lunes, 20 de junio de 2011

Memorias de 1967 a 1977.- La década prodigiosa III.- El Cine



He recibido una cordial advertencia en el sentido de que me repito en mis fobias político/sociales. Es verdad y tomo nota de ello. Hoy seguimos con el cine.

En un blanquísimo balneario iluminado por el gran Gianni Di Venanzo y a los sones de la cabalgata de "La walkiria" de Wagner, surgió libre el mundo de Federico Fellini. Allá, en el lejano 1967 "Ocho y medio" me pareció la mejor película que había visto en mi vida. Por encima del "Potemkin", de "Kane", de "Los olvidados".....Hoy ya no lo pienso, pero, a pesar de que se ha convertido en un film algo desacreditado, sigo reconsiderándolo una obra maestra y la cumbre absoluta de su autor.


 



OCHO Y MEDIO (Otto e mezzo, 1962), de Federico Fellini

El mundo onírico de Federico Fellini no podía estar por más tiempo asfixiado por efecto de los gases neorrealistas que tan precariamente convivían con la lunática mirada de Giulietta Massina. Demasiadas Gelsominas y Cabirias hubiesen resultado fastidiosas y los vitellonis y bidones acabarían por remitir a un realismo crítico en el que el artista de Rímini no se hubiese sentido precisamente como pez en el agua. Razones muy claras: él siempre tuvo poco de realista y más bien nada de crítico. La dimensión en que hasta entonces se movían los personajes podía estar teñida de colores próximos a la realidad  pero los mismos nombres de esos personajes - Gelsomina, Cabiria, Zampanó, el Loco o Picasso - poco parentesco tienen con los anónimos ladrones de bicicletas, limpiabotas o verdaderos vitellonis de la provincia italiana.

El entonces se sitúa en 1962 y como su propio nombre indica, "Ocho y medio" (filmografía de Fellini hasta ese año), es el borrón y cuenta nueva pero en modo alguno la exposición de una crisis. Las mágicas palabras Asa-Nisi-Masa actúan como el ritual abracadabra que abre las puertas a las obsesiones e imágenes surreales que van a ser plasmadas en celuloide. Y no solo en este film sino en todos los que le van a seguir, que llevarán delante o detrás de su título el nombre del realizador para que críticos con poca imaginación los despachen airados en nombre de tanta egolatría.




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¡Abajo la pedantería de los intelectuales! ¡Viva el poder de la imaginación!. Guido-Fellini-Mastroianni prepara su imposible película  y se divierte soñando con los neorrealistas ahorcados. Empieza el espectáculo, que cuando no será en el futuro invariablemente magnífico, siempre remitirá al muestrario de trucos de "Ocho y medio". Nino Rota guiña el ojo y se complacerá en inventar ligeras melodías siempre con la raíz en la prodigiosa partitura de "Ocho y medio". De aquí en adelante todo va a consistir en un problema subjetivo de comunicación - vía fascinación - con un estilo y una imaginería siempre igual a si misma y sin apenas posibles milagros de aparecer como nueva. El que ame o conecte con esta peculiar iconografía - ¡¡Jose María Latorre!!, el insoportable contador de películas de pe a pa y factótum absoluto de "Dirigido por.".. -, sin mensajes ocultos, será recompensado de forma periódica. El que le odie o se canse de ella  lo mejor que puede hacer es marcharse a su casa o pasar de largo cuando vea carteles que anuncian una película titulada Fellini-Lo-Que-Sea. Como no se de cinéfilo alguno que haya hecho tal cosa, y me incluyo por supuesto, así nos ha ido. Pchs, pchs.




 

Los fantasmas de "Ocho y medio" reaparecerán multiplicados por equis e igual dará que tengan por marco la educación sentimental, el aprendizaje sexual, los colegios religiosos, las casas de citas, las tratorias de Roma, las playas de Rímini, la Venecia de Casanova e incluso la necrofilia de Edgar Allan Poe o de Cayo Petronio. Guido-Mastroianni-Fellini se oculta debajo de una mesa y huye de las preguntas de los periodistas. ¿Que es "Ocho y medio"?. ¿En que se ha basado usted para hacer "Ocho y medio"?. ¿Cual es el trasfondo cultural de "Ocho y medio"?. ¡¡Dejénme tranquilo!!. ¡¡No importa lo que ya está hecho sino lo que voy a hacer!!. Federico Fellini arroja el micrófono y se introduce en el corro de bailarines que danzan sin interrupción la musiquilla de Nino Rota. Danza que bailarán estas criaturas hasta el final del corpus felliniano, cuando el director grite por última vez ¡¡corten!! y haga el definitivo mutis por el foro.







"Ocho y medio" tiene la gran ventaja de ser el film totalizador en el que se materializa de una vez por todas la visión personal del espectáculo cinematográfico que posee Fellini, y el inconveniente típico de toda "summa" realizada cuando todavía se es relativamente joven y se hipoteca insensatamente un futuro que ya no va a deparar sorpresas sino combinaciones y permutaciones sobre lo ya expuesto. Federico Fellini podrá reencontrar más adelante - o acaso anticipó en las mejores secuencias de la irregular y moralizante "La dolce vita" - la magia descubierta un día, con el acechante peligro de que se transforme en un cliché (la insufrible "Giulietta de los espiritus" a la vuelta de la esquina), pero el camino estará cerrado y ya no se podrá volver a la explosión vital de "Ocho y medio", a la auténtica fiesta de "Ocho y medio". Porque este fastuoso carnaval que, de forma distinta a "Macbeth", está lleno de ruido y de furia, no lo ha contado un idiota pero si un artista de escaso bagaje intelectual y, desde luego, no significa nada, no deriva jamás hacia la astracanada y puede llegar a parecer - supremo juego de manos - hasta sincero.








En las antípodas  del materialista Visconti (1), del analista Antonioni o del temerario poeta Pier Paolo Pasolini; el vocinglero Fellini hizo de un sueño otro sueño y acertó a que se nos presentaran como aprehensibles unas figuras que solo a él le pertenecían. "Ocho y medio" fue saludada con el justo entusiasmo que produce tanto despliegue de riqueza y, aún cuando posteriormente las cañas se tornasen lanzas, - y no estará de más recordar que no es ciertamente exclusivo de Fellini el repetir siempre la misma película - la animadversión no llegó (2) hasta este film sin parangón, absolutamente nuevo y único en el cine de los 60. Y es que "Ocho y medio" es muy defendible como uno de los instantes de mayor fulgor que ha conocido el arte de las luces y las sombras.



Luis Betrán.- Zaragoza, 13 de febrero de 1979

1) Visconti, el camarada/alteza según contó via tv Terenci Moix que le llamaba la servidumbre en su palazzo milanés, marxista y miembro del P.C.I. hasta su muerte siempre estimó positivamente el cine de Antonioni, despreció el de Pasolini y respecto a Fellini consideró que era el propio de "un chico de provincias".

2) Claro que en nuestros dias, y hace más de una década,  por lo menos le ha llegado el turno de la defenestración a "Ocho y medio" en beneficio pongamos de "Amarcord". No comparto tal postura en absoluto. Como he escrito al principio "Ocho y medio" me pareció y me parece en 1967, en 1979 y en 2011, una OBRA MAESTRA y una de las películas de mi vida.

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