sábado, 13 de febrero de 2010

Joseph Losey

En la Filmoteca de Zaragoza se está pasando un ciclo dedicado a Joseph Losey, cineasta hoy muy olvidado pero que conoció en los años sesenta un reconocimiento crítico de primera magnitud. Revistas como la francesa Positif o la española Nuestro Cine le consideraban entonces algo así como el mejor director nacido en Estados Unidos e incluso uno de los cuatro o cinco (no exagero, lo leí) más importantes en aquellos años. También lo pensaba yo.

Al citado ciclo acompaña un texto modélico (como casi todos suyos) de Román Gubern, al que yo no quitaría ni una coma. Ahora bien: dado que he revisado algunas películas de Losey aprovechando la circunstancia y que mi memoria conserva bastante aceptablemente imágenes de sus films, no resisto a la tentación de escribir algo sobre este hombre controvertido, de izquierdas, víctima de la caza de brujas y al que -me temo- poco o nada conocen generaciones cinéfilas mucho más jóvenes que la mía.


JOSEPH LOSEY (1909-1984), EL DIRECTOR

Hay, como en la novela, una "generación perdida" en el cine USA cuyos representantes responden al prototipo del americano errante, a la especie sui generis de ese exiliado intelectual que el país genera permanentemente. Hombres como Orson Welles, Preston Sturges, Nicholas Ray, Jules Dassin, John Huston y ,colmando el modelo, Joseph Losey. Sobre todo él que salió -casi escapó- de su patria en 1951, cuando se le consideraba allí uno de los directores jóvenes más capacitados, para no volver jamás.

Instalado en Europa -sobre todo en Inglaterra tras fugaz paso por Italia y posteriormente un poco en Francia- de manera definitiva, fue uno de los realizadores que mejor supo encajar en las estructuras industriales cinematográficas del otro lado del Atlántico donde conoció una etapa primeriza de asentamiento, otra de esplendor total (solamente en Gran Bretaña) y al final un ominoso declive. Es probable que en la "época de oro" interviniese un factor muy importante en su formación estética e ideológica: su trabajo en Nueva York con un exiliado alemán tan ilustre como Bertolt Brecht. A Losey debemos el estreno mundial de su genial pieza Galileo Galilei con Charles Laughton (1) en el gran rol del científico italiano. E igualmente uno de los desarrollos más completos e independientes de la estética brechtiana aplicada al cine. Como ningún otro, asumió en una sola forma la doble influencia del maestro alemán y del cine comprometido y militante (no tanto como se ha querido ver) de los años premaccarthystas de Hollywood. En este aspecto, su obra -en sus grandes films que quizá superaron apenas la media docena- puede ser considerada como una notable contribución formal al desarrollo del cine europeo de finales de los 50 y hasta mediados los 60. Su influencia durante esa época fue muy considerable al igual que su valoración crítica.

Su trabajo era inteligente y contó, a veces, con la ayuda de otro gran dramaturgo: el Premio Nobel Harold Pinter con el que le unía asimismo su posicionamiento en la izquierda. Luego, desgraciadamente, derivó a una incipiente fosilización y a un regusto formal manierista. Esas circunstancias acabaron por precipitar la decadencia realmente grave que se manifestó en sus postreras películas.

Losey era un hombre culto que procedía de familia acomodada de Wisconsin y ya en Harvard destacó por sus primeros trabajos escénicos que habían de procurarle una rápida fama en los circulos teatrales universitarios y, a no tardar, en los propios medios neoyorkinos. Fue crítico teatral en el New York Times y el New York Herald Tribune de gran prestigio, iniciándose en el teatro profesional a principios de los 30. Fue el arranque de una breve y fulgurante carrera de director escénico culminada con el montaje del citado Galileo Galilei, unas representaciones históricas.

