EL SEÑOR PRESIDENTE
¿Cómo
es posible, oh ambicioso, de cuya codicia y bajos intereses tu misma frente es
espejo, que los griegos se sometan voluntariamente a tus órdenes? (Homero, La
Ilíada)
No
importa que el gato sea blanco o negro. Lo importante es que cace ratones
(Proverbio chino repetido por Felipe González “ad infinitum ad nauseam”.
El
P.S.O.E. tiene en julio de 2014 nuevo Secretario General, se llama Pedro
Sánchez, es joven y guapito y ha sido elegido por…..Felipe González y su banda
ubicada en Despeñaperros abajo. Traigo a
este blog un viejo texto nada menos que firmado a 17 de septiembre de 1985.
EL SEÑOR PRESEDENTE
Al
sr. Presidente, como a Pinocho, parece haberle crecido la nariz de tanto
mentir. Geométricamente ubicada en el centro de un rostro gordezuelo, hecho de
redondeadas mollas y antiestéticas carnosidades, ese apéndice prominente,
cyraniano y quevedesco, se basta por sí solo para inspirar un prudente recelo.
La faz adusta, la gravedad del gesto, se ven traicionadas por la napia delatora.
Porque con nariz y todo, Felipe González está serio desde que ejerce el poder. Antes,
en el dulce Olimpo de la oposición responsable que machacó a Adolfo Suárez, aceituno y macareno al decir
de finos poetastros, juvenil y de pana en decadente aspecto progre, F.G. era
solo F. y se preciaba de irradiar una excentricidad tan poco hispana como la
honradez. Fina estampa de caballero con pasado inmaculado (¿Qué sucedió en el
Congreso de Suresness en el que F.G., A.G. y su tropilla hispalense
defenestraron a Rodolfo Llopis? ) y fe contagiosa en un futuro rectilíneo. Pero
la política es una línea curva y el profesional de tan sinuosa disciplina es proclive
a archivar en el baúl de los recuerdos aquel axioma de que la distancia más
corta entre dos puntos es la línea recta.
El
sr. Presidente, erguido en la cubierta del Azor (el yate de Su Excrecencia),
encorbatado y deschaquetado se ha ido volviendo solemne…como si antes no lo
fuera. Apostilla añadida al final de la oración presente porque F.G. ya fue campanudo en el momento en
que su partido consiguió 120 escaños y afirmó aquello de la alternativa de
poder. El resto, las transformaciones físicas – canas y ojeras – que en
Celtiberia van ligadas al ejercicio del poder, han terminado de eliminar
cualquier rastro de juventud en este personaje con vocación de posteridad. Más
la solemnidad, si no va acompañada de actos que la refrenden, es mera retórica
y eso lo ¿aprende? hasta el inculto pueblo español. La política de F.G. y sus
camaradas de bandería – su retorcido y viperino Pepito Grillo (Alfonso Guerra),
el desastrado y desastroso ministro del Interior (Barrionuevo y luego Corcuera),
los martillos de humildes sres. ministros de Economía y Hacienda (Boyer,
Solchaga), y los restantes e irrelevantes miembros de un gobierno que aspirar a
la eternidad (como SuCulencia), con la única excepción de un laborioso,
competente y educado ministro de Asuntos Exteriores (Morán) que, antes de ser
cesado, fue vergonzante blanco de burlas malévolas y chistes horteras, - es
formalmente gestual y profundamente negativa para la penúltima esperanza de
cambio. Lo que se lleva a cabo con hechos y no gestos y que rebasa las
intenciones y capacidades de F.G., mediocre actor de carácter, sin vena cómica
alguna, y al que nunca enseñaron otra cosa que no fuese el desparpajo en las
lides parlamentarias.
F.G.
en los años en que no era nadie, ni siquiera Isidoro, estudió su propio camino
de perfección de tal forma que cuando abandonó el anonimato y se asomó al
escaparate de las figuras públicas ya era un hombre y un político sin tacha,
listo para ocupar en la Historia el puesto de Gran Reformador. Durante el
borrascoso mandato del duque de Suárez, F.G. se caracterizó por su aplomo y
seguridad en sí mismo frente a las vacilaciones
y nula preparación oratoria del valiente Suárez. F.G., a falta de otros
méritos (los revolucionarios hubieran sido contraproducentes), podía exhibir un
currículo sin mancha al contrario que el pasado franquista de son Adolfo.
