jueves, 23 de julio de 2015

CINISMO Y BELLEZA



LOS MERCENARIOS

 


Leo en “El Diario.es” un texto en el que se viene a decir que no existen escritores comprometidos políticamente en la España franquista del P.P. Haberlos, haylos. No hay más que leer el diario neofascista "El País”. Allí, Santos Juliá, Antonio Elorza, Andrés Trapiello, Félix de Azua, Vargas Llosa....bien pagados, supongo, por Prisa o PP-PSOE han escrito monstruosidades sobre Pablo Iglesias. La última, y más exótica, corresponde al ultraderechista Fernando Savater que anota que el líder de Podemos podría ser YIHADISTA. Tambien continuas alabanzas a Rivera y Ciudadanos. Nunca se insulta a Alberto Garzón. Si, al final, se diera la unidad PODEMOS-IU-AHORA EN COMUN, entonces los insultos al joven Garzón serían equiparables a los recibidos por el de la coleta. Tambien en ese inmundo diario, desgraciadamente todavía muy estimado por demasiada gente, se ocultan noticias tales como la intención del PP de primar a las listas más votadas o las actuaciones de Santisteve, alcalde de mi ciudad. Maruja Torres sabe muy bien lo que es "El País". Por eso se largó de tan sucio tinglado. ¿Qué pintan Milás y El Roto?. No parecen muy enamorados del lechón Felipón.

BELLEZA

AVA GARDNER, MI DIOSA DEL CINE





Yo nací el 10 de enero de 1947. No tuve hermanos. Aconteció el suceso en la ciudad de Zaragoza. Tuve la suerte de que a mis padres y a mis primos/as les gustase mucho el cine por lo que pronto me llevaron a ver las películas toleradas para menores. Asimismo me compraba álbumes que llenaba con cromos de grandes estrellas del cine de los 50, la mayoría estadounidenses. Cuando entrabas a una sala de cine, y en Zaragoza en aquella época de postguerra, braseros de cisco, miseria y fastos franquistas, había muchas y entregaban un prospecto los porteros y acomodadores de la película que ibas a ver. Antes de cumplir los 10 años ya tenía una buena colección que mi madre se encargó de tirarla a la basura cuando, debido a la profesión de mi padre, nos vimos obligados a trasladarnos a Girona. Mis padres decían que la actriz más guapa era Ava Gardner, y en lo referente a actores solo opinaba mi madre que se inclinaba por Gregory Peck. Pude ver entonces “Mogambo” y ya me enamoré precozmente de Ava Gardner. Le he sido fiel hasta ahora en que ya me acerco a los 70.

GIRONA/GERONA




Entonces se llamaba Gerona. Una pequeña y muy bella ciudad en la que viví desde los 9 a los 12 años. Recuerdo los nombres de las salas de cine de la ciudad del Ter y el Oñar: Coliseo Imperial, Albéniz, Ultonia, Moderno, Gran Vía y Oriente. Allí vi tantas películas que fue donde me convertí en apasionado cinéfilo. Había una razón: los porteros de las salas dejaban entrar a la gente menuda siempre que fuese acompañada por sus padres y hacían el siguiente comentario: ¡ah, si quieren entrar con el niño, mire su conciencia!. Aunque católicos, mis padres tenían la conciencia lo suficientemente laxa para que les pareciese de perlas el que yo entrase al cine aunque el film no fuese tolerado para menores. Maravilloso, porque vi a una edad temprana películas que, quizás, en otras ciudades me hubiese sido imposible.



