Bien sabido es que el
aburrimiento no es un estado de ánimo que pueda generalizarse. En uno de los
textos de la semana pasada se hablaba de Marcel Proust y la “Recherche”, y no
me dolían prendas en reconocer que había precisado tres intentos para conseguir
leer, y disfrutar, entera la magna obra. Pues bien, conozco a un amigo que se
la tragó a los 30 años, la repitió a los 50 y la adornó con la más que
voluminosa biografía de Proust escrita por Georges Painter, y a una muy alarmante mayoría que no ha pasado
de Charles Swan. En música, en cine…..sucede lo mismo. Yo no me he aburrido
nada con películas de tan enorme duración como “La condición humana” (Masaki.
Kobayashi), “la Trilogía de Apu”(Satyajit Ray), “Satantango” (Bela Tarr),
“Voces espirituales” (Aleksandr.Sokurov), “Milestones” (Robert Kramer),
“Misterios de Lisboa” (Raúl Ruiz), “El zapato de raso” (Manoel de Oliveira),
“La vie d’Adéle” (Kechiche)…….más el tedio me ha derrotado en tan cortas como
insignificantes novelas: “El guardián en el centeno” (que cuenta los bobos
pensamientos de un adolescente bobo que no medita más que en boberías), “El
astillero” (tras ésta y “Juntacadaveres” jamás retorné a Santa María ni a
Larsen ni a Brausen, tampoco a Región pero el ingeniero Benet las escribía
mucho más largas). Y con el cine me salí de la proyección de “Avatar” (James
Cameron) antes de los 40 minutos. Cerca ya de los 70 tacos me importa un ardite
el tener que acabar por narices un libro o una película que o me irritan o me
son completamente indiferentes.
Hará como una década, más o
menos, que en el Festival de Huesca comparecieron los veteranos críticos
peliculeros Carlos Heredero, José Enrique Monterde y Orlando Mora (colombiano).
El motivo fue un debate – que a lo postre no fue tal ya que al primer
espectador (mira tú por dónde, era yo) que se le ocurrió formular una pregunta
a tan ilustre triunvirato, una azafata le frenó en seco con la orden de ¡¡no
hay tiempo ya para las preguntas que hay que ir a comer!! – sobre la aplicación
al cine de la nueva (¿?) tecnología del 3D. El sr. Monterde, vehemente, arremetió justamente contra “Avatar” y fue
respaldado con no escasa cautela por el sr Mora, en tanto que el sr. Heredero,
tras acogerse a Umberto Eco (“Apocalípticos e integrados”), apoyó lo del cine
“en relieve” arguyendo que incluso Martin Scorsese iba a filmar su próxima
película (así fue, se trató de “La invención de Hugo”) en las dichosas 3D-.
Monterde, que ya he escrito que no anduvo con chiquitas, le contrarreplicó:
¿Scorsese?, ya no es un director de cine sino un mercenario. Exabrupto que me
sonó excesivo y que no comparto. Si acaso Marty (como le llaman los que han
cenado con él) antes que mercenario sería mayordomo de……Leonardo di Caprio,
gran actor ciertamente aunque su fusión con el autor de “Taxi driver” esté
funcionando regular.
Para
nada quiero aparecer como un aguafiestas, pero esta película se ubica en el
nivel más bajo al que ha llegado Scorsese. Una vez más la exageración, la
truculencia, fuck, fuck, fuck, el desenfreno, fuck, fuck, fuck...hacen que no
me crea que la vida de este caballero - por otra parte, individuo sin interés
alguno - pudiera ser como nos la cuentan en tres inacabables horas Scorsese y
Di Caprio. Film concebido "pour épater les bourgeois" y en el fondo
más políticamente correcto que un engendro de superhéroes. La ¿crítica?
española - clónica de Cahiers du Cinéma - la pondrá por las nubes PORQUE NO SE
PUEDE HABLAR MAL DE UNA PELÍCULA DE SCORSESE. Hace ya años que el sujeto no da
una a derechas y no es otra cosa que una venerable reliquia de un pasado que
fue espléndido. El mismo caso de F.F. Coppola. Se que el aburrimiento es
meramente subjetivo, pero hacía mucho tiempo que no miraba tanto el reloj durante
una proyección. Un guión horripilante, como de costumbre en los bloquebusteres,
se impone incluso a un payasesco Di Caprio que no nació ni para la comedia ni
para la parodia. Lástima, porque cuando se pone serio demuestra una vez más que
es un gran actor. Un show de horterismo yanqui modelo Las Vegas, una apoteosis
de mal gusto, grosería y ordinariez rematada por la presencia de ese tipo con
cara de idiota y que solo sabe hacer de idiota: Jonah Hill. Algunas secuencias
producen vergüenza ajena.
