ENTRE ESPAÑA E ITALIA
LA INFLUENCIA DEL NEORREALISMO ITALIANO EN
EL CINE ESPAÑOL DE LOS AÑOS CINCUENTA
Introducción
Dentro
de la historia del cine español, los años cincuenta son una década con
numerosos elementos atractivos. Una época en la que conviven la tradición y la
renovación. Por un lado, encontramos abundantes ejemplos de ese cine
conservador que continua la línea del lapso de tiempo inmediatamente anterior.
Así, títulos pertenecientes al cine religioso e histórico como La señora de
Fátima (Rafael Gil, 1951), Alba de América (Juan de Orduña, 1951), Jeromín
(Luis Lucia, 1953), El frente infinito (Pedro Lazaga, 1956) o Molokai (Luis
Lucia, 1959). También se sigue haciendo cine folclórico, que además logra un
enorme éxito popular, con obras como El pequeño ruiseñor (Antonio del Amo,
1953), Esa voz es una mina (Luis Lucia, 1955) y, sobre todo, El último cuplé
(Juan de Orduña, 1957), protagonizada por la inefable Sara Montiel. El cine
policiaco vive su periodo de máximo esplendor con películas tan significativas
como Apartado de correos 1001 (Julio Salvador, 1950) y Brigada criminal
(Ignacio F. Iquino, 1950). Y se adaptan esquemas del western a la iconografía
del bandolero en filmes como Carne de horca (Ladislao Vajda, 1953) o Amanecer
en Puerta Oscura (José María Forqué, 1957).
Al
mismo tiempo, son los años del Instituto de Investigaciones y Experiencias
Cinematográficas (IIEC) que, fundado en 1947, lanza a su primera promoción en
1951 y en la que podemos encontrar nombres fundamentales como Juan Antonio
Bardem, Luis García Berlanga o Carlos Saura; de las Conversaciones de Salamanca
en 1955 bajo la dirección de Basilio Martín Patino; o del trabajo del italiano
Marco Ferreri que se estrena con El pisito (1958) colaborando con Rafael
Azcona, guionista que posteriormente participa en películas de Berlanga.
Precisamente, 1951 es el año del intento de aproximación neorrealista que
supone Surcos (José Antonio Nieves Conde) y del debut de Bardem y Berlanga con
Esa pareja feliz. Poco después, Bardem realiza Muerte de un ciclista (1955) o Calle
Mayor (1956) y Berlanga ¡Bienvenido Mister Marshall! (1952), Calabuch (1956) o
Los jueves milagro (1957). Este último punto es que el que a nosotros nos
interesa y en el que el neorrealismo tiene una clara presencia, muy lastrada
por el contexto histórico que vive el país.
Contexto histórico
Tras
más de diez años de aislamiento y con un régimen autárquico, España comienza a
ser integrada en la comunidad internacional. Esto se debe a su posición
estratégica para los Estados Unidos y su cruzada frente al comunismo. De este
modo, por la presión ejercida por los norteamericanos, la ONU revoca la
resolución para la retirada de los embajadores. Si bien no se contempla el
ingreso del país en la OTAN o en el Mercado Común, será admitido en organismos
dependientes de la ONU como la FAO y la UNESCO, incorporándose a la ONU a
finales de 1955. Derivado del apoyo por parte de Estados Unidos, se instalan
bases americanas en territorio español a cambio de ayuda militar y económica.
España entra así en el Plan Marshall estadounidense y aunque la aportación es
inferior a la que recibieron otros países al finalizar la Segunda Guerra
Mundial, éstos con democracias parlamentarias, sus efectos se dejan notar en el
desarrollo del país: se suprime el racionamiento y se decreta la libertad de
precios así como la circulación de todo tipo de productos alimenticios. Por
otro lado, el progresivo desarrollo industrial desemboca en un desequilibrio
entre las áreas rurales y urbanas, aumentando de modo muy importante la
emigración del campo a la ciudad. Al crecimiento le acompaña una fuerte
inflación que da lugar a los primeros movimientos de protesta por parte de los
obreros y al aumento de las movilizaciones estudiantiles.
Políticamente
pierde peso la presencia falangista en el gobierno, ganando importancia la
presencia de grupos católicos. El catolicismo cada vez influye más hasta el
punto que tras la firma del Concordato con la Santa Sede, el clero aumenta sus
privilegios y el Estado controla el nombramiento de nuevos obispos. Se trata
del catolicismo más tradicional y conservador. La censura, sin una normativa
clara que regule que, cómo y porque se prohíbe, controla los procesos creativos
desde la gestación del proyecto hasta el estreno de las películas. Con dos
objetivos básicos alrededor de lo moral, la exaltación de la religión y el
rechazo de todo lo que tenga que ver con el sexo, a los censores sin embargo se
les cuelan aspectos relacionados con lo político y lo social especialmente.
Pese a todo, muchos filmes procedentes del extranjero son rechazados, no
pudiendo verse hasta pasados más de veinte años en algunos casos.
El neorrealismo italiano: unos apuntes
El
llamado neorrealismo, así bautizado por el crítico y profesor del Centro
Sperimentale di Cinematografia Umberto Barbaro en 1943, surge en un momento muy
concreto de la historia italiana. El país se encuentra inmerso en la Segunda
Guerra Mundial, tras la cual concluye el gobierno dictatorial de Benito
Mussolini, quien lleva en el poder desde 1922. Es el fin de una época y el neorrealismo
nace en parte como una reacción a tantos años de dominio fascista y al cine
predominante en ese periodo, el denominado “de teléfonos blancos o “caligrafista”,
un cine protagonizado por personajes de clase media alta, acartonado (y a veces
muy interesante) y nada comprometido con la realidad. Si bien hay una serie de
películas que adelantan elementos del neorrealismo, como Submarino (Uomini sul
fondo, Francesco De Robertis, 1941), La nave blanca (La nave bianca, Roberto
Rosellini, 1941; con guión de De Robertis, un fascista confeso), Cuatro pasos
por las nubes (Quattro passi fra le nuvole, Alessandro Blasetti, 1942) y Los
niños nos miran (I bambini ci guardano, Vittorio De Sica, 1943), no será hasta
la aparición de Obsesión (Ossessione, Luchino Visconti, 1943) y Roma, ciudad
abierta (Roma, città aperta, Roberto Rossellini, 1945) que el neorrealismo deje
claros sus propuestas. Se trata de mirar de una forma nueva a la realidad, una
mirada comprometida con todo lo que está sucediendo y cómo influye en la gente
corriente. Así lo expone Roberto Rossellini en una entrevista publicada por
Cahiers du cinéma en julio de 1954: “…Para mí es, ante todo, una posición moral
desde la que se puede contemplar el mundo.
A continuación se convierte en una posición
estética, pero el punto de partida es moral”. Lo que prevalece es la necesidad
de la reconstrucción ética de un país y el compromiso moral del cineasta con la
sociedad. Dentro de ese posicionamiento moral, se pueden encontrar al menos
tres tendencias de acercamiento a la realidad. El neorrealismo sentimental que
representan directores como Renato Castellani, Pietro Germi, Alberto Lattuada,
Luigi Zampa y, especialmente, Vittorio De Sica. Una segunda corriente es la
línea dura llevada a cabo por cineastas marxistas como Luchino Visconti,
Giuseppe De Santis o Carlo Lizzani. Finalmente, el que se denominó “neorrealismo
rosa” cultivado casi en exclusiva por el gran Luciano Emmer y el primerizo Dino
Risi.
Toni Alarcón y Luis Betrán
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