miércoles, 25 de septiembre de 2013

DOSSIER LUIS BUÑUEL III

 

“Abismos de pasión” resultó una aventura condenada de antemano al fracaso. Buñuel, y los surrealistas en general, amaban la obra maestra de Emily Bronte “Cumbres borrascosas” en tanto que cima literaria insuperada del “amour fou”. Buñuel la filmó en México en 1952, con dos intérpretes imposibles para Heatcliff y Kate: Jorge Mistral e Isarema Dilian. El resultado fue mediocre aunque, eso sí, rematado por un portentoso final en el que Heatcliff desciende a la cripta en la que reposan los restos de la fallecida Kate, abre el catafalco y…..todo ello subrayado por el maravilloso preludio de “Tristán e Isolda” de Wagner. Una de las grandes secuencias de la filmografía buñueliana.


Este insuperado ciclo buñueliano culmina en la portentosa “El ángel exterminador” (1962), la mejor película de la Historia del Cine según Ingmar Bergman, y, desde luego, mi Buñuel favorito y el que más actual está en la triste y desvencijada España en la que ahora moramos. Los burgueses quedan inexplicablemente atrapados en la mansión en la que se han reunido para cenar. El largo cautiverio les hará sacar a la luz todas sus miserias y procacidades, y cuando al final salgan rezarán un Te Deum en la catedral de la que tampoco podrán volver a salir mientras suenan ráfagas de ametralladoras. 


Piénsese en nuestro panorama cotidiano. De mediados de 2013. Y lo que aguarda. Lástima que “Simón del desierto” (1965), magistral ensayo minimalista de “La voie lactée” (1969) quedase inacabada. Con sus 43 minutos, el primitivo asceta (creación sublime de Claudio Brook) que se pasó prácticamente toda la vida subido en una columna y provocando la confusión y el mal cuando lo único que intenta es hacer el bien. En esta película intervenía nuevamente la protagonista de, “El ángel exterminador” y “Viridiana”; Silvia Pinal que, otra vez, en el papel del demonio adopta los disfraces más engañosos y seductores para tentar al incorruptible Simón……..lográndolo en un final algo forzado en una discoteca de Nueva York..


Termino esta segunda entrega no sin hacer mención a “Viridiana” (1961) en la que Buñuel, al que se invitó a “volver” a España como un verdadero hijo pródigo, desarrolla el tema de “Nazarín” con mucha mayor ferocidad y profundidad y, yo no tengo dudas, es otra de las cumbres absolutas de su obra. No me explayaré sobre el escándalo tan famoso y tan solo añadiré que Buñuel, como buen surrealista, cree que se debe morder la mano que le da a uno de comer. Tambien en estos años. Buñuel ejecuta su película americana: “The young one” (1960) por la que su autor siempre ha manifestado gran simpatía. No la comparto. “La joven” es un film totalmente serio, un alegato antirracista. Una buena película pero, acaso, la menos personal de don Luis.

Sin cambiar ni hacer jamás concesiones – salvo en “La fiévre monte a  El Pao” (1960).  ¿Por qué  Buñuel aceptó un guión tan malo y trabajar con La Doña?, me parece evidente que el aragonés y “la devoradora” María Felix (bellísima mujer) no estaban hechos el uno para la otra o recíprocamente –, Don Luis de Calanda  demostró una infinita capacidad de renovación. Desde 1960 vino diciendo que su nueva película sería la última de su carrera, cuando de hecho no era sino la continuación triunfante de la misma. En 1956 volvió a aterrizar en Francia  para filmar dos películas irregulares: “Cela s’appelle l’aurore” y “La mort.dans ce jardin”. No estimo demasiado la primera en la que, otra vez como en “The young one”, echo en falta el sentido del humor y se insiste en un tono – nada demagógico – denunciador tan seco como el de un Francesco Rosi en sus peores películas. Si acaso destacar el singular ajuste de cuentas con Salvador Dalí, consistente en que en el despacho del comisario de policía se ve con toda claridad el cuadro de Dalí “El Cristo de San Juan de la Cruz” (Museo de Bellas Artes de Glasgow) que a Buñuel le repugnaba. Curiosamente, el maestro confiesa tener muy buena opinión de esta película.


Otro asunto es “La mort dans ce jardin”, pese a los problemas que se acumularon en el rodaje, debidos a que el guión no se terminaba de escribir y a la actitud hostil de Simone Signoret. Buñuel recuerda que en este film conoció a Michel Piccoli que luego se convertiría en amigo personal del cineasta e intérprete favorito del maestro. Piccoli y Claudio Brook insuflan en sus trabajos y en sus personajes un humor, típicamente anticlerical, que acaba por convertir esta película, acaso menor, en un manjar más mexicano que francés, con abundante chile picante. En 1964 Buñuel adapta la novela de Octave Mirbeau “Le Journal d’une femme de chambre”, que ya había sido llevada al cine nada menos que por Jean Renoir en  1946. No haré sangre en el hecho, para mi evidente, de que Buñuel deja en evidencia al autor de “La régle du jeu”. Renoir en Hollywood no filmó más que una gran película: “The southerner” (1945). Su 

“Diario…..” es de un romanticismo y un lirismo pelín cursi, que chocan frontalmente con la feroz denuncia buñueliana de la hipocresía “moral” de la alta burguesía y sus buenas maneras. Película repleta de fetichismos varios, significa asimismo el inicio de una larga y fructífera colaboración con el productor Serge Silberman y el guionista Jean-Claude Carriérte, quienes seguirán ofreciendo al genio las condiciones idóneas  para hacer una película cada vez que se sintiese con fuerzas para ello. La obra maestra que es “Le Journal” se cimenta del todo con el divertido personaje de Piccoli y la actuación de la gran Jeanne Moreau que, al revés que la Signoret, se integró con toda naturalidad en el universo buñuelesco, Tal y como había hecho esta maravillosa actriz en los tan opuestos de Antonioni y, más tarde, de Orson Welles.

Luis Betrán

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