EL CINE Y LA I GUERRA MUNDIAL (IV)
Despues de
la guerra aparece “Le diable au corps” (1947), de Claude Autant-Lara,
adaptación de la novela de Raymond Radiguet que despertó fuertes polémicas por
su supuesta inmoralidad. El tema son las relaciones amorosas de un adolescente
con la mujer de un combatiente, y se hace eco de la problemática de la
generación que era muy joven en la Segunda Guerra. El film, con el protagonismo
de Gerard Philippe y Micheline Presle, es excelente, a pesar de la injusta mala
fama de su director. En Checoslovaquia, Paolo Bielik realiza en 1958,
“Styridsatstyri, película difícilmente localizable y que yo conseguí ver en la
Cinémateque de Paris hace muchos años. Basada en un hecho real, el film trata
del motín de un grupo de soldados eslovacos contra el militarismo austrohúngaro
en el pueblo serbio de Kragujevac y se erige en un documento emocionante.
Llegamos a
otra obra maestra, “La gran guerra” (La grande guerra, 1959), film realizado
por el gran Mario Monicelli y León de Oro en el Festival de Venecia de 1960. Es
una ridiculización del ejército italiano de la Primera Guerra Mundial que
deviene en una medida y extraordinaria tragicomedia con una prodigiosa
interpretación de Vittorio Gassman y Alberto Sordi. La contradicción de la
guerra aparece en toda su crudeza en el irónico personaje de Landrú, del que
Claude Chabrol nos ofrece una interesante aunque frustrada versión
cinematográfica. Lástima, porque esta película hace bueno el proverbio de “que
si matas a un hombre serás un asesino, si matas a un millar serás un héroe”.
Los crímenes de Landrú se vuelven ridículos en el contexto de 1914-1918, y el famoso
asesino de mujeres no pasa de ser un modesto artesano ante la industria
genocida de la Gran Guerra.
En 1964,
Joseph Losey crea otra obra maestra en la durísima “King and country”, con
interpretaciones rayanas en la perfección de Dirk Bogarde y Tom Courtenay,
sobre la ejecución de un soldado para servir como ejemplo a sus compañeros. La
gratuidad de la “justicia”, el sistema de clases en el ejército británico de la
Primera Guerra Mundial, la crueldad que engendra la guerra en oficiales y
soldados etc., constituyen un vasto panorama que ayuda a desentrañar esa
barbarie organizada.
El mismo
tema es tratado en la aclamadísima, justamente, y prohibidísima durante años
“Senderos de gloria” (Paths of glory, 1959). La primera obra maestra del genial
Stanley Kubrick. Despues de una misión fallida, un general, para desahogar su
propia ambición frustrada, manda fusilar a tres de sus soldados escogidos al
azar. La condenación de la casta militar, del poder personal y de la gratuidad
del mismo, otorga un valor universal y actualísimo al insoslayable film.
Destaca también su penetración psicológica, apoyada en unos diálogos secos,
exactos y expresivos. El virtuosismo técnico de Kubrick es un plus añadido.
Inolvidables los travellings en las trincheras.
De 1967 es
“L’Horizon”, de Jacques Rouffio, un film muy olvidado en el que el protagonista
está muy lejos del héroe conquistador de “El gran desfile”. Jacques Perrin es
un ser humano en evolución enfrentado a sus propias contradicciones: su
incapacidad de rebelarse ante la movilización, su resignación consciente, el espíritu
guerrero contagiado por el uniforme. Un hombre real que cambia con las
circunstancias. Un film realmente amplio y sugerente, que pasa del problema
individual a consideraciones mucho más
vastas, como la contribución de la Gran Guerra a la emancipación de la mujer –
aquí la película es tramposa - , a la lucidez como arma fundamental para
solucionar problemas como la guerra organizada en los que desempeña tan
importante papel la estupidez humana. Un film más bienintencionado que logrado.
Luis Betrán
Este texto
ha consultado el “Diccionario de los cineastas” de Georges Sadoul.
No hay comentarios:
Publicar un comentario