EL CINEASTA DE NAVIDAD?
“Qué bello es vivir!. Es la película navideña por excelencia. Todos
los años la vemos o, si no queremos, a buen seguro que alguna cadena televisiva
la pondrá. No ha envejecido nada, porque los cuentos de hadas – o de ángeles –
son invulnerables al paso del tiempo.
FRANK CAPRA
Capra fue el gran populista
de Hollywood: sus películas defendían al americano medio al que consideraba
dotado de una bondad y sabiduría innatas y del derecho inviolable a la búsqueda
de la felicidad. Mientras que otros directores de éxito en el Hollywood de los años 30 se contentaban
con interpretaciones estelares y argumentos sofisticados e irreales, Capra se puso claramente del lado del lado de las
películas que tuviesen una base reconocible en el mundo en el que deseaban vivir.
Junto con toques románticos, sentimentalismos y sentido del humor, sus films
ofrecían siempre una gran dosis de idealismo. El propio Capra nació en la
pobreza y la marginación en la Sicilia de 1897, hijo de una pareja de
campesinos que tuvo siete hijos. La mayor parte de su familia emigró a Los
Angeles hacia 1903 y Capra inició su decidido ascenso por la escala del éxito
en el país de fábula en el que todo el
mundo podía triunfar. En su caso lo consiguió sobradamente.
En la década de los 20
trabajó como autor de gags para Mack
Sennett y dirigió dos estupendas películas: El hombre cañón” (The strong man,
1926) y “Sus primeros pantalones” (Long pants, 1927), interpretadas ambas por
el cómico con cara de niño Harry Langdon. Establecido en la Columbia, el
estudio de Harry Cohn, su carrera empezó con signo marcadamente ascendente. En
“La locura del dólar” (American madness, 1932), Capra empezó a desarrollar la
temática y el estilo que habrían de caracterizar lo mejor de su filmografía.,
siempre asociada al guionista Robert Riskin. La deliciosa “Sucedió una noche”
(It happened one night, 1934) representó otro paso adelante. Se convirtió en un
director famoso que apuntaba a los Oscar, y con esta comedia consiguió un
puñado de ellos, para sí mismo, para sus estrellas y para su guionista. Con esta
película – maravillosa Claudette Colbert, Gable quitándose la camiseta y
armándola – Capra se apartó de los
ambientes de alta sociedad en los que había desarrollado “La jaula de oro”
(Platinum blonde, 1931).
Algunos elementos del
personaje de Gable reaparecen en el protagonista de “El secreto de vivir” (Mr. Deeds goes to
town, 1936). A causa de la herencia de un tío suyo, Deeds se ve catapultado
desde la paz de su vida en una pequeña
ciudad de provincias a la vorágine de Nueva York. Sus sencillos hábitos
provocan burlas y bromas, mientras que los abogados y acreedores le asaltan
continuamente intentando sacarle hasta el último centavo. Finalmente decide
poner su dinero en un plan destinado a favorecer a los agricultores empobrecidos del país. La
flor y nata de la sociedad de Nueva York responde acusándole de loco, el
consiguiente juicio proporciona un marco ideal para que Capra y Riskin realicen
una brillante exposición y defensa de los valores de la vida americana.
La siguiente película,
“Horizontes perdidos (Lost horizon, 1937) es una versión abstracta de una
utopía. Shangri-La se encuentra localizado en un monasterio del Himalaya y en
él se ha erradicado la vejez y el dolor. Un cuento, un disparate pero
inolvidable. Todos querríamos vivir en Shangri-La. “Vive como quieras” (You
can´t take it with you, 1938) es justamente lo contrario…aparentemente. Ya que
un malvado plutócrata se vuelve finalmente humano. Otra narración, sumamente
divertida y brillante, de la abuelita Capra, como le llamaba Juan Antonio
Bardem.
Con “Caballero sin espada”
(Mr. Smith goes to Washington, 1939), Capra remató la fórmula del éxito pero
trasladándola a un escenario de mayores dimensiones. Su protagonista (James
Stewart) se enfrentaba no ya a una sociedad mezquina, sino a toda la maquinaria
gubernamental. Es, quizá, la película que mejor representa el universo de
Capra/Riskin y el discurso en el senado de
casi un día de duración es toda una declaración de intenciones. El epítome del
melodrama “new deal”. Pero este discurso representa también su defunción.
Frank Capra había expresado
su preocupación por los derechos de los trabajadores, los hombres y mujeres
sencillos y corrientes, y con “Mr Smith” se había lanzado directamente a la
arena política. Las creencias de Capra eran simplistas e ingenuas. Pero la
imagen que daba de Estados Unidos como un gran país formado por pequeñas
comunidades que se ayudaban unas a otras
para alcanzar la prosperidad y la felicidad, resultaba enormemente
atractiva en la década de los 30. Sin
embargo, según se fue aproximando el fin de esa década, las amenazas al “sueño
americano” se fueron haciendo cada día más peligrosas. Y en “Juan Nadie” (Meet
John Doe, 1941), el hombre normal y corriente se va casi derrotado y fuera de
juego. Su amenaza de suicidio no se resolvió con un final convincente.
Cuando, tras una notable
experiencia como supervisor de documentales de guerra en la formidable serie
“Why we fight”, Capra volvió al cine de ficción
en 1946 como director y productor independiente, había cesado la
histeria que tanto había perjudicado a
“Juan Nadie”, pero tampoco los ideales de Capra habían quedado intactos, George
Bailey, el desesperado y filantrópico protagonista de “Qué bello es vivir”
(It´s a wonderful life, 1946) se ve empujado por las circunstancias al borde
del suicidio. Hace falta la intervención divina, encarnada en un ángel, para
salvar a Stewart y mostrarle hasta qué punto se volvería gris, triste y
materialista. Sin los veinte minutos finales, la muy bella película navideña
sería un film de terror. Y ya poco más, la desopilante “Arsénico por compasión”
(1944) ejemplo memorable de comedia pura con un Cary Grant sembrado. Las
restantes películas de Capra fueron mediocres y pareció totalmente acabado, con
cierta ayuda del gran crooner y pésimo actor Bing Crosby.
En 1961, gracias a “Un
gánster para un milagro” (A pocketful of miracles, 1961) remake de “Dama por un
día” (Lady for a day, 1933), Capra volvió a gozar de popularidad. La pantalla
se llenó nuevamente de personajes
adorables y excéntricos. Fue un espejismo pero asimismo una muy grata despedida
de un cineasta que sabía muchísimo de su oficio.
Luis Betrán
Este texto ha consultado
para los datos biográficos el “Diccionario de cineastas” de Georges Sadoul y
algún breve texto de Fernando Solsona, el mayor valedor de Capra que conozco.
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