ORSON WELLES: MITO Y REALIDAD (4)
“El proceso”
fue muy admirado en el momento de su estreno, pero vista ahora se comprueba que
Welles y Kafka nada tenían que ver el uno con el otro. Estas evidentes discrepancias
dan lugar no solo a interesantes tensiones entre el escritor y el cineasta. La
puesta en imágenes de Welles es del todo genial, comenzando por ese prodigioso
prólogo encargado al gran artista Alexander Alexeieff y su pantalla de
alfileres, el aprovechamiento de los edificios abandonados de la Gare d’Orsay
de Paris, bañados frecuentemente por la niebla, secuencias de gran impacto y brillantez,
un reparto con grandes actrices y actores, en el que destaca la adecuación de
Anthony Perkins a Joseph K. y la insípida aparición del propio Welles. Todo lo
que Welles había hecho en su obra está aquí con una precisión, una fuerza y una
oscura y terrible poesía que no tiene igual.
La cámara se
mueve continuamente, cambiando los
ángulos, en busca de la mirada más expresiva para cada instante. Hasta aquí
todo extraordinario, incluido el adagio de Albinoni que jamás compuso Albinoni…..pero
el Kafka de la prodigiosa novela no aparece por ningún lado. Joseph K. está en
las antípodas de Charles Foster Kane, Hank Quinlan o Gregory Arkadin. Y la
interpretación wellesiana del texto es tan superficial que el director de
Wisconsin hasta se permitió el lujo de cambiar el final de la novela
justificándose: “Kafka no habría escrito su final despues de Auschwitz.
Miserias intelectuales de master Welles.
Gracias al
español Emiliano Piedra y a financieros suizos, Welles pudo volver a
Shakespeare en una película que es acaso su mejor obra tras “Ciudadano Kane”,
aunque a mí me guste incluso más. “Campanadas a medianoche” (Chimes ad midnight
o Falstaff, 1965) es una adaptación tan fiel y brillante que ni siquiera los especialistas shakesperianos más
exigentes pueden encontrarle defectos. Welles, en su guion, recopiló escenas de
“Enrique IV”, “Enrique V” y “Las alegres comadres de Windsor”, así como notas
extraídas del historiador isabelino Holinshed, para crear un texto totalmente
nuevo que podría haberse titulado “La tragedia de sir John Falstaff”. Sin
distorsionar la visión esencialmente cómica del personaje que dio Shakespeare,
Welles supo crear un nuevo ser de ficción de heroico sentido del humor y gran
bondad y generosidad, quizá con algunos defectos – hideputa, adorable lechoncillo
que le lama Jeanne Moreau, pero finalmente trágico al negarse a comprender y aceptar la ingratitud de los grandes y
poderosos.
Rodada con
exiguos medios en Ripoll, Cardona y la Casa de Campo madrileña – escenario de
la mejor batalla jamás filmada, pese a ser en blanco y negro – con maravillosa
fotografía de Edmond Richard – Welles había aprendido a manejar las luces y las
sombras, desde que en “Ciudadano Kane” tuvo como operador al eminente Gregg
Toland, adecuada música de Lavagnino e interpretaciones fabulosas del propio
Welles – su mejor prestación como actor
-, Jeanne Moreau, Margaret Rutherford, John Gielgud y Keith Baxter.
Tambien Fernando Rey, José Nieto y Andrés Mejuto aparecían unos instantes.
“Campanadas a medianoche” – muy superior a “Otelo” y no digamos a “Macbeth”-,
tuvo su estreno mundial en el cine Coliseo Equitativa de Zaragoza y no en
Madrid como se ha escrito. Escenas como la citada batalla, el monólogo de Enrique
IV (Gielgud) o la partida de lord Percy a la guerra son monumentos eternos de
la Historia del Cine.
Como de
costumbre, Welles no se privó de intentar ligar con Jeanne Moreau – sin éxito,
a pesar de proclamar sinceramente que “era la mejor actriz del mundo” – asistir
a corridas de toros y zamparse un cochinillo entero en el desaparecido “Casa
Cándido” de Segovia. Actualmente puede ya verse esta inconmensurable obra
maestra en las mejores condiciones. Repetiría con Moreau en el muy bello
mediometraje “Una historia inmortal” (1968) rodado, entre otros lugares, en la
muy turística plaza mayor de Chinchón.
Luis Betrán
Este texto
ha consultado el Diccionario del Cine de Edicioines J.C., la biografía de Welles
autorizada por Barbara Leaming y la mítica entrevista de Film Ideal a Orson
Welles.
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