SATYAJIT RAY (I)

EL ALMA DE LA INDIA

Entre los grandes clásicos del cine asiático, Satyajit Ray ocupa un lugar de honor junto a los japoneses Yasujiro Ozu, Kenji Mizoguchi, Mikio Naruse, Hiroshi Shimizu, Masaki Kobayashi y Akira Kurosawa. El genial cineasta bengalí no cede, en mi opinión, más que ante el supremo artista que las cinematografías del inmenso continente han legado a la Historia del Cine y de la Cultura con mayúsculas en el pasado siglo: el portentoso Yasujiro Ozu. Al igual que él, Ray es uno de los que Susan Sontag denominó CINEASTAS ESENCIALES, lista que completaba con el danés Carl Theodor Dreyer, el español Luis Buñuel, el ruso S.M. Eisenstein, el alemán F.W. Murnau, el británico Charles Chaplin, el sueco Ingmar Bergman, el norteamericano Stanley Kubrick, el austriaco Max Ophüls, el italiano Roberto Rossellini y el francés Robert Bresson. Asimismo Sontag, además de gran escritora y apasionada cinéfila, sostenía que la TRILOGIA DE APU era el mayor monumento que el cine había la legado a la cultura del siglo XX.

Satyajit Ray ha sido el director de cine que mejor ha interpretado y mostrado la forma hindú de concebir la vida. Sus películas exploran las fuerzas que gobiernan y hacen vibrar los corazones y las mentes de sus compatriotas. Además de cineasta, Ray fue periodista, novelista, dibujante y compositor (la myoría de las bandas sonoras de sus películas sin suyas). Procedía de una familia en la que el padre era escritor y artista plástico y la abuela autora de libros infantiles. Licenciado em Ciencias y Economía por la Universidad de Calcuta estuvo tambien en una institución educativa fundada por el Rabindranath Tagore, premio Nobel al que siempre admiró – al revés que Borges que le definió como “invento sueco sin relación con la poesía” -. Hombre que conocía exhaustivamente la literatura bengalí y de una cultura general más que notable, sería inevitable que cuando comprendió que su primera vocación era el cine llegaría a ser un refinadísimo director que, al revés que Kurosawa, rechazó pertinazmente la tentación “occidentalizante” sin por ello desconocer el arte de esa civilización.

Acudía a los Festivales de Cine – especialmente a Berlín del que fue concursante asiduo- siempre vestido con túnicas o saris masculinos saludando con la inclinación juntando las palmas de sus manos. Acaso por esa fidelidad a sus raíces, el autor de “Rashomon” siempre le consideró “el mayor cineasta del mundo”. Como es sabido fue ayudante de dirección de Jean Renoir en su magnífica película “El río” (The river, 1950), una de las obras maestras del gran realizador francés pero en la que primaba la sensualidad y la belleza del color pero para nada mostraba comprensión alguna de la India.

Autor total – dirección, guion, música – su debut con la extraordinaria “Pather Panchali” fue asaz laborioso. La concibió en 1948, filmaba los fines de semana y durante las cortas vacaciones de su empleo como dibujante en una empresas publicitaria, empeñó las joyas de eu esposa y hasta vendió su gran colección de libros y discos. Finalmente logró la ayuda del gobierno de la región de Bengala y la terminó en 1954 siendo estrenada al año siguiente en el Festival de Cannes con enorme éxito de crítica y aclamada en casi todo el mundo (no en España donde naturalmente no se estrenó). Ello proporcionó a Ray la oportunidad de trabajar en otros países y con holgados presupuesto. El “exótico” artista, que hablaba inglés perfectamente, justificó su rechazo declarándose incapaz de rodar películas en otro idioma que no fuese el bengalí. Y lo cumplió a rajatabla salvo la excepción de “Los jugadores de ajedrez” (Shatrani ke khilari, 1977), hablada en urdu.

Rara vez, en entrevistas, escritos o ruedas de prensas, Ray formuló comentarios políticos. Sin embargo su cine siempre estuvo escorado a la izquierda y a la denuncia social en un país tan complejo como la India, haciendo causa común con el otro grande del cine bengalí, el excelente y prematuramente desaparecido Ritwik Ghatak, cuyas películas recomiendo fervorosamente y son fácilmente localizables en la red (1). Por ejemplo, en “Jana Aranya” (1975), el protagonista pasea por las calles de Calcuta llenas de “pintadas” que revelaban el convulsivo clima político existente en la India en aquellos momentos. En “Pratidwandi” (1970) estudiaba el ambiente sociopolítico de la India en los años 60, centrándose en la búsqueda de la seguridad (el problema perenne de la juventud hindú). En “Ashani Sanket”, una epidemia de hambre desencadenada por la requisición de los alimentos para fines militares provoca la muerte de cinco millones de seres humanos. En “Seemabadha” (1971), una joven pareja lucha por adaptarse a la ética comercial competitiva propia del sistema capitalista occidental. “Devi” (1960) es una película contra la superstición y el dogmatismo. “Jalshagar” muestra la inevitabilidad de la sustitución de lo viejo por lo nuevo y como los sistemas caducos sucumben inevitablemente ante los modernos y no necesariamente mejores.

Luis Betrán