Si a
estas alturas Scorsese no supiese donde poner la cámara andaríamos aviados,
pero ¿la pone él o Di Caprio para su narcisismo exhibicionista?. Probable que
le den el Oscar, es una de esas interpretaciones "bigger tan life” que
tanto gustan a los conservadores de Jolibú. Conste que creo que Di Caprio es acaso el mejor actor
americano que existe. No le dieron el monigote dorado cuando lo merecía: a los quince
años en ¿Quien ama a Gilbert Grape?, ya más que treintañero en
"Revolutionary road". Y no, la película no me parece buena sino mala
hasta decir basta. No estoy en soledad en esta valoración. Tampoco en
“Inside Lewyn Davis”. Gregorio Belinchón en “El País” escribió: “expectación
ante el inminente estreno de la última película de los hermanos más universales
del cine.”. Naturalmente se refería a Joel y Ethan Coen. Uno, que es deudor de
la cultura europea y no de la estadounidense – como se escribe ahora para destacar
al Gran Hermano orwelliano de otros insignificantes países del continente
americano, de Canadá a Chile – cree que esos “universales” hermanos” son belgas
y se llaman Jean-Luc y Pierre Dardenne.
“Inside Lewyn Davis” no me
resulta especialmente tediosa aunque si reiterativa y superpoblada de canciones
folk que sirven para tapar la nimiedad de la anécdota. Hay un gato que
desgraciadamente no es el de Blake Edwards en “Desayuno con diamantes”. El del
film de la maravillosa Audrey Hepburn se llamaba Gato, el de los Coen nada
menos que Ulises. Lo que ha dado pie a “los canónicos” para que exhumen a Homero,
al mito de Sísifo, al sacrosanto Albert Camus y hasta a Wittgenstein. Y todo
ello porque el protagonista de la función es un cantante al que no le sale nada
bien, ni en su música ni en la vida. A los diez minutos ya estoy aguardando el
momento inexorable en el que le van a llamar PERDEDOR, uno de los más terribles
insultos que en la ultracapitalista USA se puede espetar a un individuo.
Y es
que con los Coen me sucede exactamente lo mismo que con Scorsese, aunque sean
bastante más jóvenes. Todas sus películas a partir de “No country for old men”
me resultan mediocres y, en el caso de “A serious man”, un espanto. Ya no queda
en su cine restos de las magnificencias de “Sangre fácil”, “Muerte entre las
flores” o “Fargo”. La línea dura de su cine – “Barton Fink”, “Oh brother” ha
terminado por imponerse. Una pena. No alarmarse; Estados Unidos sigue siendo la
tierra de promisión, en el pasado, en el presente y en el futuro aunque
probablemente no se lo crean ni sus dirigentes políticos ni sus intelectuales –
que sí, que los tiene - , el infausto folksinger Lewyn Davis (apalizado dos
veces por decisión unilateral de los Coen) tiene su réplica en el cameo de Bob
Dylan. UN GANADOR. Como el viejo Scorsese, los Coen son también políticamente
correctos. Un dato: tanto “The wolf of Wall Street” como “Inside Lewyn Davis”
estan basadas en sendos bestsellers literarios.
OBITUARIO IMPRESCINDIBLE: CLAUDIO ABBADO
Resistió más de diez años al
ataque de un terrible cáncer y cuando nadie daba un céntimo ni por su vida ni
su resurrección artística, el gran Claudio resurgió inesperadamente en Lucerna
y se ha marchado definitivamente siendo el mejor director de orquesta del
mundo. Era de Milán, de izquierdas, tan gran director operístico como sinfónico
e incluso camerístico. El último vástago de una gran tradición de eminentes
maestros italianos que comienza con Arturo Toscanini, sigue con el el tan joven
malogrado Guido Cantelli, el ignorado por las grandes discográficas Víctor de
Sabata y alcanza su culminación con Carlo Maria Giulini. Abbado no llegó nunca
a la excelsitud de éste último ni a la fama en vida del hoy discutido
Toscanini, pero fue/es muy superior a su rival turinés Riccardo Muti hoy
titular de la Sinfónica de Chicago. Solo el citado Giulini le superó en Verdi,
en Beethoven, en Brahms, en Bruckner…..no así en Wagner o Mahler al que llegó
tardíamente pero dejó grabada una Novena Sinfonía del todo impresionante. En
nada ni en nadie fue mediocre. Y sí, no albergo duda alguna de que su nombre
está inscrito en la dorada lista de los mejores directores de orquesta. Tan
solo un escalón por debajo de los Fürtwangler, Celebidache, Walter, Klemperer,
Szell, Reiner, Knappersbusch, Giulini, Kleiber padre e hijo (Erich y Carlos)……..y
en el mismo rellano que los Toscanini, Böhm, Beecham, Barbirolli, Karajan,
Horenstein….Olvídense de Barenboim, por favor.
Luis Betrán
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