Se hablaba mucho de que Ava Gardner estaba rodando en Tossa de Mar (Costa Brava), la película “Pandora y el holandés errante”. Mis padres tenían un singular coche que más bien parecía una furgoneta con paneles de madera laterales en el exterior. Eran conocidas como “rubias”. Desde Gerona a la Costa Brava también se podía ir en un tren de vía estrecha, al que los gerundenses llamaban “el carrilet”. Era incomodísimo y paraba en todas las estaciones habidas y por haber. Así que no contemplamos esa posibilidad y mis padres, un matrimonio amigo y servidor, montamos en la “rubia” y nos fuimos a Tossa de Mar. Yo temblaba, estaba convencido de que iba a ver en carne mortal a Ava Lavinia Gardner.Llegar a Tossa en automóvil suponía una enorme paliza y un cierto riesgo. No había autopista alguna ni carretera con doble carril. Y de Lloret a Tossa había, siempre se comentaba, tantas curvas como días tiene el año: 365. Ni las conté ni me maree, solo pensaba en Ava Gardner. Y llegamos a Tossa. Solo había un hotel, el Rosamar, y una especie de muy bello bar y sala de fiestas que se llamaba “Las cuevas”.




Había que pasar un día entero en Tossa. Un domingo claro, que el lunes había que trabajar y yo ir al colegio de los Hermanos Maristas, sito junto a la catedral. Las informaciones habían sido disparatadas, ya que fuimos a Tossa en 1956 y “Pandora” se había filmado en ¡¡1950!!. Total viaje de ida y vuelta, frustración, llanto inconsolable. No obstante fuimos a “La Cuevas” y le preguntamos al dueño, – su nombre era Pep Casadevall – que recordaba de Ava Gardner y “Pandora”. El hombre nos contó una historia, más o menos creíble, según la cual la belleza de Ava Gardner superaba en la realidad a la ficción, que se había liado con un torero muy malo llamado Mario Cabré (tenía un papel en la película), que Frank Sinatra, casado entonces con Ava, había acudido varias veces a ver si le estaban poniendo la cornamenta pero que nada de violencia o celos. Alcohol en litros. Frankie se sentaba al piano que había en el local, inundaba de flores a su amada y le cantaba con su inigualable voz las más hermosas baladas. El protagonista masculino de “Pandora”, el gran James Mason, nunca fue a “Las Cuevas”. Pep le veía pasear acompañado del director Albert Lewin por las noches y en la playa. Luego se recluía en el hotel Rosamar.

ZARAGOZA




Después de “Pandora” (en Tossa hay todavía una estatua en memoria de Ava Gardner), Ava decidió quedarse a vivir en Madrid. A Franco no le importaban sus escándalos porque era una superestrella y traía divisas, periodistas de medio mundo y…a Frank Sinatra. Habitó en dos pisos distintos, en el segundo de los cuales moraba el exiliado general Perón. En todos sus años españoles, Ava apenas se preocupó en aprender nuestro idioma. Tan solo “pesetas” y todos los tacos. Se ligaba a toreros y a gitanos. Era una mujer completamente libre, adelantada a su tiempo, demócrata, antifascista, de fuerte carácter y muy amiga de sus amigas y amigos. No le importaba el dinero y, como es sabido, bebía toda clase de vinos y licores. Su segundo torero fue Luis Miguel Dominguín, un macho alfa hispánico, al que adoró y fue correspondida mientras la encuernada era Lucía Bosé. Marcos Ordóñez en su estupendo relato “Beberse la vida” – pésimamente llevado al cine por Isaki Lacuesta con el título “La noche que no acaba” – la conoció y la amó y cuenta que cuando estaba muy bebida no tenía inhibición alguna de subirse a la mesa de los tablaos flamencos que frecuentaba, levantarse las faldas y mearse tranquilamente. Una vez el gran crítico teatral – todavía activo en “El País” – le preguntó porque se había casado con un tipo como Sinatra que apenas superaba el 1,50 m,, a lo que Ava respondió: sí, pero los 50 son de pene.


