeos para que lo veáis.
http://www.youtube.com/watch?v=xUtN1opv8Xw
http://www.youtube.com/watch?v=yNyaR80nqtw
http://www.youtube.com/watch?v=R39gkDx9BGs
Al final, tras muchos intentos, porque uno es un zote para esto de encontrar bichos en las copas de los árboles, los consigo ver, y oh, segunda decepción. "El mono" es como Amedio de Grande. No salgo de mi asombro. ¿Cómo un mierda macaco como ese, puede lanzar semejante alarido? Es que abulta como un gato, debe estar la cámara oculta por algún sitio y ser yo víctima de alguna broma, porque no me lo termino de creer demasiado. Pero bueno, dejo el tema para otro momento y sigo entre sapos, árboles inmensos (el ceibal, el árbol emblemático de este país), barro, y mosquitos que pasan de largo gracias al Relec.
Acabamos la excursión, le suelto a Juanito una propina decente, no se me vaya a mosquear con el chisme ese en la mano, y vuelvo a la orilla a encontrarme con Carlos, de quien no dudo que estaría esperando como un clavo, pues aún no le he pagado.
El viaje de vuelta fue más relajado por la ausencia de lluvia, y aunque en algún tramo del río encallamos por la poca profundidad del mismo, todo fue muy agradable, volviendo a ver a los patos y demás plúmeos esprintando sobre un agua como el cristal.
http://www.youtube.com/watch?v=FunsJPkM8g8
http://www.youtube.com/watch?v=_FNwibgpOXA
Llegar a Sayaxché de vuelta, pillar la mochila del hotel y coger un shuttle a Flores fue todo uno. Y aquí estoy, en un hostal llamado "Los amigos", cuya descripción en la Lonely Planet está clavada: un sitio que podría ser un desastre, pero goza de cierta magia y siempre está lleno. Lo primero fue escribir en Internet lo del día de ayer. Después, lavar el mogollón de ropa que tengo sucia, a continuación lavarme yo, que salí de la selva como un recién nacido de la placenta de su madre, y luego relajarme en una hamaca, trincarme una cervecita, y no salir de aquí en toda la tarde.
A lo que sí me he dedicado es a pre-contratar un trekking de 5 días por la selva a El Mirador, el mayor asentamiento maya conocido al que solo se llega a patita, así que estáis de enhorabuena, porque salvo catástrofe me voy el martes y vuelvo el sábado, lo que significa que os dejaré tranquilos unos días con mis relatillos, aunque claro, quizás a la vuelta estoy más insoportable aún.
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