LOS MERCENARIOS
Leo en “El
Diario.es” un texto en el que se viene a decir que no existen escritores
comprometidos políticamente en la España franquista del P.P. Haberlos, haylos. No
hay más que leer el diario neofascista "El País”. Allí, Santos Juliá,
Antonio Elorza, Andrés Trapiello, Félix de Azua, Vargas Llosa....bien pagados,
supongo, por Prisa o PP-PSOE han escrito monstruosidades sobre Pablo Iglesias.
La última, y más exótica, corresponde al ultraderechista Fernando Savater que
anota que el líder de Podemos podría ser YIHADISTA. Tambien continuas alabanzas
a Rivera y Ciudadanos. Nunca se insulta a Alberto Garzón. Si, al final, se
diera la unidad PODEMOS-IU-AHORA EN COMUN, entonces los insultos al joven
Garzón serían equiparables a los recibidos por el de la coleta. Tambien en ese
inmundo diario, desgraciadamente todavía muy estimado por demasiada gente, se
ocultan noticias tales como la intención del PP de primar a las listas más
votadas o las actuaciones de Santisteve, alcalde de mi ciudad. Maruja Torres
sabe muy bien lo que es "El País". Por eso se largó de tan sucio
tinglado. ¿Qué pintan Milás y El Roto?. No parecen muy enamorados del lechón
Felipón.
BELLEZA
AVA GARDNER, MI DIOSA DEL
CINE
Yo nací el
10 de enero de 1947. No tuve hermanos. Aconteció el suceso en la
ciudad de Zaragoza. Tuve la suerte de que a mis padres y a mis primos/as les
gustase mucho el cine por lo que pronto me llevaron a ver las películas
toleradas para menores. Asimismo me compraba álbumes que llenaba con cromos de
grandes estrellas del cine de los 50, la mayoría estadounidenses. Cuando
entrabas a una sala de cine, y en Zaragoza en aquella época de postguerra,
braseros de cisco, miseria y fastos franquistas, había muchas y entregaban un
prospecto los porteros y acomodadores de la película que ibas a ver. Antes de
cumplir los 10 años ya tenía una buena colección que mi madre se encargó de
tirarla a la basura cuando, debido a la profesión de mi padre, nos vimos
obligados a trasladarnos a Girona. Mis padres decían que la actriz más guapa
era Ava Gardner, y en lo referente a actores solo opinaba mi madre que se
inclinaba por Gregory Peck. Pude ver entonces “Mogambo” y ya me enamoré
precozmente de Ava Gardner. Le he sido fiel hasta ahora en que ya me acerco a
los 70.
GIRONA/GERONA
Entonces se
llamaba Gerona. Una pequeña y muy bella ciudad en la que viví desde los 9 a los
12 años. Recuerdo los nombres de las salas de cine de la ciudad del Ter y el
Oñar: Coliseo Imperial, Albéniz, Ultonia, Moderno, Gran Vía y Oriente. Allí vi
tantas películas que fue donde me convertí en apasionado cinéfilo. Había una
razón: los porteros de las salas dejaban entrar a la gente menuda siempre que fuese
acompañada por sus padres y hacían el siguiente comentario: ¡ah, si quieren
entrar con el niño, mire su conciencia!. Aunque católicos, mis padres tenían la
conciencia lo suficientemente laxa para que les pareciese de perlas el que yo
entrase al cine aunque el film no fuese tolerado para menores. Maravilloso,
porque vi a una edad temprana películas que, quizás, en otras ciudades me
hubiese sido imposible.