Lógicamente habría de interesarse por el cine sin ruptura alguna con la literatura y el teatro, sino una continuación natural de lo que hasta entonces había sido el núcleo de su problemática formal e ideológica. Su ejecutoria en tanto que cineasta en los Estados Unidos fue irregular y confinada a trabajos de serie B antes de que la persecución de MacCarthy, Parnell Thomas y sus secuaces (paranoicos y bastante sinvergüenzas a la postre) acortaran forzosamente su trayectoria. Sus mejores películas de ese periodo fueron The Lawless (1950) y la excelente The Prowler (1951). No conozco su versión del clásico de Fritz Lang M perpetrada en 1951 y no dejó de ser, aunque fallido, didácticamente brechtiano su extravagante debut con The Boy with Green Hair (1948), película que se me ha ido cayendo en sucesivas visiones pero que los macmahonistas (2) llegaron a considerar "la mejor de la historia del cine".

Su inclusión en las listas negras determinó que se marchase primero a Italia, donde con el seudónimo de Andrea Forzano (luego utilizaría otros ya en el Reino Unido: Joseph Walton, Victor Hanbury) terminó su último film norteamericano: Stranger on the Prowl (1950). Ya en Londres arranca con la mediocre The Sleeping Tiger (1954, primer encuentro con Dirk Bogarde) y las ya muy notables The Intimate Stranger (1955) -por cierto, estas dos estrenadas en Zaragoza en el cine Elíseos en su fase de Sala de Arte y Ensayo- y Time Without Pity (1956). También llega a nuestra ciudad -cine Dorado- la ya magnífica La clave del enigma (Blind Date, 1958). Por entonces ya firma con su verdadero nombre. Y es a partir de la impactante El criminal (The Criminal, 1960 con su otro intérprete de cabecera Stanley Baker) -estreno en cine Victoria- cuando arranca su madurez absoluta. Vendrán entonces sus cuatro mejores películas: Eva (Eve, 1962), The Servant (1964), King and Country (1966) y Accident (1967).

El resto, con las plausibles excepciónes de These are the Damned (1962), El mensajero (The Go-Between, Palma de Oro en Cannes 1972), Ceremonia secreta (Secret Ceremony, 1969), Caza humana (Figures on a Landscape, 1969) y Don Giovanni (1980), mejor silencio como decía Hamlet en su última frase mientras expiraba.

El gran cine de Losey es a veces (pocas) sencillo y directo y otras (las más) complicado y barroco.


Las grandes películas en Inglaterra

1962, Eva
Losey nunca estuvo contento del resultado final de esta sombría película y acusó al productor Raymond Hakim de no haberle dejado intervenir en el montaje final y de amputar unos 10 minutos. Sea como fuere, la versión que vimos (cine Coso) y la que está disponible en DVD son idénticas y es a lo que hay que atenerse.

Eva es la más misógina de las películas de su director y la primera en la que se muestra abrumadoramente el estilo barroco del cineasta. Todo ello para narrar una terrible historia de dominadores-dominados que será el tema recurrente de sus mejores films. Rodada en una oscura Venecia de velos negros, una fiera Jeanne Moreau atormenta, destruye y hasta azota al desdichado escritor que interpreta Stanley Baker. No muy bien acogida por la crítica en su momento, hoy es uno de los mejores ejemplos del Losey más puro. Trás las excelentes Time Without Pity (1957), Blind Date (1959) y The Criminal (1960), en esta despiadada película las señas de identidad más reconocibles del cineasta asoman en estado puro. Como dato casi anecdótico señalar que en 1957 Losey había intentado algo parecido en la disparatada The Gypsy and the Gentleman, donde era Melina Mercouri la que utilizaba con furia el látigo.


1963, El sirvente (The Servant)
Encuentro con Harold Pinter y con un Dirk Bogarde convertido, gracias a Losey, en un grandísimo actor. Obra fundamental que conoció un gran éxito e introdujo al realizador americano en el Olimpo de los cineastas europeos esenciales de los sesenta -Bergman, Antonioni, Visconti, Rosi, Wajda, Truffaut, algunos checos (Schorm, Nemec, Forman, Chytilova, Passer, Jakubisko), Jancso, Makajevev, Ferreri, Tarkowsky, etc. o de Glauber Rocha fuera de Europa- de carreras posteriores muy diversas.

The Servant introduce en el asfixiante universo loseyano la luchas de clases. Porque en esta obra excepcional será el criado (impresionante Dirk Bogarde) el que se encargará de tiranizar y vampirizar al amo (muy bien James Fox). La primera hora de este desasosegante film roza la perfección. Lástima que Losey y Pinter se dejen llevar por un frenesí orgiástico en la media hora restante. Sin esta circunstancia estaríamos ante una probable obra maestra.


