EL CINE Y LA I GUERRA MUNDIAL (III)
En Francia
el tema bélico no reaparece hasta 1937, en que Jacques de Baroncelli realiza
“Fuego” (Feu), y Marcel L’Herbier “Víspera de combate” (Veille d’armes)
películas que exaltan la potencia de las armas francesas, mezclando el
patriotismo con los dramas de alcoba
También en
1937, Jean Renoir, figura cumbre del cine francés de entreguerras, ofrece a una
Europa al borde de la repetición de la catástrofe una visión distanciada del
conflicto: “La gran ilusión” (La grande illusion). Premiado en Venecia, el film
fue prohibido en Alemania e Italia, y en 1957 clasificado en Bruselas (Expo)
entre los doce mejores de la historia del cine. El relato se sitúa en un campo
de concentración alemán en el que entre 1916 y 1917 son internados varios
oficiales franceses. Al estilo de las novelas caballerescas nos es presentada
la guerra como un reto, como una medición de fuerzas entre la aristocracia del
ejército. Los oficiales pueden permitirse el lujo de confraternizar entre ellos
en una competición aséptica, en una guerra fruto de fenómenos naturales e
inevitables. Es, ciertamente, la visión lúcida de un sector humano intelectual
con claras intenciones pacifistas basadas en un posible entendimiento entre los
buenos alemanes y los buenos franceses. Sin poner en duda el innegable valor
del film, su condición de obra maestra, hay que destacar su parcialismo,
teniendo en cuenta las circunstancias en que se produce nos puede hacer pensar
en una complicidad involuntaria. Extraordinaria la presencia del inmenso Erich
Von Stroheim – que en sus gloriosos años de cineasta silente hubiese pergeñado
un film bien distinto – en el mejor papel de la película: el noble Von
Rauffenstein, comandante del campo de internamiento.
Leon Poirier
presenta en 1938 “Soeurs d’armes”, y no puedo si no tachar de ingenua la
declaración del director hecha a tan corta distancia de la Segunda Guerra
Mundial (1939-1945): 1914 está lejos, la guerra ya no interesa a nadie”. Jamás
pude ver este film, pero a tenor de las palabras de su realizador tampoco lo
lamento demasiado.
Capítulo
aparte constituyen las películas sobre la aviación. En 1927 Wiliam Wellman
realiza “Alas” (Wings), que conquistaría el Oscar en 1928, y “La legión de los
condenados” (The legion of the condamned). La primera es magnífica, la segunda
no tanto. Howard Hughes y James Whale, aprovechando los aviadores que se habían
concentrado alrededor de Hollywood, rueda en 1930 “Angeles del infiernmo”
(Hells’angels). Howard Hawks realiza en 1930 “La escuadrilla del amanecer” (The
dawn patrol). El tema llega hasta 1966, con las “Aguilas azules” (The blue
Max), de John Guillemin, centrada también en la aviación de la primera Guerra
Mundial. En estas películas – la de Guillermin es decididamente mediocre – la
muerte viene poetizada: no es lo mismo el soldado ennegrecido y desfigurado por
la metralla que el avión que cae como un pajarillo herido y levanta una columna
de humo al chocar contra el suelo. Ahí radica el engaño de estos films:
establecen una leyenda dorada que da a la muerte una falsa belleza.
Luis Betrán
Este texto
ha consultado el Diccionario de Cineastas de Georges Sadoul
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