miércoles, 13 de noviembre de 2013

ANIVERSARIOS, CENTENARIOS, OBITUARIOS, EFEMÉRIDES (1)



PATRICE CHÉREAU

Chéreau amaba el teatro pero siempre declaró que también el cine sin decantarse por prioridades. Es obvio que el “metteur en scène” fallecido será más recordado por su contribución al arte de Talía que al de Lumière. Nunca vi una representación teatral servida por Chéreau. La ópera vino a mi auxilio. La concepción del famoso “Anillo del Nibelungo” wagneriano la guardo en dvd como un tesoro refulgente. Y en verdad que lo es. Fue en el Festival de Bayreuth de 1987, y su puesta en escena es, en si misma, una obra de arte extraordinaria. Probablemente la última que podo gozar herr Richard desde el Walhalla, ya que si algún compositor de óperas ha sido desvirtuado, masacrado, insultado y vulgarizado por los modernos “regisseurs”, éste ha sido justamente el más grande de todos ellos cuyo bicentenario conmemoramos. Lástima que el esfuerzo de Chéreau no se viese acompañado ni por la dirección orquestal de Pierre Boulez ni por los desvaídos y/o chillones cantantes.
Patrice Chéreau fue un gran cineasta y no por la película que de la que más satidfecho estaba: “La reina Margot” que le salió confusa y más bien “ratée” como dicen los franceses. Y es que la tremebunda noche de San Bartolomé en la que los católicos apiolaron a un montón de hugonotes no ha sido objeto de buen cine. En la seminal “Intolerancia” de Griffith, éste episodio y el de Jesucristo rozaron el “kitsch” menos aconsejable en tanto que el babilónico y el contemporáneo si alcanzaron la grandeza. Para acabarla de fastidiar, Meyerbeer se marcó una ópera, “Les huguenots”, tan larga como aburrida y acartonada. Curiosamente el acto dedicado a Marguerite de Valois es el mejor y si canta el rol Dame Joan Sutherland se eleva a subimes alturas que al olvidado – con merecida justicia – compositor casi siempre le fueron negadas. “La reina Margot” fue el único éxito de taquilla de Chéreau y, en su estreno, un acontecimiento aplaudidísimo para el judío Jakob Meyerbeer.


La corta filmografía de Chéreau incluye films de exquisita sensibilidad, de bello romanticismo y de fuertes emociones. “El hombre herido”, “Mi hermano”, “Intimidad” y “Gabrielle” justifican por si solas la calidad de Chéreau como director de cine. Y en el caso de “Mon frére” se aproxima a la obra maesta. Su “Persecución” (2009) terminal a Roman Duris desmereció de las anteriores (no se estrenó en España). Quizá porque el singular actor era muy querido por el cineasta y aquí no vale el componente gay de Chéreau. Duris, que en su su ya larrga carrera casi nunca me ha gustado como actor, debe ser un portento en teatro. Nos lo ha contado estupendamente Marcos Ordóñez que casi levitaba cuando veía representaciones teatrales en la que se unían el trío Koltés/Chéreau/Duris. Poco antes de fallecer, Patrice Chéreau no se cortaba en afirmar las ganas que tenía de volver al cine. No pudo ser. Desolé.


ALBERT CAMUS

El 50 aniversario del trágico accidente que terminó con la joven vida de Albert Camus ha sido comentado desde casi todos los ángulos posibles. La larguísima polémica sostenida entre él y Sartre desde sus respectivos diarios hoy favorece obviamente al autor de “La peste”. Sartre no dejó de militar nunca en el P.C.F., lo que le valió – más ahora que en su tiempo – el calificativo poco amable de estalinista. Camus, por el contrario, en la era del pensamiento único y la aldea global resulta fácilmente asimilable y consumible. Sartre rechazó el Premio Nobel – seamos honestos, no acudió a Estocolmo a recoger tan prestigioso y discutible galardón pero si percibió la notable suma dineraria que lleva aparejado (1) -, Camus se vistió de gala y no disimuló su felicidad por haberlo obtenido. Hasta aquí lo anecdótico pero inevitable.

