En 1954 se estrena "Rebelde sin causa" (Rebel without a cause, Nicholas Ray) - no en España adonde llegará 10 años más tarde - y se impone un actor, James Dean, mientras que la figura del "teenager" prende con fuerza en occidente. Cada país se apunta al éxito comercial de la operación. Hasta en España se anunciará - con ocho años de retraso - la voluntad de hacer de José Campos o Julián Mateos los "rebeldes" propios del subdesarrollo en un intento digno de Frégoli (1).
El "angry" sajón que sitúa en órbita a James Dean, o al revés, es un despistado de la política. Sus problemas se centran en el deseo de integración en los niveles sociales más conservadores: la familia, la escuela, los amigos. Ama a la vecina de enfrente y no desprecia los medios que una naciente civilización de consumo le proporciona. El coche es un medio de manifestar su agresividad, y su visión global del mundo no sobrepasa la mediocridad de la clase media a la que pertenece. Ama la libre empresa, cree que América es todavía la tierra de las oportunidades y la guerra de Corea es algo que se desarrolla en otro planeta. Carece de información y su cultura es escasa. Pero Nicholas Ray y Elia Kazan (2) acertaron a personalizar al sujeto. Su vestuario, maneras, formas de hablar y de comportarse entrañaban una frescura y un aire tan renovador en tan lejanos años que, finalmente, abrió una una vía poética que acabó por dotar de una dimensión ¿perdurable? al personaje. El ponerse un calcetín de cada color, mirar las estrellas de un planetarium o ver crecer sobre los campos las lechugas día a día, confirieron una singularidad a lo enfermizamente sentimental que originariamente poseía. Provincianismo yanqui, cierto, pero no más que los jóvenes del "furor de vivir" de la francesa "Les tricheurs" (Marcel Carné, 1958) y bastante menos que los "airados" del free cinema británico. Curiosamente en los setenta reaparecería este icono americanísimo en la opera prima del hoy adorado Terrence Malick (3).
En 1958 Wajda rueda "Cenizas y diamantes" protagonizada por el único teenager quer ha sido capaz de trascender, por todos los lados, el modelo USA.
Sobre el decorado de una Varsovia destruida por la guerra, la figura de un héroe juvenil metralleta en ristre, resulta algo así como el James Dean de "Polonia año cero". Exhibe un heroísmo tan desplazado como inútil. Su físico se corporeizará de una forma casi mítica. Las gafas ahumadas, el pelo corto y estirado, la chaqueta de cuero y el arma en bandolera resultarán aspectos inolvidables de este eterno desamparado, húérfano de una Polonia deshecha, apenas soñador de unas nuevas posibilidades de vida que vislumbra de forma abstracta - lírica y absoluta - sin saber distinguir por medio de los acontecimientos como se va a concretar - si ello fuera posible - un hipotético nuevo mundo. La marginación del personaje tan inolvidablemente interpretado por Zbigniew Cibulsky, le lleva a un callejón sin salida porque su brújula ya no señala ninguna parte. Buscará, con un sentimentalismo infantil, un compromiso histórico que abarque desde la utilidad de los diaparos - aunque sea sobre el líder comunista en nombre de aquella "maravillosa Resistencia" - hasta su realización sentimental con la chica que conoce el úlimo día o más bien noche de la guerra.
El resultado no podrá ser más desastroso y su muerte física irá aparejada a la de una juventud doliente que sí que respondió a la llamada de la Historia, pero que su generosidad iba a prolongar una guerra santa ya despojada de objetivos militares e incluso políticos. Sin final, extravíado en una noche horrible, vemos a Maciek- Cibulsky como símbolo de una Polonia desangrada, de porvenir oscuro y acaso trágico. La guerra se acaba pero el cielo no se cubre de banderas ni nadie pasa el arco del triunfo, resumiendo en su caída la de una generación a caballo entre el existencialismo y un misticismo nacionalista pese a la contraposición teórica de ambos conceptos. Maciek soñó con la familia, con el cariño acogedor de la madre con delantal de cuadros cocinando sopa de remolacha, más el torbellino histórico le arrancó de la mediocridad escapista de las lechugas o de las competiciones machistas de sus compañeros de generación en Hollywood. Fue el rebelde con causa total y si existe justicia para la adjudicación del patronímico (que no la habido ni la habrá en la crítica cinematográfica) él debería llevarlo como nadie. Andrzej Wajda parece identificar la inocente ceguera de su criatura con la pérdida de orientación de toda una sociedad ante un decorado devastado. Todo se hunde. La borrachera de un fabuloso cantos de gestas de derrota parece el eterno recurso para mantener el tipo ante la confusión de las mentes y la desesperación de los corazones.
Todo este declive y caída -una vez más- de una Polonia de dudosa resurrección en aquellos años aparece mostrado en una estética de grandes efectos y una voluntad inflamadora de entusiasmos, sirviéndose el director de un barroquismo hiriente y una interpretación forzada - la tragedia de la Historia obliga a una tensión sincera, lejos de los aspavientos tantas veces frívolos del Actor's Studio.- Una fotografía prodigiosamente iluminada provoca una emoción en un registro de superior intensidad en una película apasionada. Un fiero romanticismo para una causa cuyo futuro es materia en Wajda de la mayor desconfianza. Su obra posterior hablará más de los orígenes de los Maciek que de sus descendientes con una importantísima excepción (4). Una aurora comprometida por estas cenizas y diamantes o cubos de basura y sangre manchando sábanas blancas.
Todo el cine posterior de Wajda, e incluso el anterior, se quedaría a mucha distancia de esta portentosa obra maestra. Zbigniew Cibulsky, en el apogeo de su talento interpretativo en el cine y el teatro, moriría en un un estupido accidente al tomar un tren en marcha y perder el equilibrio. Acababa de cumplir 40 años.
Luis Betrán
1) Leopoldo Fregoli. Este actor italiano era conocido porque en sus actuaciones realizaba varios papeles, cambiándose rápidamente para interpretar a uno o a otro. Era un intérprete inimitable, además de actor y cantante. Puede decirse que con él surge la especialidad del transformista, trayendo consigo un repertorio prolijo, que iba desde el simple monólogo hasta nada menos que una ópera repleta de personajes.
2) En efecto. tanto "Al este del Edén" (East of Eden, Elia Kazan 1955), como "Rebelde sin causa" (Rebel without a cause, Nicholas Ray 1954), son dos bellas películas. Ver posts dedicados a "Rebelde....", N. Ray y James Dean.
3) No comparto entusiamo alguno por el cine de este caballero, hasta el punto de que todavía "Bad lands" (1974) me sigue pareciendo su mejor película. Ahí Martin Sheen hasta recordaba fisicamente a Dean.
4) "El hombre de mármol" (Szlowiekc z murmur, 1976) pudo y debió ser la otra obra maestra de Wajda. Esta película centrada en una agresiva realizadora de televisión que intenta hacer un documental sobre "el obrero modelo" de los años 50, une dos campos en los que Wajda funciona admirablemente: el análisis de la historia polaca y un discurso sobre el propio cine. Desgraciadamente el color es sucio y feo, la interpretación de la protagonista de un histerismo molesto y la cámara del director parece permanentemente aquejada del baile de San Vito.
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