1964, King and Country
Durante años pensé que esta película era demadiado deudora de Senderos de gloria (Paths of Glory, 1957) y que Losey se apuntaba con ella al cine antimilitarista muy de moda en los 60. Repetidas visiones de las dos estremecedoras películas me han hecho cambiar de opinión. Sin menospreciar para nada el gran film de Stanley Kubrick, ahora creo que King and Country es superior aunque mucho menos conocida. Losey precinde de "personajes positivos" como el Kirk Douglas de Senderos..., de escenarios palaciegos y de virtuosismo en el uso de la cámara. En el opus loseyano no hay más que una gruta tenebrosa, ratas, alcochol, y los inconmensurables Dirk Bogarde y Tom Courtenay en un duelo dialéctico del que sabemos desde el principio quién va a perder. Culminada por un desenlace de brutal ironía, lo único que (y creo que no me asiste razón alguna) me distancia algo de tan genial película es, justamente, la metodología brechtiana habitual en Losey. Podría ser la primera obra maestra de su director.


1967, Accidente (Accident)
Fue Premio especial del Jurado en Cannes el año en que ganó la Palma de Oro el archifamoso Blow Up de Antonioni. Una grave injusticia que reconocieron tan solo en (como no) Positif y Nuestro Cine. El año también de Terra em transe del brasileño Glauber Rocha que confirma el éxito a nivel crítico del "novo cinema".

Segundo trabajo con Harold Pinter de guionista, Accident supera en complejidad, en sutileza, en despojamiento a las obras anteriores de Losey y se corona como la cima de toda la atribulada carrera del cineasta amén de una obra maestra absoluta que hoy pocos reconocen. En esta pieza de auténtica orfebrería artística, la partida se dirime entre los exactos Bogarde y Baker con Jacqueline Sassard de premio. Ambientado en los exquisitos colleges de Oxford, estos elegantes profesores -y sus alumnos- representan un universo de alta burguesía y máxima elegancia. Pero bajo tanta educación y buenos modales se agazapa un inframundo de gusanos depredadores de víctimas débiles.

Película de irreprochable perfección en todos los aspectos (el guión de Pinter es modélico) y de inquietante frialdad, la visión que ofrece Losey de Inglaterra es justamente la contraria a la de Antonioni del London "in" y va mucho más allá de la simplista y bienintencionada de los factótums del teatro angry (Osborne, Orton, Wesker) o del free-cinema (Richardson, Reisz, Anderson).


Losey conseguiría al fin la codiciada Palma de Oro en 1972 con su ultima colaboración con Pinter en la estimable El mensajero (The Go-Between, 1971), por encima del Visconti de Muerte en Vencia (Morte a Venezia, 1971) que, dicho sea de paso, se pilló un descomunal rebote.

De entre la nada posterior a esta fecha, Losey tan solo habría de ofrecer en 1980 una estupenda versión de la opera mozartiana Don Giovanni, recreada en Venecia y las villas del fabuloso arquitecto Palladio.

El cine inglés de Losey es esencialmente cerebral aunque no quepan dudas de que hay cabida a las emociones e incluso a una descripción bastante minuciosa del mundo físico que rodea a los personajes. Cualquiera que sea el tema abordado, el factor predominante es la seriedad de un hombre para el que evidentemente existen conceptos generales, crítica social e incluso metafísica. Esto no quiere decir que sus grandes films sean unas "tesis" o se esfuerce por demostrar teorías o proponer soluciones. Para él una película es esencialmente la presentación de conflictos de dominio entre distintos personajes. De ahí que su afición al debate de ideas no de jamás lugar a un desarrollo esquemático. Sólo cuando un posible exceso de emoción amenaza con destruir la estructura narrativa, opta por la frialdad y el distanciamiento.


Notas

(1) Losey llevó al cine la inmortal tragedia de Brecht en 1974 con el mediocre actor judío Topol en el papel que había creado Laughton. El resultado no superó la medianía.

(2) Corriente crítica asociada al cine parisino Mac Mahon en la que se primaba el sello estético del cine por encima de cualquier otro aspecto.

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