ENTRE ESPAÑA E ITALIA
Hacia
noviembre del año 2009, le prestigiosa revista cultural INSULA se dirigió al
inolvidable Alberto Sánchez solicitándole la colaboración de 6 miembros de la
Tertulia Cinematográfica Perdiguer de Zaragoza, con el objeto de que escribiéramos
en su número extraordinario de Enero/Febrero 2010 unos textos sobre relaciones
y conexiones – históricas, políticas y cinematográficas – entre Italia y España
a lo largo del pasado siglo XX. Y así lo hicimos, y así se publicó aunque
también se nos prometió un estipendio que jamás se nos abonó. Los escritores
fuimos el citado Alberto – ya fallecido -, el Juez Magistrado de la
Audiencia de Zaragoza don Luis Gil
Noguer, el fundador del grupo Eisenstein en Zaragoza don Emiliano Puértolas, el licenciado en Historia del Arte don Luis
Antonio Alarcón y el que suscribe. Hubo otro – el economista Oswaldo Somolinos
– que se ocupaba de las dos últimas décadas del mencionado. Siglo. Otra
sorpresa no menos desagradable: INSULA no publicó su texto. Con lo que restaron
solamente cinco que son los que traigo a Vergerus. Como todos fueron de notable
extensión, he prescindido de algunos datos quizá abrumadores, a la vez que he practicado
el “aggiornamiento” de los mismos. Dedicado, por tanto, a la ilustre memoria
del gran Alberto Sánchez que tanto cine nos hizo ver y que tanta gente
importante del Séptimo Arte llevó al Festival de Huesca, facilitándonos las conversaciones y ruedas de
prensa con ellos.
Entre España e Italia
CINE: LOS PRINCIPIOS
Cuando
apareció el cine como nuevo espectáculo de masas, los sistemas de producción,
distribución y exhibición estaban personalizados en unas pocas firmas que
filmaban cientos de películas todas las semanas para vender copias a todos los
exhibidores que se distribuían por el mundo, muchos de ellos ambulantes. En
dichos años, mientras la fabricación de películas se iba extendiendo a todos
los países, los filmes, de pocos minutos de duración llegaban de las marcas más
importantes que comenzaron en Francia (Lumière, Pathé, Gaumont, etc.) que
enviaron a sus cámaras fotógrafos a filmar por todo el mundo. No había
conciencia de nacionalidad en los productos cinematográficos sino temas
procedentes de otros países, a poder ser exóticos y bellos para el viajero. Pero
tan pronto como se conforman las primeras grandes productoras cinematográficas
el trasiego de artistas, realizadores, fotógrafos, técnicos, especialistas,
etc. se hizo imparable. Es muy difícil entrar en un estudio minucioso de todos
esos intercambios de personas que hubo en el mundo del cine de los primeros
años. Es interesante saber que en 1894, antes de que se aceptara la proyección
de los Lumière como invento oficial del cine, Filoteo Alberini había presentado
su kinetógrafo en Italia, al tiempo que Edison lo hacía en EE.UU. o
Scaladanovski en Alemania.
Desde
entonces es lógico que las cinematografías correspondientes a países de áreas
geográficas culturales e históricas cercanas tuvieran una gran difusión entre
esos países avalada por un público muy cercano y afín. El caso de relación
cultural entre Italia y España es bien representativo, a pesar de la diferencia
de idioma –por otra parte de una misma raíz y no muy difícil de comprensión
mutua: los italianos y españoles han sido desde siempre dos pueblos muy
semejantes en gustos culturales que se han reflejado en la aceptación de sus
cinematografías a ambos lados del Mediterráneo con las consiguientes
influencias y colaboraciones.
No
es necesario insistir en que la industria del cine italiana, desde sus
principios y desde la creación de las grandes productoras, se ha desarrollado y
ha influenciado mucho más que la española. Y tampoco hay necesidad de demostrar
que las grandes estrellas y los géneros cinematográficos italianos más
característicos han tenido igual éxito en España que en su país de origen. Sólo
en las últimas décadas la presencia de cada cinematografía en el otro país ha
desaparecido prácticamente, al menos en las salas comerciales. Hace medio
siglo, cualquier aficionado al cine español conocía y admiraba un gran número
de actores y actrices italianos, incluso muchos directores, músicos,
guionistas… Hoy sería muy difícil encontrar espectadores que llevaran más de
media docena de nombres en su memoria. Pero es el signo de los tiempos, del
mercado, de las nuevas tecnologías, de distinta manera de ver el cine.
Desde
el primer momento Italia estuvo muy por encima del cine español en producción y
nivel de calidad, no sólo con referencia al cine español sino al cine mundial,
al menos hasta 1915, sirviendo incluso de ejemplo al cine norteamericano. Los
films históricos de Pastrone son los ejemplos más conocidos (La caida de Troya, 1910; Jerusalén
Libertada, 1911; Quo Vadis?, 1912; Cabiria, 1913…) pero no hay que olvidar
que se produjeron entre varios cientos de películas cada año. El cine español
estaba muy por debajo de esa situación pero todas esas películas se veían en
los cines españoles con parecido éxito. Las mismas estrellas italianas del cine
mudo, con Francesca Bertini a la cabeza, eran igualmente aceptadas y admiradas
por ambos públicos.
Es
precisamente esa política de estrellas uno de los puntos a considerar en ese
éxito de forma permanente. Los nombres de Vittorio Gassman, Ana Magnani, Sofía
Loren, Gina Lollobrígida, Alberto Sordi, Nino Manfredi, Marcello Mastroianni,
Vittorio Gassman, Claudia Cardinale,
etc. etc. arrastraban al público español a las salas al margen de que algunos
de ellos participasen en películas de coproducción; menos conocidas pero con
indiscutible éxito fueron algunas estrellas españolas en Italia, como Raquel
Meller, Imperio Argentina, Sara Montiel, nuestros niños cantores, etc.
Igualmente, entre los aficionados, los españoles cuentan con un buen acerbo de
directores italianos conocidos y admirados por el público, sobre todo a partir
de la aparición del neorrealismo; no puede decirse lo mismo a la inversa salvo
Florian Rey, Luis Buñuel, J.A. Bardém, Luis G. Berlanga… y hoy, Almodóvar.
Respecto
a la diferencia de calidad entre ambas cinematografías el propio historiador
italiano de ascendencia española Richotto Canudo, planteaba así la cuestión: Si
yo fuera español puro… protestaría con todas mis fuerzas contra la presentación
muy respetada en el cinema, de una España terriblemente convencional… En ese
arranque contemporáneo de las naciones latinas, en el que el libro universal de
la pantalla registra cotidianamente las páginas conmovedoramente históricas o
dramáticas, España juega, indudablemente, un papel inferior al que le pertenece.
Albarto Sánchez/Luis Betrán
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