domingo, 6 de enero de 2019

WILIAM WYLER Y LA HEREDERA


La heredera, de William Wyler (1949, The heiress)

Tenido durante mucho tiempo como un director académico – en el más peyorativo de los sentidos – el paso de los años y las oportunas revisiones de sus films ha venido a hacer justicia a uno de los más serenos e inteligentes artistas que tuvo el cine americano en los treinta, cuarenta y aún en los cincuenta (piénsese en el majestuoso western “Horizontes de grandeza”). Al repasar los distintos estilos de melodrama observamos que Wyler está en todos ellos y siempre con excelentes películas cuando no obras maestras. Así en el melodrama romántico Wyler es el artífice de dos logros de la envergadura de “Cumbres borrascosas” y “La heredera”, en el melodrama de actrices Wyler es el máximo oficiante de las películas de Bette Davis – “Jezabel”, “La carta” (otra obra maestra), “La loba” (idem) -, en el melodrama familiar pocos ejemplos tan bien terminados como “La señora Miniver” o “La gran prueba” y en el melodrama social “Los mejores años de nuestra vida” se erige en memorable paradigma de una época, de unas intenciones, de un criticismo, de un realismo, de unas componendas, de unas convenciones de género y, enfin, de una manera de ver y crear el melo que es la marca de fábrica de Wyler, quién vendría a demostrar que si el ruido y la furia convienen y mucho al melodrama, la armonía y el perfeccionismo tambien pueden producir inolvidables películas. El quid de la cuestión consiste en que esa serenidad y esa extrema pulcritud no desemboquen en blandenguería y pudibundez. De Wyler procede tambien un tipo de melodrama que sería dominante en los cincuenta y agonizaría en los sesenta. El melodrama literario y social, teñido de un romanticismo tardío, que en sus excesos nunca alcanzó la temeridad de King Vidor. “Esos tres” (a pesar de la impudicia de mr. Hays), “Dodsworth”, “Little foxes”, “Carrie” y también “La heredera” que es el melodrama más ambiguo de ese maestro que fue mr. Wyler.

Cuenta la leyenda, a saber la realidad, que fue Olivia de Havilland quien convenció al director para rodar La heredera, después de asistir entusiasmada a la representación de la obra teatral Washington Square, inspirada en la novela homónima de Henry James. No diré nada de su argumento pero sí que aquí no hay ruido y furia sino pequeños gestos y manifestaciones sutiles que terminarán por componer el íntimo retrato interno de sus personajes. Wyler admiraba a James, como todo amante de la gran literatura, y describió La heredera de este modo: "La emoción y el conflicto entre dos personas en un salón puede ser tan excitante como en un campo de batalla. Posiblemente más excitante". Sin embargo, esta obra maestra es asimismo un film amargo y cruel. El perfeccionista Wyler – que incluso llegó a efectuar hasta 60 tomas de una misma escena, en “La heredera”. solo llegó a 30 hasta que Olivia ya no pudo resistirlo más – cuando se rodó “La heredera” asimismo era productor de sus propios films y controlaba minuciosamente incluso el montaje. Nadie le imponía nada, pero es obvio que se encontraba a sus anchas en este universo victoriano en……Nueva York. Se rodeó de reparto de auténtico lujo. Jamás estuvo mejor Olivia de Havilland en el papel de su vida, su oscar es merecidísimo, mucho más que el que obtuvo dos años antes por “La vida íntima de Julie Norris”, excelente film de Mitchel Leisen. Es obvio que si Wyler la eligió era porque había sido la Melania Wilkes de “Lo que el viento se llevó”. Si en el supermelodrama por excelencia interpretaba a una mujer apocada y medio boba, en la primera parte de “La heredera” sucede lo mismo – maravillosa secuencia de baile en la que la pobre Catherine muestra hasta qué extremo es torpe -, pero en la segunda su transformación en una mujer vengativa y dura es prodigiosa y todo ello con una economía de gestos admirable.

Montgomery Clift era un recién llegado, pero su composición del misterioso Morris es una lección de sobriedad, de personalidad, de talento. Nadie como sir Ralph Richardson para dar vida al monstruoso padre de Catherine. Lo había interpretado en teatro y verdaderamente da miedo el odio a su hija y su necrófilo amor por su fallecida esposa. Es un hombre tan inteligente como perverso. Finalmente, Miriam Hopkins está soberbia como la tía Lavinia, una verdadera lianta en el fondo, y pese a la diferencia de edad, tan enamorada del deshonesto Morris como su sobrina. El quinto personaje no es otro que el decorado. Sin un solo exterior, Wyler utiliza la casa de la plaza Washington con un virtuosismo que roza lo increíble. Una escalera, un espejo, un piano….son tan indispensables en esta magna obra como los personajes de carne y hueso. La partitura musical se dejó con acierto en las manos de Aaron Copland, que no podía negar su sólida formación y trayectoria como compositor de música clásica, aunque por entonces ya contara con dos nominaciones al Oscar por sendas bandas sonoras. Por cierto, que, hablando de música, hay un momento del largometraje donde Montgomery Clift le canta a Olivia de Havilland el tema "Plaisir d'amour", una antigua canción atribuida nada menos que a Enrique VIII que no solo cortaba cabezas femeninas. “La heredera” es película para ver más de una vez. La sutileza de la puesta en imágenes de Wyler, el doble sentido de sus diálogos, la apariencia y la realidad, el romanticismo y su negación. Todo ello forma parte de un film plenamente reivindicable como auténtica obra de arte.

Luis Betrán

Este texto ha consultado someramente el de K. Dickson, gran valedor de Wiliam Wyler.

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