Ava siempre se sorprendía de que en España la acogieran tan bien y le permitieran todo tipo de desmanes. Al fin y al cabo ella era demócrata, librepensadora y nada católica. Cuando se levantaba por las mañanas tras una noche eterna – no precisaba más allá de cuatro horas de sueño, desayunarse con vodka y champagne, ducharse, arreglarse y ya estaba de nuevo radiante de belleza – de vino y rosas, salía a la terraza con su secretaria y gritaba fuertemente ¡¡Perón cabrón!. El supuesto amigo de Franco protestó, pero los ministros del caudillo genocida le aconsejaron que entre Perón y Gardner no hubiera duda posible. Se hizo muy amiga de Hemingway. Ambos amaban “la fiesta” de los toros aunque por distintos motivos. En 1955 vino a Zaragoza a ver una corrida en la que toreaba Dominguín, pero yo estaba a punto de irme a Gerona y era un niño, joder. Se le hicieron unas fotografías maravillosas en blanco y negro que se conservan en un museo de Zaragoza. Volvió en 1959 y yo ya no era tan niño y ya no vivía en Gerona. Se alojó, con Hemingway y Orson Welles, en el Gran Hotel. Un primo mayor que yo tenía una Vespa y fuimos ambos varias veces del Gran Hotel a la Plaza de Toros y viceversa. Ningún éxito. Tampoco conseguí ver a miss Gardner y me resigné de por vida a contemplarla solo en la pantalla. Pese a la sensualidad que desprendían sus movimientos y su humor, nunca Ava me incitó al onanismo. Otras actrices sí, pero ella jamás. Decididamente mi estado mental cuando la contemplaba en la pantalla era el de un perfecto tonto del haba. Actualmente veo cada año cuatro cinco películas de Ava y me sigo quedando pasmado y embobado. Decididamente soy un orate.

AVA GARDNER Y FRANK SINATRA


“La voz” no superó jamás el que Ava le abandonará y permaneció eternamente enamorado de ella hasta que la diosa voló al Olimpo con tan solo 68 años. Cuando se marchó de España para residir en Londres – Ava jamás tuvo especial apego por U.S.A. -, Frankie le proporcionó un suntuoso apartamento y la sufragó todos sus gastos cuando ella se arruinó. Ava siempre le consideró un amigo, tenía todos sus discos y sabía que gozaba de la protección del cantante y actor. Cuando George C. Scott le propinó una paliza en el rodaje de “La Biblia”, Ava, que no estaba por la labor, llamó por tfno. a Frankie y éste le envió unos gorilas que hicieron pagar muy caro el atrevimiento de Scott. Una vez coincidieron en una fiesta organizada por el escritor Truman Capote. Sinatra se había casado con Mia Farow (mucho antes que ésta se enrollase con Woody Allen) que llevaba el pelo cortísimo por el rodaje de “La semila del diablo”, Ava se acercó a la pareja y le dijo a Frankie: “Siempre supe que acabarías casado con un hombre”. La anécdota no es apócrifa, Ava la cuenta en sus memorias y Capote en las suyas.

AVA GARDNER Y JOHN HUSTON



Tennessee Williams que era homosexual, deseaba que en la traslación al cine de su magnífica pieza dramática “Las noche de la iguana”, Ava interpretase el papel de la marchosa Maxine (algo autobiográfico aunque sin toreros ni flamencos). El productor Sam Spiegel y el director John Huston viajaron a Madrid para tratar de convencerla. Huston, el más golfo – se casó cinco veces y se lió con la mayoría de las actrices de sus películas, excepción hecha de Deborah Kerr – y un grandísimo de Holywood. Trataron de seguir el ritmo de Ava y a los dos días Spiegel estaba hospitalizado con estómago destrozado. Huston resistió y se enamoró perdidamente de Ava. No fue correspondido. En su estupendo libro de memorias “An open book”, Huston lo cuenta amargamente: “gitanos, toreros pero nada de Huston”. En compensación se hicieron grandes amigos. Huston la homenajeó en el final de “El juez de la horca” y ella se sentó a su lado en su detestado Hollywood cuando a él le fue otorgado el premio del American Film Institute. Yo vi el acto por televisión ya en color y Ava, madura y vestida de blanco, lucía todavía bellísima. Huston la cuidó y la mimó y extrajo de ella la interpretación de su vida en “La noche de la iguana” (tercera nominación al Oscar fallida tras “Mogambo” y “La condesa descalza”). El film se rodó en la costa mexicana de Mismaloya y Huston, en su vejez, tendría allí su último domicilio en honor a su amiga/amada miss G.