Se hablaba
mucho de que Ava Gardner estaba rodando en Tossa de Mar (Costa Brava), la
película “Pandora y el holandés errante”. Mis padres tenían un singular coche
que más bien parecía una furgoneta con paneles de madera laterales en el
exterior. Eran conocidas como “rubias”. Desde Gerona a la Costa Brava también
se podía ir en un tren de vía estrecha, al que los gerundenses llamaban “el
carrilet”. Era incomodísimo y paraba en todas las estaciones habidas y por
haber. Así que no contemplamos esa posibilidad y mis padres, un matrimonio
amigo y servidor, montamos en la “rubia” y nos fuimos a Tossa de Mar. Yo
temblaba, estaba convencido de que iba a ver en carne mortal a Ava Lavinia
Gardner.Llegar a
Tossa en automóvil suponía una enorme paliza y un cierto riesgo. No había
autopista alguna ni carretera con doble carril. Y de Lloret a Tossa había,
siempre se comentaba, tantas curvas como días tiene el año: 365. Ni las conté
ni me maree, solo pensaba en Ava Gardner. Y llegamos a Tossa. Solo había un
hotel, el Rosamar, y una especie de muy bello bar y sala de fiestas que se
llamaba “Las cuevas”.
Había que
pasar un día entero en Tossa. Un domingo claro, que el lunes había que trabajar
y yo ir al colegio de los Hermanos Maristas, sito junto a la catedral. Las
informaciones habían sido disparatadas, ya que fuimos a Tossa en 1956 y
“Pandora” se había filmado en ¡¡1950!!. Total viaje de ida y vuelta,
frustración, llanto inconsolable. No obstante fuimos a “La Cuevas” y le
preguntamos al dueño, – su nombre era Pep Casadevall – que recordaba de Ava
Gardner y “Pandora”. El hombre nos contó una historia, más o menos creíble,
según la cual la belleza de Ava Gardner superaba en la realidad a la ficción,
que se había liado con un torero muy malo llamado Mario Cabré (tenía un papel
en la película), que Frank Sinatra, casado entonces con Ava, había acudido
varias veces a ver si le estaban poniendo la cornamenta pero que nada de
violencia o celos. Alcohol en litros. Frankie se sentaba al piano que había en
el local, inundaba de flores a su amada y le cantaba con su inigualable voz las
más hermosas baladas. El protagonista masculino de “Pandora”, el gran James
Mason, nunca fue a “Las Cuevas”. Pep le veía pasear acompañado del director
Albert Lewin por las noches y en la playa. Luego se recluía en el hotel
Rosamar.
ZARAGOZA
Después de
“Pandora” (en Tossa hay todavía una estatua en memoria de Ava Gardner), Ava
decidió quedarse a vivir en Madrid. A Franco no le importaban sus escándalos
porque era una superestrella y traía divisas, periodistas de medio mundo y…a
Frank Sinatra. Habitó en dos pisos distintos, en el segundo de los cuales
moraba el exiliado general Perón. En todos sus años españoles, Ava apenas se
preocupó en aprender nuestro idioma. Tan solo “pesetas” y todos los tacos. Se
ligaba a toreros y a gitanos. Era una mujer completamente libre, adelantada a
su tiempo, demócrata, antifascista, de fuerte carácter y muy amiga de sus
amigas y amigos. No le importaba el dinero y, como es sabido, bebía toda clase
de vinos y licores. Su segundo torero fue Luis Miguel Dominguín, un macho alfa
hispánico, al que adoró y fue correspondida mientras la encuernada era Lucía
Bosé. Marcos Ordóñez en su estupendo relato “Beberse la vida” – pésimamente
llevado al cine por Isaki Lacuesta con el título “La noche que no acaba” – la
conoció y la amó y cuenta que cuando estaba muy bebida no tenía inhibición
alguna de subirse a la mesa de los tablaos flamencos que frecuentaba,
levantarse las faldas y mearse tranquilamente. Una vez el gran crítico teatral
– todavía activo en “El País” – le preguntó porque se había casado con un tipo
como Sinatra que apenas superaba el 1,50 m,, a lo que Ava respondió: sí, pero
los 50 son de pene.
