MUSICA
Desde que uno era joven, muy
joven, adolescente…..tengo la costumbre de iniciar esa absurda festividad del 1
de enero – ¿no hemos celebrado ya la noche del 31 de diciembre que es
exactamente lo mismo? y que obedece a idéntico propósito: ¡¡chin, chin, hemos
vivido un año más!! – yendo (en sueños) a la cita en Viena con la familia
Strauss y amigos. Me encanta desde siempre el Concierto de Año Nuevo de la
Filarmónica de Viena. Cuando la televisión era en blanco y negro, el director
solía ser el concertino Willy Boskowsky, probablemente el mayor experto que
hubo en el pasado siglo en valses, polkas, mazurcas, cuadrillas y gallopes.
Luego, invariablemente, comparecían los saltos de esquí de Garmisch. Yo veía
ambas cosas en casi sacrosanta unción, mientras mis padres y algún otro
familiar que acudía a dar la lata rezongaban: mira que este nene es rarito. De
eso nada, jamás fui al único que siguió el programa establecido por la nacida
RTVE.
Hay quien piensa que el susodicho
concierto es una horterada abundosa en floripondios y japoneses. A mí el
decorado barroco de la Musikverein me gusta tanto como esos maravillosos
salones de palacios en los que los integrantes de los ballets (desde que hay
ballets, claro) se desplazan con exquisita elegancia a los sones de “El Danubio
Azul” o “Cuentos de los bosques de Viena”, dos obras maestras no de la pequeña
sino de la gran música. El ilustrísimo Johannes Brahms respalda mi opinión
cuando, como es sabido, anotó unos compases del más célebre de los valses en el
abanico de la esposa del autor frau Adele von Johann Strauss padre. Y añadió:
desgraciadamente no es de Johannes Brahms. El Concierto de Año Nuevo hace ya
tiempo que se convirtió en un acontecimiento mediático que deja abundante monetario
en las arcas de la hasta hace muy poquito mejor orquesta sinfónica del mundo
(ese puesto se lo ha arrebatado quizá la Filarmónica de Berlín y, perdón,
ninguna otra). Tambien hace sus añitos que es la propia orquesta la que elige
al director del evento y no se ni de uno solo que haya rechazado la
oportunidad, obviamente remunerada en consonancia. Es normal que repitan
celebridades de la batuta. Herbert Von Karajan fue una de ellas. Y, ya que
escribo sobre el inventor de la fusión marketing-música, he de ser justo y
reconocer que en mi ranking particular de los Conciertos de Año Nuevo que llevo
vistos y oídos, el nazi Karajan ocupa el segundo lugar tan solo superado por el
inmenso Carlos Kleiber (hijo de Erich) que tuvo el mal gusto de morirse antes
de hora, cuando quizás era el mejor, y más excéntrico, director de orquesta del
mundo.
El de 2014 corrió a cargo de uno
de los músicos a los que más antipatía profeso: el hebreo-argentino-español-
¿palestino? Daniel Barenboim. Un tipo que fue un sensacional pianista, un joven
cabroncete cuando la por entonces su esposa – la eximia violonchelista
Jacqueline Du Pré que fue la que lo propulsó a la fama – enfermó de esclerosis
múltiple y el pibe Daniel aprovechó para dejarla agonizante y sin marido largándose
con jovenzuela aprovechada. Escribo totalmente en serio y no hay más que leer
la biografía del eterno candidato al Nobel de la Paz. Barenboim fue progresando
imparable hasta alcanzar las más altas cotas de la interpretación pianística,
sobre todo en Beethoven. Siendo lo más objetivo posible – algo casi tan
imposible en los melómanos como en los cinéfilos – Daniel Barenboim fue uno de
los más sublimes maestros del teclado de la segunda mitad del siglo XX y
comienzos (poquitos años, ya) del XXI. Jamás, no obstante, alcanzó la
inefabilidad absoluta de los Richter, Arrau, Rubinstein, Horowitz, Kempf,
Backaus, Haskill, Argerich, Gould……..aunque posiblemente fallase menos notas.
