miércoles, 27 de noviembre de 2013

EL CINE ESPAÑOL DURANT EL FRANQUISMO I

CIFESA


Nacida durante los años de la República, concretamente en 1932, al amparo de capital valenciano, CIFESA acabaría por convertirse durante la década de los 40 y principios de los 50 en la empresa productora más importante del cine español. Sus inicios, no obstante, pueden, asimismo considerarse de notables con la financiación de éxitos tan elocuentes como “Morena Clara” y “Nobleza baturra”, ambas de 1935, ambas dirigidas por el aragonés Florián Rey con la gran estrella – y más que aceptable actriz – Imperio Argentina y ambas ejemplos de un muy digno cine folclórico en el que el franquismo se mostraría especialmente torpe.. La repercusión de estas películas auguraba a CIFESA una firmeza productiva que habría de confirmarse. Con el estallido de la Guerra Civil, y, tiempos después, con los difíciles momentos de la posguerra, la industria cinematográfica española se vio seriamente afectada. A pesar de tan delicada situación, la empresa valenciana resulta ser la única  con la capacidad suficiente como para afrontar con dignidad un sistema de producción eficaz y continuo. Su envidiable in fraestructura , basada en un cuidado modelo organizativo, logra que en pocos años se haga con el reinado del mercado interior. Puede decirse que CIFESA es la primera empresa productora  española que lleva a cabo un planteamiento de su actividad desde un punto de vista eminentemente industrial, con una recepción comercial que, en cierta medida, se aproxima a los métodos imperantes en Hollywood. Sus proyectos eran abordados tras una minuciosa planificación  que iba desde la toma en consideración del elemento humano (técnicos, actores, realizadores, etc..) que intervendrían en una película, hasta la posterior comercialización de la misma as través de de empresas filiales de distribución que daban salida al film a los mercados nacionales e incluso a los internacionales como luego se verá.


La política esencial de CIFESA era la programación a largo plazo. Cualquiera de sus producciones no era el resultado de los beneficios obtenidos por la producción anterior, sino el fruto de un estudio en el que se contenían varios proyectos simultáneos. Cada uno de ellos respondía a unos intereses determinados, a un género específico, según las exigencias del momento, de manera que era fácil cubrir la demanda cinematográfica con garantías. En consecuencia, CIFESA consigue alcanzar y mantener un estimable volumen de producción que, durante la década de los 40, se sitúa ya en un promedio de cuatro películas por año. Siempre por delante de sus competidoras: Suevia Films y Emisora Films. Otra de las características que definen el modo de hacer de CIFESA era sus sistema de contratación, asimismo muy de acorde con los gustos americanos. A la usanza de Hollywood, la empresa española mantiene a su cargo toda una plantilla integrada por un amplio grupo de profesionales indispensables en la confección de una película. La contratación es fija lo que explica  esa facilidad suya de producción que, con otro modelo distinto de organización, hubiera sido inalcanzable. De cara a su promoción exterior CIFESA es la primera en imponer un sistema de exclusiva, por el cual ciertos actores y actrices de relevancia quedan ligados únicamente a ella, sin que les sea posible – mientras dure su contrato – su participación en en otra producciones ajenas. La fórmula, no obstante, será tambien de recibo en el resto de la competencia, fundamentalmente en los años 40. Tal fue el caso de Suevia Films que incluye en su nómina a Jorge Mistral y Lola Flores o Emisora Films que se hace con los servicios de Conrado Sanmartín y Tomás Blanco entre otros. Pero, sin duda, los artistas más destacados del cine español se adhieren a CIFESA: Manuel Luna, Rafael Durán, Luis Peña, Aurora Bautista, Amparo Rivelles y Alfredo Mayo…Es decir, las grandes estrellas que llenaban de admiración  y esplendor las pantallas de aquellos años y que ofrecían de la empresa productora una imagen dorada y mítica. Era lo que podía definirse como un “star-system” a la española.


La firmeza con la que CIFESA consiguió mantenerse no era solamente consecuencia de su bien planificada estructura. Existían otras razones al margen que favorecían notablemente su actividad productiva. Sin lugar a duda, la más importante de ellas la constituía su vinculante sentido patriótico, su enorme carga ideológica que hacían de su cine una bandera ondeando los profundos ideales de la Dictadura Franquista. Las películas de CIFESA, en su mayor parte, preconizaban los más puros sentimientos de la patria, el imperio y la voluntad católica. Con ello conseguía  que sus films fueran objeto  de un claro favoritismo por parte de la Administración, cuya protección  le sirvió de creciente fortalecimiento. Es preciso no olvidar, sin embargo, que a pesar de esa voluntaria y beneficiosa imposición ideológica, CIFESA logró que de su seno surgiera un cine de plausible dignidad para la época. No fue el caso, pero el público entendió que sí, de “Locura de amor”, realizada en 1948 por Juan de Orduña y que marcó el cénit de su producción.Durante sus largos años de activa presencia en el panorama cinematográfico español, CIFESA cuenta en su historial con una extensa filmografía en la que pueden encontrarse los títulos más diversos y las más heterogéneas producciones. Así, en la década de los 30, a las ya citadas de Imperio Argentina-Florián Rey pueden añadirse del mismo director “La hermana San Sulpicio” (1934, horrorosa ella); “La verbena de la Paloma” (estupenda, por cierto) y “Es mi hombre”, ambas de Benito Perojo y en 1935; la escalofriante (por mala) “La reina mora” (1936) de Eusebio Fernández Ardavín. A finales de estos años y comienzos de la década siguiente merece resaltarse su inquieta incursión en el cortometraje: “Mariñeiros”, “la ciudad de las flores”, “Romería del Rocío”, “Costas vascas”, “Viejos palacios”, “La albufera”, “Pueblos singulares de España” y “España en Tánger”. Los creo perdidos y ya inencontrables. En cualquier  caso yo no he logrado ver ni uno solo y, leyendo los títulos, se me antojan temibles.