Albert Camus es el autor – escribo subjetivamente – de “El extranjero”, una de las novelas fundamentales del pasado siglo, obra maestrísima que habré leído unas tres veces y que es invulnerable al paso de los años. Mäs aún. Puede incluso resultar muy actual y Mersault, ese hombre indiferente al bien y al mal, en tanto que paradigma de la filosofía existencialista es muy de recibo en una sociedad en la que cualquier asomo de ética puede evaporarse en segundos. Es la única novela de Camus que admiro. Ni la bienintencionada y nihilista “La caída” ni la plomiza y reiterativa “La peste” carecen, para mi, de atractivos. Literarios y extraliterarios. “L’homme révolté” bastaría y sobraría para calificar al escritor francoargelino de gran ensayista. Pero éñ mismo acabó por traicionar el radicalismo e independencia que proclamaba en su “rebelión”. Su actitud – y esa boba respuesta de “prefiero a mi padre” – en el conflico sangriento entre el F.L.N. y el ejército francés de ocupación, roza la condición de traidor y colaboracionista del más repugnante colonialismo. En teatro brilló en “El malentendido”, “Los justos” y su algo confusa “Calígula”. Recuerdo vívidamente las representaciones en el Teatro Principal de Zaragoza de esta pieza arrolladora en la que creo ver que las acciones del psicótico emperador – pasar a la Historia por haber matado más que nadie con el fin de preservar a la posteridad de otro sanguinario criminal como él – exentas no ya de racionalidad sino incluso aquejadas de un pensamiento que se me antoja pueril. Muchos actores se entregaban entusiásticamente al querible rol. El “Calígula” que yo vi fue José María Rodero. Dudo que pueda haber algún otro actor, antes y despues del quizá más eximio monstruo de las tablas que habitase en este país, capaz de aproximarse ni aín tímidamente a ese intérprete genial (bárbaramente desaprovechado por el cine) que fue el arriba citado.

Parece bella la historia de amor entre Camus y María Casares, la insigne actriz hija de Casares Quiroga y exiliada en Francia donde llegó a ser maravillosa tanto en el teatro como en el cine (recurdénse sus prestaciones fílmicas con Bresson o Cocteau). Tambien alcancé a ver a la Casares en el mismo escenario zaragozano interpretando “El adefesio” de Alberti. Tras una ausencia tan prolongada como la suya de su país de nacimiento, su dicción española era magnífica y su creación impresionante. La obra no la merecía. Si el cine fue gentil con María no sucedió lo mismo con Albert. Hasta Visconti fracasó, con más dignidad de lo que se ha escrito, en su adaptación de “El extranjero”. Marcello Mastroianní fue un excelente Mersault y la primera mitad de la película a mi me parece de notable alto. Luego, y sobre todo en las secuencias del juicio, parece como si Visconti hubiese dejado la cámara en manos de un ayudante caulquiera. Resumo: Albert Camus es santo de mi devoción………con evidentes reticencias.

Luis Betrán

1)      El único escritor galardonado con el Permio Nobel que no sólo rechazó los laureles sino tambien las coronas suecas, fue el inimitable y fascinante Samuel Beckett.

2 comentarios:

  1. Fe de erratas. Pido discukpas por el tremendo error que se contiene en el texto de Albert Camus. Cuando al escritor le preguntaron con quién estaba, si con los rebeldes terroristas del F.L.N. o con las tropas francesas de ocupación su respuesta fue: PREFIERO A MI MADRE NO ¡¡A MI PADRE!!.

    ResponderEliminar
  2. y más excusas por lo abundantes errores ortográficos, debidos a que éstos textos son ya míos y ya solo míos: no me ayudó nadie.

    ResponderEliminar