martes, 15 de diciembre de 2009

Sobre cronopios, Frankie y Woodstock

Sobre cronopios


El otro día en parlando de Toni Alarcón me refería a él llamándole, entre otras cosas, ilustrísimo cronopio. Hablemos entonces de ellos.

Julio Cortázar, escritor argentino (1914-1984) aunque nacido en Bruselas y muerto en Paris, fue un excepcional cuentista y un discutible narrador. A mi, concretamente, siempre se me ha indigestado Rayuela esa supuesta novela experimental en la que puedes entrar y salir por la página que te de la gana. El paso del tiempo ha hecho en ella tantos estragos como en Cien años de soledad del colombiano Gabriel García Márquez, por ejemplo.

Muy al contrario sus cuentos se conservan tan lozanos como cuando se escribieron (recordemos Las babas del diablo, origen del Blow Up de Antonioni). Una de sus más estupendas colecciones de relatos se titula Historias de cronopios y de famas. Un "fama" es un tipo petulante, pagado de si mismo, exhibicionista y, en la mayoría de los casos, conservador aunque posea un gran talento. Un "cronopio" es alguién anarcoide, bohemio, singular, seguramente de izquierdas, y que se distingue por su excepcionalidad. Ejemplos:

Famas
Jean-Luc Godard
Gabriel García Márquez
Salvador Dalí
José María Aznar
Jorge Luis Borges
Quentin Tarantino
George W. Bush
Philip Roth
Federico Fellini
Mick Jagger
Francisco Umbral
Antoni Tapies
Ricardo Darín
Hugo Chávez
Benedicto XVI
Michel Houellebecq
Richard Wagner
Cristiano Ronaldo
Maradona
The Beatles
Lola Flores
y muchiiiiísimos más.

Cronopios
Sigmund Freud
Groucho Marx
Woody Allen
Bob Dylan
Manoel de Oliveira
Luis Buñuel
Valle Inclán
Gustav Mahler
Joao Cesar Monteiro
El Roto
Alberto Sánchez
Jonathan Litell
Robert Louis Stevenson
Leonardo da Vinci
Clint Eastwood
Leo Messi
Andrés Iniesta
Miles Davis
Chavela Vargas
y muchiiiiísimos más.

Como se ve la ideología no es determinante. Pero espero que el quiera comprender lo haga. Es fácil. Ni que decir tiene que mis simpatías están con los cronopios y suelo detestar a los famas, aunque puedo admirar la obra (¡¡¡Borges!!!) artística de unos y otros. Y, obviamente, recomiendo sin reservas la lectura de Historias de cronopios y de famas.

Frankie


El Sinatra, quién va a ser. Un actor tirando a discreto al que le regalaron un Oscar en De aquí a la eternidad (From Here to Eternity, Fred Zinemann) el año de 1952, cuando su carrera -tanto en el cine como en la canción- estaba enprematuro declive. Pero tenía amistades, es bien sabido.

Tampoco me interesa el Sinatra celoso de Ava Gardner y no me puedo resistir a relatar una anécdota sobre tan tormentosos amores: recién casado el Frankie con Mia Farrow (1) que a la sazón lucía pelambre de Rosemary, ambas esposas (la ex y la baby) coincidieron en una fiesta organizada por Truman Capote (un fama) y la viperina lengua de la bellísima Ava le espetó al autor de A sangre fría "ya sabía yo que al final Frankie se casaría con un hombre". Cortázar no menciona mujeres en tan suculento catálogo, ni nombres, pero una cronopia indiscutible habría sido La Condesa Descalza.

No. El Frankie que me entusiasma es Francis Albert Sinatra, memorable cantante capaz de tocar antitéticos palos con la misma perfección y solvencia. "La Voz" de New York, New York, My Way o Strangers in the Night acompañada de Nelson Riddle y con cascadas de violines. "La Voz" que susurra en el más puro estilo bossa, con Antonio Carlos Jobim, Garota de Ipanema o Desafinado. "La Voz" que compite en blues o en swing con Louis Armstrong o Ella Fitzgerald, o se hace acompañar por la Big Band de Count Basie en la memorable etapa Reprise, demostrando que el jazz tampoco tenía secretos para él.

Y siempre con un fraseo modélico, un volumen y una capacidad para apianar parejas. Y hasta un inglés inteligible y bien pronunciado aunque él fuese un ciudadano americano con orígenes en Italia. Dejo, eso sí, fuera al Frankie de los shows de Las Vegas con el Rat Pack.

Frank Sinatra, un actor del montón, un cantante único a años luz del crooner al uso. En el fondo más cronopio que fama.

Woodstock


He visto dos veces Taking Woodstock (2009, Ang Lee) y, a la segunda (en VO), ha terminado por gustarme aunque creo que más por razones sentimentales que artísticas.

La peli de ese taiwanés -apto lo mismo para un barrido que para un fregado, con ojo de halcón para adivinar que es lo que la moda indica para el film próximo- es cualquier cosa menos una pieza de autor. Lógico en un artesano eficacísimo y de excelente gusto que, al menos en una ocasión (Deseo, peligro, 2008) alcanzó rango de artista. Sea como fuere no recuerdo una sola obra mediocre de este director. Y si muchas buenas e incluso muy buenas. Las conocemos todos y allá cada cual con su "mr. Lee must". (2)

Taking Woodstock erra el tiro. En la sociedad globalizada el mítico Festival hippie está más bien satanizado por aquellos descendientes de los que en la película de Lee intentan sabotearlo desde el principio. Por ello ha sido un fracaso de taquilla y la crítica se ha mostrado sospechosamente tibia.