Ava siempre
se sorprendía de que en España la acogieran tan bien y le permitieran todo tipo
de desmanes. Al fin y al cabo ella era demócrata, librepensadora y nada
católica. Cuando se levantaba por las mañanas tras una noche eterna – no
precisaba más allá de cuatro horas de sueño, desayunarse con vodka y champagne,
ducharse, arreglarse y ya estaba de nuevo radiante de belleza – de vino y
rosas, salía a la terraza con su secretaria y gritaba fuertemente ¡¡Perón
cabrón!. El supuesto amigo de Franco protestó, pero los ministros del caudillo
genocida le aconsejaron que entre Perón y Gardner no hubiera duda posible. Se hizo muy
amiga de Hemingway. Ambos amaban “la fiesta” de los toros aunque por distintos
motivos. En 1955 vino a Zaragoza a ver una corrida en la que toreaba Dominguín,
pero yo estaba a punto de irme a Gerona y era un niño, joder. Se le hicieron
unas fotografías maravillosas en blanco y negro que se conservan en un museo de
Zaragoza. Volvió en 1959 y yo ya no era tan niño y ya no vivía en Gerona. Se
alojó, con Hemingway y Orson Welles, en el Gran Hotel. Un primo mayor que yo
tenía una Vespa y fuimos ambos varias veces del Gran Hotel a la Plaza de Toros
y viceversa. Ningún éxito. Tampoco conseguí ver a miss Gardner y me resigné de
por vida a contemplarla solo en la pantalla. Pese a la sensualidad que
desprendían sus movimientos y su humor, nunca Ava me incitó al onanismo. Otras
actrices sí, pero ella jamás. Decididamente mi estado mental cuando la
contemplaba en la pantalla era el de un perfecto tonto del haba. Actualmente
veo cada año cuatro cinco películas de Ava y me sigo quedando pasmado y
embobado. Decididamente soy un orate.
AVA GARDNER
Y FRANK SINATRA
“La voz” no
superó jamás el que Ava le abandonará y permaneció eternamente enamorado de
ella hasta que la diosa voló al Olimpo con tan solo 68 años. Cuando se marchó
de España para residir en Londres – Ava jamás tuvo especial apego por U.S.A. -,
Frankie le proporcionó un suntuoso apartamento y la sufragó todos sus gastos
cuando ella se arruinó. Ava siempre le consideró un amigo, tenía todos sus
discos y sabía que gozaba de la protección del cantante y actor. Cuando George
C. Scott le propinó una paliza en el rodaje de “La Biblia”, Ava, que no estaba
por la labor, llamó por tfno. a Frankie y éste le envió unos gorilas que
hicieron pagar muy caro el atrevimiento de Scott. Una vez coincidieron en una
fiesta organizada por el escritor Truman Capote. Sinatra se había casado con
Mia Farow (mucho antes que ésta se enrollase con Woody Allen) que llevaba el
pelo cortísimo por el rodaje de “La semila del diablo”, Ava se acercó a la
pareja y le dijo a Frankie: “Siempre supe que acabarías casado con un hombre”.
La anécdota no es apócrifa, Ava la cuenta en sus memorias y Capote en las
suyas.
AVA GARDNER
Y JOHN HUSTON
Tennessee
Williams que era homosexual, deseaba que en la traslación al cine de su
magnífica pieza dramática “Las noche de la iguana”, Ava interpretase el papel
de la marchosa Maxine (algo autobiográfico aunque sin toreros ni flamencos). El
productor Sam Spiegel y el director John Huston viajaron a Madrid para tratar
de convencerla. Huston, el más golfo – se casó cinco veces y se lió con la
mayoría de las actrices de sus películas, excepción hecha de Deborah Kerr – y
un grandísimo de Holywood. Trataron de seguir el ritmo de Ava y a los dos días
Spiegel estaba hospitalizado con estómago destrozado. Huston resistió y se
enamoró perdidamente de Ava. No fue correspondido. En su estupendo libro de
memorias “An open book”, Huston lo cuenta amargamente: “gitanos, toreros pero
nada de Huston”. En compensación se hicieron grandes amigos. Huston la
homenajeó en el final de “El juez de la horca” y ella se sentó a su lado en su
detestado Hollywood cuando a él le fue otorgado el premio del American Film
Institute. Yo vi el acto por televisión ya en color y Ava, madura y vestida de
blanco, lucía todavía bellísima. Huston la cuidó y la mimó y extrajo de ella la
interpretación de su vida en “La noche de la iguana” (tercera nominación al
Oscar fallida tras “Mogambo” y “La condesa descalza”). El film se rodó en la
costa mexicana de Mismaloya y Huston, en su vejez, tendría allí su último
domicilio en honor a su amiga/amada miss G.
