PATRICE CHÉREAU
Chéreau amaba el teatro pero
siempre declaró que también el cine sin decantarse por prioridades. Es obvio
que el “metteur en scène” fallecido será más recordado por su contribución al
arte de Talía que al de Lumière. Nunca vi una representación teatral servida
por Chéreau. La ópera vino a mi auxilio. La concepción del famoso “Anillo del
Nibelungo” wagneriano la guardo en dvd como un tesoro refulgente. Y en verdad
que lo es. Fue en el Festival de Bayreuth de 1987, y su puesta en escena es, en
si misma, una obra de arte extraordinaria. Probablemente la última que podo
gozar herr Richard desde el Walhalla, ya que si algún compositor de óperas ha
sido desvirtuado, masacrado, insultado y vulgarizado por los modernos
“regisseurs”, éste ha sido justamente el más grande de todos ellos cuyo
bicentenario conmemoramos. Lástima que el esfuerzo de Chéreau no se viese
acompañado ni por la dirección orquestal de Pierre Boulez ni por los desvaídos
y/o chillones cantantes.
Patrice Chéreau fue un gran
cineasta y no por la película que de la que más satidfecho estaba: “La reina
Margot” que le salió confusa y más bien “ratée” como dicen los franceses. Y es
que la tremebunda noche de San Bartolomé en la que los católicos apiolaron a un
montón de hugonotes no ha sido objeto de buen cine. En la seminal
“Intolerancia” de Griffith, éste episodio y el de Jesucristo rozaron el
“kitsch” menos aconsejable en tanto que el babilónico y el contemporáneo si
alcanzaron la grandeza. Para acabarla de fastidiar, Meyerbeer se marcó una
ópera, “Les huguenots”, tan larga como aburrida y acartonada. Curiosamente el
acto dedicado a Marguerite de Valois es el mejor y si canta el rol Dame Joan
Sutherland se eleva a subimes alturas que al olvidado – con merecida justicia –
compositor casi siempre le fueron negadas. “La reina Margot” fue el único éxito
de taquilla de Chéreau y, en su estreno, un acontecimiento aplaudidísimo para
el judío Jakob Meyerbeer.
La corta filmografía de Chéreau
incluye films de exquisita sensibilidad, de bello romanticismo y de fuertes
emociones. “El hombre herido”, “Mi hermano”, “Intimidad” y “Gabrielle” justifican
por si solas la calidad de Chéreau como director de cine. Y en el caso de “Mon
frére” se aproxima a la obra maesta. Su “Persecución” (2009) terminal a Roman
Duris desmereció de las anteriores (no se estrenó en España). Quizá porque el
singular actor era muy querido por el cineasta y aquí no vale el componente gay
de Chéreau. Duris, que en su su ya larrga carrera casi nunca me ha gustado como
actor, debe ser un portento en teatro. Nos lo ha contado estupendamente Marcos
Ordóñez que casi levitaba cuando veía representaciones teatrales en la que se
unían el trío Koltés/Chéreau/Duris. Poco antes de fallecer, Patrice Chéreau no
se cortaba en afirmar las ganas que tenía de volver al cine. No pudo ser.
Desolé.
ALBERT CAMUS
El 50 aniversario del trágico
accidente que terminó con la joven vida de Albert Camus ha sido comentado desde
casi todos los ángulos posibles. La larguísima polémica sostenida entre él y
Sartre desde sus respectivos diarios hoy favorece obviamente al autor de “La
peste”. Sartre no dejó de militar nunca en el P.C.F., lo que le valió – más
ahora que en su tiempo – el calificativo poco amable de estalinista. Camus, por
el contrario, en la era del pensamiento único y la aldea global resulta
fácilmente asimilable y consumible. Sartre rechazó el Premio Nobel – seamos
honestos, no acudió a Estocolmo a recoger tan prestigioso y discutible galardón
pero si percibió la notable suma dineraria que lleva aparejado (1) -, Camus se
vistió de gala y no disimuló su felicidad por haberlo obtenido. Hasta aquí lo
anecdótico pero inevitable.
