miércoles, 2 de abril de 2014

DOSSIER ALAIN RESNAIS (III)

 
EL AÑO PASADO EN MARIENBAD (1961)
“L’année dernière á Marienbad”


¿Qué ocurrió realmente el año pasado en Marienbad?. Rara vez una película ha suscitado polémicas más activas e incluso virulentas. Se llegó a decir que ni tan siquiera el director, Alain Resnais, y el guionista, Alain Robbe-Grillet, estaban completamente de acuerdo: que, según el primero, el año anterior se había producido un encuentro entre los dos protagonistas, mientras que, según el segundo, el episodio entero no era sino una fantasía imaginada por el narrador. Pero esta divergencia no era sino un recurso fríamente pensado. una indicación al espectador de cómo debía abordar la película: es decir, sin ideas preconcebidas. Un destacado crítico francés, Jacques Brunius, afirmó tajantemente tras varios visionados que era la mejor película de todos los tiempos, mientras que otros la descartaron como una pretenciosa película de ”arte y ensayo”. Pero hay algo innegable; para apreciarla plenamente es preciso que el espectador se entregue a su peculiar estructura narrativa y a su inimitable estilo.


La primera voz que se escucha en la película es la del narrador, que va diciendo al principio sin que se le entienda muy bien, y luego cada vez más claramente: “una vez más recorro estos pasillos, atravieso estos salones y galerías en este edificio de siglos pasados…”, mientras la cámara recorre morosamente los interiores de un gran hotel barroco. En uno de los grandes salones, el público contempla inmóvil una obra teatral. “Y ahora”, dice la actriz sobre el escenario, “soy finalmente tuya”. Cae el telón. El final de la obra prefigura la entrega de la protagonista de la película al acabar ésta.


Poco a poco, a través de fragmentos de conversaciones, planos de personas cuidadosamente situadas o de grupos estáticos, la película va creando su perturbador universo, que puede ser real o imaginario. Los tres personajes principales comienzan a revelar sus respectivas identidades: la mujer melancólica que se aloja en el hotel junto a un imperturbable hombre que puede ser o no su marido, y un insinuante extraño, el narrador, quién afirma que la mujer le prometió encontrarse con él hace un año. Ella niega conocerle y haberle tratado, pero el extraño prosigue su cuidadosa táctica de persuasión. ¿No recuerda  aquella ocasión en la que, paseando juntos por el jardín, resbaló y se rompió el tacón del zapato?. Más adelante, andando el uno al lado del otro, ella se tambalea y se agarra al brazo de él en búsqueda de apoyo. Esta escena está rodada a cierta distancia, por lo que no queda claro si se rompe el tacón o no. ¿Ocurrió ello en el pasado, como afirma él, o es que la historia se repite?.  En esta delicada fusión entre pasado y presente no puede haber nada seguro.


La película sugiere muchas preguntas más. ¿No será ese extraño edificio, situado en medio de unos geométricos jardines, un sanatorio mental, y el hombre un psiquiatra que intenta hacer recordar a la mujer una experiencia emocional del pasado que se ha bloqueado inconscientemente en su memoria?. Y sus ropas, típicas del estilo Chanel y correspondientes a un determinado período histórico, ¿no proporcionan acaso una clave para comprender lo que está ocurriendo?. Parece que, en general, la protagonista viste de blanco en las escenas del presente y de negro en las del pasado, pero no siempre es así. ¿Y qué decir de la figura en sombras que parece ser su marido?¿Lo es en realidad?¿O es su amante?¿Su hermano? Casi siempre se le ve jugando con cerillas y ganándole en el juego al tercer vértice del triángulo, el no menos enigmático narrador. En un determinado momento, cuando éste parece estar a punto de obligar a la mujer a admitir la realidad del pasado, ella se vuelve hacia su marido y le suplica que no la deje. Su respuesta no puede ser más fría y razonada: “pero si eres tú la que me estás abandonando”. Cuando su predicción se hace realidad, ella le deja sin sentimientos de alegría ni de autorrealización, sino como si estuviese partiendo hacia un destino desconocido. En este enfrentamiento de voluntades y persuasiones, ella parece ser la víctima de un sino inexplicable, que, probablemente, la conduce a la muerte o al olvido.


La eterna fascinación de “Marienbad” radica en que , cada vez que el espectador cree haber encontrado la clave del acertijo, se presenta un nuevo aspecto que echa por tierra todas sus teorías. Por ejemplo, cuando la mujer le pide al hombre que la deje en paz, él se apoya en una balaustrada que se derrumba a causa de la presión. Debe tratarse de una fantasía pasajera, piensa el espectador, y cuando vuelve a verse la balaustrada, estará intacta. Pero ¡sigue rota!¿Refleja esto la inquebrantable convicción del personaje de que su fantasía se ha producido en la realidad?¿No es más que probable que se trate de una metáfora del deseo de la mujer de verse libre del extraño?. Pensándolo cuidadosamente, la segunda explicación parece más plausible. Pero, en lo referente a esta enigmática película lo único que se puede decir es “creo”, y nunca “estoy seguro”.


En sucesivas visiones, “Marienbad”, con sus sutiles claves, su complicada interrelación entre pasado y presente y su representación de una realidad que puede ser simplemente un sueño, adquiere el aspecto de una historia detectivesca. Las siluetas (pues son más eso que personajes) de mueven de manera exquisitamente controlada por el director que demuestra la precisión de un hábil jugador de ajedrez. El mundo onírico en el que transcurre la historia posee la calidad del mejor cuento de hadas, y, al igual que la mayoría de ellos, un cierto toque de amenaza oculta que acecha en todo momento a sus personajes. “Marienbad”  es una de las películas fundamentales que nos ha ofrecido el cine. De las más amadas – por la cinefilia – y de las más odiadas – por   aquellos que solo van al cine a pasar un buen rato. Resnais juega en su balneario con las mismas cartas que Bergman en “Persona”, Buñuel en “El ángel exterminador”, Antonioni en “La aventura”…………..En lo inaprehensible (o no) radica su grandeza. Películas esenciales, imprescindibles, puntos y aparte de la Historia del Cine. Más allá, por tanto, de la obra maestra.

Luis Betrán
Escrito tras enésimo visionado

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