jueves, 7 de abril de 2016

DOSSIER ANDREI TARKOVSKI (III)


PELÍCULAS 



La infancia de Iván (Ivanovo detstvo) 


Primer largometraje de Andréi Tarkovski, proyecto que le fue cedido por ausencia de director y con un presupuesto limitado para su producción. Cuenta con una maravillosa actuación por parte de Nikolai Burlyayev, quien trabajó de manera ardua frente a condiciones climáticas adversas para lograr interpretar a Iván y regalarnos el retrato de la vida de un niño en medio de la más cruda soledad. La infancia de Iván está inspirada en el relato de Vladimir Bogomólov. Esta cinta aborda la historia de un niño que debe enfrentarse a la muerte de sus padres, a la guerra y consecuentemente a desempeñar el cargo de espía del ejército. El protagonista hace gala de su valentía e inteligencia puestas al servicio de su deseo de venganza ante la trágica muerte de sus padres. Sin embargo, en el fondo se deja reflejar la inocencia de Iván, que aún viviendo en las más bélicas circunstancias, logra que sus rasgos -su cabello rubio y su mirada llena de luz- creen una paradoja visual. A pesar de ser una película basada en un relato tan crudo, es imposible negar la belleza de las imágenes, el uso de la luz-sombras y las texturas que parecieran hacer un homenaje en secreto al expresionismo. Resulta necesario el reconocimiento de la labor de Vadim Yusov, fotógrafo de la cinta y colaborador de Andreí en varias cintas subsecuentes, quien retrató las emociones de una manera precisa y delicada en cada fotograma.


Tarkovski elabora una película caracterizada por una dirección impecable, un inteligente manejo del ritmo, un estilo único para tejer la historia entre los mundos onírico-reales y la abundancia de secuencias poéticas que más tarde se convertirían en su marca personal. La cinta fue criticada después de su estreno por ser provocadora y controversial. Sin embargo, entre sus defensores se encontraba Jean Paul Sartre, quien publicó en 1963 en “L’Unitá” una carta en la que ensalzaba el film de Andrei y reconocía su valor como obra liberadora. La infancia de Iván es una cinta que se podría definir entre la tristeza, la belleza, la inocencia y la pérdida de esta. Es una excelente manera de dar el primer paso para adentrarse en la obra de Tarkovski. En este esplendoroso debut, el director cuenta una historia que (casi) cualquier público puede entender y sentir, y no sólo aquellos expectantes que gustan de profundizar en las interpretaciones filosóficas o psicológicas de su obra. Es sin duda una historia que se queda en la memoria del espectador gracias a su maravilloso despliegue visual. Ampliamente recomendable. Una obra maestra.

Solaris 


La primera vez que vi Solaris fue hace mucho tiempo. Y me encantó. Captaba el espíritu de la novela y le añadía un plus de lirismo con imágenes muy sugerentes, especialmente los planos de la naturaleza. El director de fotografía se merecía un monumento y Tarkovski era un director de incuestionable prestigio, lo que le añadía su gestión al saberse ante una obra de arte. Pero ha pasado el tiempo y con él he perdido la inocencia del espectador. Cuando uno es joven carece de criterios, todo vale y, como se es virgen, todo gusta, todo parece maravilloso. Luego te haces mayor, vas haciendo poso y hay cosas que empiezan a rechinar. Esto es un poco lo que me ha pasado con Solaris. Con esto no quiere decir que sea un fraude, sino que tiene muchas cosas buenas y algunas malas en las que no me había fijado antes. Empezaré por las buenas:


A) la historia. La novela de Stanislaw Lem era un buen punto de partida. Lem había creado una historia de ciencia-ficción que, además de sugerente, daba para reflexionar acerca de cuestiones filosóficas como la naturaleza humana -a partir de la figura de los visitantes-, o como la posibilidad de comunicarse con una inteligencia diferente -el océano de Solaris-, o incluso la pérdida y el recuerdo -.B) el lirismo.Ya estaba presente en la novela, pero aquí se ve potenciado por una buena elección de los planos, la música y la actuación. C) a pesar de que han pasado muchos años desde su estreno, es creíble. No tiene retoques por ordenador, ni tremendos efectos especiales, pero no rechina como sucede con muchas aquellas cintas de ciencia ficción de los años 70. Vestuario, escenarios y efectos, aunque no son espectaculares, son verosímiles, y eso no es poco, sobre todo si tenemos en cuenta las limitaciones técnicas de aquella época. D) elimina cosas superfluas que ralentizaban el ritmo de la narración de la novela.


Pero ahora, pasado el tiempo, y le veo tres pegas en las que no me había fijado antes: A) el comienzo es demasiado lento. Entiendo que el director quisiese hacer un pequeño poema audiovisual con esos planos preciosos, la naturaleza rojiza, el caballo, Kris paseando y la casa en medio de las montañas, pero esto ralentiza muchísimo la acción, sobre todo si tenemos en cuenta el acelerón que pega en cuanto Kris llega a la estación espacial, tanto, que hay cosas que no quedan demasiado claras, y no sé si el espectador que no esté familiarizado con la novela entenderá. B) esto último me lleva al segundo defecto: el final es demasiado abrupto y no se entiende bien y, si no me detengo a explicarlo, es porque no quiero hacer un spoiler. C) antes dije que el lirismo se conseguía, entre otras cosas, gracias a la excelente selección de planos, pero esto es cierto sólo a medias. Sé que esto puede sonar una herejía hablando de Tarkovsky, pero es que hay algunos planos que, o son prescindibles, o son absolutamente inexplicables. Dentro de estos últimos me llamó especialmente la atención el de la oreja de Kris. El tipo está soltando un rollo filosófico y el plano poco a poco se va cerrando hasta centrarse en el agujero de su oreja. ¿A qué viene esto? ¿Es que los agujeros de las orejas tienen un simbolismo que desconozco? En cualquier caso, Solaris es una película que bien merece las casi tres horas que dura, y se la recomiendo a cualquiera, sea fan o no de la ciencia ficción. Soderbergh hizo un remake que me negué a ver.

Luis Betrán

Fuentes: Rafael Llano febrero 1999. Revista Sight and sound (Robin Wood). Textos libros y artículos del propio cineasta, Revista Positif (Michel Ciment)

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