Albert Camus es el autor –
escribo subjetivamente – de “El extranjero”, una de las novelas fundamentales
del pasado siglo, obra maestrísima que habré leído unas tres veces y que es
invulnerable al paso de los años. Mäs aún. Puede incluso resultar muy actual y
Mersault, ese hombre indiferente al bien y al mal, en tanto que paradigma de la
filosofía existencialista es muy de recibo en una sociedad en la que cualquier
asomo de ética puede evaporarse en segundos. Es la única novela de Camus que
admiro. Ni la bienintencionada y nihilista “La caída” ni la plomiza y
reiterativa “La peste” carecen, para mi, de atractivos. Literarios y
extraliterarios. “L’homme révolté” bastaría y sobraría para calificar al
escritor francoargelino de gran ensayista. Pero éñ mismo acabó por traicionar
el radicalismo e independencia que proclamaba en su “rebelión”. Su actitud – y
esa boba respuesta de “prefiero a mi padre” – en el conflico sangriento entre
el F.L.N. y el ejército francés de ocupación, roza la condición de traidor y
colaboracionista del más repugnante colonialismo. En teatro brilló en “El
malentendido”, “Los justos” y su algo confusa “Calígula”. Recuerdo vívidamente
las representaciones en el Teatro Principal de Zaragoza de esta pieza
arrolladora en la que creo ver que las acciones del psicótico emperador – pasar
a la Historia por haber matado más que nadie con el fin de preservar a la
posteridad de otro sanguinario criminal como él – exentas no ya de racionalidad
sino incluso aquejadas de un pensamiento que se me antoja pueril. Muchos
actores se entregaban entusiásticamente al querible rol. El “Calígula” que yo
vi fue José María Rodero. Dudo que pueda haber algún otro actor, antes y
despues del quizá más eximio monstruo de las tablas que habitase en este país,
capaz de aproximarse ni aín tímidamente a ese intérprete genial (bárbaramente desaprovechado
por el cine) que fue el arriba citado.
Parece bella la historia de amor
entre Camus y María Casares, la insigne actriz hija de Casares Quiroga y
exiliada en Francia donde llegó a ser maravillosa tanto en el teatro como en el
cine (recurdénse sus prestaciones fílmicas con Bresson o Cocteau). Tambien
alcancé a ver a la Casares en el mismo escenario zaragozano interpretando “El
adefesio” de Alberti. Tras una ausencia tan prolongada como la suya de su país
de nacimiento, su dicción española era magnífica y su creación impresionante.
La obra no la merecía. Si el cine fue gentil con María no sucedió lo mismo con
Albert. Hasta Visconti fracasó, con más dignidad de lo que se ha escrito, en su
adaptación de “El extranjero”. Marcello Mastroianní fue un excelente Mersault y
la primera mitad de la película a mi me parece de notable alto. Luego, y sobre
todo en las secuencias del juicio, parece como si Visconti hubiese dejado la
cámara en manos de un ayudante caulquiera. Resumo: Albert Camus es santo de mi
devoción………con evidentes reticencias.
Luis Betrán
1)
El único escritor galardonado con el Permio Nobel que
no sólo rechazó los laureles sino tambien las coronas suecas, fue el inimitable
y fascinante Samuel Beckett.
Fe de erratas. Pido discukpas por el tremendo error que se contiene en el texto de Albert Camus. Cuando al escritor le preguntaron con quién estaba, si con los rebeldes terroristas del F.L.N. o con las tropas francesas de ocupación su respuesta fue: PREFIERO A MI MADRE NO ¡¡A MI PADRE!!.
ResponderEliminary más excusas por lo abundantes errores ortográficos, debidos a que éstos textos son ya míos y ya solo míos: no me ayudó nadie.
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