Luego, la estulticia marmórea de Leopoldo Calvo-Sotelo puso en bandeja la
rápida culminación de la carrera de éste irreprochable y brillante ciudadano.
No
obstante, cuando F.G. ya no es alternativa sino poder, se ha podido entrever
una actitud suya susceptible de la desconfianza. En aquél Congreso del P.S.O.E.
en el que el Secretario General y su Ejecutiva de incondicionales habían
proclamado la abolición del marxismo como método de análisis de la sociedad, el
compañero González se salió con la suya amenazando con irse a su casa (bis en
la entrada en la OTAN), tal y como hacía Alejandro Magno cuando los fatigados macedonios
se negaban a seguirle en su irresistible camino de gloria. Breve: F.G., antes
de acceder al poder ya se sabía dios, dios único del presente que no del
pasado, dios omnisciente del nuevo estilo que sus fieles, respaldados por el sufragio
de la mayoría silenciosa, iban a traer a la ruin , envidiosa, zaragatera y
machadiana España. El nuevo look de F.G., ya en la Moncloa, consistió en
sustituir la pana y la zamarra por el tweed y el frac. El diosecillos ya era el
Padre Nuestro del Cambio y en su semblante profundo no debía haber lugar para
la ironía, el rictus jocundo de un mínimo chascarrillo. No. F.G., como Bruto,
es un hombre de honor que tiene sobre sí la pesada y abrumadora tarea de guiar
la nave del Estado. Rol que va a
desempeñar con sobresaliente cum laude ya que él, y ningún otro, es el Gran
Timonel.
F.G.
es depositario de la rancia y recia tradición española que consiste en que sus
Jefes de Gobierno no se equivocan nunca. Lo mismo sucede a la aherrojada
oposición, tan seria como el partido en el poder, pero que al carecer de
expectativas se permite algún tímido relajamiento. El Presidente no, él y su
partido no ha recibido ayudas económicas ni de Flick ni de Flock. El asunto de
las escuchas telefónicas es materia poco importante para ser tenida en cuenta por
quién porta la máxima responsabilidad del Estado. Indalecio Prieto, hombre
inteligente al decir de F.G., desbarró aquel lejano día en que dijo que los Estados
Unidos iban de imperialistas. Y para remate la fabulilla del gato y los
ratones, insospechada panacea pekinesa que arregla dialécticamente lo mismo un
roto que un descosido. Al “puedo prometer y prometo” de Adolfo Suárez, F.G. ha
opuesto el respaldo de los 10 millones de votos (¡que enormidad de esperanza
traicionada!). F.G. solo a Dios, o a una
Internacional Socialista esterilizada de marxismo o a Ronald Reagan parece
obligado a rendir cuentas, Las palabras y los actos de este tramposo que por no
ser no es ni socialdemócrata, no deben ser objeto de discusión ni de análisis.
800.000 puestos de trabajo prometidos se traducen en 800.000 subsidios de paro.
El No rotundo a la OTAN pasa a ser un No de entrada y un SI a la postre
proclamado con reconvertido entusiasmo. El crudo realismo de la coyuntura es el
que manda. Entonces, ¿es F.G. víctima propiciatoria de la indeseada señora?. Si
es así, un poco de humildad no vendría mal
a quién parece la absoluta encarnación de la soberbia del éxito. Pero
Felipe hace lo que tiene que hacer y su rostro expresa estupor e indignación
cuando alguna afirmación es puesta en entredicho por algún culiparlante sin su
pedigree democrático. F.G. es hombre de respuesta fácil, aunque esta se
localice en la muy mentada orografía de Ubeda, y no permite a sus mesnadas ni
siquiera la grata teatralidad del Parlamento.
Y
así se perpetúa nuestra España eterna, fiel a sí misma, lejos de la rabia y de
la idea. Y la nariz del predestinado va creciendo y creciendo, destacándose cada
vez más en una cara abotagada. Felipe Gonzáles quizá haya ganado una
posteridad.: la del mayor traidor a la democracia y al socialismo. Ya le espeto
a Fraga aquello de que “usted tiene en la cabeza todo el Estado”. Fue el aviso
del contubernio P,P.-P.S.O.E.
Luis Betrán
Especialmente
dedicado al diario “El País”, gonzalista – y monárquico – hasta el tuétano. Y
miss Susana Díaz, ejemplar “trabajadora”, ya le recordará a Pedro Sánchez la orden
de Alfonso Guerra: “El que se mueva no sale en la foto”.
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