“Abismos de pasión” resultó
una aventura condenada de antemano al fracaso. Buñuel, y los surrealistas en
general, amaban la obra maestra de Emily Bronte “Cumbres borrascosas” en tanto
que cima literaria insuperada del “amour fou”. Buñuel la filmó en México en
1952, con dos intérpretes imposibles para Heatcliff y Kate: Jorge Mistral e
Isarema Dilian. El resultado fue mediocre aunque, eso sí, rematado por un
portentoso final en el que Heatcliff desciende a la cripta en la que reposan
los restos de la fallecida Kate, abre el catafalco y…..todo ello subrayado por
el maravilloso preludio de “Tristán e Isolda” de Wagner. Una de las grandes
secuencias de la filmografía buñueliana.
Este insuperado ciclo
buñueliano culmina en la portentosa “El ángel exterminador” (1962), la mejor
película de la Historia
del Cine según Ingmar Bergman, y, desde luego, mi Buñuel favorito y el que más
actual está en la triste y desvencijada España en la que ahora moramos. Los
burgueses quedan inexplicablemente atrapados en la mansión en la que se han
reunido para cenar. El largo cautiverio les hará sacar a la luz todas sus
miserias y procacidades, y cuando al final salgan rezarán un Te Deum en la
catedral de la que tampoco podrán volver a salir mientras suenan ráfagas de
ametralladoras.
Piénsese en nuestro panorama cotidiano. De mediados de 2013. Y
lo que aguarda. Lástima que “Simón del desierto” (1965), magistral ensayo
minimalista de “La voie lactée” (1969) quedase inacabada. Con sus 43 minutos,
el primitivo asceta (creación sublime de Claudio Brook) que se pasó
prácticamente toda la vida subido en una columna y provocando la confusión y el
mal cuando lo único que intenta es hacer el bien. En esta película intervenía
nuevamente la protagonista de, “El ángel exterminador” y “Viridiana”; Silvia
Pinal que, otra vez, en el papel del demonio adopta los disfraces más engañosos
y seductores para tentar al incorruptible Simón……..lográndolo en un final algo
forzado en una discoteca de Nueva York..
Termino esta segunda
entrega no sin hacer mención a “Viridiana” (1961) en la que Buñuel, al que se
invitó a “volver” a España como un verdadero hijo pródigo, desarrolla el tema
de “Nazarín” con mucha mayor ferocidad y profundidad y, yo no tengo dudas, es
otra de las cumbres absolutas de su obra. No me explayaré sobre el escándalo
tan famoso y tan solo añadiré que Buñuel, como buen surrealista, cree que se
debe morder la mano que le da a uno de comer. Tambien en estos años. Buñuel
ejecuta su película americana: “The young one” (1960) por la que su autor
siempre ha manifestado gran simpatía. No la comparto. “La joven” es un film
totalmente serio, un alegato antirracista. Una buena película pero, acaso, la
menos personal de don Luis.
Sin cambiar ni hacer jamás
concesiones – salvo en “La fiévre monte a
El Pao” (1960). ¿Por qué Buñuel aceptó un guión tan malo y trabajar
con La Doña?, me
parece evidente que el aragonés y “la devoradora” María Felix (bellísima mujer)
no estaban hechos el uno para la otra o recíprocamente –, Don Luis de
Calanda demostró una infinita capacidad
de renovación. Desde 1960 vino diciendo que su nueva película sería la última
de su carrera, cuando de hecho no era sino la continuación triunfante de la
misma. En 1956 volvió a aterrizar en Francia para filmar dos películas irregulares: “Cela
s’appelle l’aurore” y “La mort.dans ce jardin”. No estimo demasiado la primera
en la que, otra vez como en “The young one”, echo en falta el sentido del humor
y se insiste en un tono – nada demagógico – denunciador tan seco como el de un
Francesco Rosi en sus peores películas. Si acaso destacar el singular ajuste de
cuentas con Salvador Dalí, consistente en que en el despacho del comisario de
policía se ve con toda claridad el cuadro de Dalí “El Cristo de San Juan de la Cruz” (Museo de Bellas Artes
de Glasgow) que a Buñuel le repugnaba. Curiosamente, el maestro confiesa tener
muy buena opinión de esta película.
Otro asunto es “La mort
dans ce jardin”, pese a los problemas que se acumularon en el rodaje, debidos a
que el guión no se terminaba de escribir y a la actitud hostil de Simone
Signoret. Buñuel recuerda que en este film conoció a Michel Piccoli que luego
se convertiría en amigo personal del cineasta e intérprete favorito del
maestro. Piccoli y Claudio Brook insuflan en sus trabajos y en sus personajes
un humor, típicamente anticlerical, que acaba por convertir esta película,
acaso menor, en un manjar más mexicano que francés, con abundante chile
picante. En 1964 Buñuel adapta la novela de Octave Mirbeau “Le Journal d’une
femme de chambre”, que ya había sido llevada al cine nada menos que por Jean
Renoir en 1946. No haré sangre en el hecho,
para mi evidente, de que Buñuel deja en evidencia al autor de “La régle du
jeu”. Renoir en Hollywood no filmó más que una gran película: “The southerner”
(1945). Su
“Diario…..” es de un romanticismo y un lirismo pelín cursi, que
chocan frontalmente con la feroz denuncia buñueliana de la hipocresía “moral”
de la alta burguesía y sus buenas maneras. Película repleta de fetichismos
varios, significa asimismo el inicio de una larga y fructífera colaboración con
el productor Serge Silberman y el guionista Jean-Claude Carriérte, quienes
seguirán ofreciendo al genio las condiciones idóneas para hacer una película cada vez que se sintiese
con fuerzas para ello. La obra maestra que es “Le Journal” se cimenta del todo
con el divertido personaje de Piccoli y la actuación de la gran Jeanne Moreau
que, al revés que la Signoret,
se integró con toda naturalidad en el universo buñuelesco, Tal y como había
hecho esta maravillosa actriz en los tan opuestos de Antonioni y, más tarde, de
Orson Welles.
Luis Betrán
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