AVA GARDNER: LA ACTRIZ



Ava fue siempre una profesional intachable aunque solo hubiese dormido una hora. Se llevó bien con sus galanes, especialmente con Gregory Peck y tan solo detestó a Charlton Heston un republicano de extrema derecha que difícilmente podía congeniar con Gardner. Hicieron juntos dos malas películas “55 días en Pekín” y “Terremoto”. No dispuso de muchas oportunidades de mostrar que sabía interpretar, tanto en comedia como en drama. Pero cuando las tuvo se reveló como una excelente actriz. En “Mogambo”, “La condesa descalza”, “La hora final”, “Fiesta”, “La noche dela iguana”. Sé que muchos otros cinéfilos encontrarán actrices más hermosas. Yo no y pido disculpas por la extensión de este texto que finalizo con una carta. A mi hay muchas actrices que me parecen bellísimas, pero son mortales y Ava no. Es mi diosa del celuloide.

LA CARTA QUE NUNCA FUE ENVIADA




Ava Lavinia. Hablar de ti, escribir sobre ti, me resulta bastante difícil. Poco objetivo se puede ser cuando redactamos notas, tintamos papeles y llenamos páginas sobre alguien a quién se ama. Me es casi imposible juzgarte como actriz, ya que tu esplendorosa belleza me impide verte en otra dimensión que no sea divina. Porque tú, bellísima Ava Lavinia, has sido una deidad de la pantalla y eres inmortal. Moras en el Olimpo de las luces y las sombras y eres la reina que no permite a nadie acceder a su trono.. Ahora te hallas en el irremediable ocaso, porque tú puedes envejecer pero nunca morir. Detrás de la imagen marchita de un horrible “Terremoto”, aparece la figura deslumbrante de María Vargas, “La condesa descalza”

¡Qué tópico resulta decir que tú siempre has estado por encima de los imbéciles personajes con que la Metro te obsequiaba. Tú no hacías esfuerzo alguno en simular una actriz, cuando encarnabas a las protagonistas de “Venus era mujer”, “El gran pecador”, “Odio y orgullo” o “Estrella del destino”. Para qué. Tu rostro perfecto, tu sensualidad, tu forma de andar, tu mirada, tu increíble cuello que cisne alguno pudo imitar, eran más que suficientes para olvidar las películas y contemplarte como la mujer que ningún pintor pudo retratar. Tú has sido la divina entre las diosas, como diría Homero, la de los níveos brazos, la que no pudo juzgar Paris – ni reproducir Rubens – porque Hera, Afrodita y Atenea eras tú solo y no tres. Había algo, inseguro, frágil aunque inquebrantable. Ese algo que no te hacía tan distantes como aquellas a las que insensatos creyeron tus iguales: Garbo, Dietrich, Tierney, Lamarr, Taylor, Mangano, Félix, Kelly,Novak…….



Oye Ava Lavinia. ¡Qué cantidad de películas malas has hecho y sigues haciendo!. No te tomaste el cine muy en serio porque preferías la vida y la viviste sorbo a sorbo, trago a trago, juerga a juerga. Repaso tu filmografía y llegó a encontrar hasta cinco buenas películas. Tú lo sabías y entonces querías ser una actriz y bien que lo conseguías. Entre tus films brilla siempre esa “condesa descalza” que el maestro Manckiewicz te regaló, una bien triste y certera versión de la Cenicienta en Hollywood. María Vargas d’Amata, gitana madrileña (siempre que se escribe sobre ti. Madrid surge en tus días argénteos) que Joseph L. confesó que no supo dirigirte porque solo podía mirarte. En tu madurez estuviste excelsa en “La hora final”, donde tu talento y el de Stanley Kramer – siempre tan injustamente denostado – vencían a los de Gregory Peck y Fred Astaire y empataba con un Perkins en estado de gracia. Metida en carnes, pero siempre hermosísima, tu enamorado John Huston – al que no le hiciste ni puto caso – te brindó y lloró porque fueses su Maxine de “La noche de la iguana”. Ganaste el premio a la mejor actriz en el Festival de San Sebastián y fuiste nominada al Oscar. No te lo dieron pero la merecías tanto como tu compañera de reparto, la extraordinaria Deborah Kerr. Huston, que te amaba sin ser correspondido, te homenajeó cinco minutos en “El juez de la horca”, y tu bajaste de una vagón de tren llena de clase y mirando irónicamente a la cámara.