AVA GARDNER:
LA ACTRIZ
Ava fue
siempre una profesional intachable aunque solo hubiese dormido una hora. Se
llevó bien con sus galanes, especialmente con Gregory Peck y tan solo detestó a
Charlton Heston un republicano de extrema derecha que difícilmente podía
congeniar con Gardner. Hicieron juntos dos malas películas “55 días en Pekín” y
“Terremoto”. No dispuso de muchas oportunidades de mostrar que sabía
interpretar, tanto en comedia como en drama. Pero cuando las tuvo se reveló
como una excelente actriz. En “Mogambo”, “La condesa descalza”, “La hora
final”, “Fiesta”, “La noche dela iguana”. Sé que muchos otros cinéfilos
encontrarán actrices más hermosas. Yo no y pido disculpas por la extensión de
este texto que finalizo con una carta. A mi hay muchas actrices que me parecen
bellísimas, pero son mortales y Ava no. Es mi diosa del celuloide.
LA CARTA QUE
NUNCA FUE ENVIADA
Ava Lavinia.
Hablar de ti, escribir sobre ti, me resulta bastante difícil. Poco objetivo se
puede ser cuando redactamos notas, tintamos papeles y llenamos páginas sobre
alguien a quién se ama. Me es casi imposible juzgarte como actriz, ya que tu
esplendorosa belleza me impide verte en otra dimensión que no sea divina.
Porque tú, bellísima Ava Lavinia, has sido una deidad de la pantalla y eres
inmortal. Moras en el Olimpo de las luces y las sombras y eres la reina que no
permite a nadie acceder a su trono.. Ahora te hallas en el irremediable ocaso,
porque tú puedes envejecer pero nunca morir. Detrás de la imagen marchita de un
horrible “Terremoto”, aparece la figura deslumbrante de María Vargas, “La
condesa descalza”
¡Qué tópico
resulta decir que tú siempre has estado por encima de los imbéciles personajes
con que la Metro te obsequiaba. Tú no hacías esfuerzo alguno en simular una
actriz, cuando encarnabas a las protagonistas de “Venus era mujer”, “El gran
pecador”, “Odio y orgullo” o “Estrella del destino”. Para qué. Tu rostro
perfecto, tu sensualidad, tu forma de andar, tu mirada, tu increíble cuello que
cisne alguno pudo imitar, eran más que suficientes para olvidar las películas y
contemplarte como la mujer que ningún pintor pudo retratar. Tú has sido la
divina entre las diosas, como diría Homero, la de los níveos brazos, la que no
pudo juzgar Paris – ni reproducir Rubens – porque Hera, Afrodita y Atenea eras
tú solo y no tres. Había algo, inseguro, frágil aunque inquebrantable. Ese algo
que no te hacía tan distantes como aquellas a las que insensatos creyeron tus
iguales: Garbo, Dietrich, Tierney, Lamarr, Taylor, Mangano, Félix, Kelly,Novak…….
Oye Ava
Lavinia. ¡Qué cantidad de películas malas has hecho y sigues haciendo!. No te
tomaste el cine muy en serio porque preferías la vida y la viviste sorbo a
sorbo, trago a trago, juerga a juerga. Repaso tu filmografía y llegó a
encontrar hasta cinco buenas películas. Tú lo sabías y entonces querías ser una
actriz y bien que lo conseguías. Entre tus films brilla siempre esa “condesa
descalza” que el maestro Manckiewicz te regaló, una bien triste y certera
versión de la Cenicienta en Hollywood. María Vargas d’Amata, gitana madrileña
(siempre que se escribe sobre ti. Madrid surge en tus días argénteos) que
Joseph L. confesó que no supo dirigirte porque solo podía mirarte. En tu
madurez estuviste excelsa en “La hora final”, donde tu talento y el de Stanley
Kramer – siempre tan injustamente denostado – vencían a los de Gregory Peck y
Fred Astaire y empataba con un Perkins en estado de gracia. Metida en carnes,
pero siempre hermosísima, tu enamorado John Huston – al que no le hiciste ni
puto caso – te brindó y lloró porque fueses su Maxine de “La noche de la
iguana”. Ganaste el premio a la mejor actriz en el Festival de San Sebastián y
fuiste nominada al Oscar. No te lo dieron pero la merecías tanto como tu
compañera de reparto, la extraordinaria Deborah Kerr. Huston, que te amaba sin
ser correspondido, te homenajeó cinco minutos en “El juez de la horca”, y tu
bajaste de una vagón de tren llena de clase y mirando irónicamente a la cámara.