Los años 40, a su vez, los inaugura CIFESA con films tales como  “El último húsar” (1940) de Luis Marquina, “La gitanilla” de Fernando Delgado, y “Boy” (1940), de Antonio Calvache. A éstos seguirán la interesante “El hombre que se quiso matar” 1942) de Rafael Gil,  “La culpa del otro” (1942) película dirigida por Ignacio F. Iquino con la que se inicia una larga serie de producciones confiadas al mismo realizador, y la ya comentada y excelente “El clavo” (1944) de Rafael Gil, que sigue a distancia el éxito precedente de “El escándalo” (1943) de José Luis Sáenz de Heredia, menos conseguida pero para nada mediocre. Finalmente la década queda cubierta  con la referida y engoladísima – y no poco divertida – “Locura de amor” de Juan de Orduña con la primera estrellísima – con permiso de Imperio Argentina – del cine español: la recientemente fallecida y grandilocuente (no siempre, recuérdese “La tía Tula” de Miguel Picazo) Aurora Bautista. Injusto no citar algún que otro título como “Don Quijote de la Mancha” (1947) de Rafael Gil, para muchos – yo entre ellos – la más destacada versión española de la novela de novelas de Miguel de Cervantes. El Ingenioso Hidalgo estaba magníficamente interpretado por el gran actor teatral Rafael Rivelles, esposo de la no menos renombrada María Fernanda Ladrón de Guevara. La pareja regia del teatro español en los 40 y aun parte de los 50, papás de la muy querida Amparo Rivelles, otra estrella sobresaliente de aquel cine de la España una, grande y libre. Con la llegada de los 50 se inicia la decadencia productiva y financiera de Cifesa. A éste período pertenecen la muy reivindicable “Don Juan” (1950) de José Luis Sáenz de Heredia con Antonio Vilar, Annabella y Maria Rosa Salgado, la épica y explosiva “Agustina de Aragón” (1950) con Aurora Bautista disparando el cañón (pareado) y la en todo fallida “Alba de América” (1951), ambas de Juan de Orduña. El estrepitoso fracaso en taquilla de la del descubrimiento del Nuevo Mundo por el españolísimo Cristobal Colón (Antonio Vilar, portugués) refleja claramente que el espíritu productor se hallaba a las puertas de la extinción.

Las causas que motivaron la desaparición de CIFESA no están aún suficientemente esclarecidas. En principio se especula con el hecho de que la empresa valenciana no fue sino víctima de su propia ambición, de su afán de poder, de su denodado esfuerzo por monopolizar al máximo la producción nacional aprovechando el claro apoyo del Régimen. No obstante, una nueva circunstancia parece jugar en el silencioso hundimiento de CIFESA. Se trata del paulatino crecimiento de Suevia Films-Cesáreo González que fue desarrollándose a la sombra de CIFESA, pero con una política de afianzamiento progresivo, por medio de la cual conseguía poco a poco ir arañando para si misma trozos del Imperio de CIFESA.  Nacida al abrigo de la más pura fidelidad al  franquismo, Suevia Films–Cesáreo González  comenzó pronto a convertirse en la más directa rival de CIFESA, primero en el ámbito nacional y posteriormente en la conquista de los mercados exteriores, especialmente el Latinoamericano, hecho éste, que resultará decisivo en el desenlace de los futuros acontecimientos. De este modo va produciéndose un lento y callado traspaso de poder que culminará finalmente  con la sorprendente desaparición de CIFESA, de quién Suevia Films-Casáreo González herederá todos sus más significativos privilegios, entre ellos naturalmente el apoyo del Régimen Dictatorial y su Admnistración que vio en la nueva empresa un renaciente y eficaz aliado. En la bastante aburrida y poco recordada revista Cinestudio (donde vino al mundo del cine José Luis Garci, más tarde factótum inicial de “Dirigido por”), su director, el falangista José María Pérez Lozano, escribió un cruel epitafio: “si CIFESA ha muerto, crisantemos”. Los de la camisa azul nunca le tuvieron cariño a la productora valenciana.

Luis  Betrán

Chascarrillos: yo nací en 1947 y tuve una madre enormemente aficionada al cine y que mas allá de los 80 años aún suspiraba por Gregory Peck (ella pronunciaba Gregory Pi). Siempre había revistas en mi infancia del tipo Cine Mundo o Primer Plano y mi progenitora, cuando uno ya fue algo mayorcito, no vayáis a creer, me contaba que las folklóricas o “las de mi arma” que siempre trabajaron para Cesáreo González tenían que abonarle al productor el derecho de pernada. Y tambien cantaba una copla verdusca que rezaba: “debajo de la capa de Alfredo Mayo, Amparito Rivelles monta a caballo”. Estés donde estés te recuerdo y te dedico este texto, Doña María Josefa Colás de Betrán.

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