Ambicioso, sin dudar de si mismo, quiso convertirse asimismo en uno de los
grandes de la dirección de orquesta, tomando como modelo nada menos que al más
grande: Willhem Fürtwangler. No prosperó pero llegó a a dirigir tanto como a
posar sus dedos sobre el piano y fuese el compositor que fuese. Se las apañó
con cierta dignidad en Wagner…..pero con el resto nunca rebasó la proba
artesanía. Cuando le convino unió a sus orígenes judíos y argentinos, la causa
palestina y formó esa orquesta – Western Divan – en la que hay especialistas de
los bandos enfrentados. Consiguió el premio príncipe de Astrurias – lo que le
vino al pelo para adquirir también la nacionalidad española – pero se le
resiste lo que es la culminación de una vida con más sombras que luces: ese Nobel
de la Paz tan, por otro lado, desprestigiado desde que fue otorgado a
terroristas de la CIA como Henry Kissinger o a un recién estrenado
Presidente cuyo único mérito era el ser de raza negra: Barack Obama.
Barenboim puede que naciese para
los tangos, pero no para los valses y marchas preferidas de los austríacos. Su
dirección fue calamitosa. Ni la más mínima idea de cómo otorgarle toda su
trempera a una polka o aun galop, petrificó o congeló tanto a los bosques de
Viena como a las supuestas azules (no son de ese color, lo juro) aguas del
Danubio o Donau. Y remató la faena con una estupidez que arruinaron las
palmadas de la Marcha Radeztky. Como es tan bueno y tan educado, Daniel saludó
uno por uno a todos y cada uno de los músicos de la Filarmónica vienesa que
hubieron de ponerse en pie, mientras los espectadores acompasaban o no sus
manos porque Barenboim pasaba de ellos. Uno de los peores Conciertos de Año Nuevo
que recuerdo – el de 2013 con el sosainas de Franz Welser-Molst tampoco fue
manco-. Y a esperar, otra vez, a Zubin Mehta que no pasa de ser un probo
artesano de segura eficacia, y muy dado a las bromas. Algunas graciosas. Otras
no.
MÁS MUSICA
DER KAISER…..JONAS KAUFMANN
2013 fue el año de la definitiva
consagración de Jonas Kaufmann como EL MEJOR TENOR DEL MUNDO, puesto que venía desempeñando
apuradamente por la cortedad de su repertorio el peruano Juan Diego Flórez. La
eclosión de Kaufmann ha sido lenta (ha rebasado ya la cuarentena aunque lo
disimula muy bien), poco a poco, año tras año. Pero dudo que exista actualmente
operófilo alguno que ose discutir su primacía. Sus cedés conmemorativos de los
bicentenarios de Wagner y Verdi son sendas obras maestras. J.K. puede
revolucionar el bel canto como no se había logrado desde María Callas. Y puede
abonar en el intento un alto precio, también como La Divina. Sus armas son otras. Las
intenciones similares. El tenor alemán cuenta con una voz – por ahora – sin
fisuras. El timbre es bellísimo, el agudo sonoro y potente (capaz de superar
la orquesta wagneriana), el grave cavernoso, la línea de canto perfecta, el
fraseo el que demanda la ópera de turno, la versatilidad asombrosa, su
capacidad de apianar pasmosa, parace cantar sin esfuerzo alguno y poder incrementar el volumen (ya enorme) de su voz cuando le pete y sin necesidad de trampear con feos calderones.
Y un plus de apostura,
coquetería, presencia escénica que hasta él no había conocido la ópera. Elegido
en 2011 por Vanity Fair “el hombre más sexy” del mundo, Kaufmann no vacila en
aprovecharse de semejante “honor”. Se ha operado ya la nariz, luce
invariablemente el pelo largo (melena hasta la cintura incluída en “La forza del destino”)
exhibe su cabello rubio oscuro si interpreta a un ario (Löhengrin, Sigmund) o lo tiñe de negro mediterráneo
(Don Carlo, la citada “Forza”, “Tosca”, “Il trovatore”,”La fanciulla
del West”…..). Le preocupan escasamente las puestas de escena disparatadas con
tal de que le permitan cantar en camiseta y vaqueros (¡¡Löhengrin, Sigmund!!) o
lucir su depilado y apropiadamente musculoso.... torso desnudo. Le gusta también
salir a escena en sus conciertos descalzo o calzado con juveniles deportivas y despechugadas camisas. Si la orquesta que le acompaña en sus recitales viste canónicamente smokings y lacitos.....será problema suyo, no de Kaufmann.