Fuiste el lujo de “Mogambo”, un Ford menor pero entretenido y en el que, entre gorila y gorila, te zampaste con incomparable sentido del humor a Clark Gable y Grace Kelly, mientras te cachondeabas de ellos ante la mirada complacida de Ford. Como Gable siempre tuvo unas considerables orejas, tú te acercabas a una jaula enorme en la que había un elefante y decías ¿Dónde habré visto yo esas orejas?. Cuentas en tus memorias como les hiciste imposible la vida en Africa. Clark y Grace vivieron un romance durante el rodaje, sabido que la futura reina de Mónaco era una ninfómana a la que le gustaban los que le doblaban la edad: Wiliam Holden, Gary Cooper, Bing Crosby, Cary Grant, James Stewart…., total que abriste la puerta de la roulotte en la que Gable y Kelly fornicaban desnudos y exclamaste: ¡bah! Si la tiene más pequeña que Frankie. A lo peor por eso no te dieron el Oscar al que fuiste nominada y que, sin duda, merecías. Haciendo de puta buena, había un momento en que confesabas tus muchos pecados. Ahí, una vez más, tu belleza roza lo irreal.



“Las nieves de Kilimanjaro” y “Fiesta” (The sun also rises), resultaron mediocres adaptaciones de dos novelas tampoco muy buenas de Hemingway. En la primera tardabas en salir, pero cuando lo hacías en una cava de jazz de Paris deslumbrabas a Peck y a todos los espectadores, y en la de don Ernesto en San Fermín, lo único que restaba de Hemingway eráis tú (vaya lubricidad cuando observabas al torero Enrique Vera ) y un Errol Flynn genial parodiándose a sí mismo. Y dejo para el final el principio.: “Pandora y el holandés errante” rodada en Tossa de Mar, como en el mito helénico tú, Pandora Reynolds, llevabas a la muerte a un piloto de Fórmula 1 y a un torero. Ambos morían por ti. La película fue una deliciosa extravagancia de Albert Lewin en la que se mezclaban, con fortuna, el mito griego (la primera mujer que, como Eva, trajo todos los males a este perro mundo, joder que asquerosa misoginia la de las religiones) y el germánico del Holandés Errante se unían en perfecta ósmosis gracias a tu arrebatadora belleza juvenil y a la siempre agradecible presencia del gran James Mason.

Aun refulgiste como una gema de infinitas irisaciones en las mestizas de “Magnolia” y “Cruce de destinos”. Y, francamente, querida Ava Lavinia tu decadencia me importó un rábano. Ava, la de los ardientes ojos, ya se despide de ti tu rendido admirador y esclavo.

Agustín Luis
Zaragoza, 12 de agosto de 1977

Ava Lavinia Gardner (Brogden, Carolina del Norte, 24 de diciembre de 1922). Murió en Ciudad de Westminster, Londres, 25 de enero de 1990. Fue enterrada en su ciudad natal. Durante su breve funeral apareció una enorme limusina cargada de coronas de flores. Dentro iba Frank Sinatra.

Zaragoza, 14 de julio de 2015

Luis Betrán

Este texto ha consultado el Diccionario del Cine de ediciones J.C., las memorias de Ava Gardner, “Beberse la vida” de Marcos Ordóñez, el breve artículo de Truman Capote “Ava y Audrey” y el libro de memorias de John Huston “An open book”.


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