Fuiste el
lujo de “Mogambo”, un Ford menor pero entretenido y en el que, entre gorila y
gorila, te zampaste con incomparable sentido del humor a Clark Gable y Grace
Kelly, mientras te cachondeabas de ellos ante la mirada complacida de Ford.
Como Gable siempre tuvo unas considerables orejas, tú te acercabas a una jaula
enorme en la que había un elefante y decías ¿Dónde habré visto yo esas orejas?.
Cuentas en tus memorias como les hiciste imposible la vida en Africa. Clark y
Grace vivieron un romance durante el rodaje, sabido que la futura reina de
Mónaco era una ninfómana a la que le gustaban los que le doblaban la edad:
Wiliam Holden, Gary Cooper, Bing Crosby, Cary Grant, James Stewart…., total que
abriste la puerta de la roulotte en la que Gable y Kelly fornicaban desnudos y
exclamaste: ¡bah! Si la tiene más pequeña que Frankie. A lo peor por eso no te
dieron el Oscar al que fuiste nominada y que, sin duda, merecías. Haciendo de
puta buena, había un momento en que confesabas tus muchos pecados. Ahí, una vez
más, tu belleza roza lo irreal.
“Las nieves
de Kilimanjaro” y “Fiesta” (The sun also rises), resultaron mediocres
adaptaciones de dos novelas tampoco muy buenas de Hemingway. En la primera
tardabas en salir, pero cuando lo hacías en una cava de jazz de Paris
deslumbrabas a Peck y a todos los espectadores, y en la de don Ernesto en San
Fermín, lo único que restaba de Hemingway eráis tú (vaya lubricidad cuando
observabas al torero Enrique Vera ) y un Errol Flynn genial parodiándose a sí
mismo. Y dejo para el final el principio.: “Pandora y el holandés errante”
rodada en Tossa de Mar, como en el mito helénico tú, Pandora Reynolds, llevabas
a la muerte a un piloto de Fórmula 1 y a un torero. Ambos morían por ti. La
película fue una deliciosa extravagancia de Albert Lewin en la que se
mezclaban, con fortuna, el mito griego (la primera mujer que, como Eva, trajo
todos los males a este perro mundo, joder que asquerosa misoginia la de las
religiones) y el germánico del Holandés Errante se unían en perfecta ósmosis
gracias a tu arrebatadora belleza juvenil y a la siempre agradecible presencia
del gran James Mason.
Aun
refulgiste como una gema de infinitas irisaciones en las mestizas de “Magnolia”
y “Cruce de destinos”. Y, francamente, querida Ava Lavinia tu decadencia me
importó un rábano. Ava, la de los ardientes ojos, ya se despide de ti tu
rendido admirador y esclavo.
Agustín Luis
Zaragoza, 12
de agosto de 1977
Ava Lavinia
Gardner (Brogden, Carolina del Norte, 24 de diciembre de 1922). Murió en Ciudad
de Westminster, Londres, 25 de enero de 1990. Fue enterrada en su ciudad natal.
Durante su breve funeral apareció una enorme limusina cargada de coronas de
flores. Dentro iba Frank Sinatra.
Zaragoza, 14
de julio de 2015
Luis Betrán
Este texto ha
consultado el Diccionario del Cine de ediciones J.C., las memorias de Ava
Gardner, “Beberse la vida” de Marcos Ordóñez, el breve artículo de Truman
Capote “Ava y Audrey” y el libro de memorias de John Huston “An open book”.
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