Pero hay otras personas, en las que me incluyó, para los que Woodstock (Festival y gran documento de M. Wadleigh), es una referencia en nuestras vidas. Me emociono una y otra vez viendo y escuchando a Joe Cocker, Richie Heavens, Janis Joplin, Joan Baez, Crosby/Stills/Nash, Ten Years After, Santana... Es una evocación nostálgica de la utopía que no fue y nunca podrá ser. Lo mismo que el socialismo que pensaron Marx y Engels. Amo el espíritu de Woodstock, que, al poco tiempo, fue asesinado en todo el sentido del verbo en Altamont con los Rolling Stones de oficiantes.

No sé, ni me importa, si Ang Lee es sincero u oportunista al socaire de las esperanzas prematuras con la ascensión de Obama a la Presidencia del Imperio. El director ha contado la precuela de Woodstock. Cómo se gestó, las polémicas, el dinero, el inconcebible éxito del Festival y la civilizadísima limpieza posterior del maltratado paisaje (licencias: eso no fue así.)

De paso, en un viaje iniciático, el protagonista, que presuntamente solo pretende saldar deudas de su más bien desastrado hotel, terminará aspirando el aroma de las flores y marchará trás los nuevos flautistas de Hamelin.

Taking Woodstock peca de arritmia. Rara pandemia en narrador tan seguro como el director de Brockeback Mountain (otra joya). Tras media hora inicial magnífica casi monopolizada por el personaje atrabiliario de esa madre judía, tacaña, malhumorada y amante del dinero más que los politicos de las obras de infraestructuras con comisiones seguras; Lee se pierde un poco en la zona intermedia con que si que no que se haga el Festival, que llueva, que llueva la Virgen de la Cueva y toma, demasiadas prestamos de Michael Wadleigh, divide y trocea la pantalla en un fácil guiño al mimetismo que me parece inncecesario.

Pero en la media hora final, cuando nuestro protagonista reniega de la sociedad y familia represiva en la que se ha criado, el chinoamericano levanta el vuelo y concluye su propuesta "en beauté", como dicen los franchutes.

Taking Woodstock es buena gracias a que hubo una vez una juventud desprejuiciada, sana, alegre, pacífica y que se entregó sin tabú ni rubor alguno al sexo, las drogas (el ácido o LSD que no era broma pero que no creaba yonquis) y el mejor rock and roll. En esos tres días de paz, música y amor no hubo muertos que lamentar. Lee lo sabe y, también, que el fascismo asomaba su puerca oreja a la vuelta de la esquina.

¡¡¡Freedom, freedom!!!, ese himno generacional compuesto y creado por Richie Heavens pone punto final (en todos los sentidos) a Taking Woodstock. Durante 120 minutos algunos nos hemos sentido mejores.

5 comentarios:

  1. 1) Nunca pude sufrir a miss Farrow, capaz de estorbar continuamente en las películas de
    Woody Allen. El amor es ciego.

    2)¿Que me pasa doctor, que estoy usando continuamente anglicismos?

    Luis Betrán

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  2. Vale, Luis, Frankie no fue nada del otro jueves como actor, pero manifiesto mi debilidad por "Como un torrente" y por allí andaba él, y también estuvo en "El hombre del brazo de oro", que aunque la dirigiera el tantas veces denostado Preminger, tenía su aquel.
    Y trabajó en "Un día en Nueva York", lo que le concede un plus.
    Lo que pasa es que no se puede comparar con su calidad cantando. Han sido tantas veces bailando a los acordes de su "Extraños en la noche". Aún recuerdo cómo arrasó en aquel lejano año 1966 como recuerdo cuando en el autobús que nos llevaba desde el aeropuerto Kennedy a Manhattan nos pusieron su "New York, New York" -no saben ni nada los turoperadores- y qué quieres que te diga, se me alborotó el vello.

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  3. Gracias Fernando por tu fiel seguimiento de este blog. Efectivamente, Frankie estuvo esforzadísimo en el histérico melodrama de Preminger ya que tenía el papel bombón del drogadicto. "Como un torrente" solo me gusta la media hora final, cuando el gran Minnelli desata el ballet sin danza. "Un día en Nueva York" es indiscutible, pero siempre he pensado que al igual que en "Levando anclas", Frankie se limitaba a ser el contrapunto sosainas y canoro del enorme Gene Kelly, que era actor con más brío, creaba las coreografía, codirigía con Donen la película y bailaba....para mi mucho más "cinematográficamente" que el Fred Astaire.

    Luis

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  4. De acuerdo, Luis. Sacas a relucir a Gene Kelly, y eso son palabras mayores. Siento adoración por este tipo, incluso cuando no baila. Aún no se me ha olvidado la tarde en la que me quedé pegado al televisor porque pasaban una película, para mí entonces desconocida, "Por mi chica y por mí". Un melodrama, de acuerdo, pero... Y con un tema musical -el que daba título al filme- que de vez en cuando aún tarareo.
    Claro que en ella estaba Santa Judy Garland, con esa cara de sufrimiento. Y cambiando a esta señora, aún recuerdo la emoción que me supuso leer la placa que un grupo de aficionados le puso en el London Palladium en recuerdo de sus actuaciones en aquella catedral del espectáculo.
    Cómo cantaba esa señora. Algo así como bailaba ese señor. Dos genios.

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  5. OK Fernando. Yo tambien adoro a Judy Garland. Esa voz potente y pastosa capaz de dotar a suss interpretaciones de un dramatismo desgarrador.
    Como Edith Piaf, como Chavela Vargas, y además era muy buena actriz. Sus perfomances en "Ha nacido una estrella" (versión Cukor, 1954) o en "El juicio de Nuremberg" (Kramer) son estremecedoras.

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