La Tertulia Cinematográfica Perdiguer nació en el mes de febrero de 1996, asistiendo trece personas, que con el paso del tiempo se han convertido en más de cuarenta. Mi llegada a la misma tuvo lugar hace ya unos cuantos años –soy incapaz de recordar la fecha, mi memoria anda ya algo deteriorada– y fue más bien explosiva. Así que no soy, ni de lejos, uno de sus miembros fundadores.
Mi gran amigo Emiliano Puértolas me había hablado de ella con frecuencia, pero no me recomendaba mi integración en la misma porque me decía que allí se defendía un cine que no cuadraba con mis afinidades electivas. Tenía razón porque lo que gustaba –y nada ha cambiado– era el cine americano. El de antes y el de ahora. Y yo, que he sido un gran admirador del cine clásico USA con algunas reservas, no soporto apenas las pelis yanquis contemporánes. Sean de superhéroes o de moñacos tipo Pixar. Tan solo algun film "indi" me complace y, si exceptúo a Clint Eastwood y Woody Allen, los nombres que entusiasman a Cahiers du cinéma, Dirigido por, etc. me resultan más bien mediocres. Por el contrario, el cine europeo, el asiático y el cine "de autor" (¡horror!, el que quiera mensajes que vaya a la Western Union, como escribían en la afortunadamente fenecida hace muchos años Film Ideal).
Recuerdo mi entrada al ruedo Perdiguer como más bien desopilante. De entrada a don Ramón le puse por apellido Mercader en vez de Perdiguer, con lo que travestí al buen hombre en el asesino de Trotsky. ¡¡¡Olé tus...!!! Luego continúe diciendo que el día anterior había llegado a Zaragoza desde Burdeos y que me había quedado a ver en el programa de Garci (¡Qué grande es el cine!) La ventana indiscreta de sir Alfred Hitchcock doblada (¡horror! ¡terror! ¡furor!) por enésima vez y que no había manera, que seguía pensando que era una de las peores películas que jamás se perpetraron. A lo que un señor mayor pero enérgico le hizo soltar una exclamación: "¡¡¡por Dios, lo que hay que oír!!!" Cuando salí no me dieron orejas ni vuelta al ruedo, creo que muy educadamente guardaron "silencio" y no me pitaron ni abroncaron.
Desde entonces han pasado unos cuantos años y he seguido, erre que erre, armando grescas. Me he peleado con alguno –sin golpes ni sangre, por favor-, me han dicho "en petit comité" que lo mío eran soflamas y mítines. Pero una vez me aplaudieron por defender con uñas y dientes el hecho, para mí incontrovertible, de que el cine era un ARTE y el que identificaba a todo un siglo: el pasado XX. Y he disfrutado, y disfruto, una barbaridad. Amén de que hecho grandes amigos allí y, espero, ningún enemigo.
La Tertulia Perdiguer es única. ¡¡¡VIVA LA TERTULIA PERDIGUER!!!
Mi gran amigo Emiliano Puértolas me había hablado de ella con frecuencia, pero no me recomendaba mi integración en la misma porque me decía que allí se defendía un cine que no cuadraba con mis afinidades electivas. Tenía razón porque lo que gustaba –y nada ha cambiado– era el cine americano. El de antes y el de ahora. Y yo, que he sido un gran admirador del cine clásico USA con algunas reservas, no soporto apenas las pelis yanquis contemporánes. Sean de superhéroes o de moñacos tipo Pixar. Tan solo algun film "indi" me complace y, si exceptúo a Clint Eastwood y Woody Allen, los nombres que entusiasman a Cahiers du cinéma, Dirigido por, etc. me resultan más bien mediocres. Por el contrario, el cine europeo, el asiático y el cine "de autor" (¡horror!, el que quiera mensajes que vaya a la Western Union, como escribían en la afortunadamente fenecida hace muchos años Film Ideal).
Recuerdo mi entrada al ruedo Perdiguer como más bien desopilante. De entrada a don Ramón le puse por apellido Mercader en vez de Perdiguer, con lo que travestí al buen hombre en el asesino de Trotsky. ¡¡¡Olé tus...!!! Luego continúe diciendo que el día anterior había llegado a Zaragoza desde Burdeos y que me había quedado a ver en el programa de Garci (¡Qué grande es el cine!) La ventana indiscreta de sir Alfred Hitchcock doblada (¡horror! ¡terror! ¡furor!) por enésima vez y que no había manera, que seguía pensando que era una de las peores películas que jamás se perpetraron. A lo que un señor mayor pero enérgico le hizo soltar una exclamación: "¡¡¡por Dios, lo que hay que oír!!!" Cuando salí no me dieron orejas ni vuelta al ruedo, creo que muy educadamente guardaron "silencio" y no me pitaron ni abroncaron.
Desde entonces han pasado unos cuantos años y he seguido, erre que erre, armando grescas. Me he peleado con alguno –sin golpes ni sangre, por favor-, me han dicho "en petit comité" que lo mío eran soflamas y mítines. Pero una vez me aplaudieron por defender con uñas y dientes el hecho, para mí incontrovertible, de que el cine era un ARTE y el que identificaba a todo un siglo: el pasado XX. Y he disfrutado, y disfruto, una barbaridad. Amén de que hecho grandes amigos allí y, espero, ningún enemigo.
La Tertulia Perdiguer es única. ¡¡¡VIVA LA TERTULIA PERDIGUER!!!
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