miércoles, 15 de abril de 2015

DOSSIER CINE Y LA GRAN GUERRA (1914-1918)

EL CINE Y LA I GUERRA MUNDIAL (III)


En Francia el tema bélico no reaparece hasta 1937, en que Jacques de Baroncelli realiza “Fuego” (Feu), y Marcel L’Herbier “Víspera de combate” (Veille d’armes) películas que exaltan la potencia de las armas francesas, mezclando el patriotismo con los dramas de alcoba


También en 1937, Jean Renoir, figura cumbre del cine francés de entreguerras, ofrece a una Europa al borde de la repetición de la catástrofe una visión distanciada del conflicto: “La gran ilusión” (La grande illusion). Premiado en Venecia, el film fue prohibido en Alemania e Italia, y en 1957 clasificado en Bruselas (Expo) entre los doce mejores de la historia del cine. El relato se sitúa en un campo de concentración alemán en el que entre 1916 y 1917 son internados varios oficiales franceses. Al estilo de las novelas caballerescas nos es presentada la guerra como un reto, como una medición de fuerzas entre la aristocracia del ejército. Los oficiales pueden permitirse el lujo de confraternizar entre ellos en una competición aséptica, en una guerra fruto de fenómenos naturales e inevitables. Es, ciertamente, la visión lúcida de un sector humano intelectual con claras intenciones pacifistas basadas en un posible entendimiento entre los buenos alemanes y los buenos franceses. Sin poner en duda el innegable valor del film, su condición de obra maestra, hay que destacar su parcialismo, teniendo en cuenta las circunstancias en que se produce nos puede hacer pensar en una complicidad involuntaria. Extraordinaria la presencia del inmenso Erich Von Stroheim – que en sus gloriosos años de cineasta silente hubiese pergeñado un film bien distinto – en el mejor papel de la película: el noble Von Rauffenstein, comandante del campo de internamiento.


Leon Poirier presenta en 1938 “Soeurs d’armes”, y no puedo si no tachar de ingenua la declaración del director hecha a tan corta distancia de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945): 1914 está lejos, la guerra ya no interesa a nadie”. Jamás pude ver este film, pero a tenor de las palabras de su realizador tampoco lo lamento demasiado.


Capítulo aparte constituyen las películas sobre la aviación. En 1927 Wiliam Wellman realiza “Alas” (Wings), que conquistaría el Oscar en 1928, y “La legión de los condenados” (The legion of the condamned). La primera es magnífica, la segunda no tanto. Howard Hughes y James Whale, aprovechando los aviadores que se habían concentrado alrededor de Hollywood, rueda en 1930 “Angeles del infiernmo” (Hells’angels). Howard Hawks realiza en 1930 “La escuadrilla del amanecer” (The dawn patrol). El tema llega hasta 1966, con las “Aguilas azules” (The blue Max), de John Guillemin, centrada también en la aviación de la primera Guerra Mundial. En estas películas – la de Guillermin es decididamente mediocre – la muerte viene poetizada: no es lo mismo el soldado ennegrecido y desfigurado por la metralla que el avión que cae como un pajarillo herido y levanta una columna de humo al chocar contra el suelo. Ahí radica el engaño de estos films: establecen una leyenda dorada que da a la muerte una falsa belleza.

Luis Betrán



Este texto ha consultado el Diccionario de Cineastas de Georges Sadoul

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