Canta “E lucevan le stelle”
siguiendo el modelo Fleta y el aria de la flor de “Carmen” con el agudo final
en pianísimi tal y como lo escribió Bizet. Finalmente es siempre dramáticamente
convincente (no genial como la Callas, pero jamás exagerado). No es
responsabilidad suya, el ser bajito de estatura (nadie es perfecto); sí su desmedida propensión a cantarlo todo y deprisa, muy deprisa. Su
privilegiado órgano foniátrico dudo que resista tamaño esfuerzo. Por si todo ello aún pareciese escaso, puede marcarse una napolitana canción con sista incluída y bien aprendido estilo aunque nunca será Pavarotti y su voz soleada. Resumiendo: sea
como fuere Jonas Kaufmann ya tiene su lugar de gloria en la historia de la
ópera (si se confirma como gran liederista, lo tendrá en el más exquisto y
refinado habitáculo del canto). Que éste dure una década (otra vez Callas) o dos, o
tres….depende de él mismo.
LITERATURA
Para mi 2013 será siempre el año
Proust. Y bien que me lo gané a los largo de mi ya crepuescular vida. De joven
y de cuarentón fracasé en dos ocasiones con “En busca del tiempo pérdido”. La
primera vez leí solo “Du côté chez Swan”. La segunda bien pude sentirme el más
ridículo de los mortales, ya que repetí – y admiré – “Swan” pero me quedé
atrapado en el más insoportable tedio en la segunda parte de “A la sombra de
las muchachas en flor”. No hay dos sin tres, y héme aquí que sesentón y malito
he derrotado a Marcel y su inacabable obra maestra. Ahora me siento amigo de
Swan, de Robert de Saint-Loup, de Elstir, de Charlus y hasta de esos cotillas
de los Verdurin. Ya se – espero – que la “Sonata de Vinteuil” corresponde a
César Frank y estoy locamente enamorado de la duquesa de Guermantes, de
Gilberte y…..de ¡¡Albertine!!. Solo me cae fatal el putón verbenero de Odette
de Crecy, aunque como dice el desdichado Swan: ¡¡y todo por una mujer que no
era mi tipo!!. “La recherche……” ya es, junto a “La montaña mágica” de Thomas
Mann, el libro que más adoro del pasado siglo.
Y EL CINE QUE YA LLEGA
He tenido la desgracia de ver “La
gran estafa americana” (American hustle) tan solo unos días antes de su estreno
en el todavía Reino (cuando llegará la III República, cuando, cuando, cuando).
Es la película que va a competir, y ganar imagino, dado que responde al patrón
de ser estúpida e inocua, en los oscares frente a los años de esclavitud del negrito
tropical Steve Mac Queen. A mí no me gusta demasiado ese desquiciado y efectista
melodrama de un, hasta ahora, gran cineasta fagocitado por Hollywood. Pero al
lado de la suprema idiotez de la “estafa” (basada, como no, en hechos reales
pero muy alejados de la era Obama) casi me resulta un portento cinematográfico.
¡¡Que diálogos se gasta el temible David O,Russell!! ¡¡Que filmación tan
chapucera!!, ¡¡Que ridículo el Christian Bale con su postiza barriga y sus aditamentos
capilares!! ¡¡Bradley Cooper, casi arrebatándole el puesto de peor actor actor
del mundo a Nicholas Cage!!, ¡¡Que extremo lío el del infecto guión!!. ¡¡Qué
horror de película!! Cinéfilos del mundo uníos, yo desde aquí os exijo no
acudir a los bloquebusteres del peor cine del mundo. Convencido quedo de que no
me vais a hacer ni puto caso.
Luis Betrán
Gracias trucosguías. En efecto, hoy por hoy a Kaufmann nada se le pone por delante.
ResponderEliminarluis, eres un crac sabes de musica muchisimo ,de verdad te envidio, pues a mi me gusta la musica y s9obre todo la opera pero se poco. estoy de acuerdo en que kaufman es extraordinario y es posible que el mejor tenor del mundo, tambien muy apuesto, esw decir guapisimo. pero luis, es alto lo vi en el Palau y uff. que voz ymedira 180 mas o menos. me gusta como escribes, saludos.
ResponderEliminarGracias Casilda. Lo último que le he escuchado a Kaufmann es nada menos que el "Parsifal" de Wagner, extraordinario tanto como cantante que como actor. La única compentencia que tiene en el gremio tenoril es quizá el peruano Juan Diego Flórez, tenor belcantista que no puede cantar lo que canta Kaufmann y viceversa. Cordiales saludos.
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