martes, 23 de diciembre de 2014

FRANK CAPRA

EL CINEASTA DE NAVIDAD?

 
“Qué bello es vivir!.  Es la película navideña por excelencia. Todos los años la vemos o, si no queremos, a buen seguro que alguna cadena televisiva la pondrá. No ha envejecido nada, porque los cuentos de hadas – o de ángeles – son invulnerables al paso del tiempo.
FRANK CAPRA 

Capra fue el gran populista de Hollywood: sus películas defendían al americano medio al que consideraba dotado de una bondad y sabiduría innatas y del derecho inviolable a la búsqueda de la felicidad. Mientras que otros directores de éxito  en el Hollywood de los años 30 se contentaban con interpretaciones estelares y argumentos sofisticados e irreales, Capra  se puso claramente del lado del lado de las películas que tuviesen una base reconocible en el mundo en el que deseaban vivir. Junto con toques románticos, sentimentalismos y sentido del humor, sus films ofrecían siempre una gran dosis de idealismo. El propio Capra nació en la pobreza y la marginación en la Sicilia de 1897, hijo de una pareja de campesinos que tuvo siete hijos. La mayor parte de su familia emigró a Los Angeles hacia 1903 y Capra inició su decidido ascenso por la escala del éxito en el país de fábula  en el que todo el mundo podía triunfar. En su caso lo consiguió sobradamente.

En la década de los 20 trabajó  como autor de gags para Mack Sennett y dirigió dos estupendas películas: El hombre cañón” (The strong man, 1926) y “Sus primeros pantalones” (Long pants, 1927), interpretadas ambas por el cómico con cara de niño Harry Langdon. Establecido en la Columbia, el estudio de Harry Cohn, su carrera empezó con signo marcadamente ascendente. En “La locura del dólar” (American madness, 1932), Capra empezó a desarrollar la temática y el estilo que habrían de caracterizar lo mejor de su filmografía., siempre asociada al guionista Robert Riskin. La deliciosa “Sucedió una noche” (It happened one night, 1934) representó otro paso adelante. Se convirtió en un director famoso que apuntaba a los Oscar, y con esta comedia consiguió un puñado de ellos, para sí mismo, para sus estrellas y para su guionista. Con esta película – maravillosa Claudette Colbert, Gable quitándose la camiseta y armándola – Capra se apartó  de los ambientes de alta sociedad en los que había desarrollado “La jaula de oro” (Platinum blonde, 1931).

Algunos elementos del personaje de Gable reaparecen en el protagonista de  “El secreto de vivir” (Mr. Deeds goes to town, 1936). A causa de la herencia de un tío suyo, Deeds se ve catapultado desde la paz de su vida  en una pequeña ciudad de provincias a la vorágine de Nueva York. Sus sencillos hábitos provocan burlas y bromas, mientras que los abogados y acreedores le asaltan continuamente intentando sacarle hasta el último centavo. Finalmente decide poner su dinero en un plan destinado a favorecer  a los agricultores empobrecidos del país. La flor y nata de la sociedad de Nueva York responde acusándole de loco, el consiguiente juicio proporciona un marco ideal para que Capra y Riskin realicen una brillante exposición y defensa de los valores de la vida americana.

La siguiente película, “Horizontes perdidos (Lost horizon, 1937) es una versión abstracta de una utopía. Shangri-La se encuentra localizado en un monasterio del Himalaya y en él se ha erradicado la vejez y el dolor. Un cuento, un disparate pero inolvidable. Todos querríamos vivir en Shangri-La. “Vive como quieras” (You can´t take it with you, 1938) es justamente lo contrario…aparentemente. Ya que un malvado plutócrata se vuelve finalmente humano. Otra narración, sumamente divertida y brillante, de la abuelita Capra, como le llamaba Juan Antonio Bardem.

Con “Caballero sin espada” (Mr. Smith goes to Washington, 1939), Capra remató la fórmula del éxito pero trasladándola a un escenario de mayores dimensiones. Su protagonista (James Stewart) se enfrentaba no ya a una sociedad mezquina, sino a toda la maquinaria gubernamental. Es, quizá, la película que mejor representa el universo de Capra/Riskin y el discurso en  el senado de casi un día de duración es toda una declaración de intenciones. El epítome del melodrama “new deal”. Pero este discurso representa también su defunción.

Frank Capra había expresado su preocupación por los derechos de los trabajadores, los hombres y mujeres sencillos y corrientes, y con “Mr Smith” se había lanzado directamente a la arena política. Las creencias de Capra eran simplistas e ingenuas. Pero la imagen que daba de Estados Unidos como un gran país formado por pequeñas comunidades que se ayudaban  unas a otras para alcanzar la prosperidad y la felicidad, resultaba enormemente atractiva  en la década de los 30. Sin embargo, según se fue aproximando el fin de esa década, las amenazas al “sueño americano” se fueron haciendo cada día más peligrosas. Y en “Juan Nadie” (Meet John Doe, 1941), el hombre normal y corriente se va casi derrotado y fuera de juego. Su amenaza de suicidio no se resolvió con un final convincente.

Cuando, tras una notable experiencia como supervisor de documentales de guerra en la formidable serie “Why we fight”, Capra volvió al cine de ficción  en 1946 como director y productor independiente, había cesado la histeria  que tanto había perjudicado a “Juan Nadie”, pero tampoco los ideales de Capra habían quedado intactos, George Bailey, el desesperado y filantrópico protagonista de “Qué bello es vivir” (It´s a wonderful life, 1946) se ve empujado por las circunstancias al borde del suicidio. Hace falta la intervención divina, encarnada en un ángel, para salvar a Stewart y mostrarle hasta qué punto se volvería gris, triste y materialista. Sin los veinte minutos finales, la muy bella película navideña sería un film de terror. Y ya poco más, la desopilante “Arsénico por compasión” (1944) ejemplo memorable de comedia pura con un Cary Grant sembrado. Las restantes películas de Capra fueron mediocres y pareció totalmente acabado, con cierta ayuda del gran crooner y pésimo actor Bing Crosby. 

En 1961, gracias a “Un gánster para un milagro” (A pocketful of miracles, 1961) remake de “Dama por un día” (Lady for a day, 1933), Capra volvió a gozar de popularidad. La pantalla se llenó nuevamente  de personajes adorables y excéntricos. Fue un espejismo pero asimismo una muy grata despedida de un cineasta que sabía muchísimo de su oficio.

Luis Betrán
Este texto ha consultado para los datos biográficos el “Diccionario de cineastas” de Georges Sadoul y algún breve texto de Fernando Solsona, el mayor valedor de Capra que conozco.

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